martes, 14 de abril de 2015

LA CLAVE ES EL ESPÍRITU SANTO

(Jn 3,7-15)


Todas mis oraciones las empiezo con el Espíritu Santo, porque la clave y el secreto de todo están en el Espíritu de Dios. El Espíritu Santo es la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, y es Dios. Un Dios y tres Personas. Hoy, que me toca catequesis en la cárcel, el Espíritu Santo precederá nuestro compartir, y allí rezaremos por nuestro hermano Franklin Velásquez, hermano de nuestro querido y compañero Wilson Velásquez, de Honduras, y colaborador de Blogueros con el Papa.

Nacer de nuevo es nacer en el Espíritu de Dios. Es transformar nuestro corazón para que toda acción que nuestro corazón emprenda sea con el impulso del Espíritu de Dios. En Él vivimos y en Él moriremos para nacer a la Vida de la Gracia. Y, por Él, nos moveremos al ritmo que el mismo marque, como el viento que sopla y no sabemos de dónde viene.

Suponemos que Nicodemo cambió su vida. El Evangelio no nos cuenta que fue de él, pero de su interés y actitud de búsqueda intuimos que cambiaron su vida y transformaron su corazón. ¿Mantenemos nosotros ese mismo interés que Nicodemo? ¿Buscamos al Señor, no solo de noche, sino también de día? ¿Tratamos en esa búsqueda de experimentarlo? Porque, en la medida que lo hagamos, también lo iremos experimentando.

No se experimenta un encuentro con el Señor desde una oración descomprometida, distante y hasta lejana e infrecuente. No se puede experimentar al Señor solo en los momentos extremos de necesidad o interés. Experimentas al Señor cuando caminas y dialogas con Él, y cuando compartes las alegrías y tristezas de otros también con el Señor entre ellos. Porque Jesús ha Resucitado, y ha Resucitado para estar con los hombres, sobre todo con los más pobres.

Por eso, en la medida que te acerques a la Iglesia, a las comunidades y grupos, y empieces a compartir las inquietudes y los problemas; en la medida que te solidarices con los más pobres y necesitados; en la medida que te esfuerces en soportar y perdonar a los más incordios y egoístas y luches por ser misericordioso y justo, estarás experimentado al Jesús Resucitado.

Podrás entonces compartirlo, verlo y proclamarlo. Porque Jesús Vive, y vive en los pobres y en donde hay necesidad de Él, como ocurrió con Nicodemo. Él se aparece a los que le buscan, y a los que están tristes porque piensan que ha muerto. Él se nos hace presente cuando damos señales de acercarnos y le buscamos.

Jesús es el Señor y permaneciendo en Él no le quedará a nuestro corazón otro camino que el de ser transformado, porque en el Señor está toda nuestra alegría y nuestro gozo eterno.

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