jueves, 18 de agosto de 2016

MIRA EN EL BUZÓN DE TU CORAZÓN, ESTÁS INVITADO

(Mt 22,1-14)


A veces pasamos por la vida sin darnos cuenta. Vivimos muy deprisa e injertos en distracciones, vicios y comodidades y satisfechos de nuestros apetitos y apetencias. Sobre todo si la vida nos va bien. Nos parecemos a ese hombre que teniendo una gran cosecha pensó en hacer unos graneros más grandes, y resuelto su problema económico, retirarse a banquetearse gozosamente.

Pero la vida nos advierte en cualquier momento, y nos descubre que en el buzón de nuestro corazón hay una invitación irresistible e irrenunciable. Se trata de la solución a todos nuestros problemas y del seguro que todos deseamos encontrar. Sin embargo, seguimos distraídos y viviendo alegremente hasta el punto de rechazar la invitación de lo que realmente buscamos por caminos equivocados.

Hoy, Jesús, el Señor, nos habla de esa realidad. Estamos invitados al Banquete y Gozo Eterno, pero hacemos oídos sordos: El Reino de los Cielos es semejante a un rey que celebró el banquete de bodas de su hijo. Envió a sus siervos a llamar a los invitados a la boda, pero no quisieron venir. Envió todavía a otros siervos, con este encargo: ‘Decid a los invitados: Mirad, mi banquete está preparado, se han matado ya mis novillos y animales cebados, y todo está a punto; venid a la boda’. Pero ellos, sin hacer caso, se fueron el uno a su campo, el otro a su negocio; y los demás agarraron a los siervos, los escarnecieron y los mataron.

Todavía resuena en nuestros oídos esa invitación, y continúa resonando. Hay muchas oportunidades a lo largo de nuestra vida que nos llegan esas invitaciones: catequesis, reflexiones, funerales, comuniones, bautizos...etc. Son oportunidades en las que oímos hablar de esa invitación, pero que ni siquiera prestamos atención. Es la pura realidad lo que sucede hoy y ahora mismo, y que nos debe servir para hacernos pensar. Es una Palabra viva que habla directamente hoy también.

Pero, ¡¡¡cuidado!!! no consiste en simplemente asistir al Banquete, es necesario llevar el vestido adecuado. Es decir, revestidos de la Vida de la Gracia.

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