jueves, 30 de julio de 2015

AL FINAL HABRÁ UNA CRIBA

(Mt 13,47-53)


Lo verdaderamente importante es estar, al final, en el lado de los buenos. Es de sentido común que lo que verdaderamente importa es el resultado final, y ese resultado es estar entre los elegidos por los ángeles del Señor. Nadie quiere estar en el lado de los malos. Sería la tragedia de nuestra vida.

Por eso, esta vida es un estado de gracia; una oportunidad de evitar lo que no queremos que nos suceda; un tiempo donde podemos decidir de qué lado estar al final. Y eso pasa por escuchar y vivir en la Palabra y Voluntad del Señor. Se nos ha dicho muy claro, así que no tenemos escusas ni justificaciones para no creer y creer lo que nos parece.

El Reino de los Cielos es para todos. Todos han sido invitados, pero, por desgracia, no todos lo aceptan, e incomprensiblemente lo rechazan. Nos cuesta creer que el mismo hombre rechace su propia salvación. Y es que la soberbia y el egoísmo son armas que el Maligno sabe explotar y aprovechar muy bien.

Todos vivimos dentro del Reino de Dios, pero el único y verdadero juicio se hará al final y por Aquel que únicamente lo puede hacer: Dios. El juicio de los hombres no tiene valor, porque no están capacitados ni a ellos corresponde hacerlo. Por lo tanto, todo lo que se diga, se juzgue y se haga aquí en la tierra estará supeditado al verdadero y único juicio de Dios. Porque solo Dios conoce los verdaderos secretos de nuestros corazones.

Pero ocurre que muchos se vuelven atrás porque les cuesta superar el camino, y desisten justificando que les es imposible. Los fracasos continuos terminan con su confianza y debilitan su fe. Y eso es lo normal, lo lógico y natural. Sería anormal lo otro, aquellos que se sienten fuertes, suficientes y prepotentes, y lo pueden todo. Porque eso es señal de que no están con el Señor.

Porque una cosa debe quedar clara: Nosotros solos no podemos hacer mucho. Sólo si nos ponemos en manos de Dios podremos lograr hacer el bien y pertenecer a los justos.


«Por el hecho de no estar seguros del tiempo en que vendrá nuestro Juez, debemos vivir cada jornada como si nos tuviera que juzgar al día siguiente» (San Jerónimo). 

Esta frase es una invitación a vivir con intensidad y responsabilidad nuestro ser cristiano. No se trata de tener miedo, sino de vivir en la esperanza este tiempo que es de gracia, alabanza y gloria.

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