domingo, 31 de julio de 2016

EN BUSCA DEL GOZO Y LA PAZ

(Lc 12,13-21)

No cabe duda que detrás de una buena comida, una buena siesta hay cierto gozo y satisfacción. Pues, el cuerpo necesita también alimentarse y reponerse. Pero, lo cierto es que detrás de una vida cargada de satisfacciones, placeres, lujo, comodidades, viajes de placer y descanso y toda clase de gustos que puedas darte no encuentras el gozo y la paz que tú yo deseamos.

Ocurre que quienes lo buscan y aspiran a ello, quizás siguen pensando que eso es lo que desean, pero cuando tienen la oportunidad de experimentarlo empiezan a descubrir que detrás de todo eso no se encuentra lo que se espera. La primera experiencia es que todas esas cosas son caducas y pasan, y todo aquello que pasa no termina por dejarnos bien. Sí, es posible que pases un buen rato, pero acabado los efectos del placer, todo viene al mismo sitio. Y nos encontramos igual.

Experimentamos, eso sí, que cada día somos más dependientes y necesitamos esas cosas. Luego vamos detrás del dinero, del poder y de todo aquello que nos las puedan dar. Sin darnos cuenta nos esclavizamos y ya no somos nosotros sino que esas apetencias y satisfacciones nos someten y dirigen nuestras vidas. Es lo que le ocurrió a ese hombre del que nos habla hoy el Evangelio: 
«Los campos de cierto hombre rico dieron mucho fruto; y pensaba entre sí, diciendo: ‘¿Qué haré, pues no tengo donde reunir mi cosecha?’. Y dijo: ‘Voy a hacer esto: Voy a demoler mis graneros, edificaré otros más grandes y reuniré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años. Descansa, come, bebe, banquetea’. Pero Dios le dijo: ‘¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán?’. Así es el que atesora riquezas para sí, y no se enriquece en orden a Dios».

No creo que haga falta mucho más comentario, porque la cuestión queda muy clara. Al final lo que importa es buscar la verdad, lo que vale y dura, y lo que realmente nos da gozo y felicidad eterna. Es lo que Jesús nos viene, enviado por el Padre, a ofrecernos. Cerrar nuestros oídos y ojos a la Buena Noticia que Jesús nos proclama es tirar nuestra vida por la ventana.

sábado, 30 de julio de 2016

EL PRECIO DE LA VERDAD

 (Mt 14,1-12)

La verdad tiene su precio, y a veces es tal alto que se paga con la vida. Eso fue lo que le ocurrió a Juan Bautista al denunciar el concubinato que cometía Herodes al vivir con Herodías, la mujer de su hermano Filipo. Y eso ocurre también hoy cuando la verdad molesta e interpela a aquellos que la disimulan viviendo en la mentira.

La cuestión es que, como Juan, estemos dispuestos a defenderla hasta pagar con el precio de la muerte. Eso fue lo que hizo Juan, y también lo que hizo Jesús, nuestro Señor, el Mesías enviado, entregar su Vida a cambio de la nuestra para, de esa forma, rescatarnos del pecado y ofrecernos la salvación. Y será también lo que tendremos que hacer nosotros en uso de nuestra libertad si queremos responder a esa llamada de salvación que Jesús, el Mesías, nos trae.

Se trata de vivir en libertad y en verdad, porque, precisamente, la verdad es la que nos hace libres. Por lo tanto, en la medida que vivamos proclamando la verdad con nuestra vida, también iremos viviendo en libertad. Ser libre no es otra cosa que decir la verdad. Y eso no es fácil, nos cuesta. Nuestra humanidad débil y, por tanto, pecadora nos lo pone difícil. 

Porque verdad no consiste sólo en hablar y decir la verdad, sino también actuar y vivir con sinceridad, con honradez, justicia y, por supuesto, valga la redundancia, verdad. Pidamos esa valentía y esa voluntad con la que vivió Juan Bautista para que, fortalecidos en el Espíritu Santo, defendamos, incluso por delante de nuestra propia vida, siempre la verdad y la proclamemos con nuestra vida.

viernes, 29 de julio de 2016

FUNDAMENTO DE NUESTRA FE



La Resurrección es el fundamente de nuestra fe. Sin esa promesa y esperanza, nuestra fe no tendría consistencias ni sentido. Hoy, Jesús, Nos deja muy claro esa buena Noticia de Salvación: "Yo soy la Resurrección y la Vida: el que cree en Mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en Mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto? Ella le contestó: "Sí, Señor,, yo creo que Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo".

Y de esa manera, Jesús, nos interpela por nuestra fe. Sabe de nuestras debilidades y nuestras flaquezas y para reforzar y apuntalar nuestra fe nos lo demuestra con la Resurrección de su amigo Lázaro. Quiere y desea que nos demos cuenta que sólo Dios tiene poder para dar la vida y con esa intención devuelve la vida a Lázaro.

Y nosotros, los de esta época gozamos de más privilegios todavía. Porque tenemos muchos más testimonios y milagros de Jesús que nos cuentan sus apóstoles y lo continua la Iglesia. Pero, sobre todo, está el más importante y fundamento de nuestra fe. "Su propia Resurrección", que nos da todo el crédito necesario para creer en Él. Porque todo se ha cumplido en Jesús hasta llegar a su propia Resurrección. Nada ha fallado y todo lo profetizado ha tenido debido cumplimiento. Por lo tanto, se puede creer y fiar de quien en Él se ha cumplido todo.

Por el contrario, tenemos la barrera del tiempo en su distancia, que nos aleja siglo de los hechos ocurrido, y nos invita a pensar que todo ha sido cuentos y sueños. Igual sucedió en muchos de sus contemporáneos que recelaron y fueron incrédulos de sus Obras y Palabras.

Pidamos tener nosotros esa confianza que se manifiesta en Marta y María, que creyeron y depositaron en Jesús, y, como ellas, abandonémonos en sus Manos, confiados que volveremos a la vida para gozar junto a Padre eternamente.

jueves, 28 de julio de 2016

EL MOMENTO DE LA CRIBA

(Mt 13,47-53)

La pregunta de nuestra vida es: ¿Dónde estaré en el momento último de mi vida? Estaré entre los elegidos por Dios o entre los desechados? Porque hoy la Palabra de Jesús nos lo deja muy claro: «También es semejante el Reino de los Cielos a una red que se echa en el mar y recoge peces de todas clases; y cuando está llena, la sacan a la orilla, se sientan, y recogen en cestos los buenos y tiran los malos. Así sucederá al fin del mundo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de entre los justos y los echarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Habéis entendido todo esto?»

De lo que deducimos claramente que el Infierno existe y puede que nos esté esperando según decidamos nosotros elegir uno u otro camino. Y que habrá elección entre buenos y malos. Lo que deja claro también que hay una moral y una conducta que si es contraria a la Voluntad de Dios será mala y nos condenará a ser apartado y elegidos como de los malos. Supongo que difícilmente se podrá decir más claro. El Señor ha disipado todas nuestras dudas y lo ha dejado claro y alcance de todos.

