miércoles, 29 de julio de 2015

LA FE DE MARTA

Jn 11,19-27

Hoy la Iglesia celebra el día de santa Marta. Marta, aquella mujer, hermana de Lázaro, el amigo de Jesús, y de María, la otra hermana que mantenían una amistad fuerte con Jesús. Pero más allá de la amistad, lo que importa es la fe que Marta tenía en Jesús. Ella llega a decirle que de haber estado con ellos, su hermano Lázaro no hubiese muerto, lo que descubre su gran fe.

Y Jesús le promete que su hermano no ha muerto. A lo que ella responde que sabe y cree que resucitará al final de los tiempos. Jesús le vuelve a la vida, como gesto y signo que confirman sus Palabras: "Yo soy la Resurrección y la Vida".

Sabemos que Lázaro tuvo que morir, como también tenemos que morir nosotros. Jesús no se refiere a esta resurrección, sino nos habla de la única y verdadera Resurrección, aquella que será para siempre, para la vida eterna. Lo de Lázaro fue un signo más de los mucho que hizo Jesús para ablandar nuestro duro corazón y despertar nuestra fe. Y porque era su verdadero amigo. Y porque su Resurrección fue luz para muchos otros que estaban ciegos y tenían endurecido su corazón.

Destaca la fe de Marta que confiesa la fe en Jesús, y cree firmemente lo que Jesús le dice. Ese es el punto de reflexión que nos puede venir bien a nosotros. ¿Estamos también nosotros en esa actitud? ¿Confiamos y sostenemos nuestra fe en Jesús hasta el punto de sabernos resucitados en Él? Pidamos capacidad, fuerza y paciencia para reflexionar en este punto.

Es posible que no nos sea fácil. Eso es buena señal. La duda estará presente, porque somos pecadores y dudamos. No sería normal que la duda no existiera, porque eso nos haría fuertes y firmes. Y no lo somos. Somos débiles y frágiles para gloria de Dios, y el Señor descubre su poder haciéndonos fuerte y dándonos la fe para vencer la duda.

Igual sucedió lo mismo con Lázaro. Igual convenía que Jesús no estuviese allí para que luego la resurrección de Lázaro sirviera como testimonio del poder del Señor. Nuestra fe la fortalece el Señor y la afirma con su Gracia. Repetidamente decimos que la fe es un don de Dios. Pues lo es, y lo es porque es Él quien nos la da. Por eso se la pedimos.

Danos, Señor, la fe que supere a nuestras dudas y que nos disponga firmemente a abandonarnos en la confianza del Señor al igual que hizo Marta. Amén.

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