jueves, 31 de marzo de 2016

JESÚS INSISTE CON SUS APARICIONES PARA PREPARARLOS

(Lc 24,35-48)

Ya sabían que Jesús había resucitado. Todavía, quizás, no eran muy conscientes. Tenían dudas y, a pesar de contar sus experiencias y encuentros con Jesús, la alegría, emoción y entusiasmo les desconcertaba. Estaban exultantes y no sabían cómo reaccionar. ¿No nos ocurre a nosotros algo parecido?

Nos llegan noticias de Jesús a través de su Palabra. En cada Eucaristía experimentamos encuentros con Jesús, pero unas veces porque estamos distraídos, y otras, confundidos y tentados por el mundo, se nos nubla la vista, permanecemos perplejos y temerosos. Y no reaccionamos a las llamadas del Señor.

Ellos experimentaron ese desconcierto: Estaban hablando de estas cosas, cuando Él se presentó en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros». Sobresaltados y asustados, creían ver un espíritu. Pero Él les dijo: « ¿Por qué os turbáis, y por qué se suscitan dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo. Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne y huesos como veis que yo tengo». Y, diciendo esto, les mostró las manos y los pies. Como ellos no acabasen de creerlo a causa de la alegría y estuviesen asombrados, les dijo: « ¿Tenéis aquí algo de comer?». Ellos le ofrecieron parte de un pez asado. Lo tomó y comió delante de ellos. 

¿Cuántas veces experimentamos que Dios nos llama y nos habla y no escuchamos? Quizás aquel día que asistimos por compromiso a aquella catequesis de Bautismo; o aquel otro día que fuimos, por acompañar en aquella misa funeral a un familiar o amigo; o en la primera comunión del niño de la casa o de alguna familia amiga. Sí, son muchas veces que el Espíritu Santo se ha valido de esas u otras invitaciones para hacerse presente en tu vida y quizás tú no les has hecho caso.

¿Y cuántas veces Jesús, por medio de su Iglesia te ha explicado todo lo que está escrito en la Ley de Moisés,  en los Profetas y los Salmos acerca de Él? ¿Y que todo eso se tenía que cumplir, tal y como se ha cumplido? Sin embargo, nosotros seguimos indiferentes o exigiendo pruebas y pruebas que nos hagan comprender lo incomprensible. Tomás, uno de los apóstoles experimentó eso, pero pronto se rindió al toque que el Señor le dio una semana más tarde.

Quizás la pregunta que nos conviene hacernos y meditar es: ¿Estamos nosotros también dejándonos preparar por las señales y signos que el Señor nos está dando?

No pensemos que Tomás tenía más ventaja que nosotros, porque nosotros tenemos la Palabra del Señor y lo tenemos presente cada día en el Sagrario, y le podemos tocar con nuestras manos y corazón en cada Eucaristía. Pongámonos en sus Manos.

miércoles, 30 de marzo de 2016

NOSOTROS ESPERABAMOS QUE SERÍA ÉL EL QUE IBA A LIBRAR A ISRAEL

(Lc 24,13-35)


Igual nos está ocurriendo a nosotros. Esperamos que sea Él el que nos arregle la vida; el que nos resuelva todos nuestros problemas; el que nos saque de todos nuestros apuros y obstáculos y el que nos dé todo lo que necesitamos, pero experimentamos que la vida, nuestra vida sigue igual y se nos complica y se nos hace cruz.

Quizás esperamos un dios guerrero, libertador y triunfante según nuestra forma de pensar y según los criterios de este mundo. Quizás pensamos en un dios hecho a nuestra medida y a nuestros intereses y que se amolde a nuestros gustos. Pero la Voluntad de Dios es otra, y otra la forma que ha pensado de salvarnos y redimirnos del pecado.

Y es Jesús quien nos explica y nos descubre como es su Padre y como ha pensado salvarnos. Está escrito todo lo que Él tiene que padecer. Desde Moisés, pasando por todos los profetas, las Escrituras nos dan cuenta de todo el camino de salvación; de todo el suplicio de la Pasión y Muerte del Señor, pero también de su Resurrección. Todo se ha cumplido en Jesús. Él es el Camino, la Verdad y la Vida, y cada profecía es una piedra más de su auténtica Verdad. Él es la Resurrección y la Vida. 

Quizás nos suceda a nosotros algo parecido a los de Emaús muchas veces en el camino de nuestra vida. Nos desanimamos porque nuestro camino se nubla, porque la oscuridad nos impacienta y porque en muchos momentos perdemos las huellas de los pasos de Jesús. Como aquellos discípulos experimentamos que nosotros esperábamos que sucediera otra cosa y, sin darnos cuenta, tratamos de imponer nuestra voluntad y nuestros pensamientos.

Y es que nuestra libertad; nuestra solidaridad; nuestra justicia; nuestra verdad y nuestra manera de amar son muy diferente a las de Jesús. Y no entendemos nada. Tengamos la paciencia de dejarnos acompañar por Él, y de que nos hable y nos explique todo el Misterio de la locura de Amor del Padre por salvarnos, y esperemos con paciencia que nos parta el pan y nos abra los ojos y encienda nuestro corazón. Entonces, como los de Emaús, veremos claro.

martes, 29 de marzo de 2016

JESÚS EMPIEZA A REUNIR EL REBAÑO

(Jn 20,11-18)


La Resurrección no está completa sin las apariciones. Los discípulos habían quedado desconcertados y confundidos. Nadie entendía nada. Las mujeres, quizás llevadas por esa intuición de que faltaba algo, se acercan al sepulcro para poner flores o para acompañar el Cuerpo de Jesús. Lo cierto es que el Evangelio nos dice que lloraba. Y ese llanto esconde sed y deseos de ver a Jesús, de que su Muerte no podía quedar así. Ese llanto contiene esperanza y súplica.

Y Jesús, consciente de que necesitaban verle, vivir la esperanza real de saberlo resucitado, se deja ver. Y se le manifiesta a María a llamarla por su nombre: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?». Ella, pensando que era el encargado del huerto, le dice: «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré». Jesús le dice: «María». Ella se vuelve y le dice en hebreo: «Rabbuní», que quiere decir “Maestro”». Dícele Jesús: «No me toques, que todavía no he subido al Padre. Pero vete donde mis hermanos y diles: ‘Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios’».

