lunes, 31 de octubre de 2016

NO BUSQUES RECOMPENSA EN ESTE MUNDO

(Lc 14,12-14)

De forma instintiva experimentamos el impulso de ponerle precio a lo que hacemos en favor de otro. Es verdad que no nos damos cuenta, pero la pregunta nos la deja caer hoy Jesús en el Evangelio: «Cuando des una comida o una cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos; no sea que ellos te inviten a su vez, y tengas ya tu recompensa. Cuando des un banquete, llama a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos; y serás dichoso, porque no te pueden corresponder, pues se te recompensará en la resurrección de los justos».

Simple, pero claro y profundo. Muchos hombres y mujeres buscan rentabilizar todo lo que hacen en este mundo. Sus invitaciones y favores van encaminados a conseguir influencias y amistades que puedan abrirles puertas en momentos que lo necesiten. Jesús deja todo muy claro. Aquellos que consiguen sacarle partido y beneficios a sus obras, ya han cobrado su recompensa en este mundo.

Me viene a la cabeza cuando Jesús habla de amar a los enemigos y también la parábola del rico tonto, Lc 12, 16-21. Si se pasa bien en este mundo se habrá ya recibido la recompensa. Sí, la vida se hace difícil y dura. Invitar a los que no te pueden pagar y si ocasionar algún problema o molestia, no se entiende en este mundo. Y es que el criterio de Dios no es el de los hombres.

Todo nos ha sido regalado por Dios. No merecemos nada, ni siquiera recompensa. ¿Cómo es que buscamos merecer, cuando todo nos ha sido dado gratuitamente? Gracias, Señor, por tu Misericordia y por tu promesa esperanzadora de tu segunda venida, donde resucitaremos para el premio de tu amor con el gozo y plena felicidad eterna.

domingo, 30 de octubre de 2016

BUSCANDO A JESÚS

(Lc 19,1-10)
Quizás a ti también te está invitando el Señor a bajar y a comer en tu casa. Quizás a ti también te está hablando directamente el Señor en el Evangelio de hoy domingo. Jesús observa y descubre la curiosidad de Zaqueo y decide autoinvitarse a su casa. «Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa».  Y es que Zaqueo se había subido a un árbol, porque su pequeña estatura no le impedía verle.

¿Estamos también nosotros dispuestos a aceptar y a dejarnos invitar por Jesús? Jesús invita a Zaqueo porque sabe de sus inquietudes de búsqueda y de su curiosidad por conocerle. Es tanta que no le impide subirse a un árbol para poder verle, pues la gente y su pequeña estatura se lo impedían. ¿Experimentamos nosotros curiosidad por conocer a Jesús?

En el camino encontraremos siempre dificultades, tanto venidas del exterior como nacidas en nuestro interior. Zaqueo se atrevió con su pequeña estatura y venciendo el respeto humano se subió a un árbol para poder ver a Jesús. ¿También estamos nosotros dispuestos a vencer las dificultades que no salen al paso? Y esa curiosidad se convierte en una disponibilidad total a la conversión según habla con Jesús.

No nos habla el Evangelio de lo sucedido en el diálogo de Zaqueo con Jesús, pero conociendo el desenlace final del mismo podemos aventurar y suponer la buena disposición de Zaqueo a la Verdad. Sus palabras transparentes y claras no dejan lugar a dudas. Su transformación y conversión radical a la Palabra de Dios revelan, descubren y justifican esa inquietud y curiosidad por conocerle y por su actitud a dejarse invadir por su Palabra.

Levantándose dijo: «Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más». No hay ninguna duda, tal y como dijo Jesús: «Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido».

sábado, 29 de octubre de 2016

PRMEROS PUESTOS



(Lc 14,1.7-11)
A todos nos gustan los primeros puestos. A veces, ensoberbecidos, nos volvemos ciegos y hacemos disparates por estar los primeros. Síntomas de eso sucede en mi país en estos días. Algunos llenos de odio y cólera llegan hasta el disparate de hundir el barco en el que ellos mismos se encuentran. Y es que la soberbia nos impide ver la realidad. El autoengaño está a la orden del día.

Toda nuestra vida es una preparación para alcanzar los primeros puestos. Y lo hacemos hasta de forma espontánea e instintiva. Está dentro de nosotros esa huella de ser primero, mejor, más fuerte...etc. Es la mancha de nuestra naturaleza humana y pecadora. Es la esclavitud del pecado. De ahí, y, por eso, ser humilde nos cuesta. La humildad hace que desaparezca esa intención agresiva de ganarle siempre al otro. Ser humilde nos ayuda a quedarnos un paso atrás para servir y ayudar.

Es lo que observó Jesús en aquella comida. Iban llegando los invitados y ocupando los primeros puestos. Queremos acomodarnos bien. Ocurre también en nuestras iglesias. Empujamos y nos acomodamos y no tenemos en cuenta a los demás. Incluso llegamos tarde y queremos ser primero. Tarde que no significa último, sino impuntual.

Porque ser último es tratar de pensar en los demás. Tratar de pensar que los otros son iguales que yo y también tienen derecho Ser último es vivir en la humildad y dejar que sean los demás, porque así lo deciden por tus servicios, que te asciendan en el puesto. Ser último es estar dispuesto a perder por amor y servicio. porque son esos últimos los que serán ensalzados, y aquellos primeros, deseando ser ensalzados, quedarán humillados.

