jueves, 23 de julio de 2015

MORIR EN LA BESANA PARA DAR FRUTOS


Jn 15,1-8

Un grano de trigo que cae en la besana (labor de surcos paralelos que se hace con el arado) muere, y lo hace en el anonimato. Es decir, podemos entender que fracasa, que no se sabe más de él. Pero su muerte da paso a una espiga y en ella se encontrará fruto.

Quizás nuestras vidas deben hacer el mismo recorrido. Nuestra siembra consiste en vivir el amor al estilo de Jesús, porque podemos vivirlo a nuestro estilo. De hecho muchas veces lo hacemos cuando interpretamos la siembra a nuestra manera y según nuestra forma de cultivar. Quizás el abono que mezclamos con el estiércol es el pensado y elegido por nosotros, y la acción del Espíritu va por otro lado. ¿Escuchamos?

Quizás el agua de riego es la nuestra, pero no la de la Gracia de Dios. Posiblemente, a la hora de cultivar vamos pensando más en nuestros propios frutos que en los frutos que se derivan de la siembra del amor. Del verdadero amor. Del Amor que plantó Dios en nuestros corazones y que Jesús nos enseña con su Vida y su entrega plena.

Un amor que se da sin contraprestaciones; un amor que se entrega sin nada a cambio; un amor que escucha y comprende; un amor misericordioso, paciente y generoso. Un amor que muere poco a poco para que la semilla viva, nazca y dé frutos. Un amor olvidado, fracasado, perdido y aparentemente inútil. ¿Dónde vemos esa clase de amor que nos pueda iluminar?

¿No es la Cruz un signo de Amor pobre, humilde y abandonado? ¿Acaso fue Jesús vitoreado y enaltecido en la Cruz? ¿O por el contrario fue abandonado, injuriado, ridiculizado, olvidado y objeto de mofa? ¿Qué podemos decir al respecto? ¿Triunfó o fracaso? Supongo que todos estaremos de acuerdo que fue un gran fracaso. Sin embargo, ¿ha dado frutos? ¿Cuál es tu respuesta?

Es evidente que quién escribe esta humilde reflexión es, al menos, un intento de brote pobre y sencillo de fruto. Eso es lo que se esfuerza en ser. Posiblemente inmaduro, con muchas partes tocadas, podridas, pero en definitiva, fruto. Un fruto que, a pesar de no estar maduro ni en buen estado, se sabe bien cultivado y tratado por el mejor de los Labradores. Un fruto que es consciente que puede madurar y ser útil para que otros lo aprovechen por la Gracia de Dios.

Y en esa esperanza, abiertos a tu Gracia, seguimos en el camino aguardando, a pesar de las tempestades y debilidades, tu venida y tus cuidados, para presentarte nuestro débil y frágil esfuerzo en el deseo de que puedas encontrar los frutos que Tú esperas de cada uno de nosotros. Perdona Señor nuestros pecados y, en tu Misericordia, danos tu salvación.

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