sábado, 21 de marzo de 2015

¡CONFUSIÓN!

(Jn 7,40-53)


La confusión nace de la interpretación, porque interpretar significa dar sentido a las palabras, y las palabras, a veces, esconden la verdadera intención de lo que tratan de transmitir. Interpretar la Escritura da lugar a confusión, porque muchas veces no se interpreta bien o se interpreta, valga la redundancia, según tu propio interés.

Está escrito que el Mesías que ha de venir será de la estirpe de David. Pero resulta que Jesús es galileo. Aparentemente, o no es el Mesías, o hay una contradicción con la Escritura. Esa es la tesis que confunde a la gente. Se preguntan cómo puede ser Jesús el Mesías siendo galileo y no de la casa de David.

Jesús es directo descendiente del linaje de David, porque su padre José pertenece a la estirpe de David. Sin embargo, la gente no va más allá de lo que tiene delante y dejan escapar la duda y arman la controversia. Posiblemente la buscan, para con ella sembrar dudas y armar confusión.

¿Qué nos ocurre a nosotros? ¿No nos sucede también algo parecido cuando ponemos en duda la Divinidad de Jesús? ¿No lo rechazamos muchas veces? ¿Acaso no llevamos la duda y la desconfianza sembrada en nuestro corazón por el pecado? 

Indudablemente, no somos mejores que los sumos sacerdotes y fariseos. Pidamos que sobre salga la luz y la fe en nuestros corazones, y reconozcamos que Jesús es el Mesías.

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