sábado, 8 de agosto de 2015

PARA GANAR HAY QUE JUGAR

(Mt 17,14-20)


No hay otro camino, para ganar tienes que entrar en la partida y arriesgar. Ganar o perder te obliga al esfuerzo de estar preparado para tener más posibilidades de ganar. La vida es eso, ganar o perder. Pero, por la Gracia de Dios, nosotros criaturas de Dios, hemos sido creados para la Vida Eterna y para gozar de ella en la presencia del Padre.

Porque no tendría ninguna gracia vivir, la mayor parte con fatigas, tristezas y sufrimientos. Sabemos que en el camino de esta vida si hay penas y alegrías, pero al que nos dirigimos sólo encontraremos gozo y felicidad. Es el lugar al que ha ido Jesús a prepararnos.

Nuestra apuesta está garantizada y avalada por la Palabra de Dios, Nunca podemos perder, aunque de forma aparente resulte que perdemos, porque quien juega es Jesús usando nuestro nombre y persona. Es Cristo quien vive en mi y no nosotros en Él. Claro, para eso necesita esa libertad que nos ha regalado y que ha puesto en nuestras manos. Nos la pide y para ello necesitamos confiar en Él y ponernos en sus Manos.

Y lo hace a través del Espíritu Santo, que nos acompaña y nos asiste si le dejamos. Claro, hay una condición vital e imprescindible: el compromiso, que descubre y exige la fe. Porque sin fe nuestra partida puede salir mal y tiene todas las de perder. Y, ¿cómo vemos y descubrimos la fe?

La fe se hace visible en el compromiso del amor. Si te comprometes es porque tienes fe. Y si tienes fe tus obras serán Obras de Dios, y para Dios nada hay imposible. Por lo tanto, tu fe moverá montañas si esta apoyada en el Espíritu de Dios.

Pongamos todo nuestro esfuerzo a disposición de la Gracia del Señor para que, devolviéndole la libertad que nos ha dado, en sus Manos dé frutos que correspondan a su Amor.

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