sábado, 28 de mayo de 2016

¿CON QUÉ AUTORIDAD HACES ESTO?

(Mc 11,27-33)

Ocurre con mucha frecuencia que opinamos y hasta criticamos sobre actitudes y obras de otros sin saber ni conocer bien claro los hechos. Y, es más, nuestra opinión está mediatizada por los miedos, intereses y egoísmos que nos someten y dominan. Así, nos atrevemos a interpelar y acusar a otros sin razones ni sentido común que lo justifique y donde apoyarse.

La demagogia está muy de moda. La ha estado siempre, porque ha sido un arma que el hombre ha usado para evadirse y eludir el problema y salirse por la tangente. Cuando el hombre ha querido esconder su verdad, y sobre todo, la Verdad, miente escondido en la demagogia. Podemos atrevernos a decir que, el arma más poderosa que tienen los políticos, los negociadores sociales y económicos, y todos aquellos que buscan sus objetivos por encima del bien y del mal es la demagogia.

De esta forma, el mundo experimenta el sufrimiento y el dolor en los más desvalidos, ignorantes, marginados y excluidos, porque ellos son el despojo y la salida que usan los más poderosos para tapar y justificar sus intereses y egoísmos. Es evidente que cuando llevas en la manga otra carta escondida, juegas con ventaja. Y esa ventaja la utilizas para distorsionar la realidad y disfrazar la mentira de verdad. Te autoengañas hasta el punto que te vuelves ciego.

Aquellos sumos sacerdotes, escribas y ancianos escondían sus malas intenciones, que no eran otras que acabar con Jesús. Haciendo ver que sus razones tienen fundamento y escondidos en la mentira, apariencia, le preguntan: «¿Con qué autoridad haces esto?, o ¿quién te ha dado tal autoridad para hacerlo?» No buscan su respuesta, sólo persiguen acabar con Él. Y así no podemos acercarnos al Señor, y menos hablar, orar, con Él. Porque la oración descubre la fe, pues el estar orando es ya un acto de fe.

Caen en su propia trampa, porque desconocen con quien están hablando. Y la respuesta que reciben les deja sin respuesta, valga la redundancia.  Porque les descubre su propia y mal intencionada mentira. No pueden responder porque están presos de su propia mentira y el medio les somete. Quizás algo parecido nos puede estar también ocurriendo a nosotros. Pidamos para que no sea así y el Señor aumente nuestra fe.

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