sábado, 31 de octubre de 2015

PRIMEROS Y ÚLTIMOS

(Lc 14,1.7-11)

La tendencia natural es ocupar  los primeros puestos. Si bien, cuando se trata de otros motivos muchos optan por situarse en lugares más discretos para no ser vistos o descubiertos y pasar más desapercibidos. Pero, tratándose de intereses a los que se le dan más importancia, todos buscamos los primeros puestos.

Supongo que por nuestra naturaleza, inclinada al egoísmo, sería anormal o antinatural comportarse de otra forma. Sin embargo, el Evangelio de hoy nos dice todo lo contrario. Buscar los últimos puestos con la finalidad de alcanzar los primeros es la propuesta que nos hace Jesús. El movimiento, tal como podemos apreciar es al revés, vamos de preferir estar al final, para alcanzar estar al principio.

De lo último a lo primero significa ir contra corriente. Es decir, estar en el último puesto significa estar disponible a servir. Porque sirven los últimos de la escalera. El servicio nunca puede darse desde arriba, porque arriba siempre se colocan los mejores, los superiores, los más valorados.

Jesús sorprende aquella noche de la última cena. Incluso tiene que reñirle a Pedro, descartándole si sigue en su empeño de no dejarse lavar los pies. Todos quedan asombrados porque no lo esperaban. Porque para servir estaban ello. Pero Jesús se pone, sorprendentemente, al servicio de todos. El mundo al revés, ¡y tanto, que todavía muchos no lo entendemos! Y muchos, entendiéndolo, no llegamos a vivirlo. Nos cuesta mucho.

Nuestra vida está llena de dificultades, pero la mayoría es causa de nuestro mal proceder. Somos, por naturaleza, egoístas y predispuestos a atesorar poder y riquezas, y eso nos inclina a desear los primeros puestos, fama y prestigio, despertando admiración en los demás. Necesitamos exigirnos humildad para quedarnos en la puerta de servicio, donde ser primero demanda amar y servir.

Ese es el camino. Convertirnos de primeros a últimos. Y, para ello, tenemos el tiempo de nuestra vida. Quizás no mucho, por eso el tiempo es oro. No hay más, esta es la hora que se nos ha dado y la que tenemos que aprovechar. Descubrimos, no porque nos lo digan, sino porque lo experimentamos, que nuestro tiempo es muy valioso, porque de saber atesorarlo bien dependerá nuestra salvación.

Pidamos al Señor la sabiduría de saber quedarnos en los últimos puestos, no para permanecer escondidos, pasivos y observantes, sino para estar pendientes de amar y servir.

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