miércoles, 2 de marzo de 2016

LA TENTACIÓN DE SEGUIR MIS IMPULSOS

(Mt 5,17-19)

Sucede que, en muchas ocasiones, nos vemos tentados a seguir las indicaciones que creemos más lógicas y de sentido común. Nos parece a nosotros que hay algunas cosas que no comprendemos y, por tanto, no vemos ni encajamos en el limitado entendimiento que nosotros tenemos. Se nos hace difícil comprender muchas señales y mandatos que Dios nos indica.

Un Dios, el nuestro, que no se queda con los brazos cruzados esperando nuestra reacción, sino que nos busca y sale a nuestro encuentro. El Dios de los judíos, también nuestro Dios, es un Dios Padre, que se preocupa por sus hijos, los busca y sale a su encuentro. 

No hay ningún Dios como Él. En las otras religiones, es el hombre quien busca la trascendencia, el más allá y la eternidad. Pero nuestro Padre Dios, además de revelársenos como un Padre Bueno y Misericordioso, nos busca, viene a nuestro encuentro porque está empeñado en salvarnos. No quiere nuestra perdición y envía a su Hijo, nuestro Señor Jesús, para que, incluso dando su Vida por nosotros, nos redima y  dé la oportunidad de salvarnos. ¿Se puede encontrar otro Dios Misericordioso como este?

Quizás, por nuestros pecados y ceguera, oponemos resistencias a muchas cosas que no entendemos faltando a la docilidad en la Palabra y la fe en el Señor. Nuestro Padre Dios no se puede contradecir, porque de hacerlo, dejaría de ser Dios. Y nuestro Señor Jesús no puede venir a contradecir o quitar lo que el Padre ha puesto antes. Sería contradictorio. Yo y el Padre somos uno (Jn 10, 30).

Luego, es posible que algunas cosas se nos puedan atragantar o no comprender, sobre todo del Antiguo Testamento, pero en Jesús todo queda explicado, renovado, actualizado y bajo la Ley. Y todo debe ser tenido en cuenta y cumplido: Por tanto, el que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos; en cambio, el que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos. 

Pidamos al Señor la Gracia de poner atención a la Palabra del Señor y ser dócil y fiel a su Palabra.

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