martes, 17 de noviembre de 2015

¿QUÉ SUCEDIÓ PARA QUE ZAQUEO CAMBIARA?



Supongo que nunca sabremos que ocurrió en aquella comida en casa de Zaqueo. Supongo que tuvo que ser algo extraordinario y maravilloso, y difícil de rechazar para que Zaqueo manifestara lo que manifestó. Supongo que viviré, en este mundo, con el deseo y las ansias de conocer ese diálogo, como tantos otros, que tuvo Jesús. En este caso con Zaqueo.

Pero, también, creo que Jesús lo tiene con cada uno de nosotros, y conmigo también. El problema es que, quizás, yo no le escuche o reaccione como lo hizo Zaqueo. Descartamos todo tipo de magia o de gracia que no tengamos nosotros también. Zaqueo tuvo que hace un gran esfuerzo, y sufrir una gran transformación desde dentro para cambiar los impulsos egoístas de su corazón. Y eso nos ocurre también a nosotros.

No es nada fácil. Ni para Zaqueo lo fue, ni tampoco lo será para cada uno de nosotros. Pero hay un detalle que quizás nos puede pasar por alto. Zaqueo esta ya de antemano inquieto. Algo le inquietaba dentro de su atormentado corazón. Lo que sabía de Jesús le atraía, y quería conocerlo. No se sube uno a sicómoro así porque sí, a la luz de todos, y dispuesto a hacer el ridículo. Eso descubre un inquietud seria y dispuesta a ver quien era ese Jesús que zozobraba su corazón. 

No cabe ninguna duda que, una tierra abonada de esa forma, con la semilla de la inquietud y el estiércol de la curiosidad, está preparada para ser fertilizada con la Palabra del Sembrador. Y así sucedió. ¡Qué maravilla ver esa siembra y presenciar los frutos del amor!

La pregunta introspectiva despertará en nosotros la reflexión de responder como Zaqueo. No estamos en desventaja. Quizás tenemos ventaja, porque Jesús sigue Vivo y muy cerca de cada uno de nosotros. Nos podemos alimentar con su Espíritu, cosa que Zaqueo no pudo, y dejarnos transformar con la acción del Espíritu Santo.

Pero no creamos en milagros sorprendentes o asombrosos, incluso fuera de nuestro mundo. Todo sucede de forma muy natural y sencilla. Como muere un semilla, para dar lugar al árbol que después dará frutos. Despacio y en el tiempo, y por la Gracia de Dios. Es lo normal y como Dios actúa, sin eso dejar de suponer que Dios puede hacerlo como quiera.

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