sábado, 22 de agosto de 2015

DIOS SE HACE HOMBRE

Lc 1, 26-38

La encarnación es uno, si no es el más, de los momentos gloriosos del plan de salvación de nuestro Padre Dios. Dios decide tomar naturaleza humana y habitar entre nosotros, los hombres. El Plan de salvación está trazado, y en María encuentra la puerta para iniciarlo.

No tenemos capacidad para entender tan acto glorioso. Dios, el Creador de todo, por Amor, toma nuestra misma naturaleza e, igualándose a los hombres, menos en el pecado, se despoja de todo atributo divino y asume nuestra culpa, para en una muerte de Cruz, entregada voluntariamente por amor, pagar por nuestro rescate y salvación.

Y la elegida para tan alta misión es María. María, una joven sencilla, humilde y abierta a la Gracia de Dios. Sencillez, humildad y disponibilidad a la acción del Espíritu es el nuevo traje con el que Padre Dios nos reviste, y lo inicia en María. Quien es sencillo, humilde y disponible está abierto al amor. María cumple con esas prerrogativas y condiciones. Se ha revestido de ese traje nuevo que se abre a la Gracia de Padre Dios.

Acepta sumisa y obediente la Voluntad de Dios, y abre su corazón a su Gracia. Gracia que hace maravillas en su Hijo Jesús, Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo. La aceptación de María es condición primera para dar paso a la Gracia. Llena de Gracia es el anuncio del ángel que la invita a alegrase porque ha encontrado Gracia ante Dios.

¿Estamos nosotros en la misma actitud de María, abiertos a la Gracia del Espíritu de Dios? Porque esa es la cuestión. Todo es Gracia, y en la medida que nos dispongamos a recibirla, nuestro traje viejo será destruido para ser revestidos por el nuevo, el traje del Amor. Sólo así estaremos en la disposición de abrirnos a la Voluntad de Dios y dejar que su Gracia haga maravillas en nosotros.

Pidamos esa Gracia, para que, como la María, seamos capaces de cumplir y vivir en la Voluntad del Padre siguiendo los pasos de nuestro Señor Jesús e injertados en el Espíritu Santo. Amén.

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