jueves, 7 de abril de 2016

CON LA MIRADA HACIA ABAJO



Todo lo que encontremos con la mirada hacia abajo será bueno o malo, pero de cualquier forma será caduco y, por lo tanto, no nos llenará plenamente porque desaparecerá de nuestra vista y también de nuestra vida. ¿Por qué entonces mirar hacia abajo? Levantar la mirada y aspirar a las cosas de arriba es atesorar tesoros eternos, porque allí, en lo alto, no hay polilla ni herrumbre que los consuma, ni ladrones que perforen y roben  Allí donde esté tu tesoro, estará también tu corazón (Mt 6, 19-21).

Necesitamos levantar la mirada y mirar hacia arriba, porque sólo quien viene del cielo nos puede dar aquello que deseamos ardientemente, la Vida y Felicidad Eterna: El que viene de arriba está por encima de todos: el que es de la tierra, es de la tierra y habla de la tierra. El que viene del cielo, da testimonio de lo que ha visto y oído, y su testimonio nadie lo acepta. El que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz. 

Hablar el lenguaje de la tierra es hablar un lenguaje caduco, pobre, sin esperanza y de muerte. Porque nuestro destino no es de aquí abajo sino de arriba. En la Cruz, Jesús nos ha levantado la mirada y nos ha dado la Vida Eterna, pero para eso tendremos que, también nosotros, levantar nuestra mirada y aceptar su Testimonio certificando que Dios es veraz.


(Jn 3,31-36)

Aceptar la Palabra de Dios es levantar nuestra mirada y edificar nuestra esperanza sobre la Roca de la Sabiduría y el Amor del Padre, que, en su Hijo, nuestro Señor, nos fortalece y nos provee de todo lo necesario para nuestra salvación. Que a veces no comprendemos, porque nos cuesta esfuerzo y sacrificio, pero que es lo verdaderamente necesario para nuestro bien.

El Padre ama al Hijo y ha puesto todo en su mano. El que cree en el Hijo tiene vida eterna; el que rehúsa creer en el Hijo, no verá la vida, sino que la cólera de Dios permanece sobre él.

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