lunes, 7 de marzo de 2016

PEDIMOS SEÑALES Y PRODIGIOS

(Jn 4,43-54)

Es lo exigido por nuestros sentidos y por nuestra razón. Si no veo, no creo. Ya lo experimentó Tomas, para luego proclamar: "Señor mío y Dios mío". Eso es lo verdaderamente importante, concluir en esa afirmación: "Señor mío y Dios mío". Lo demás es transitorio y camino cuando se termina en el verdadero Camino, Verdad y Vida.

Lo más relevante del Evangelio de hoy es lo último. Al menos yo lo veo e interpreto así: Creyó el hombre en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino. Cuando bajaba, le salieron al encuentro sus siervos, y le dijeron que su hijo vivía. El les preguntó entonces la hora en que se había sentido mejor. Ellos le dijeron: «Ayer a la hora séptima le dejó la fiebre». El padre comprobó que era la misma hora en que le había dicho Jesús: «Tu hijo vive», y creyó él y toda su familia. Esta nueva señal, la segunda, la realizó Jesús cuando volvió de Judea a Galilea. 

Nuestra condición pecadora, que limita nuestra razón, nos exige comprobar la Palabra. Le ocurrió a Zacarías, que quedó mudo un tiempo. Sin embargo, María, la Madre, se fió de la Palabra de Dios: Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra. Y el ángel se fue de su presencia.(Lc 1, 38). 

Y lo mismo ocurre con aquel funcionario real, que, oyendo que Jesús había venido de Judea a Galilea, va a su encuentro y le ruega que cure a su hijo porque se va a morir. Jesús nos recuerda nuestra falta de fe al decirnos: «Si no veis señales y prodigios, no creéis». Más el funcionario le dice «Señor, baja antes que se muera mi hijo». Jesús le dice: «Vete, que tu hijo vive».

Una vez más la Misericordia de Dios se hace patente en la obra de su Hijo Jesús. Ante el interés de recuperar la vida ante la amenaza de la muerte, el hombre, hoy en boca de este funcionario real, sólo piensa en la vida de su hijo. Y le ruega a Jesús que lo haga. Esta acción descubre que piensa que Jesús tiene poder para hacerlo, pues ha oído hablar de sus milagros y sus obras.

Pero, ¿podemos preguntarnos qué hubiese ocurrido si Jesús no responde a su petición o interés? ¿Podemos imaginar nuestra reacción si Jesús piensa respondernos de otra forma, y no con la sanación? Posiblemente tengamos experiencia en otros o propias de eso y nos hayamos alejado o enfriado nuestra relación con el Señor. Eso que decimos todos los días en el Padre nuestro: ..."hágase tu Voluntad en la tierra como en el Cielo"... no parece corresponderse con la realidad.

Pidamos que, por la Gracia y Misericordia del Señor, seamos dóciles y fieles a su Palabra, porque, según la promesa del Señor, estamos salvados, y eso es lo que importa. No entender como el Señor de qué forma lo hará. Amén.

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