sábado, 4 de abril de 2015

SILENCIO Y ESPERANZA

Mc 16, 1-7


Imagino un sábado con esperanza y silencio; un sábado de miedos y angustias; un sábado de tristeza y pesimismo. Un sábado lleno de interrogantes: ¿Se habrá terminado todo? Los discípulos de Emaús lo reflejan claramente, y también la resignación de las mujeres, que se acercan al sepulcro con la intención del embalsamar a Jesús.

¡Cuánto dolor guardado en el corazón de María! María que sí estuvo hasta último momento. María, sí, que aguantó firme al pie de la Cruz junto al joven Juan. Los demás, asustados y temerosos, se quitaron del medio. Posiblemente hoy, no debemos sorprendernos, nosotros también nos escondemos y sentimos miedo y hasta ridículo. Quizás nuestros miedos son más reprochables, porque, ellos esperaban y no sabían, nosotros si lo sabemos por ellos.

Jesús Vive y ese es el fundamento de nuestra fe. No hay cosa mayor y todo lo que existe está supeditado a eso. Porque la felicidad no la encontramos en las cosas, sino en Dios. Descubrir esta verdad exige un encuentro con Jesús. Un encuentro que supone horas y tiempo de estar en íntima oración y en espera a la gratuidad de su Gracia. Porque solo Él puede darnos la fe de su presencia.

Pero esa supuesta fe que esperamos, también necesita de nuestra disponibilidad y nuestra apertura al Amor del Señor. Y eso, abandonados a su Amor y esperanzados y confiados a su Gracia, esperamos en silencio el momento de celebrar su Resurrección.

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