miércoles, 23 de marzo de 2016

LA VERDAD SE ESCONDE EN EL CORAZÓN



Podemos mentir y escondernos. Todos alguna vez en nuestra vida lo hemos hecho. No en vano somos pecadores, y pecador significa eso, haber mentido o escondido algo que hemos hecho mal, y que pensamos que no debíamos haberlo hecho. Pero la mayor mentira sería creernos que podemos escondernos de Dios.

Nuestra verdad está escondida en nuestro corazón. Y eso nadie la puede ver, excepto Dios. A veces ni nosotros mismos, de modo que podemos engañar y aparentar que hacemos una cosa, pero tenemos otra intención y otra cosa que hacer. Sin embargo, en nuestro corazón está escrita la verdad, aunque tratemos de borrarla y poner otra. El corazón nos descubrirá al final y dejará ver nuestra más profunda intención. Nos mostrará tal y como somos.

A Dios no lo podemos engañar, y Él sabrá que se esconde dentro de lo más profundo de nuestro corazón. Alejarnos de su compañía y amor es decidir suicidarnos, porque darle la espalda y quedarnos solos es invitar a Satanás a que ocupe su lugar y, aparentando fantasías y engaños, seducirnos con una felicidad falsa, hueca y vacía que nos llevará a la perdición. La experiencia, nuestra propia experiencia nos lo demuestra.

Cerrar nuestros oídos y nuestro corazón es perder la oportunidad de escucharle y dejarle habitar en lo más profundo de nuestro ser, el corazón, para que nos transforme y nos ilumine fortaleciéndonos en la fe. Prestarle atención y aceptar su invitación Pascual a la Santa Cena, el Pan Eucarístico, que lo tenemos en la celebración Eucarística de cada día o semanal, es la gran oportunidad que no debemos desaprovechar ni tampoco perder. 

Creernos capaces de esconder nuestra intención y dirigir nuestro camino según nos interese es el error y el mayor disparate que podamos cometer en nuestra vida. La Omnisciencia de Dios nos desnuda y descubre nuestra mentira. Seríamos tan tontos y ciegos hasta el punto de tirar el gran tesoro de nuestra vida y salvación por unas monedas. Porque eso fue lo que hizo Judas, vender su vida por un tesoro caduco que se consume.

Pidamos al Señor la sabiduría de saber estar presto a seguirle y permanecer a su lado; a escucharle y estar vigilantes a sus señales e indicaciones, y a no escondernos inutilmente a su mirada Omnisciente, que nos ve en todas partes y sabe lo que vive en nuestro corazón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.

Tu comentario se hace importante y necesario.