También nos pone otro ejemplo que nos invita a limpiar nuestra vida desechando todo lo que constituye al hombre viejo, para convertirlo en hombre nuevo. Y nos lo dice así: «Así, todo escriba que se ha hecho discípulo del Reino de los Cielos es semejante al dueño de una casa que saca de sus arcas lo nuevo y lo viejo».

Y es que cuando experimentamos el encuentro con el Señor, lo primero que hacemos es organizar nuestra vida y ponerla en orden poco a poco. Entonces vamos apartando todo lo viejo, lo caduco, lo que se queda en este mundo, para poner en el primer plano de nuestra vida lo nuevo, lo que perdura y tiene valor infinito en el Cielo. Las obras que derivan del fruto del amor.

miércoles, 27 de julio de 2016

EL HALLAZGO DE UN TESORO

(Mt 13,44-46)

No se encuentra un tesoro todos los días, y cuando tienes la suerte de encontrarlo, lo lógico es celebrarlo. Pero, aquí no hablamos ni se trata de un tesoro cualquiera, se trata de ese Tesoro que todos buscamos y queremos, aunque muchos lo hagan inconscientemente. Me refiero al Tesoro de la Vida Eterna. Ese Tesoro que todos tenemos plantado en nuestro corazón y que desde que tenemos uso de razón empezamos a buscarlo.

No cabe ninguna duda que la vida es el don más preciado que tenemos. Debemos de dar gracias a Dios cada día al levantarnos, porque eso significa que estamos vivos y que podemos hacerlo. Pero también sabemos que esa vida se termina, y desearíamos que no fuese así. Ese deseo que experimentamos en lo más profundo de nuestro corazón es la huella de Dios que nos interpela y nos dice que estamos llamados a la Vida Eterna. Ese es el único y verdadero Tesoro que interesa descubrir y creer.

No es una quimera porque es lo que sentimos y queremos. Pero, principalmente es lo que Jesucristo, el Hijo de Dios, nos ha prometido y nos lo ha demostrado con su Resurrección. Él ha Resucitado y nos ha dado la prueba verdadera de que puede hacerlo. Y nos ha dicho que volverá para que los que hayamos muerto  y creamos, Resucitemos con y en Él. ¿Te parece eso un gran Tesoro?

Y cuando descubrimos esa promesa y verdad, y experimentamos la Grandeza de Dios en nosotros en y por la acción del Espíritu Santo, no es de extrañar que empecemos a vender todo lo que tenemos para adquirir ese Inmenso y Gran Tesoro que es el Reino de Dios. Porque todo lo demás queda descubierto como basura y nimiedades que no puede compararse con el Reino de Dios. 

Danos, Señor, la capacidad de discernir y de distinguir el verdadero Tesoro que se esconde en tus Palabras y Promesas. Danos la sabiduría de saber, valga la redundancia, dónde buscarlo y, encontrado, supeditar todo a Él.

martes, 26 de julio de 2016

EL DIABLO ESTÁ AL ACECHO


(Mt 13,36-43)

Hay muchas personas que niegan la existencia del diablo y ponen en su lugar las inclinaciones hacia el mal de nuestra naturaleza pecadora. Supongo que el Señor nos aclararía eso y no dejaría que nos confundiésemos, pues es Él quien precisamente lo nombra bastantes veces en su Vida.

Precisamente, hoy, en el Evangelio, Jesús nos pone a prueba contra el acecho y poder del demonio. El Príncipe del mundo, el campo donde viven las buenas semillas, nos acecha para no dejarnos crecer en la bondad sino llevarnos al mal y que a la hora de la ciega seamos arrastrado al horno de fuego. Es decir, condenados y privados eternamente de la presencia de Dios.

El diablo es el sembrador de la cizaña, de la mala semilla, que arrastra al mal y siembra campos de muerte. Su campo de operaciones es el mundo, donde reina a sus anchas y tiene todo su poder. Sus tentaciones son difíciles de rechazar porque el hombre está contaminado y es débil. Por eso necesitamos la Vida de la Gracia. Sin ella quedaríamos a merced del poder del demonio.

Para mantenernos fieles y perseverantes en este campo del mundo donde, junto con las buenas semillas hay también cizañas, necesitamos estar muy unidos al Señor y en Manos del Espíritu Santo. Así seremos fuertes e invencibles. Cristo y yo mayoría aplastante. 

Y esa es la necesidad que tenemos de estar unidos y apoyados, por los sacramentos, en la Iglesia. Para que el demonio, Príncipe del mal, no nos someta y nos aparte del buen camino. Pidamos esa Gracia al Señor y hagamos todo el esfuerzo de nuestra parte para estar siempre injertado en el Él.

lunes, 25 de julio de 2016

SIN CRUZ SE DESDIBUJA LA RUTA DEL CAMINO

(Mt 20,20-28)

La Cruz, nuestra propia Cruz sirve de brújula y orientación en el camino de nuestra vida. Ella, la Cruz, nos va marcando y afirmando el sentido y la ruta por donde debemos de ir dando pasos. Si desaparece la Cruz, nos quedamos en blanco, desorientados y perdidos.

La Cruz nos orienta, porque cuando la adversidad se hace presente se pone a prueba nuestra longanimidad y la prueba de nuestro amor. Porque sin Cruz el camino se vuelve cómodo, ancho y espacioso, y todo entra con facilidad. Es la puerta ancha de la que también nos hablará el Señor.

El amor se prueba en la adversidad. O dicho de otro modo, sin pruebas adversas que exijan sacrificios y renuncias difícilmente se descubrirá el verdadero amor. Porque en la abundancia, comodidad y buenos tiempos todo es favorable para amar, y eso invita al amor fácil, al amor interesado, al amor que practicamos todos sin excepciones. Sin embargo, a la hora de proponernos servir, todo cambia de color y el camino se vuelve cuesta y exige humildad, renuncia, sacrificio y dolor. Es la Cruz que hace su presencia y marca el verdadero camino de salvación.

Jesús los llamó y dijo: «Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos».

Y desde entonces esa es nuestra Cruz, el servicio y la entrega, de manera especial, a los más pobres y desfavorecidos. No es pequeña, sino grande nuestra Cruz, y no podemos cargarla nosotros solos. Lo haremos si vamos descansados y apoyados en el Señor. Porque Él así lo ha hecho y nos ha dado ejemplo. Jesús va por delante enseñándonos el camino y ayudándonos a recorrerlo.

domingo, 24 de julio de 2016

LA NECESIDAD DE INSISTIR

(Lc 11,1-13)

La insistencia esconde esperanza, porque el que insiste, aunque crea que poco o nada va a conseguir, descubre fe y esperanza que algo se consiga. Jesús nos lo dice hoy en el Evangelio: Pedid y Dios os dará, buscad y encontraréis, llamad a la puerta y se os abrirá. Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra y al que llama a la puerta, se le abre.