Jesús empieza a ser el nexo de unión entre todos los que creen en Él. Y continúa ahora, hoy mismo, uniéndonos por la fe en Él. Y, a pesar de las distancias, las horas y el desconocimiento físico y cultural, Jesús, en su Resurrección, nos une, nos hermana y nos fortalece en nuestro diario compartir virtual.

Sabemos que vive, que está entre nosotros y que nos prepara esa Fuente de Agua Viva que nos quitará la sed para siempre. Para siempre se acabarán nuestras dudas; para siempre se acabarán nuestros sufrimientos y tristezas; para siempre se acabaran nuestras angustias y nuestra sed de buscar, porque en Él está esa Agua Viva que salta hasta la Vida Eterna.

Son Palabras que el mismo nos ha dicho a través de su diálogo con la samaritana. Pidámole esa Agua Viva que tiene para que nos quite esa sed que nos tienta, que nos somete, que nos hace muchas veces pecar, que nos inoportuna y que nos cansa dejándonos siempre insatisfecho. Queremos, Señor, que nos des esa Agua tuya, limpia y pura, que nos quita la sed para Siempre.

lunes, 28 de marzo de 2016

¿NO OCURRE AHORA, EN NUESTRO TIEMPO, LO MISMO?

(Mt 28,8-15)

Todavía sigue ocurriendo lo mismo. Ahora la versión es diferente, pues ya ha pasado mucho tiempo, unos mil novecientos ochenta y tres años aproximadamente, es decir, cuando Jesús tenía unos treinta y tres años. Y, dicen ahora, que todo eso es un cuento y se lo han inventado. Lo de llevarse el cuerpo ya no se sostiene, porque hubiese aparecido. Con los medios de aquellos tiempos no hubiesen podido ir muy lejos para esconder el Cuerpo de Jesús.

Resulta que se han encontrado restos y fósiles de aquella época y de otras más remotas, ¿y no se encuentra restos del Cuerpo de Jesús? No hay otra manera de justificarse sino alegando que son cuentos y mirar para otro lado. Creo que Jesús, con buen criterio, no se aparece a extraños e incrédulos. Se aparece a los amigos, a los que han creído en Él. Incluso a aquellos que han tenido dudas, duros de mollera y hombres de poca fe, pero que le buscaban y experimentaban sed dentro en lo más profundo de su ser.

Jesús se muestra, para ayudarte, para fortalecerte y animarte en el camino cuando tú le abres tu corazón y le pides que sacie tu sed de amor. Porque el hombre y la mujer han sido creados para amar. Por eso, a aquellos discípulos hambrientos y deseosos de encontrarle y de su Resurrección, Jesús se les muestra y les anima y llena de gozo. Son las mujeres las primeras que experimentan ese deseo y aspiración de sed, de resurrección. Y el Señor les complace su curiosidad y su sed de amor.

Por eso, por nuestro compromiso de Bautismo y por la Gracia del Espíritu Santo que nos ha revelado la Resurrección de Jesús, estamos llamados y comprometidos a dar testimonio de su Resurrección. Por la respuesta de los apóstoles y discípulos, nosotros hemos recibido esa revelación y se nos ha transmitido la fe, y en correspondencia y por amor, estamos también nosotros comprometido a transmitirla.

Sí, queremos responder, Señor, pero también sabemos de nuestra pobreza, nuestra debilidad y nuestros pecados, y, es por eso, por lo que te pedimos tu Gracia para, asistido por tu Espíritu podamos dar testimonio de tu Palabra con nuestras pobres obras y vida.

domingo, 27 de marzo de 2016

SIEMPRE ELIGES, SEÑOR, LA PARTE MÁS DÉBIL

(Jn 20,1-9)


Se repite a lo largo de la historia de la salvación. El Señor elige a los más débiles para realizar su misión. Y es que con los más débiles realiza la misión salvadora de forma más real y auténtica. Porque nadie espera que con lo que menos vale y tiene poder se puede llevar a cabo una misión muy important. La más importante, la de la Salvación del hombre.

Son las mujeres las elegidas para dar la primera noticia de la Resurrección: El primer día de la semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro, y ve la piedra quitada del sepulcro. Echa a correr y llega donde Simón Pedro y donde el otro discípulo a quien Jesús quería y les dice: «Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto». La mujer, considerada como algo sin crédito y sin capacidad de testimonio. La mujer de aquella época, considerada como un objeto sin valor y sin ningún derecho. La que no tiene palabra ni voto y a la que no se le puede valorar ni creer. Y, para Jesús son las elegidas para dar la noticia de su Resurrección.

No entendían nada, ni sabían que Jesús iba a resucitar. Lo de construir el templo en tres días no les había dicho nada, ni se habían enterado. Avisados por María Magdalena, Pedro entró y vio  las vendas en el suelo y el sudario que le envolvía la cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en otro lugar. Luego, el otro el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, vio y creyó. 

Fue, entonces, cuando se les iluminó la mente y empezaron a entender. Y es ahora cuando nosotros también entendemos que la Muerte de Jesús está incompleta si no hay una Resurrección. Porque la Resurrección explica todo su Amor, su Vida y, sobre todo, su Pasión. 

Y da sentido a ese impulso que late en lo más profundo de nuestro corazón de aspirar a la Vida. A una Vida plena, gozosa y eterna que nos da esperanza de vivir y de abrazar el camino de cruz que tendremos que recorrer para llegar a ella.

sábado, 26 de marzo de 2016

HOY ESTAMOS DE LUTO



Hoy vivimos en la esperanza de la Resurrección. Jesús, después de todo lo que nos ha enseñado; después de todo lo que nos ha dicho y amado, hasta el punto de dar su Vida por nosotros, no puede haber desaparecido  para siempre. Quizás deje pasar tres días para darnos tiempo de prepararnos y meditar todo lo que nos ha dicho. Porque en ello está contenido la Resurrección.

En el tiempo que estuvo con nosotros nos llenó el corazón de esperanza. Descubrimos que nuestra meta y objetivo tiene sentido, porque aspiramos a la felicidad y, precisamente, Jesús nos habla de esa felicidad. Nos descubre la locura de Amor de su Padre, y nos revela que, su Padre, nos espera para que, invitados por amor, vivamos en su Casa esa felicidad a la que aspiramos.

Pero, ¡lo asombroso!, es que nos invita, no para unos días o temporada, sino que nos invita para Siempre. Eternamente. Otra de nuestras máximas aspiraciones. Y en esa esperanza vivimos estos días de luto. No un luto triste, resignado y amargo, sino un luto vivo, expectante y esperanzado.

