viernes, 26 de agosto de 2016

PRUDENTES Y NECIOS

(Mt 25,1-13)

¿Dónde nos colocamos en este momento, en la zona prudente o en la necia? Esa es la pregunta que hoy nos plantea el Evangelio. Ser prudente es saber discernir el bien del mal, lo justo de lo injusto, lo bueno de malo. Eso supone y exige estar preparado y vigilante para no verse sorprendido.

Y de eso no habla hoy el Evangelio. Nos descubre la prudencia y la necedad. Jesús, el Señor nos describe la prudencia de unas vírgenes frente al descuido de las necias que descuidan toda prevención y cuidado. ¿ Cómo estamos nosotros ante esta actitud negligente y descuidada de las necias? ¿'Nos vemos con la misma actitud?  

La vida, nuestra vida, necesita aceite que la sostenga engrasada y la mantenga preparada, lista y disponible para salir corriendo al servicio de la llamada. Porque, nuestro aceite no es para nosotros sino para mantenernos despiertos y, respondiendo a la llamada, estar presente a la llegada del Novio y poder atravesar la puerta. Esa puerta estrecha a la que Jesús nos invita, para llegar, por medio de ella, a la puerta grande y verdadera que nos abre el Novio.

Es, a través del las vírgenes prudentes y necias, como Jesús nos habla de nuestras actitudes y negligencias. Nos advierte y nos señala el camino para estar preparados. La lámpara de nuestra vida, el Señor, tiene que estar siempre activa, encendida e iluminándonos constantemente. Y eso no depende de Él, porque por Él lo está, sino del regalo de nuestra libertad, que se nos ha dado para ponerla en Manos del Espíritu Santo y dejarnos guiar.

El Señor quiere nuestra colaboración, nuestra disponibilidad, nuestro sí, como el de María, y nuestra actitud vigilante y perseverante. Con la lámpara de nuestro corazón bien provista del aceite, la oración y la contemplación, que, en Jesús, nos alimenta y fortalece para sostenernos en una actitud constante y vigilante.

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