La enseñanza de Jesús a orar es sencilla y simple, y al alcance de todos. Son pocas palabras, pero que resumen la Voluntad de Dios: « Cuando oréis, decid: ‘Padre, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Danos cada día el pan que necesitamos. Perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos todos los que nos han ofendido. Y no nos expongas a la tentación’».

Santificar el Nombre del Señor, el Dios que nos salva por amor es lo propio y lo que procede. Y desear que venga su Reino a nosotros, porque lo que Él quiere para nosotros es la plena felicidad y gozo eterno, es lo que tenemos que pedir y buscar. Pero necesitamos que nos abra los ojos, porque nuestra humanidad pecadora nos ciega y nos somete. Estamos perdidos si no levantamos nuestra mirada a Dios, porque la felicidad que el mundo nos ofrece es mentira, está vacía y es hueca. Detrás no hay nada sino muerte.

¿Y cómo vamos a pedir perdón para nuestros pecados si nosotros no perdonamos a quienes nos ofenden? Es lógico y de sentido común que en la medida que nosotros seamos capaces de perdonar a quienes nos ofenden, también a nosotros nos perdone nuestro Padre Dios. Y, por supuesto, quien anda con y entre basuras, termina sucio y hecho una basura. Por eso, le pedimos, como nos enseña Jesús, a nuestro Padre Dios que no nos exponga a la tentación.

Nuesra forma de orar es tal y como vivimos. Oramos según vivimos, porque la oración es relación con el Padre, y esa relación conforma nuestra forma de vivir y actuar. Santificando al Padre, pidiéndole nuestras necesidades materiales y espirituales, perdonando como Él nos perdona y suplicándole que no nos exponga a las tentaciones.

sábado, 23 de julio de 2016

LA VERDADERA VID

Jn 15, 1-8

A veces nos preguntamos por qué tenemos que ir a misa, rezar y hasta comulgar. Nos parece más como una obligación y sometimiento. Nos parece, y así, a veces, lo interpretamos como privarnos de nuestra libertad. Sobre todo cuando no nos apetece o tenemos que obligarnos.

Sí, pretendemos, siguiendo nuestros impulsos, hacer lo que nos apetece y seguir la ley de nuestras propias inclinaciones naturales. Pensamos que eso es ser libre. 

Las Palabras de Jesús en el Evangelio de hoy nos sacan de dudas, y nos muestran el camino y la necesidad ineludible que tenemos de injertarnos en el Señor. Y es que sin Él no podemos dar un paso salvífico. Él es la Vid y su Padre el Viñador. Y nosotros los sarmientos, que necesitamos de la Vid para subsistir y llegar a dar frutos.

«Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto. Vosotros estáis ya limpios gracias a la Palabra que os he anunciado. Permaneced en mí, como yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. 

Por eso necesitamos estar y hablar con Él; por eso necesitamos visitarle, intimar, permanecer y vivir. Y, por eso, necesitamos alimentarnos de su Cuerpo y su Sangre, para no desfallecer y vencer al mundo. Sólo no podemos dar frutos, al menos frutos buenos y de Vida gozosa y Eterna. Necesitamos la Vida de la Gracia, para que nuestros frutos sean verdaderamente buenos. Y eso nos exigirá una lucha constante contra el mundo y sus tentaciones.

Permanecer en el Señor exige esfuerzo y lucha, pero, sobre todo, oración, presencia y fe. Oración constante, cada día, que acreciente nuestra amistad, fortaleza y presencia en nosotros. Presencia, a cada instante, que nos haga vivir y respirar a su ritmo y Voluntad. Y fe que derrama toda nuestra confianza y esperanza en su Palabra.

viernes, 22 de julio de 2016

JESÚS VIVE

(Jn 20,1-2.11-18)

Quizás esa sea la idea que no alimentamos no potenciamos lo suficiente: ¡¡Jesús Vive!! Y si Vive está entre nosotros. Porque, después de su encarnación no se ha ido y Vive entre nosotros. Cada vez que dos o más se reunen en su Nombre, Él, se hace presente en medio de nosotros. ¡¡Jesús Vive!!

Es la gran Noticia, la buena Noticia, porque por su Vida nosotros vivimos también. Jesús Resucita cada vez que tú tratas de buscarlo y de provocar un encuentro con Él. Quizás, como María Magdalena, lo tienes a tu espaldas, pero no lo adviertes porque tu corazón no lo busca. Jesús se aparece a sus amigos, a aquellos que creen en Él, le buscan, y a todos los que le esperan. 

Diría que nos pide permiso, nos ha hecho libre, para actuar por el Espíritu Santo en nuestros corazones. Necesita, pues, nuestro permiso. Es el Señor Resucitado, Glorioso y Triunfante que nos abre sus brazos y nos trae la Salvación, liberándonos de nuestros pecados.

Jesús Resucita para volver al Padre. Desde ahora no estará con nosotros como ante bajo la naturaleza humana. Nos acompañará un tiempo, cincuenta días, con frecuentes apariciones hasta que regresará al Padre. Llegará entonces la hora del Espíritu Santo, que se encargará de acompañarnos y asistirnos para irnos revelando, iluminando y enseñando todo lo que nos falta que saber y aprender.

¿Hemos descubierto al Señor? ¿Lo buscamos en nuestra vida y a nuestro derredor como hizo María Magdalena? ¿Estamos atentos a su Persona y a su Presencia? Son preguntas que nos hacemos y que esperan nuestras respuestas. Confiados en la acción del Espíritu Santo tratemos de responderlas, por el camino, con nuestras vidas.

jueves, 21 de julio de 2016

ABIERTOS AL ESPÍRITU DE DIOS

(Mt 13,10-17)

Sin darnos cuenta llenamos nuestro corazón de tesoros y ambiciones humanas. Cosas caducas que en principio nos prometen la felicidad, pero que luego nos deja vacíos. Creemos y pensamos que en ellas está nuestra felicidad, pero nos equivocamos. Ponemos todo nuestro esfuerzo en conseguirlas, pero una vez conseguidas descubrimos el engaño sufrido.

Sin duda, no tenemos oídos ni ojos para ver y escuchar otra cosa. Estamos imbuidos y sometidos a estas inclinaciones humanas que nos esclavizan, y nuestros corazones quedan endurecidos y ciegos hasta el punto de hacer oídos sordos a la Palabra de Dios. 

Jesús nos dice: «¡Pero dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen! Pues os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron».

Antes de su venida, muchos no tuvieron esa oportunidad, pero sí nosotros. Es verdad que nosotros no le hemos visto, pero le conocemos por su Palabra y porque la Iglesia nos la ha transmitido a través del colegio apostólico. Y por nuestra experiencia que, en la fe recibida en y por el Bautismo, experimentamos un deseo y un encuentro con el Señor que late dentro de nuestro corazón. Un deseo de felicidad que busca ese gozo eterno que se manifiesta y concreta en la Palabra del Señor que, por medio de los apóstoles, nos llega hoy viva y cercana.

