lunes, 13 de abril de 2015

NACER DE NUEVO

(Jn 3,1-8)


No se trata de volver a empezar, sino de volver a nacer. Se trata de dejar la carne con la que hemos nacido en este mundo, y, limpios de pecado por el Bautismo, nacer al Espíritu de Dios, que es lo que significa nacer de nuevo y de lo alto. Se trata de morir al pecado y nacer a la Vida de la Gracia. Es lo que hacemos en el Bautismo.

Por eso, el Bautismo es un regalo de Dios. Un regalo que no puede esperar, pues cuanto antes nazcamos a la Vida Nueva de la Gracia, antes gozaremos del privilegio de ser hijos de Dios. No es cuestión de aceptarlo o no, sino de sumergirse en la muerte carnal, para resucitar, limpio y nuevo con Jesús a la Vida de la Gracia.

Hay una cosa que llama la atención a Nicodemo, pues reconoce en Jesús un poder misterioso que hace que pueda hacer prodigios extraordinarios que nadie puede hacer. Eso le hace suponer y creer que viene de parte de Dios, porque nadie que no venga enviado por Él puede hacer estas cosas. ¿Y nosotros? ¿Podemos preguntarnos la misma pregunta y considerar que Jesús es realmente el enviado y verdadero Hijo de Dios?

No nos faltan testimonios y conocimientos de la Vida de Jesús. Sabemos por la Escritura muchas cosas de Él, y conocemos sus obras, sus milagros y curaciones. Conocemos que ha pasado haciendo el bien y proclamando el Amor que el Padre, de que se proclama enviado, nos tiene a cada uno de nosotros. Y el colmo ha sido que ha entregado su Vida, libremente y voluntariamente, para salvarnos y rescatarnos.

 Lo ha hecho por Voluntad del Padre, obedeciendo por amor y libremente. Dándonos ejemplo de obediencia y de amor. Porque la obediencia está por encima de las apetencias y gusto. No se ama por sentimiento o gustos, sino por compromiso y responsabilidad. Y ese es el Misterio del Amor de Dios, que no teniendo ninguna obligación ni necesidad de amarnos, nos ha amado hasta el extremo de entregarnos a su Hijo a una muerte de Cruz para redimirnos.

No se puede entender, porque nuestra pobreza y pequeñez no alcanza a comprender tanto amor. Pero la realidad es que estamos vivos por el Amor y la Misericorida de nuestro Padre Dios. Tratemos de buscar, como Nicodemo, al único y verdadero Hijo de Dios, que ha venido al mundo, enviado por el Padre, para ofrecernos la salvación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.

Tu comentario se hace importante y necesario.