Por eso, unidos a la Madre, María, y el discípulo amado y todos los que en esa esperanza se sostiene nuestra vida, permanecemos a la espera de que el Señor nos responda y nos levante nuestra esperanza haciéndola realidad. En silencio permanecemos en oración meditando sus Palabras.

viernes, 25 de marzo de 2016

PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

(Jn 18,1—19,42)

Hoy no podemos poner otro título que éste: "Pasión de nuestro Señor Jesucristo", porque de eso se trata, de todo lo que padeció y sufrió el Señor por cada uno de nosotros. Y eso tiene un motivo, un objetivo y un compromiso.

El motivo es la Locura de Amor del Padre, que sin pensarlo, envía a su propio Hijo, aún a riesgo de perder su vida, con el objetivo de rescatarnos de la muerte, pagando con su propia Vida al morir en una Muerte de Cruz. Y ese compromiso sostenido hasta la última gota de sangre de nuestra vida sin condiciones y en entera libertad, para que cada uno responda libremente a ese compromiso de amor.

No se entenderá la Pasión del Señor sin ese compromiso de Amor. Porque todo nos es regalado de forma gratuita y sin condiciones, para, libremente, exigirnos la misma respuesta de entregarnos por amor y para amar de la misma forma que nos ama el Padre. Y eso nos lo enseña Jesús, el Hijo, el enviado y Mesías.

Descubrir que Jesús se entrega a una muerte de Cruz por ti, es descubrir que dentro de ti hay una fuente de amor capaz de despertar y amar eternamente. Porque ese es nuestra vocación y destino: "Peregrinar hacia la Casa del Padre, para hacer morada junto a Él en gozo y plenitud eterna.

Encontrar en la Pasión el compromiso y búsqueda del Amor de Jesús a cada uno de nosotros, es comprender que no hay amor más grande que aquel que da la vida por otro. Es la prueba de amor que no admite respuesta, sino que responde correspondiendo, valga la redundancia, con amor. Es encontrar el sentido de tu vida y el camino, la verdad y la vida que, desde que te ha sido regalada tu vida, has buscado incesantemente, aún sin ser consciente en muchos momentos de tu vida.

Porque, sólo Jesús puede darte todo aquello que tú buscas y persigues: "La plena felicidad eterna", porque, precisamente, Él es el Camino, la Verdad y la Vida.

jueves, 24 de marzo de 2016

ALIMENTO Y FUENTE DE AMOR

(Jn 13,1-15)

El episodio de la última cena es inacabable. Se puede estar hablando de él mucho tiempo, y, posiblemente no se acabará nunca. O, al menos, no se agotará sus gloriosas consecuencias que de ella sacamos. Es el momento cumbre de nuestra salvación, porque, alimentados de su Cuerpo y Sangre, podemos llenarnos de su Gracia y ser capaz de amar como Él nos ha amado y enseñado a amar.

Es el momento cumbre donde Jesús nos señala la forma de amar, el lavatorio de los pies. Agacharse, signo de humildad y de servicio, y, postrado y humillado en actitud de total disponibilidad y servicio, Jesús lava los pies a cada uno de sus discípulos. 

No es una simple y puntual representación teatral, singo el resumen de lo que ha sido toda su Vida. Es el colofón evidente y nítido de lo que Él nos ha querido decir a lo largo de esos tres glorioso y maravillosos años que compartió con sus discípulos y proclamó la Buena Noticia de la locura de Amor de su Padre.

El lavatorio de los pies es la evidente prueba de amor que no exige esfuerzo comprensivo, puesto que en su misma acción refleja y descubre el servicio como esencia y sustancia del amor. Amar no es valerse de lo que el otro te pueda dar o satisfacer. Amar es la actitud de disponibilidad al servicio del otro. Es por lo tanto un compromiso de Amor. Ese compromiso que Jesús nos ha enseñado con sus Obras y su Vida hasta llegar al extremo de dar su Vida clavado en una cruz. Cruz que, desde ese momento, se ha convertido en signo de salvación de todo cristiano.

Convertirnos es descubrir que Jesús es el Verdadero y Único Alimento y Fuente de Amor que necesitamos comer para alimentarnos y ser capaces de servir a los demás como Él nos ha servido a cada uno. Convertirnos es descubrir que sin ese Alimento Espíritual no seremos capaces de amar como Él nos invita a amar. Pidamos en este día significativo esa Gracia.

miércoles, 23 de marzo de 2016

LA VERDAD SE ESCONDE EN EL CORAZÓN



Podemos mentir y escondernos. Todos alguna vez en nuestra vida lo hemos hecho. No en vano somos pecadores, y pecador significa eso, haber mentido o escondido algo que hemos hecho mal, y que pensamos que no debíamos haberlo hecho. Pero la mayor mentira sería creernos que podemos escondernos de Dios.

Nuestra verdad está escondida en nuestro corazón. Y eso nadie la puede ver, excepto Dios. A veces ni nosotros mismos, de modo que podemos engañar y aparentar que hacemos una cosa, pero tenemos otra intención y otra cosa que hacer. Sin embargo, en nuestro corazón está escrita la verdad, aunque tratemos de borrarla y poner otra. El corazón nos descubrirá al final y dejará ver nuestra más profunda intención. Nos mostrará tal y como somos.

A Dios no lo podemos engañar, y Él sabrá que se esconde dentro de lo más profundo de nuestro corazón. Alejarnos de su compañía y amor es decidir suicidarnos, porque darle la espalda y quedarnos solos es invitar a Satanás a que ocupe su lugar y, aparentando fantasías y engaños, seducirnos con una felicidad falsa, hueca y vacía que nos llevará a la perdición. La experiencia, nuestra propia experiencia nos lo demuestra.

Cerrar nuestros oídos y nuestro corazón es perder la oportunidad de escucharle y dejarle habitar en lo más profundo de nuestro ser, el corazón, para que nos transforme y nos ilumine fortaleciéndonos en la fe. Prestarle atención y aceptar su invitación Pascual a la Santa Cena, el Pan Eucarístico, que lo tenemos en la celebración Eucarística de cada día o semanal, es la gran oportunidad que no debemos desaprovechar ni tampoco perder. 

Creernos capaces de esconder nuestra intención y dirigir nuestro camino según nos interese es el error y el mayor disparate que podamos cometer en nuestra vida. La Omnisciencia de Dios nos desnuda y descubre nuestra mentira. Seríamos tan tontos y ciegos hasta el punto de tirar el gran tesoro de nuestra vida y salvación por unas monedas. Porque eso fue lo que hizo Judas, vender su vida por un tesoro caduco que se consume.