Una Palabra y una fe transmitida a través de los sacramentos, sobre todo en la experiencia liberadora del perdón en el sacramento del perdón, y, sobre todo, en la presencia viva y real de Jesús en la Eucaristía. Demos gracias a Dios por estos privilegios y esta oportunidad del don de la fe y abramos nuestro espíritu a la acción del Espíritu Santo.

miércoles, 20 de julio de 2016

¿CÓMO ESTÁN TUS OÍDOS Y TU FE?

(Mt 13,1-9)

La Palabra no se ha escondido, sino que ha sido sembrada por todos los sitios y lugares. La Palabra se ha proclamado para todos, porque ha venido para proclamarse a todos. Por eso se deja caer en todos los lugares, incluso a la orilla del camino, pero también en el pedregal, donde no hay mucha tierra, y junto a los abrojos, donde se hace difícil crecer por la amenaza de los abrojos. Y también en tierra buena, donde dieron frutos.

Sólo una pregunta daría sentido a la escucha atenta de esta Palabra de Dios: ¿Cómo es tu tierra, y dónde se encuentra? ¿Cómo están tus oídos y tu fe? ¿En que actitud los predispone para oír esa Palabra proclamada que cae sembrada en tu corazón? ¿Acaso tu tierra está seca y en el camino?; ¿es mala?; ¿hay abrojos, o es tierra abonada y abierta a ser fecundada para dar frutos?

Dependerá de tu trabajo de labriego y de tu perseverancia y constancia para hacer que esa tierra tuya quede en buena disposición para que dé frutos. Dependerá de tus oídos y tu fe, para confiado al buen Sembrador, la semillas fructifiquen en la tierra de tu corazón. Todo está dicho y bastante claro, y ahora, el que tenga oídos que los abra y oiga.

Cada cual está llamado a trabajar su propia tierra. Esa tierra seca, árida, pedregosa, junto a abrojos o fértil. Dependerá de lo que se te haya entregado, pero tus esfuerzos por fructificar serán tenidos en cuenta en la medida de los talentos que se te han dado. De cualquier manera, la lucha con nuestra propia tierra está servida y esa marcará nuestro camino. 

Pero nunca olvides que no estás solo, porque ese Sembrador que ha dejado la semilla en tu corazón va a trabajar contigo para transformar tu tierra en la tierra que Él quiere y desea para recoger tus frutos. Confía y abre tus oídos y acrecienta tu fe. 

martes, 19 de julio de 2016

EL PARENTESCO CON JESÚS



Todos somos hijos de Dios, pero nuestro vínculo no es por la sangre, sino espiritualmente y en proporción a nuestra santidad. Es decir, en la medida que cumplamos su santa Voluntad. Por eso Jesús responde a las palabras de aquel que le anunciaba a su Madre y hermanos: « ¿Quién es mi madre y quienes son mis hermanos?». Y, extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: «Éstos son mi madre y mis hermanos. Pues todo el que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre».

En principio sorprende un poco, y parece como que Jesús se muestra indiferente a la presencia de su Madre. Pero lo que aprovecha Jesús para dejar claro es que su vínculo de parentesco está en relación a la santidad de cada persona con el esfuerzo y la inquietud por vivir y cumplir la Voluntad del Padre. Lo que nos une a nuestro Padre Dios es nuestra fe en Él y nuestro esfuerzo por vivir en su Palabra y Voluntad. Jesús lo deja claro.

Ahora, María es la excelencia de santidad y llena de Gracia, porque en ella se da esa premisa como ninguna. Es ella la Reina de todos los santos, porque su voluntad se entrega y se pone a disposición de la Voluntad del Padre. María, Madre de Dios y llena de Gracia. Espejo de santidad y modelo de cumplimiento en la Voluntad de Dios.

Por eso, lejos de estar indiferente y aparentar ignorar la presencia de María y sus hermanos, nombre dado en esa época y en la cultura judía a los parientes cercanos, Jesús lo que hace es ensalzar el nombre de María, su Madre, porque es ella la primera en cumplir la Voluntad de su Padre celestial.

Reflexionemos sobre las Palabras de Jesús y sobre la actitud de María, modelo y ejemplo que nos ilumina y nos guía para enseñarnos a vivir en la Voluntad del Señor.

lunes, 18 de julio de 2016

LA TENTACIÓN DE NUESTRA FE



Queremos creer, pero con el rabillo del ojo nos preguntamos muchas cosas que no entendemos ni que alcanza nuestra limitada cabeza. Sí, decimos que creemos, pero nos gustaría dar respuesta a muchos interrogantes que nos asedian y nos inquietan. Y pensamos que el diablo está lejos o que no puede con nosotros, pero, está más cerca de lo que pensamos. Trata de convencernos para que exijamos lo que él sabe que no podremos entender.

Es lo que les ocurre a aquellos escribas y fariseos, maestro de la ley. Hoy puede ser a nosotros. Habían oído y visto muchos milagros y señales que daban testimonio de la Divinidad de nuestro Señor Jesús, pero se empeñaban en una más, y no una cualquiera, sino una señal prodigiosa, que les dejara con la boca abierta y les convenciera. ¿Creen ustedes que para eso Jesús iba a venir y encarnarse en este mundo, nacer de la Virgen, tomar a José como padre adoptivo y sufrir su Pasión y muerte. Le hubiese bastado levantar el dedo y dejarnos a todos con la boca abierta.

Hiciera lo que hiciera Jesús, aquellos escribas y fariseos hubiesen querido más y más. Y al final para pedir que fuese aceptada su ley, sus intereses y principios. El problema está en que yo soy yo y quiero seguir siendo yo, y que tú no me cambies. Algo parecido ocurre hoy en nuestro mundo y circunstancias. Ahora mismo sucede en la política. Ninguno trata de buscar el bien y ceder sus intereses para que prevalezca el bien común, sobre todo para los más desfavorecidos.

¡Generación malvada y adúltera! Una señal pide, y no se le dará otra señal que la señal del profeta Jonás. Porque de la misma manera que Jonás estuvo en el vientre del cetáceo tres días y tres noches, así también el Hijo del hombre estará en el seno de la tierra tres días y tres noches. 

El fundamento de nuestra fe es la Resurrección del Señor. Todo se cumple en Jesús, y lo último lo más importante, su Resurrección. Jesús vive entre nosotros y camina con nosotros. No hay otro Dios como Jesús, que no sólo nos ilumina  y nos alumbra el camino, sino que hace el recorrido a nuestro lado. ¿Se puede pedir más?

domingo, 17 de julio de 2016

MARTA Y MARÍA

(Lc 10,38-42)

Las hojas reciben la vida a través de la savia que le suministra la raíz por medio del tallo. Desgajada de él moriría en poco tiempo. Necesitan la savia para sostenerse viva y dar frutos. De la misma manera, el creyente y seguidor de Jesús necesita estar injertado en Él, porque es Él la Vida y la Fuente que nos alimenta y nos sostiene.

