domingo, 23 de agosto de 2015

LAS DIFICULTADES NOS ALEJAN

Jn 6, 60-69


No es fácil elegir el camino del Señor. Seguirle encierra muchas dificultades y exige mucha fe. Y la fe es creer algo que no vemos ni entendemos, porque de verlo y entenderlo dejaría de ser fe. Eso de comer el Cuerpo y beber la Sangre del Señor no parece tener sentido, y es duro. Ya lo dijeron los mismos discípulos.

Jesús habla de espíritu y de vida. La carne es caduca y no sirve de nada. Ocurre en este mundo que todo lo que buscamos y ponemos como meta es caduco. ¿Para qué nos vale conseguir tesoros cuyo destino es desaparecer? Servir a quien muere y desaparece no sirve para nada, sea persona u objetos. 

Nuestra aspiración es servir a quien nos llena de plenitud y gozo eterno. Porque eso está escrito dentro de nuestro corazón. Y Jesús cumple con este requisito. Él es la Palabra Eterna, y en Él todo lo profetizado se ha cumplido. Hay razones para fiarse de su Palabra y mantenerse fiel.

Pero nuestra carne es débil y cae con facilidad en la trampa que el Maligno nos tiende. El mundo nos ofrece apariencias que nos atraen y no dan cierto gozo. Pero un gozo caduco que pronto nos deja vacío y perdido. Y buscamos llenarnos de vida y de sentido. La experiencia nos enseña que aquí en este mundo no está ni encontramos lo que buscamos, el gozo y la felicidad eterna, y sólo nos queda una alternativa: la Palabra de Dios.

Razón tuvo Pedro cuando dijo: "Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes Palabra de Vida Eterna; nosotros creemos y sabemos que Tú eres el Santo consagrado por Dios".

Jesús nunca nos ha engañado, y toda su Palabra siempre se ha cumplido. Verdad es que nos es difícil entender lo que Jesús nos dice, pero para eso está la fe. Sin lugar a duda que la necesitamos, y no depende de nosotros sino del Padre Dios que nos la regala. La fe es un don de Dios que pedimos insistentemente, porque necesitamos fe para seguir y creer en el Señor.

No es cuestión de entender sino de creer. Nuestra cabeza no alcanza a entender esos misterios. O crees o te arrojas en manos de este mundo. Un mundo que ya sabes lo que te ofrece y como te premia. Al final sólo hay muerte y vacío.

Pidamos luz y fe para no desfallecer y seguir fiel por los caminos que la fe, valga la redundancia, nos lleva junto al Señor. Amén.

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