miércoles, 6 de julio de 2016

LA ALEGRÍA DE COMUNICAR QUE EL REINO DE DIOS ESTÁ CERCA

(Mt 10,1-7)

Sucede que hay muchas cosas que no sabemos porque ignoramos, y porque escapan a nuestra capacidad limitada. Ocurre también que en muchas cosas de nuestro mundo hacemos conjeturas y adivinanzas sin saber exactamente si será así o que ocurrirá. Por poner un ejemplo muy cercano: ahora mismo en el mundo de la política estamos todos los días discutiendo y opinando sobre si hay pactos o no, y sobre lo que podrá ocurrir. Pero nada de eso es, ni exacto ni verdad, podrá o no ocurrir.

Jesús, nos dice en el Evangelio de hoy: prepara al grupo de los apóstoles y les envía a proclamar la buena noticia de salvación. Les da poderes para expulsar espíritu inmundos y curar enfermedades y todo tipo de dolencias, y les instruye: «No toméis camino de gentiles ni entréis en ciudad de samaritanos; dirigíos más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca».

Deducimos, por eso la advertencia de la primera reflexión, que no estaba, al principio, el horno para bollos y lo más sensato era dirigirse al pueblo de Israel y dejar a los gentiles y samaritanos para otra ocasión cuando el pueblo estuviese más maduro. Sabemos que el Evangelio es misión para proclamarlo a todo el mundo, pero sus primeros pasos son para el pueblo judío, el pueblo donde nació Jesús y que había recibido la promesa del Padre a Abraham.

Es esperanzador pensar en la maravillosa noticia de la cercanía del Reino de los Cielos. Porque a pesar de las dificultades del camino que este mundo nos impone y nos exige, lo recorremos siempre con la gran esperanza de que, un día, nos encontraremos con el Padre, que nos quiere y que nos ha enviado a su Hijo, Jesús, para que, incluso entregando su Vida en una muerte de Cruz, podamos nosotros también, compartiendo la nuestra, llegar en plenitud eterna a la presencia del Padre.

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