Sí, es necesario tener obras, pero nunca desligadas de la Vida de la Gracia en el Señor. Diría que estar injertado en el Señor es sinónimo de bien obrar y de obras misericordiosas. La contemplación no es verdadera si ella misma te lleva a la concreción de transformar tu derredor en savia santificada que mana de la Vida de la Gracia. Por eso, respondiendo Jesús a Marta, le dice: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada».

Podemos cuidar el jardín de nuestra vida, abonarlo, limpiarlo y protegerlo de plagas, fuertes vientos y grandes tentaciones, pero sin agua no crecería ni maduraría nada. Es decir, sin la Vida de la Gracia terminaría por sucumbir a los peligros y pasiones de este mundo. Sí, claro, necesitamos obras, pero las obras son el resultado y la consecuencia del vivir injertado en el Señor. Porque una cosa lleva a la otra.

Faltaría a la verdad el que se esté con Jesús y no se tenga capacidad para amar. Sería imposible de entender. Algo no funciona, porque la compañía de Jesús nos lleva a derramar servicios y buenas obras en los más pobres y necesitados. Porque decirle sí a Jesús es decirle sí a aquellos que, carentes y necesitados, son hermanos nuestros en Xto. Jesús.

No habría otro camino a tomar. Escuchar a Jesús e injertarse en Él, tal como hizo María, la hermana de Lázaro, deriva en vivir en esa actitud amorosa y misericordiosa que encarna Marta, que descansa y se apoya en el Señor. 

sábado, 16 de julio de 2016

LA SOMBRA DE LA AMENAZA

(Mt 12,14-21)

Jesús sabe que lo persiguen. Experimenta que no es aceptado y su Mensaje es rechazado. Ellos no esperaban a ese Mesías. Sus idean mesiánicas son otras. Esperaban a un Mesías poderoso, fuerte, guerrero, y dispuesto a acabar con los invasores. Se habían quedado en el Antiguo Testamento.

Este Jesús no concuerda con sus ideas o planes. Ellos piensan de otra manera e interpreta el Plan de Dios de otra forma. Sin darse cuenta no escuchan sino siguen sus dictados y sus egoísmos y ambiciones. Están en contra de la actitud que presenta Jesús y quieren matarle. Y Jesús lo sabe. Así y todo trata prudentemente de esconderse, de no darle la oportunidad de realizar sus intenciones. Pero no abandona su Misión y continúa su Misión, cumplir la Voluntad del Padre.

Decide, pues, marcharse de allí: Le siguieron muchos y los curó a todos. Y les mandó enérgicamente que no le descubrieran; para que se cumpliera el oráculo del profeta Isaías: «He aquí mi Siervo, a quien elegí, mi Amado, en quien mi alma se complace. Pondré mi Espíritu sobre él, y anunciará el juicio a las naciones. No disputará ni gritará, ni oirá nadáe en las plazas su voz. La caña cascada no la quebrará, ni apagará la mecha humeante, hasta que lleve a la victoria el juicio: en su nombre pondrán las naciones su esperanza».

Jesús no se alarma, no se desespera. Conoce su Misión y para lo que el Padre lo ha enviado y la cumple en toda regla. Trata de no darle la oportunidad que otros buscan para quitarlo del medio y, firme y sin vacilar, continúa el camino para el que el Padre le ha enviado. ¿Estamos también nosotros en esa actitud?

Hoy las circunstancias no han cambiado mucho. El mundo va a la deriva. La muerte, con vestido de atentado terrorista, nos acecha en cada esquina para sorprendernos. Es el caos y el sin sentido. Y es que cuando se da la espalda a Dios se pierde el sentido y el rumbo de la vida. Pues, si te alejas de dios, servirás al demonio, Príncipe del mundo, y los criterios del mundo son de muerte.

Pongamos a Jesús en el centro de nuestra vida y sigamos sus pasos, pasos que nos conducen al verdadero Reino de Dios.

viernes, 15 de julio de 2016

NOS PARAMOS EN COSAS QUE SON SIMPLEMENTE COSAS

(Mt 12,1-8)

El hombre le da vuelta siempre a lo mismo. Se queda en lo superficial, en la norma, en la ley, en lo que no mancha ni tampoco importa. Porque las cosas nunca dejarán de ser cosas y están en función del hombre. Porque, la única criatura por la que Dios, por decirlo de alguna manera que nos ayude a comprenderlo, ha perdido la cabeza es el hombre. Y todo lo demás lo ha puesto a su servicio.

Es la vida del hombre la que importa, y es esa vida precisamente, por la que Dios entrega a su Hijo para, condenado a una muerte de Cruz, entregar su Vida por la remisión de nuestros pecados. Así, ante la Vida del hombre, todo lo demás: carne, sangre, animales, vegetales, tierra...etc., incluso el sábado y la ley, están a su servicio y disposición. Si bien, es verdad, que debe servirse de forma moderada, prudente y para su necesidad. Todo está para que, en función del hombre, sirva para utilidad de su vida.

Y es de sentido común que la vida es lo primero y que la vida busca el bien. No se vive para el mal, porque el hombre huye del mal. A nadie le gusta experimentar dolor y sufrir porque sí. El dolor tiene sentido cuando se padece por una causa justa. La verdad exige defenderla incluso con dolor y sufrimiento. Por lo tanto, no puede estar la vida y el bien sometida a la ley y normas impuesta por los hombres, porque primero siempre están la vida de los hombres. Todo, pues, debe estar en función del bien.

Jesús lo deja muy claro cuando nos dice: ‘Misericordia quiero y no sacrificio’, no condenaríais a los que no tienen culpa. Porque el Hijo del hombre es señor del sábado». El Señor está por encima de todo. Es el Señor, y Él es la Ley, la Vida y el Amor. Nos está diciendo que nada por encima de Él, y todas nuestras tradiciones, costumbres, apetencias, ideas o leyes deben estar sometidas al Señor. Porque sólo él es el Camino, la Verdad y la Vida. 

Por eso nos dice que quiere Misericordia y no sacrificios, es decir, nuestras miserias, nuestras pobrezas y nuestros pecados. Nuestra humildad y generosidad para, como Él y en Él, esforzarnos en ser misericordiosos como el Padre.

jueves, 14 de julio de 2016

SIN LUGAR A DUDAS, LA VIDA CANSA

(Mt 11,28-30)

No es la vida un camino fácil. Y para unos más que otros. Y eso nos sorprenden porque no entendemos como, mientras unos no lo tienen, al menos aparentemente, tan difícil, otros, se podría decir, se les hace casi imposible. Sí, rotundamente, la vida es un camino que se hace duro y cuesta arriba y en muchos momentos nos amenaza con el desfallecimiento y hasta la decisión de arriar bandera.