Pidamos al Señor la sabiduría de saber estar presto a seguirle y permanecer a su lado; a escucharle y estar vigilantes a sus señales e indicaciones, y a no escondernos inutilmente a su mirada Omnisciente, que nos ve en todas partes y sabe lo que vive en nuestro corazón.

martes, 22 de marzo de 2016

TODOS TENEMOS ALGO DE PEDRO

(Jn 13,21-33.36-38)

Cuando digo que todos tenemos algo de Pedro, me refiero a que todos nos creemos lo suficientemente preparados, fuertes y seguros de que podemos seguir al Señor por nuestros propios medios. Nos vemos capaces de vencer todas las dificultades que se nos presenten en el camino y, como Pedro, no sólo le negamos tres veces, sino muchas más. Nuestra debilidad y limitaciones nos descubren como pecadores e incapaces de seguir al Señor por nosotros mismos.

Conocemos el relato de lo que ocurrió aquella noche: En aquel tiempo, estando Jesús sentado a la mesa con sus discípulos, se turbó en su interior y declaró: «En verdad, en verdad os digo que uno de vosotros me entregará». Los discípulos se miraban unos a otros, sin saber de quién hablaba. Uno de sus discípulos, el que Jesús amaba, estaba a la mesa al lado de Jesús. Simón Pedro le hace una seña y le dice: «Pregúntale de quién está hablando». Él, recostándose sobre el pecho de Jesús, le dice: «Señor, ¿quién es?». Le responde Jesús: «Es aquel a quien dé el bocado que voy a mojar». Y, mojando el bocado, le toma y se lo da a Judas, hijo de Simón Iscariote. Y entonces, tras el bocado, entró en él Satanás. Jesús le dice: «Lo que vas a hacer, hazlo pronto». Pero ninguno de los comensales entendió por qué se lo decía. Como Judas tenía la bolsa, algunos pensaban que Jesús quería decirle: «Compra lo que nos hace falta para la fiesta», o que diera algo a los pobres. En cuanto tomó Judas el bocado, salió. Era de noche. 

Posiblemente Judas perdió la confianza en Jesús y no creyó en su Palabra. Quizás pensaba que con el amor que Jesús proponía y su debilidad aparente no se podía instaurar el Reino que él pensaba. Perdió toda esperanza y le dejó el terreno de su alma libre a Satanás. Y, en sus manos, actuó rechazando y condenando al Señor.

No creamos que estamos muy lejos de esa actitud de Judas, porque también nosotros rechazamos la propuesta de Jesús por parecernos débil y pobre. Sin poder, pensamos, estamos perdidos, y, apartando a Jesús de nuestro corazón emprendemos el nuestro propio. Como Pedro, pensamos que nos bastamos para seguir a Jesús y hasta hacer la guerra por cuenta propia. Posiblemente, será otra forma de entrar Satanás en nosotros y desviarnos del camino del Señor.

Tengamos los ojos muy abiertos, y el corazón dispuesto en Manos del Espíritu Santo, para que unidos al Señor no perdamos su camino y esperanza de resurrección.

lunes, 21 de marzo de 2016

SE LES VENÍA EL TINGLADO ABAJO

(Jn 12,1-11)


Estaban decidido a quitar a Jesús del medio y todo lo que pudiese recordarle y servir de testimonio. La Resurrección de Lázaro también les molestaba. Unos días antes de la celebración de la Pascua, estando Jesús en casa de Lázaro, al que había resucitado, se congregó mucha gente allí para ver a Jesús, pero también porque querían ver a Lázaro, el resucitado por Jesús.

Y, claro, todo esto molestaba a los sumos sacerdote que advertían como muchos judíos se les iban y creían en Jesús. Nos cuesta mucho dar el brazo a torcer y abandonarnos en las Manos del Señor. Incluso viendo sus obras nos resistimos a creer en el Señor. Queremos imponer nuestros criterios y nuestra fe, y también nuestro dios, el que nosotros mismos hemos creado.

Todo esto nos descubre la necesidad de la Gracia de Dios, porque es Ella la que nos transforma y nos convierte nuestro corazón apegado a las cosas terrenas y caducas. Un corazón endurecido que necesita la Gracia de Dios para ser transformado en un corazón tierno, generoso y misericordioso. Un corazón capaz de guardar silencio antes las acciones bien intencionadas de los demás y sumarse a las buenas intenciones que otros propones.

Judas, que presenciaba como Marta perfumaba los pies de Jesús con un perfume caro, dijo: «¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios y se ha dado a los pobres?». Pero no decía esto porque le preocuparan los pobres, sino porque era ladrón, y como tenía la bolsa, se llevaba lo que echaban en ella. Jesús dijo: «Déjala, que lo guarde para el día de mi sepultura. Porque pobres siempre tendréis con vosotros; pero a mí no siempre me tendréis».

Nuestras protestas, muchas veces, no se corresponden con una buen intención, sino que la hacemos pensando en nuestro propio interés, por envidia u otras razones mal intencionadas. A veces ni sabemos por qué las hacemos. Algo superior a nuestras fuerzas nos impide callarnos o aceptarlo, y sumarnos positivamente, pues lo importante es la intención que sale del corazón, aunque la obra no sea lo suficientemente buena o no salga bien.

Pidamos al Señor estar siempre vigilante y dispuestos a serenarnos, para estar en disposición de discernir lo bueno de lo malo asitidos por el Espíritu Santo.

domingo, 20 de marzo de 2016

DOMINGO DE RAMOS

(Lc 22,14—23,56)

Todo se entendió mal. Ya desde el principio los mismos apóstoles no entendían de qué Reino hablaba Jesús, y todo se vino abajo cuando los sumos sacerdotes y fariseos decidieron quitarlo del medio. Jesús estorbaba y con sus blasfemias amenazaba destruir el poder religioso que ellos ostentaban. La Pasión del Señor, desde mucho tiempo profetizada, estaba a punto de comenzar.

Todo empezó con algarabía y entusiasmo, pero tras las aclamaciones y cánticos, la soberbia y egoísmo prepotente de los sumos sacerdotes y fariseos decidieron prender a Jesús y juzgarlo acusándolo de blasfemo al proclamarse como Dios. No tenían razones, pero decidieron justificarlo de la manera que sea, con la mentira y el poder.

