sábado, 26 de septiembre de 2015

EL RECORRIDO DE MI VIDA

(Lc 9,43b-45)

Jesús está empeñado en descubrir a los apóstoles lo que le va a suceder. Quieren que sepan sobre su Pasión y su Muerte en Jerusalén a manos de los sacerdotes y fariseos, pero ellos no entienden nada y temen preguntarle por miedo al ridículo.

¿No es este pasaje un retrato fiel de lo que nos está sucediendo hoy? No entendemos las cosas que nos ocurren, porque tampoco entendemos lo que le ocurrió a Jesús en su Pasión y Muerte en la Cruz. O, quizás, no queremos entender. 

La Voluntad del Padre fue aceptada libre y voluntariamente por Jesús, pero no sin antes presentarles su suplica de que pasase  ese cáliz y no tuviese que sufrir la Pasión: "Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz; pero no sea yo como quiero, sino como quieres Tú". En Jesús se unen a la tristeza, un tedio y una angustia mortales.

Igual nos ocurre a nosotros, no entendemos muchas cosas que nos suceden, pero las aceptamos, porque son parte de nuestra cruz y de nuestro camino hacia la salvación. La Cruz es signo, desde la Muerte de Jesús, de salvación. Porque en la Cruz se descubre y manifiesta el verdadero amor. No florece ni puede nacer el verdadero amor en lo cómodo y fácil; ni en los egoísmos y apetencias. Sólo en las dificultades, en las adversidades y en la Cruz florece el único y verdadero amor.

De ahí que en el camino de nuestra vida, nuestra propia pasión, descubramos y compartamos con Jesús, porque en Él se hará Cruz de salvación. 

Pidamos la sabiduría de entender y vivir con verdadero amor nuestro camino de salvación.

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