Jesús, el Señor, lo sabe. Pues nos conoce y sabe hasta donde llegan nuestras fuerzas. Tu fuerzas, porque sabe de cada uno en particular. Por eso, en el Evangelio de hoy nos dice: «Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera».

Y es que el yugo del Señor es llevadero y ligero. Claro, vivir en la actitud de nuestro Señor Jesús se hace duro y difícil, porque exige renuncia, paciencia, escucha, servicio, entrega, soportar y, sobre todo, amar. El amor contiene todo eso y el perdón necesita del amor para superar el esfuerzo de renunciar a tu vida y entregarla al servicio de los demás. Realmente es un buen yugo, que, a simple vista, no apetece y nos quita la libertad y esclaviza. Pero, sólo aparentemente, porque no es así.

Aun siendo duro, y eso nos indica y descubre que es verdadero amor, es suave y ligero, porque Jesús no se ha ido. Está con nosotros, y nos sostiene, nos conforta, nos fortalece y, en el Espíritu Santo, nos auxilia con sus dones, para hacernos el camino suave y llevadero. Los que así lo han seguido lo han experimentado, y lo experimentan en el día a día. Pasada la fatiga aparece el gozo y la satisfacción del deber cumplido, de la toma de conciencia de que has hecho lo que deberías haber hecho.

Y es que cuando descubres que has hecho lo que, rectamente y generosamente, has pensado que es bueno para esa persona en concreto, te invade una satisfacción y una paz que te dice, has amado como el Señor te ama a ti también. Y esa es la Voluntad del Señor. Realmente, su yugo es suave y ligero.

miércoles, 13 de julio de 2016

RODEADOS DE MISTERIOS


(Mt 11,25-27)

La vida está llena de misterios que el hombre anhela y quiere conocer. A lo largo del tiempo el hombre ha ido descubriendo posibilidades encerradas en la naturaleza que le han permitido avanzar técnicamente y mejorar sus formas de vida. Pero esos misterios, entre paréntesis, que el hombre va descubriendo y utilizando para su provecho y mejora no son comparados con los verdaderos misterios del origen de la naturaleza y la propia vida.

El hombre va encontrando respuestas a muchos interrogantes que componen la atmósfera y el sistema planetario; el hombre va avanzando en conocimientos científicos y en el descubrimiento del por qué de muchas enfermedades. Pero el hombre no llega a entender su propio misterio y el origen de la vida. El hombre no puede entender, si no le es revelado, el Poder de Dios.

Sin embargo, hay Uno, el que se llama a sí mismo el Hijo del Hombre, al que le ha sido revelado todo: En aquel tiempo, Jesús dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».

Muy poquitas palabras, pero llenas de profundidad y sabiduría que nos hacen descubrir la grandeza y el poder de nuestro Padre Dios. Y es que la capacidad humana está limitada y es incapaz de conocer el misterio de Dios, que se nos revela en su Hijos Jesús y a quien Él quiere revelarlo.

Necesitamos abajarnos y llenos de humildad abrirnos a la acción del Espíritu de Dios que nos ilumina y nos llena de esa sabiduría que sólo a los humildes le es dada. Y es que para ver la luz necesitamos salir de la oscuridad, de la cual no salimos por luz propia, sino por la que recibimos del Espíritu Santo recibido en el Bautismo.

martes, 12 de julio de 2016

¿QUÉ NOS OCURRE QUE NO REACCIONAMOS?

(Mt 11,20-24)

No entendemos que nos puede estar pasando. Lo cierto es que antes y ahora ha sucedido lo mismo. Mucha gente no responde ni reacciona a la llamada del Señor. Y la realidad es que, quizás sin saberlo, todos le buscamos, porque necesitamos encontrar la salvación. 

¿Quién no quiere vivir plenamente feliz y eternamente? Pues de eso se trata. Esa es la propuesta de Jesús, pero, ante la señalización del camino, todos nos resistimos a caminar por él. Encontramos la puerta muy estrecha y costoso renunciar a muchas apetencias y apegos. Nos es más cómodo la puerta ancha, sin tantos impedimentos ni renuncias, y por donde se pueden colar muchas satisfacciones y placeres.

Quizás sea eso lo que nos impide y nos hace resistir seguirle y responder a su Palabra. Al igual que Corozaín y Betsaida, hoy continúan otros pueblos resistiéndose a la llamada del Señor. Y pueblos donde se ha predicado el Evangelio y donde se ha vivido tradicionalmente el Mensaje evangélico. Ni que decir tiene que sus responsabilidades serán mayores que la de otros pueblos donde apenas han conocido al Señor.

Eso nos lo dice el mismo Jesús en el Evangelio de hoy: «¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo ha que en sayal y ceniza se habrían convertido. Por eso os digo que el día del Juicio habrá menos rigor para Tiro y Sidón que para vosotras. Y tú, Cafarnaúm, ¿hasta el cielo te vas a encumbrar? ¡Hasta el Hades te hundirás! Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que se han hecho en ti, aún subsistiría el día de hoy. Por eso os digo que el día del Juicio habrá menos rigor para la tierra de Sodoma que para ti». 

No está el horno para bollos, y tampoco es para tomárselo a broma. La Palabra del Señor nos señala y nos reprende, y siempre, mientras tengamos vida, estamos a tiempo de asumir nuestra responsabilidad, pues somos libres, para aceptar y vivir el Mensaje del Evangelio, que nos libera y nos salva. Es hora de ponernos en camino.

lunes, 11 de julio de 2016

ENFRENTAMIENTOS

(Mt 10,34--11,1)

La realidad es que el seguimiento a Jesús no nos deja indiferente y complica la atmósfera que nos rodea levantando enfrentamientos dentro incluso de nuestras propias familias. Su Palabra nos lo deja muy claro en el Evangelio de hoy: «No penséis que he venido a traer paz a la tierra. No he venido a traer paz, sino espada. Sí, he venido a enfrentar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; y enemigos de cada cual serán los que conviven con él». 

El Mensaje de Jesús provoca enfrentamientos en todos aquellos que no respetan la libertad religiosa o de fe de cada cual. Es verdad que nos gustaría que nuestros familiares pensara como nosotros, pero también es verdad que, desde la fe se nos sugiere ser respetuosos y dejar a los demás en libertad de decidir. Todo lo que no sea así no concuerda ni es coherente. 

La opción de la fe en quien tú creas es una opción libre, y de no serlo así sería falsa o impuesta. Y eso deja ya de ser y llamarse fe. Porque la fe exige libertad y capacidad para elegir. Y esa capacidad necesita coherencia y valentía, si bien también hay que ser prudente y evitar enfrentamientos. Pero nunca hasta el extremo de que me exijan o me quiten mi libertad. Así, Jesús nos continúa diciendo en el Evangelio de hoy: 
«El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. El que no toma su cruz y me sigue detrás no es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará. Quien a vosotros recibe, a mí me recibe, y quien me recibe a mí, recibe a Aquel que me ha enviado. Quien reciba a un profeta por ser profeta, recompensa de profeta recibirá, y quien reciba a un justo por ser justo, recompensa de justo recibirá. Y todo aquel que dé de beber tan sólo un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños, por ser discípulo, os aseguro que no perderá su recompensa».