Hoy, en nuestras vidas ocurre un tanto igual. Justificamos muchas actitudes con mentiras, demagogia y falsas verdades para alcanzar nuestros objetivos. Sin ir más lejos, en mi país ocurre algo de eso ahora. Mientras la nación sufre, se desgarra y amenaza anarquía, los líderes políticos se disputan el trono de la presidencia sin otro interés que el suyo propio.

Con Jesús, aquellos fariseos buscaron la forma de mentir que nadie entendió, ni siquiera Pilato, que tratando de quitarse la responsabilidad de encima, lo desviaba a la de los sumos sacerdotes y fariseos. Nadie veía ni encontraba culpa en Jesús. Al descubierto estaba lo que había sido su Vida: Pasó haciendo el bien a todos y proclamando la Verdad. Pero, al parecer, había que matarlo, porque se autoproclamaba Dios y aquellos sacerdotes y fariseos ya se habían fabricado su propio dios.

¿Quién era este Jesús que ahora se proclamaba el Dios de ellos y de su pueblo? Un judio, hijo de José y de María, sencillos aldeanos de Nazaret, pero, ¿qué es esto? Ni siquiera sus Obras y su Vida bastaban para dar crédito a su Palabra. Por eso, al final de todo, esas Palabras de Jesús reúnen la única y verdadera verdad: "«Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen»

sábado, 19 de marzo de 2016

JOSÉ, AL SERVICIO DE LA VOLUNTAD DE DIOS

(Mt 1,16.18-21.24a


A simple vista parece una história hermosa y una história más de tantas que hay. José, advierte, antes de vivir junto a María, el estado de buena esperanza que ella presenta, y no entiende nada. Experimentar esa situación no sería nada agradable ni fácil, pues a la perplejidad de no entender nada, se suma la dificultad de trescientos sesenta grados a tu vida.

Entre su voluntad y la Voluntad de Dios se interpone el miedo, la incomprensión, la duda y la desconfianza. Necesita depositar su confianza y fe en ese aparente proyecto que Dios parece haber pensado de esa forma y para el cual le ha elegido a él. José se retira por unos días para reflexionar y abandonarse en silencio, y sin señalar a María, a la que respeta y no quiere hacerle daño.

Es una experiencia dura, difícil de vivenciar y aceptar, pero lo asombroso y grande de José es que abre su corazón a la Voluntad de Dios, y se pone en Manos del Espíritu Santo. José es el elegido, junto a María, para iniciar el proyecto de redención y salvación de Dios. Y, desde ellos, se entienden las bienaventuranzas, porque, ambos, son los bienaventurados de Dios.

La pobreza, la paciencia, la humildad, la disponibilidad, el hambre e incertidumbre de respuesta, la pureza, los sufrimientos, la misericordia del uno con el otro,, las buenas intenciones de sus corazones... etc. Son perseguidos y buscados con malas intenciones y con amenazas de muerte. En ellos se contiene todo el Espíritu condensado por Jesús, el Hijo, más tarde en el sermón de la montaña.

José y María son los padres de Jesús, y los prototipos de caminos que onos ayudan a entender el Plan de Dios para nuestra salvación. Pidamos a San José su protección, tal y como él lo hizo con Jesús y María.

viernes, 18 de marzo de 2016

TODO VIENE DEL PADRE

(Jn 10,31-42)


Jesús no hace nada por su cuenta, todo le viene del Padre y en su Nombre lo hace: «Muchas obras buenas que vienen del Padre os he mostrado. ¿Por cuál de esas obras queréis apedrearme?». Pero los judíos, obsesionados porque se identificaba con el Padre igualándose a Él, sólo pensaban en quitarlo del medio. No podían aceptar que Jesús, aquel sencillo y humilde hijo del carpintero y la sencilla María, se autoproclamarse el Mesías, el enviado, el Hijo de Dios Vivo.

Eso les desbarataba toda su historia, todos sus proyectos y, sobre todo, su prestigio, su poder y su placentera vida. De nuevo las tentaciones del desierto se hacían presentes. Las tres "p" (pan.poder y prestigio) se interponen entre el Señor y cada uno de nosotros. Porque, eso que nos parece muy lejano está ocurriendo hoy mismo, en este momento y en muchos lugares de la tierra. 

¿Cuántas veces apedreamos a Jesús con nuestra lengua e insultos en la persona de algún compañero, familiar, amigo o cualquier institución.? ¿Cuantas veces mentimos, ambicionamos poder, poseer y placer a pesar de pisotear los derechos de otros? Sostenemos piedras en nuestras manos y nos mantenemos preparados par lanzarlas al Señor. E incluso experimentamos que nos cuesta encontrarnos culpables de pecados y faltas a la hora de confesarnos, y, sin embargo, tenemos nuestras manos llenas de piedras dispuestas para arrojarlas contra Jesús. 

Y lo hacemos sin usar las manos, sino a través de nuestra lengua, nuestros placeres, prestigios y poderes. Porque los anteponemos al bien y los derechos de los demás, pasando incluso por encima de ellos. Y nos cuesta reconocerlo, como también nos cuesta reconocer que Jesús es Dios y Hombre Verdadero.

Te pedimos, Señor, que nos ilumines y, asistidos por el Espíritu de Dios, nos des fortaleza y sabiduría para, por las obras que hizo Jesús, Dios y Hombre Verdadero,  y pos su Inmenso y Eterno Amor, creer en su Palabra.

jueves, 17 de marzo de 2016

LA PALABRA DE JESÚS NO NOS DEJA INDIFERENTE

(Jn 8,51-59)

Creer en la Palabra de Jesús es auto invitarte a cambiar de dirección en tu vida. Un cambio drástico, radical y contrario al mundo en que vives, que se resigna a terminar en la muerte. Quedas tocado, porque lo que respiras en la atmósfera que aspiras en este mundo no huele, ni es, al oxigeno que te transmite Jesús. El aíre que Jesús te inyecta es un aire limpio, sin contaminación, puro y lleno de vida, Vida Eterna.

Él nos dice: «En verdad, en verdad os digo: si alguno guarda mi Palabra, no verá la muerte jamás». ¿Se puede decir algo más grande? ¿Se puede encontrar mayor aspiración? ¿Hay alguna otra aspiración que el hombre esté buscando, o es simplemente el deseo y anhelo de vivir siempre?

