sábado, 27 de febrero de 2016

EL AMOR DEL PADRE QUE NOS SALVA

(Lc 15,1-3.11-32)


Un Amor como el que nos tiene y nos regala nuestro Padre del Cielo es la mayor de nuestras esperanzas, porque es un Amor Salvífico y Redentor. Un Amor que se hace visible en el Hijo, que nos toca, habla y cura. Un Amor que nos enseña y transmite esa locura de Amor en la Vida y Obra de su Hijo Jesús.

La parábola del hijo prodigo, o mejor, del Padre amoroso, es la enseñanza, clara y nítida, de la locura de Amor de Dios por cada uno de nosotros. De un Dios que nos ha creado y que, a pesar de nuestro pecado de soberbia y rebelión, nos da, ofreciendo a su Hijo hasta la Muerte, la oportunidad de salvarnos por su Infinita locura Misericordiosa.

Nunca podremos comprender ese inmenso amor misericordioso, gratuito, voluntario y libre que Dios, el Padre del Amor, nos regala. Porque en nuestra cabeza no cabe entender tanta grandeza. Nuestro pobre intelecto no pasa del dar y, en recompensa, recibir. Me das porque esperas, o ya has recibido. Para el hombre todo tiene un precio y la gratuidad está fuera de su entendimiento.

Esto no significa que, a veces, sobre todo por vínculos familiares, el hombre puede darse gratuitamente, pero serán excepciones. El hombre está sometido a su propio egoísmo y pone precio a todos sus actos. El amor no entra dentro de sus cálculos. Esa es la experiencia de aquel hijo, suficiente y creído, al pensar y creer encontrar la felicidad en las cosas que el mundo le ofrecía. Y así descubrió la Grandeza del Padre, sobre todo, el Amor incondicional que le tiene.

Igual nos sucede a nosotros. Después de vivir a tope, según nuestras posibilidades, buscando la felicidad en donde creemos encontrarla, sólo cuando estamos en el filo de la navaja descubrimos que la Grandeza del Amor de nuestro Padre Dios es la infinita meta que buscamos, y donde realmente encontramos esa plena y gozosa felicidad deseada.

Pidamos descubrir ese camino iluminados por la Gracia de Dios y auxiliados por la Sabiduría del Espíritu Santo, para que sepamos discernir donde está el Tesoro importante que anhelamos encontrar.

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