No hay términos medios. Jesús es la opción principal y el centro de nuestra vida. Todo nuestro actuar irá enfocado ser dócil a la Voluntad del Señor, y todo lo demás estará en función de Él. Incluso familias, cruces, bienes y vida. Todo detrás del seguimiento a Jesús. Y somos conscientes que quizás no sea eso así en nuestras vidas, pero lo importante no es que nos descubramos así, sino que nos pongamos a caminar para ser así. 

Nuestra meta es la perfección; Ser perfectos como nuestro Padre celestial es perfecto (Mt 5, 48). Y todo lo que no sea esforzarnos en eso es equivocarnos y quedarnos en la mediocridad y a dos aguas.

domingo, 10 de julio de 2016

MÁS CLARO QUE EL AGUA TRANSPARENTE Y CRISTALINA

(Lc 10,25-37)

No haces la Voluntad de Dios porque reces muchos y hagas muchos actos de piedad. Indudablemente son necesarios, pero lo son para fortalecernos en practicar el amor con el prójimo. Para no dar un rodeo ante las circunstancias que la vida nos va presentando en referencia con los otros, sino para atenderles, escucharles, servirles y amarles. 

Esta es la Voluntad de Dios y hacernos el sordo y mirar para otro lado es llevar el nombre de cristianos y discípulos de Jesús, pero no serlo. Porque se trata de ser porque se hace, no ser porque se dice. En la parábola del samaritano, Jesús nos deja muy claro esa actitud que tenemos que tener frente al prójimo. No se trata de arreglar la vida de los demás, y menos la del mundo, sino de cumplir con lo que tenemos delante y podemos hacer.

El samaritano no hizo nada extraordinario ni heroico. Simplemente se encontró con un hombre necesitado y, parando y entregando un poco de su tiempo, le atendió. Y luego trató de dejarlo a salvo comprometiendo su tiempo y dinero y siguió su camino, pues tendría cosas que atender. La cuestión está en no mirar para otro lado cuando delante de nosotros tenemos necesidades de hermanos que sufren y carecen de medios. Se trata de plantearnos seriamente y honradamente qué podemos hacer. 

Y, amar es poner todo nuestro esfuerzo por realizar lo que podamos en solucionar el bien del o de los necesitados. Las únicas manifestaciones de amor que podemos hacer al Señor son los gestos y obras que hagamos con los demás. Sobre todo en aquellos necesitados y carentes de lo más elemental para vivir de manera digna. Y eso exige un cambio de actitud en nuestra manera de vivir y de comportarnos. Un cambio de actitud ante los desafíos de la vida en la sociedad y comunidad donde vivimos y un cambio estructural de la forma de hacer vida la Palaba de Dios en nuestras vidas.

La enseñanza del buen samaritano nos indica cómo tenemos que responder a las situaciones y necesidades que la vida nos va presentando en el mundo en que vivimos. No podemos estar ni quedarnos tranquilos cuando otros sufren y lo pasan mal. Sería bueno revisarnos y ver si en mí se está produciendo ese cambio estructural de actitud ante los desafíos que mi vida me presenta.

sábado, 9 de julio de 2016

VERDAD Y VIDA VAN JUNTAS

(Mt 10,24-33)

Vivimos, al menos los que creemos en el Señor Jesús, con la esperanza de que todo saldrá a la luz algún día. La verdad será conocida, porque su esencia y su finalidad es para que se conozca. El hombre busca la Verdad, pues la ama, aunque se sienta inclinado a mentir y falsear en muchos momentos de su vida.

La verdad emergerá y será conocida por todos. Es la Verdad la que hará al hombre libre. Por lo tanto, triunfará sobre la mentira. Porque vivir en la mentira esclaviza y conduce a la perdición. El hombre está llamado a buscar y vivir en la Verdad, y transmitirla, porque la Verdad hace mejor a los hombres, y, por supuesto, al mundo.

Dar y transmitir la Verdad es ponernos al lado de Xto., y defenderlo ante aquellos que tratan de rechazarlo y denigrarlo. Experimentamos gozo al escuchar su Palabra, que nos dice: Por todo aquel que se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos; pero a quien me niegue ante los hombres, le negaré yo también ante mi Padre que está en los cielos.

No tengamos miedo al y por defender la Verdad, porque defenderla es signo de que Dios está con nosotros. Y más a aquellos que nos amenazan con matar el cuerpo, pero que no pueden hacer nada con el alma. Tengamos miedo y mucho cuidado al que puede destruir con el fuego alma y cuerpo. Es ahí donde está el peligro.

De cualquier forma no estamos solos. Es un gozo y alegría que nos llena de esperanza sabernos acompañados por Jesús, el Camino, la Verdad y la Vida.

viernes, 8 de julio de 2016

UN CAMINO MARCADO POR LA CRUZ

(Mt 10,16-23)

Indudablemente no dan ganas de recorrer este camino. Es un camino de cruces y de contra tiempos. ¿Quién sabiéndolo de antemano se ofrece para recorrerlo? Sin embargo, hay voluntarios dispuestos a hacerlo, y aunque el mundo parece que invita a otro tipo de camino, los cristianos, firmes en el Señor, continúan la marcha a pesar de las dificultades y obstáculos que se presentan .

Jesús, lo primero que dice es descubrirnos esas dificultades. No engaña a nadie. Siempre la verdad por delante: "Mirad que yo os envío como ovejas en medio de lobos. Sed, pues, prudentes como las serpientes, y sencillos como las palomas. Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los tribunales y os azotarán en sus sinagogas; y por mi causa seréis llevados ante gobernadores y reyes, para que deis testimonio ante ellos y ante los gentiles". 

Las cosas claras. El camino es difícil, buena señal, porque por experiencia sabemos que todo lo bueno y gozoso se nos presenta difícil. ¿O quién ha conseguido un buen tesoro de manera fácil? Sin embargo, Jesús nos tranquiliza inmediatamente: "Mas cuando os entreguen, no os preocupéis de cómo o qué vais a hablar. Lo que tengáis que hablar se os comunicará en aquel momento. Porque no seréis vosotros los que hablaréis, sino el Espíritu de vuestro Padre el que hablará en vosotros".

Es decir, no estamos solos, ni tampoco nos deja solos. Nuestro Dios es un Padre que camina con nosotros y nos asiste, auxilia y defiende en el Espíritu Santo. Así que no hay porque desesperar. Aparecerá la luz, la esperanza del Espíritu de Dios que nos irá marcando el camino a seguir y cómo hablar y que decir. 

Estamos enfrentado en una lucha que marca diferencias entre el mundo, donde gobierna el Príncipe de este mundo, el Maligno, y el Señor, que encarnado en naturaleza humana, se hace hombre para redimirnos y salvarnos entregándose a una muerte de Cruz. Y en el Bautismo encontramos el arma de la Gracia, con la cual nos resistimos a las tentaciones de este mundo y nos consagramos al Señor que nos salva.