A esto, los judíos le responden acusándolo de estar endemoniado, pues no entra en sus cabezas ni la más remota posibilidad de resurrección. No les queda otra alternativa que la de clasificarlo como endemoniado, o creerle. Y eso supone, como ya hemos dicho, un giro de trescientos sesenta grados en sus vidas. Y, les cuesta, como al joven rico, dejar todos sus proyectos, planes e ideas del Dios que ellos se han formado y quieren esperar.

Por otro lado, no podemos entender a Jesús sino desde la humildad y el abandono en su Palabra. Nuestra mente no tiene capacidad para meter la explicación de Dios en nuestra cabeza. Sería algo así como meter toda el agua de mar en una aljibe o pozo hecho por nosotros. Dios es Inmenso y se nos escapa de nuestra inteligencia y sabiduría. ¿Cómo te atreves entonces a querer comprenderlo? ¿No estarás siendo soberbio y osado? Ese es nuestro principal pecado, querer entender a Dios.

Sólo, abiertos a su Gracia, podemos entenderle por su Amor y Misericordia. Será Él quien decida el momento, porque sólo Él sabe cuando nuestro corazón está listo, maduro, humilde y postrado a recibir la Luz de su Verdad y no quedar deslumbrado. Así sucedió con la samaritana, con Zaqueo, con Tomás...ect. Sólo Él sabe el momento y la hora de nuestra conversión, y espera que nosotros, por la libertad otorgada, colaboremos abriéndole nuestro corazón.

En la actitud arrogante, soberbia y prepotente de los judíos no llegaremos a conocerle ni a saber quién es. Y menos al Padre. Nos atreveremos a levantar la mano con piedras para tirárselas si seguimos en esa actitud. Pidamos aprovechar este tiempo de Cuaresma para dar un giro a nuestra vida y cambiarla, el ritmo y el paso de nuestra dirección.

miércoles, 16 de marzo de 2016

LA DESCENDENCIA Y LA RAZÓN

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(Jn 8,31-42)


Los linajes causan muchos problemas a las personas, pues dependiendo de su procedencia se dan, unos, más importancia que otros. Y de ahí deducen su superioridad y privilegios. Así se han producido muchas disputas a lo largo de los siglos. El Evangelio de hoy nos presenta a aquellos que se creen superiores o con más derechos que otros por proceder del linaje de Abraham.

La consanguinidad de la sangre frente a la filiación por la fe. Los verdaderos hijos no son tanto respeto a la consanguinidad como a la filiación por la fe. Porque, en definitiva, lo verdadero es responder a la Voluntad del Padre y seguir sus indicaciones y camino haciéndolos vida en ti. «Si os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres». 

Queremos pasar por nuestro corazón lo que nuestra razón deduce. Al parecer Jesús no significa mucho. Pesa más nuestro origen de sangre y nuestros criterios. Nos formamos la idea de un Dios de acuerdo con nuestra forma de pensar; un Dios Padre que nos viene dado por Abraham. Y es ahí donde se encuentra nuestro error. Jesús es la plenitud, el Rostro del Padre, la Palabra que nos revela y no descubre al Padre y nos enseña como es y cuanto nos quiere.

No se puede llegar a Dios sin pasar y creer en Jesús. Sin Él no podemos alcanzar la promesa de Abraham. Ese es el gran problema del pueblo judío, el rechazo de Jesús, y la categorías que nos damos creyéndonos mejores los unos de otros según nuestra procedencia, nuestros estudios, nuestras riquezas...etc. ¿Es qué no nos damos cuenta que todos somos hijos de Dios? ¿Y qué los hijos no tienen diferencias para el Padre? ¿Y que todos somos amados con la misma locura de Amor, por la que, el Padre, entregó a su Hijo a una muerte de Cruz?

Pidamos al Señor que el Espíritu Santo nos ilumine y nos dé la sabiduría de entender nuestra condición humilde de siervos todos de nuestro Padre Dios. Que nos quiere y nos salva.

martes, 15 de marzo de 2016

LA MARAVILLA DE LA PALABRA DE DIOS


Jesús nos habla siempre en clave de Amor, porque dice y hace lo que el Padre le ha mandado y lo que al Padre le agrada. No nos juzga, pudiendo hacerlo, porque se limita sólo a cumplir la Voluntad del Padre. ¡Y como es el Padre! Nos lo ha dicho maravillosamente en la parábola del Padre prodigioso o hijo pródigo. ¡Qué hermosura de parábola y de ingente Amor Misericordioso que el Padre derrama sobre el hijo! El hijo menor, descarriado y seducido por el mundo; equivocado al querer ganar su vida con el éxito y las cosas de este mundo. Cegado por las pasiones, apetitos y sentimientos caducos que pululan alrededor de este mundo.

Y también, en el hijo mayor, concentrado en el cumplimiento de las normas y leyes de la casa, pero distraído del Amor y la Misericordia del Padre, que le invita a alegrarse por la recuperación y arrepentimiento de su hermano descarriado al decidir volver a Casa. ¡Qué hermoso retrato que nos descubre el Señor de nosotros mismos, menor y mayor, hijos imperfectos y pecadores, que experimentamos el Amor Misericordioso del Padre.

Pertenecemos a este mundo, sometidos al pecado, pero nuestra liberación está en creer en Jesús, y por su Amor y Misericordia ser liberados de las cadenas y ataduras de este mundo que nos lleva a la muerte. Jesús es el Mesías, el Libertador, el Salvador que nos libera de las cadenas de este mundo. Jesús es el Hijo de Aquel, el Padre, que es veraz. Y el que es veraz no puede engañarse ni engañarnos. 

Porque la Verdad nos hace libre y en la libertad está el gozo y la plenitud eterna. Porque quien es libre no busca la mentira ni la perdición. Eso es ir contra natura. La libertad es la búsqueda del bien. Por eso, la expresión máxima de la Libertad es nuestro Padre Dios. El Bien y la Verdad Absoluta.

«¿Quién eres tú?». Jesús les respondió: «Desde el principio, lo que os estoy diciendo. Mucho podría hablar de vosotros y juzgar, pero el que me ha enviado es veraz, y lo que le he oído a Él es lo que hablo al mundo». No comprendieron que les hablaba del Padre. Les dijo, pues, Jesús: «Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo Soy, y que no hago nada por mi propia cuenta; sino que, lo que el Padre me ha enseñado, eso es lo que hablo. Y el que me ha enviado está conmigo: no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada a Él». Al hablar así, muchos creyeron en Él.

