jueves, 4 de febrero de 2016

ENVIADOS A EVANGELIZAR

(Mc 6,7-13)


No vamos a evangelizar por nuestra cuenta o decisión. Somos enviados a evangelizar por el Señor: En aquel tiempo, Jesús llamó a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus inmundos. Eso supone que nosotros, por nuestro Bautismo, también somos enviados por la Iglesia a cumplir con el mandato del Señor. Cada cual en el lugar que ha sido colocado y en el ambiente en el que se mueve.

Y no vamos de cualquier manera, sino auxiliados por el Espíritu Santo que nos acompaña y nos asiste. Eso nos conforta y nos da seguridad. Y pone en nuestra boca las palabras que necesitamos para proclamar el Evangelio. Es posible que todos no estén destinados a evangelizar de la misma forma, pero sí que todos estamos llamados a evangelizar. Cada uno con sus dones, talentos y circunstancias, pues la mies es mucha, y se necesita muchos obreros para atenderla y de diversas formas.

La escuela, el hospital, la parroquia, el trabajo profesional, el tiempo de ocio, el deporte, la familia, la cárcel, la política...etc., son campos y circunstancias donde podemos proclamar el Evangelio con el servicio de nuestra propia vida, actuando como todos esperan de nosotros. La verdadera evangelización se hace con la vivencia propia de la vida, y cuando sea necesario, también con la palabra.

Quizás estemos ciegos y no apreciemos la alegría, la esperanza y las renovadas ganas de vivir que damos cuando compartimos nuestra fe. ¿No es eso curar? ¿No es eso expulsar demonios? ¿Cuántas personas se han levantado y renovado su vida al oír una palabra o observar un buen testimonio? El Espíritu de Dios va con nosotros y nos ilumina, nos da poder para expulsar demonios y curar enfermedades, porque es Palabra de Dios. Y se realiza en todos aquellos que, abandonados a su Espíritu, abren su corazón y se ponen en sus Manos.

Es posible que no ocurra como nosotros deseamos, pero testimonios no faltan de muchos que, de repente experimenta un impulso en su interior que le hace volver de nuevos a la vida y a la esperanza de que estamos llamados a la eternidad.

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