Estamos en el mundo, pero no pertenecemos a este mundo. Somos hijos de Dios, salvador para la eternidad plena por la Muerte y Resurrección de nuestro Señor Jesús que nos redime y nos rescata para la Vida Eterna gozosa junto al Padre.

jueves, 7 de julio de 2016

LLAMADOS A LA VIDA EN EL REINO DE DIOS

(Mt 10,7-15)

El Reino de Dios está cerca. Esa es la Noticia que todo cristiano guarda con gozo, esperanza y alegría en su corazón. Porque el Reino de Dios es la Vida en Plenitud Eterna, la mayor aspiración del hombre y lo que busca desesperadamente consciente o inconscientemente. Todos vamos detrás de la felicidad eterna.

¿Cómo guardarnos esa noticia? Imposible retenerla porque, al mismo tiempo, experimentamos el deseo y el impulso irresistible de darla a conocer a todos los hombres. Porque sabemos que todos los hombres buscan esa Vida Plena y Eterna. Y ese es el mandato de Jesús. Ha venido para eso, para traer la salvación a todos los hombres. La muerte ha sido vencida y la Vida es a lo que estamos llamados tú y yo, y todos los hombres y mujeres del planeta tierra.

Y nos envía tal como somos y injertados en Él. No nos apeguemos a los medios técnicos ni métodos que, si bien nos pueden ayudar y servir a evangelizar, no son lo más importante ni imprescindible. Vamos en nombre del Señor y eso basta; vamos auxiliados y asistidos por el Espíritu Santo, y eso basta. Y anunciamos la cercanía del Reino de Dios para aquellos que quieran escucharlo y se abran a su Mensaje, y si lo rechazan dejaremos de insistir y nos iremos sin dejar de decirles que el Reino está cerca.

Ahora, proclamar la Palabra de Dios nos exige vivirla. Seremos unos hipócritas si proclamamos lo que nosotros, luego, no intentamos y nos esforzamos en vivir. Sólo lo que se vive se transmite, a pesar de nuestros pecados, fracasos y limitaciones, pero la intención y el esfuerzo es lo que realmente deja la huella de la verdad, justicia y amor. Y el resto lo pone el Espíritu Santo, que nos asiste y nos transforma y hace que nuestras obras den frutos y sean santas.

Con esa intención y propósito nos ponemos en Manos del Señor y abrimos nuestro corazón para que su Gracia nos transforme y nos llene de sabiduría y fortaleza para que, con nuestra vida y testimonio su Palabra sea proclamada a todos los hombres.

miércoles, 6 de julio de 2016

LA ALEGRÍA DE COMUNICAR QUE EL REINO DE DIOS ESTÁ CERCA

(Mt 10,1-7)

Sucede que hay muchas cosas que no sabemos porque ignoramos, y porque escapan a nuestra capacidad limitada. Ocurre también que en muchas cosas de nuestro mundo hacemos conjeturas y adivinanzas sin saber exactamente si será así o que ocurrirá. Por poner un ejemplo muy cercano: ahora mismo en el mundo de la política estamos todos los días discutiendo y opinando sobre si hay pactos o no, y sobre lo que podrá ocurrir. Pero nada de eso es, ni exacto ni verdad, podrá o no ocurrir.

Jesús, nos dice en el Evangelio de hoy: prepara al grupo de los apóstoles y les envía a proclamar la buena noticia de salvación. Les da poderes para expulsar espíritu inmundos y curar enfermedades y todo tipo de dolencias, y les instruye: «No toméis camino de gentiles ni entréis en ciudad de samaritanos; dirigíos más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca».

Deducimos, por eso la advertencia de la primera reflexión, que no estaba, al principio, el horno para bollos y lo más sensato era dirigirse al pueblo de Israel y dejar a los gentiles y samaritanos para otra ocasión cuando el pueblo estuviese más maduro. Sabemos que el Evangelio es misión para proclamarlo a todo el mundo, pero sus primeros pasos son para el pueblo judío, el pueblo donde nació Jesús y que había recibido la promesa del Padre a Abraham.

Es esperanzador pensar en la maravillosa noticia de la cercanía del Reino de los Cielos. Porque a pesar de las dificultades del camino que este mundo nos impone y nos exige, lo recorremos siempre con la gran esperanza de que, un día, nos encontraremos con el Padre, que nos quiere y que nos ha enviado a su Hijo, Jesús, para que, incluso entregando su Vida en una muerte de Cruz, podamos nosotros también, compartiendo la nuestra, llegar en plenitud eterna a la presencia del Padre.

martes, 5 de julio de 2016

JUSTIFICANDO SU PROPIO AUTO ENGAÑO

(Mt 9,32-38)


Cuando no se está dispuesto ni se quiere creer se buscan y encuentran razones que puedan justificar nuestro rechazo a la fe, y también a los obras. Es el caso del Evangelio de hoy: En aquel tiempo, le presentaron un mudo endemoniado. Y expulsado el demonio, rompió a hablar el mudo. Y la gente, admirada, decía: «Jamás se vio cosa igual en Israel». Pero los fariseos decían: «Por el Príncipe de los demonios expulsa a los demonios». 

Siempre están prestos los que no quieren creer porque no quieren moverse de sus sillones bien instalados y cómodos. Podíamos encontrar hoy mismo parangón con lo que está ocurriendo en nuestro país tras las últimas elecciones. La ambición a los sillones amenaza con la decadencia y gravedad que, en no ponerse de acuerdo y actuar para poner en marcha al país, terminará sumiéndole en una grave y peor crisis que las ya sufridas. 

Por lo tanto, no es cosa nueva ni extraña que aquellos fariseos ante la evidencia del poder de Jesús salieran por la tangente y achacaran ese poder al demonio. Entendemos por qué Jesús, después de su Resurrección, se apareció a los suyos y a los que confiaban en Él. Igual sucedió con el rico epulón, que después de muerto quiso que Abrahán enviase a Lázaro a casa de su padre para que sus hermanos creyeran (Lc 16, 19-31).

Pero, la cuestión es la siguiente: ¿En qué actitud estamos nosotros? Puede ser que nos creamos mejor que esos fariseos o que aquel rico epulón, pero ¿creemos nosotros en el Señor? Y si es así, ¿cuál es nuestro compromiso? Porque hay mucha gente dispersa, cansada y desorientada y necesitan pastor. La mies es mucha y los obreros pocos. ¿Tu fe te lleva a comprometerte y a darte en la medida de tus posibilidades y talentos recibidos, para colaborar con la Iglesia en la tarea de anunciar el Reino de Dios?

Pidamos luz y fortaleza para discernir nuestro compromiso y no dejarlo pasar instalándonos en la comodidad y el confort que el mundo nos ofrece. Porque hay mucha gente que te necesita.