Nuestra pregunta: ¿Creemos nosotros también en Él? Esa es la cuestión, ¿qué respondemos al Señor? ¿Estamos también nosotros dispuestos a involucrarnos en hacer la Voluntad del Padre, tal y como nos anima y nos enseña Jesús?  No estamos solos, porque el hecho de pensarlo puede desanimarnos, pues la tarea es ingente y superior a nuestras fuerzas. 

Contamos con el Señor y, sobre todo, la asistencia constante de cada día del Espíritu Santo. En Él podemos superar, soportar y perseverar en el esfuerzo de empeñarnos cada día en vivir y realizar la Voluntad, como Jesús, del Padre.

lunes, 14 de marzo de 2016

TODO ENCUENTRA SOLUCIÓN Y RESPUESTA DESDE JESÚS, PORQUE ÉL ES LA LUZ

(Jn 8,12-20)


Encontramos que la justicia del mundo está en conflicto y contradicción. Si se detiene a una persona, existen y puede alegar muchas razones que le defienden y hasta le absuelven. Los mismos agentes del orden se ven impotentes y desconcertados ante los derechos de los ciudaddano ante la ley. Y eso es bueno por un lado, pero confunde y desconcierta por otro, pues les desorienta ante su propia actuación.

La pregunta que se presenta es: ¿Para qué detener a una persona, pues no sabemos qué ocurrirá con ella, si es culpable o no? Por otro lado, tampoco es bueno imponer, avasallar y aplicar la dictadura de la ley sin dejar la posibilidad de defenderse. La situación es difícil y se nos escapa de las manos. Entonces, ¿qué hacer? Y aparece la esperanza de apoyarse en la Verdadera Luz que alumbra al mundo. 

En Jesús encontramos respuesta a todas esas preguntas. Pues mirándole y observando su forma de actuar, damos solución a todos estos problemas. Hoy muchos le rechazan porque su testimonio, dicen, no es veraz, pero Él nos replica diciendo que es la Luz del mundo, y que sabe de dónde viene y a dónde va: «Aunque yo dé testimonio de mí mismo, mi testimonio vale, porque sé de dónde he venido y a dónde voy; pero vosotros no sabéis de dónde vengo ni a dónde voy. Vosotros juzgáis según la carne; yo no juzgo a nadie; y si juzgo, mi juicio es verdadero, porque no estoy yo solo, sino yo y el que me ha enviado. Y en vuestra Ley está escrito que el testimonio de dos personas es válido. Yo soy el que doy testimonio de mí mismo y también el que me ha enviado, el Padre, da testimonio de mí». 

Jesús es el Rostro visible del Padre invisible. Conociéndole a Él conocemos al Padre. Él nos enseña como es el Padre y el Amor que nos tiene y la Misericordia con la que nos trata y nos recibe. Quizás perdemos el tiempo tratándonos de dar explicaciones y justificaciones a muchas cosas imposibles de entender y que no caben en nuestra limitada razón. Oímos hablar de los espíritus y vivencias de personas que nos cuentan experiencias trascendentes y diálogos con espíritu. ¿No es eso, me pregunto, más difícil de entender que todo lo que nos dijo y enseñó Jesús de su Padre?

¿Y su Resurrección, no es suficiente prueba para depositar en Él toda nuestra confianza y nuestra fe? Pidámosle esa Gracia al Espíritu Santo.

domingo, 13 de marzo de 2016

LA LEY Y EL AMOR

(Jn 8,1-11)

Puede parecernos que la Ley y el Amor, a primera vista son iguales, sin embargo son muy diferentes aunque puede ser que se complementa. La Ley hay que cumplirla y, de infringirla, se debe pagar el castigo señalado y tipificado en la misma Ley. Pero el Amor, a pesar de haber infringido la Ley, comprende, escucha, se llena de paciencia y perdona. Eso no significa que nos exima de cumplir el castigo marcado, sino que, por encima de lo justo, el Amor nos perdona y nos abre los brazos para enmendarnos y corregir nuestros errores y pecados.

Misericordia quiero y no sacrificio (Mt 9,13), dice el Señor. Porque lo importante no son los cumplimientos, que distraen a muchos de lo sustancial y fundamental. De nada vale cumplir sino no se tiene amor, porque es el amor lo que descubre la autenticidad de la fe al Señor. El amor nos ayuda a ser justos y a escuchar, comprender, perdonar y a tener la oportunidad de recibir la salvación. Esa salvación que ya nos hemos ganado, porque el Señor nos la ha regalado con su Muerte y Resurrección.

Pero, con una condición: "Amar". Amar como Jesucristo, nuestro Señor, nos ha enseñado a amar. Y eso nos lo dice y enseña en la Escritura. Precisamente, en el Evangelio de hoy nos enseña, valga la redundancia, a perdonar. A perdonar por encima de accesiones de personas y de circunstancias que señalan la culpa o delito del sujeto juzgado. Se trata de salvar, y para salvar hay que perdonar, porque de no ser así, ¿quién de nosotros merece perdón? Porque, ¿quién esté libre de pecado que tire la primera piedra? 

Las culpas deben tener su castigo, su sacrificio y restitución, pero nunca deben matar ni impedir que se tenga la oportunidad del perdón y la misericordia, porque todos nosotros somos pecadores y condenados. Y sin embargo, nuestro Padre Dios nos perdona y espera que la vida, nuestra cárcel, nos dé y enseñe el camino de regreso a la Casa del Padre. Para eso, nuestro Padre nos regala el Perdón Misericordioso de su Amor.

Nuestra gran esperanza es sabernos perdonados, a pesar de no merecerlo, porque nuestro Padre es infinitamente Misericordioso. Nos lo ha dicho el Hijo, el enviado, el Mesías, al contarnos la parábola del hijo pródigo. Nos ha descrito a nuestro Padre con un Amor prodigioso y perdonándonos todas nuestras miserias y pecados. Realmente, es una dicha y un gozo conocer la Bondad y la Misericordia de nuestro Padre Dios que nos espera con los brazos abiertos. Gracias Padre.

sábado, 12 de marzo de 2016

JESÚS, CENTRO Y DISCORDIA

(Jn 7,40-53)


Jesús es centro y discordia. Mientras unos le acogen como el Profeta y el Mesías que había de venir, otros lo ponen en duda al interpretar las Escrituras según les convenía. En resumen, mientras no tengamos un corazón humilde y contrito pondremos siempre en tela de juicio la Divinidad de Jesús.

