sábado, 9 de mayo de 2015

SEÑOR, SÁCAME DE ESTE MUNDO. NO QUIERO PERTENECERLE

Jn 15, 18-21


Es evidente que estoy  y vivo en este mundo. Un mundo que busca la felicidad mirándose a sí mismo y buscándose en su propio egoísmo. Un mundo que busca satisfacerse en el gozo de sus propias pasiones, en el poder, las riquezas, el sexo, el placer y la vida cómoda. Un mundo que antepone su propio bien al bien común. Un mundo al que no le importa que los pobres, los marginados y excluidos sufran.

Un mundo al que no le importa que cada día mueran centenares de miles de niños abortados y rechazados desde el vientre de sus madres. Un mundo donde los más débiles, los niños, y los marginados padecen hambre, sed y son explotados. Un mundo enfermo y destinado a morir perdido en la desesperación y el caos.

No quiero perteneces a este mundo, porque Tú, Señor no eres de este mundo. Tu mundo es un mundo de paz y de gozo. Un mundo de justicia, amor y verdad. Yo quiero ir donde Tú vas. Yo quiero estar Contigo y vivir en, por  y como Tú vives. Sé que, cómo Tú, me espera un camino difícil, de cruces, de renuncias y de tentaciones. Sé que Tú lo has recorrido, y a mí me pasará igual. No es el siervo más que su amo, me dices hoy, y si Tú has sido perseguido a mí me sucederá igual.

Sin embargo, dame Señor el gozo de saberme enviado en y por tu Nombre, y en tu Nombre proclamar tu Palabra y dar los frutos esperados por Ti. El mundo no nos aceptará como no te aceptó a Ti, y seremos perseguidos, porque tu Verdad molesta y señala a los que se guardan de no compartir ni distribuir las riquezas de forma justa y equilibrada. Se sienten descubiertos y señalados por tu Palabra Señor, que denuncia sus sistemas humanos con lo que someten y explotan a los débiles e ignorantes. Precisamente los preferidos tuyos, Señor. 

Porque Tú has venido a eso, a proteger a los pequeños, a los más pobres y marginados. A los indefensos que necesitan amor y precisamente se dejan amar. Por eso, porque precisamente nos esperan días difíciles y muy duros, debemos estar preparados. Y la mejor preparación está en permanecer en el Señor, unido a Él como el sarmiento a la vid.

Danos Señor la fuerza y el valor de permanecer, a pesar de la dureza y la obstinación de este mundo, constante y perseverante en tu Palabra. Y confiado a tu Gracia no desfallecer en la esperanza de que Tú estarás con nosotros para salvarnos del peligro.

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