sábado, 30 de mayo de 2015

EL BAUTISMO DE JUAN


(Mc 11,27-33)

El problema del hombre es su soberbia. Porque de su soberbia nace todo lo demás que le contamina y le pierde. De su soberbia le viene su prepotencia, su superioridad, su exigencia y su poder. Y de esa actitud soberbia, engreída y arrogante nacen los pecados que manchan su alma.


El hombre soberbio se rebela contra Dios y contra su hermano. Así Adán come la manzana que le ofrece Eva, y Caín mata a Abel. El mundo sigue ese mismo camino porque el hombre soberbio, ensoberbecido, valga la redundancia, no se abaja y se hace humilde. Y sin humildad no se puede amar ni perdonar.

Aquellos sumos sacerdotes y letrados son los hermanos de los gobernantes, intelectuales y políticos del mundo que nos ha tocado vivir a nosotros, que pretenden dirigirlo con sus ideas y pensamientos, despreciando e imponiéndose a los demás. Se creen con derechos a legislar y dirigir la vida de los demás. Ven sólo derechos y deberes que pueden adaptar y cambiar según les interesen y cumplan con sus apetencias y egoísmos.

Aquella pregunta dirigida a Jesús - ¿con qué autoridad haces esto? - refleja esa soberbia que los descubre y retrata. Sin embargo, Jesús, paciente y humilde, acepta el reto y lo asume. Y les devuelve la misma moneda con otra pregunta rociada de buena intención amorosa, que busca precisamente descubrirles sus limitadas capacidades, sus ignorancias, sus pobrezas, sus pecados, para, reconocidos, descubran la verdadera autoridad de quien les habla, Jesús, el Hijo de Dios Verdadero.

Porque sólo al Hijo de Dios se le puede ocurrir esta pregunta cargada de amor y de buenas intenciones. Una pregunta que de querer responderla les descubre que no tienen respuesta. Porque, de decir que el Bautizo de Juan viene de Dios, se exigirían creerle y, por supuesto, obedecerle. Y, por el contrario, de decir que de los hombres les enfrentaría al pueblo, que pensaba que Juan era un profeta.

No saben responder y se sienten desconcertados, sorprendidos y superados. Pero no se abajan y se reconocen inferiores y pecadores. Les cuesta humillarse. Mantienen su actitud arrogante y soberbia que les lleva a la única salida: "Matarlo". Volvemos al pecado de Caín.

No son actitudes de ayer, sino que también pertenecen al hoy. Existen muchos caines que sólo ven la solución de matar cuando se encuentra delante de alguien que trata de compartir y amar. Existen muchos caines, hoy quizás talibanes, que no comparten las ideas de otros y matan si no se aceptan las suyas. Quizás los haya también en la misma Iglesia.

Jesús nos pone hoy ese planteamiento bautismal como un camino de arrepentimiento y de conversión, que nos prepara para el encuentro con Dios. Un Dios Trino que es Padre, Hijo y Espíritu, y que se nos revela en el Amor a los hombres.

Porque sólo lo seremos y encontraremos cuando, aceptado y recogido el Amor venido de Él, lo compartamos con los demás.

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