De cualquier forma, Jesús impresionaba con sus Palabras. Su autoridad ponía de manifiesto que no era un hombre cualquiera. El contenido de su Mensaje sintonizaba directamente con el corazón de quienes le escuchaban. Jesús llega a cada persona, y hasta los guardias se asombraban de sus Palabras, hasta el punto que manifiestan no haber oído jamás a nadie hablar de esa forma.

Sin embargo, los sumos sacerdotes y fariseos reprenden a los guardias por no haberlo traído a su presencia y por dejarse embaucar por las Palabras de Jesús. Ellos, sumos sacerdotes y fariseos, son los únicos valedores para interpretar la Ley. Los ignorantes, de lo que tachan a todos los que se dejan impactar y asombrar por Jesús, no entienden la Ley y son unos malditos.

No es cosa de ayer, sino que también ocurre hoy, y ahora, y en este momento. Muchos que no conocen la verdad, como aquellos sumos sacerdotes y fariseos, se atreven a juzgarla. Y es que sin no conoces la verdad no puedes juzgar lo que crees mentiras de otros. Interpretamos la Escritura desde nuestra propia incapacidad y limitación, y, sin conocerla, la juzgamos y sentenciamos. Quizás convenga, como Nicodemo, escuchar a Jesús y, abriéndonos a su Palabra, discernir a la Luz de su Espíritu, la Verdad de su origen Divino.

Pidamos esa Gracia en el Espíritu Santo, para, llenos de su Sabiduría, dar verdadera respuesta al Mensaje de Jesús.

viernes, 11 de marzo de 2016

JESÚS SABE DEL RIESGO DE LA VIDA



(Jn 7,1-2.10.14.25-30)

Jesús ha sufrido el riesgo de ser perseguido. Su claridad de palabra ha puesto en más de una ocasión en peligro su vida. Comprende, pues, a quienes lo hacen hoy también. La vida de un creyente está en peligro cuando proclama la Palabra de Dios. Es lógico que experimente lo mismo que su Maestro.

A veces nadie se atreve a hacerte daño físico, pero siempre, en cualquier lugar, corres el riesgo de caer mal y ganarte la antipatía de muchos. Muchos que, como los fariseos, sacerdotes y judíos del tiempo de Jesús, les molestaba esa Palabra de Dios que les descubría sus dobles intenciones y ocultas mentiras, que escondían bajo las apariencias hipocresías de sus vidas.

Muchos se jactan de conocer a Jesús, sus humildes orígenes históricos de Nazaret, pero ignoran quien lo ha enviado. Y Jesús proclama: «Me conocéis a mí y sabéis de dónde soy. Pero yo no he venido por mi cuenta; sino que me envió el que es veraz; pero vosotros no le conocéis. Yo le conozco, porque vengo de Él y Él es el que me ha enviado». 

Jesús se hace hombre, y como cualquier hombre tiene sus padres. Pero su historia, anunciadas por los ángeles enviados por Dios, ha sido concebida por el Espíritu Santo, y, a María, su Madre, notificado su alumbramiento nacido del Espíritu. Jesús no es un hombre cualquiera, es el Hijo de Dios, enviado por el Padre, para anunciar a todos los hombres la locura de Amor del Padre y el rescate de la Salvación Eterna que paga con su Vida.

Y al Padre nadie le conoce. Sólo Jesús sabe quién es, porque viene enviado por Él. Y lo que sabemos del Padre lo sabemos por Jesús, el Hijo, que nos lo ha revelado y configura su Rostro. Por lo tanto, pidamos al Espíritu de Dios que nos dé la sabiduría de creer en la Palabra de Jesús, porque su Palabra es Palabra de Vida Eterna.

jueves, 10 de marzo de 2016

CONVIENE QUE SEAN OTROS LOS QUE DESCUBRAN MI TESTIMONIO

(Jn 5,31-47)

Es mala señal hablar en presente de mi persona:  ... porque yo... porque yo... y vuelta a lo mismo. Porque el sentido común y la lógica nos dice que nadie habla mal de sí mismo. Siempre, incluso cuando descubre sus defectos y pecados, una justificación o deseo de enmendarlos disculpándolos. Quizás sea esa una de las razones principales para que confesemos nuestros pecados ante un sacerdote.

No te es válido tu testimonio cuando te juzgan, por las mismas razones que hemos aducidos anteriormente. Tienes, para demostrar tu inocencia o culpabilidad, que haber testigos oculares y presentes que atestigüen eso por lo que se te pone de ejemplo o se te acusa. 

Y así lo dice Jesús en el Evangelio de hoy: En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: «Si yo diera testimonio de mí mismo, mi testimonio no sería válido». Tres son los testimonios que el Señor presentan ante nosotros: a) El testimonio de Juan el Bautista; b) El testimonio del Padre —que se manifiesta en los milagros obrados por Él— y, finalmente, c) El testimonio de las Escrituras. 

Sin embargo, muchos no hemos creído en Él y le rechazamos. Y muchos incluso no respetan ni la libertad de otros de creer en Él y les persiguen con amenazas de muerte. Y brilla en ellos la ausencia del amor a Dios, que les inclina a hacer lo que les parece de acuerdo con sus intereses y egoísmos, que presupone una total ausencia de rectitud de intenciones, y a interpretar las escrituras interesadamente.

Al parecer Moisés es sólo un recuerdo con el que se cumple, pero no se vive ni se hace lo que él dice:
 «Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viene en su propio nombre, a ése le recibiréis. ¿Cómo podéis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros, y no buscáis la gloria que viene del único Dios? No penséis que os voy a acusar yo delante del Padre. Vuestro acusador es Moisés, en quién habéis puesto vuestra esperanza. Porque, si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque él escribió de mí. Pero, si no creéis en sus escritos, ¿cómo vais a creer en mis palabras?».  

De esta manera estarán siempre de espaldas al Señor porque falta lo principal: humildad que nos dispone a estar en una actitud de escucha y abierta conversión. La semilla no basta con plantarla, se necesita tierra buena. No nos vale cualquier tierra. Y, hallada la tierra, se hace necesario cultivarla y bien regarla, abonarla y cuidarla de los malos brotes, los abrojos y cizaña.

Necesitamos abrirnos a la Gracia, escuchar la Palabra, acoger la fe y cultivar nuestra alma para, purificada y bendecida por la Gracia de Dios, ir a su encuentro por medio de Hijo, nuestro Señor Jesús que nos la revela.