sábado, 28 de marzo de 2015

NO SOPORTAN LOS SIGNOS

(Jn 11,45-56)


Les molestaba tanto lo que decía Jesús como los signos que hacía. Observaban impotentes como se les iba el tinglado abajo. Se quedaban sin fieles y eso les disgustaba. No ponían atención a lo que decía Jesús, no le escuchaban. No les interesaba escucharle, porque les comprometía y les estropeaba sus vidas, las que ellos se habían forjado.

Cuando uno no escucha vive según sus ideas. ¡Claro!, si tu no escuchas las de otros, las que prevalecen son las tuyas. No interesa escuchar a Jesús, porque no queremos seguir lo que nos propone. Así de simple, haremos las que conocemos las nuestras. En esa actitud lo que procedía era quitarlo del medio.

Estaban ciegos, llenos de ira y de soberbia. Solo una idea sonaba en sus cabezas: matar a Jesús. Sus signos eran cada vez más conocidos. La resurrección de Lázaro se extendía por todos los lugares y cada día el poder de Jesús sobre la atracción de la gente era más grande. Advertían que la gente empezaba a tomar en serio a Jesús. Y había que decir pronto: o ellos o Jesús. No había otra salida.

No podían situar a Jesús en medio de sus vidas. Compaginar sus planteamientos con los de Jesús no era posible. Igual nos puede ocurrir a nosotros cuando queremos meter a Jesús entre nuestros planteamientos, y adaptarlo a nuestras actitudes y decisiones. Queremos vivir con Jesús y con el mundo, y moldear su Mensaje según nuestras decisiones. Será imposible, porque Jesús es el centro, y todo gira a su alrededor.

Y en estas circunstancias, quizás desesperados porque inclinamos más el oído a las cosas del mundo que a Jesús, optamos por quitarlo también de nuestras vidas y, de alguna manera, podemos convenir que lo matamos también. Tratemos de escuchar a Jesús, y, sobre todo, de seguir su Palabra y sus señales, para que sea Él quien reine en nosotros, y no nosotros en Él.

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