miércoles, 19 de agosto de 2015

IGUALDAD DE OPORTUNIDADES

(Mt 20,1-16)


Los derechos establecen desigualdades entre los hombres. La justicia no siempre es justa. Contradicción o paradoja resulta que los más débiles son siempre los más desfavorecidos. Porque el poder y la fuerza se alían con el derecho y la justicia. ¿Y los frágiles, inocentes y pobres? ¿Ellos no tienen derechos?

Porque su condición de menos favorecidos les destierra a los últimos derechos. No alcanzan al salario integro, ni tampoco soportan todo el peso de la jornada. Son débiles y también ignorantes. Pierden las oportunidades y les cae el peso de la tarde. Sus derechos se les escapan sin apenas advertirlo.

Aquel propietario advirtió la distracción inocente de los perdidos a la sombra de la plaza. Estaban parados porque no habían sido llamados ni sabían descubrir su situación para ser recurridos. La jornada iba ya en descenso y el día se acababa. Una vez más los inocentes y débiles sufrían la ley de los fuertes y los derechos. Derechos pensados para los poderosos y los capaces de cumplir.

Aquel propietario se compadeció de aquellos huérfanos de derechos y, llamándoles, los envío a la Viña a trabajar las horas que quedaban. Según las leyes de los hombres les corresponderían menos salario que los otros, porque su trabajo se había reducido a las últimas horas. El derecho no les cubría un salario integro. 

Los pobres llegan siempre tarde a todos los lugares. No tienen recomendaciones ni reciben favores. Son los olvidados, dispersos y casi abandonados. Perdían las últimas horas del día esperando una llamada que les aliviase el dolor y sufrimiento de sus necesidades.

Y ocurrió lo que el mundo no está preparado para entender, ni tampoco quiere aceptar. Aquellos últimos obreros fueron retribuidos con un denario. Lo que el propietario había contratado con los que acudieron a primera hora. Era lógico pensar que si ese era el precio de los últimos, los primeros alcanzarían más. Pero la sorpresa fue mayúscula. Todos fueron pagados tal cual se había estipulado al principio: un denario.

Indudablemente que protestaron porque entendía que ellos, que habían trabajado más, tenían derecho de recibir más. Pero, ¿no era ese, un denario, el precio acordado? Luego, ¿qué reclamaban? Jesús quiere significar su preferencia por los más débiles y elevarlos a la misma oportunidad. Su debilidad, su pequeñez, sus circunstancias desfavorable que les hacen ser desposeídos y marginados les granjean la simpatía y toda la atención del Señor.

Jesús ha venido a salvar a todos los hombres, pero solo puede salvar a aquellos que son humildes y pobres, y necesitan de su salvación. Porque los ricos y poderosos tienen derechos que les hacen ser suficientes sin necesitar salvación. Están ciegos.

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