lunes, 8 de agosto de 2016

ANUCIÁNDONOS LOS ACONTECIMIENTOS

(Mt 17,22-27)


Jesús se abre su Corazón a sus discípulos y quieren que conozcan el camino de su Pasión. Le preocupa que se desilusionen y se confundan. Y les dice: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; le matarán, y al tercer día resucitará». Y se entristecieron mucho. 

Está preocupado porque intuye que se entristecerán mucho. Y quiere animarles y que se fijen en lo que realmente importa: "Su Resurrección". Esa es nuestra esperanza y la razón que debe movernos a permanecer fiel y firmes en la fe al Señor. No tiene la muerte la última palabra, sino que es el paso de la vida de este mundo caduco y de cruz al mundo gozoso y eterno junto al Señor. Le esperamos esperanzados en resucitar el día de su regreso. Porque esa es su promesa y esa es nuestra esperanza. Al menos para todos aquellos que creen en Él. 

También Jesús no se desmarca sino que acata, para evitar polémica, las reglas del juego. Y considerado extraño pasa por las exigencias aplicadas a los extraños, a pesar de, como hijos, estar libres. Jesús se somete a las leyes y exigencias de los hombres, porque quiere pasar como uno más. Incluso paga por Pedro para evitar complicaciones o absurdos disturbios. Y lo hace de una forma característica que prueba su Divinidad y su Poder.

El Señor, no sólo está presente, sino que está con sus amigos: «Mi delicia es estar con los hijos de los hombres» (Prov 8,31). Y eso cambia nuestra vida, la fortalece, la conforta, le da sentido y también esperanza, y nos llena de fuerza y deseos de vivir en su Palabra y en su Amor. Jesús realmente da sentido a nuestra vida.

Pidamos que no nos falte nunca esa motivación, y, a pesar de los momentos de oscuridad, de decaimiento, de desánimo y fragilidad, pensemos que Jesús está con nosotros y le da sentido a nuestra vida y nos llena de esperanza.

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