Tratemos, pues, de no tomar los puestos por propia iniciativa, sino porque otros así lo reconocen para nosotros. De esa forma, será un honor para ti delante de todos los que están contigo.

viernes, 28 de octubre de 2016

NECESIDAD DE LA ORACIÓN

(Lc 6,12-19)
Orar es necesario. Es y se hace necesario, porque a través de la oración nos relacionamos y mantenemos nuestro contacto con Dios. Porque Dios nos es absolutamente necesario para poder vencer al pecado y a las tentaciones con las que nos tienta el demonio.

Jesús nos da ejemplo de como Él se relaciona con el Padre. Precisamente, el Evangelio de hoy, nos presenta un pasaje en el que Jesús se retira a orar: En aquellos días, Jesús se fue al monte a orar, y se pasó la noche en oración con Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, y eligió doce de entre ellos, a los que llamó también apóstoles.  Parece que Jesús tiene que tomar una sabia y difícil decisión, tal es la de elegir a los discípulos más íntimos, a los que llamará también apóstoles. Y consulta, pide la asistencia de su Padre Dios.

¿Hacemos nosotros lo mismo? ¿Nos ponemos delante del Señor para consultarle y tomar las decisiones que nuestra propia vida nos presenta? Podemos observar que uno de esos apóstoles no respondió y traicionó a Jesús. Deducimos que también a nosotros nos ocurre que nos equivocamos y tomamos decisiones que luego no son respondidas. Y es que los hombres son libres y, a pesar de ser llamados, pueden poner su voluntad al servicio de Dios o de ellos mismos, o de otros u otras cosas.

Jesús organiza su Iglesia y cura a todos aquellos que se acercan y creen en Él. ¿No es esta la misión de la Iglesia? ¿No es esta la misión de todos los enviados? ¿Nos sentimos nosotros iglesia y enviados a proclamar y a curar? ¿Pensamos que lo podemos hacer? Si Jesús lo hizo y lo sigue haciendo a través de aquellos que creen en Él, tú y yo en la medida que creamos también podemos hacerlo.

Confiemos en la Gracia de Dios y pidamos esa fe que nos haga experimentar y sentir que en el Señor todo es posible.

jueves, 27 de octubre de 2016

LA FIRMEZA DEL CAMINO

(Lc 13,31-35)
Sabemos que hay semillas que caen al borde del camino, y engullidas por los pájaros que por allí pisan pasan a formar parte de sus excrementos; otras crecen entre abrojos o pedregal y en uno u otro caso son ahogadas por el calor o las raíces que no las dejan crecer. También nuestras semillas corren esos peligros y sus caminos dependerá, no tanto del lugar donde caigan, sino de las actitudes que tomen para caminar.

El mundo en que vivimos está lleno de peligros. Peligros que nos tientan y tranta de desviarnos de la llamada a la que estamos destinados. Porque, ¿de dónde hemos salido?, y,  ¿a dónde vamos? Esa es la cuestión y la actitud que debe cuestionar nuestro camino. Hoy, el Evangelio nos dice que Jesús tenía claro su meta. Sabía a donde iba y también con quien iba. 

En aquel tiempo, algunos fariseos se acercaron a Jesús y le dijeron: «Sal y vete de aquí, porque Herodes quiere matarte». Y Él les dijo: «Id a decir a ese zorro: ‘Yo expulso demonios y llevo a cabo curaciones hoy y mañana, y al tercer día soy consumado. Pero conviene que hoy y mañana y pasado siga adelante, porque no cabe que un profeta perezca fuera de Jerusalén’.

¿Sabemos también nosotros nuestro camino, su principio y su final? Y, más, ¿creemos y confiamos en Aquel con quien lo recorremos? Porque ahí se esconde el secreto de todos aquellos que lo ha recorrido y han llegado al final. El peligro que nos espera a lo largo del camino es grande. Y tan grande que, de ir solos estamos perdidos. No podemos vencer al diablo. El demonio se nos presenta y trata de que no lo recorramos como pensamos. Porque pensamos en clave de amor; porque somos semejantes a Dios y porque en el amor encontramos la felicidad. Pero también experimentamos lo que nos cuesta y duele.

Necesitamos a toda costa injertarnos en el Espíritu Santo. En la homilía del Papa en Casa Santa Marta nos dice que seamos dócil al Espíritu Santo, porque sin Él no podremos vencer. Necesitamos ir bien agarrados al Espíritu de Dios porque con Él somos mayoría aplastante, y entonces la cosa cambia por completo. Ahí el demonio queda vencido y no tiene nada que hacer.

Pidamos es Gracia, la de darnos cuenta que sólo en y con el Señor seremos capaces de recorrer el camino de nuestra vida y destino y dar los frutos que el Padre quiere, le gusta y espera de nosotros.

miércoles, 26 de octubre de 2016

LA HORA DE LA VERDAD

(Lc 13,22-30)

Lo que verdaderamente importa es la hora de la verdad. Eso es conocido y bien sabido por todos. Nada importa sino el resultado final. De nada sirve, pues, pasarlo bien ahora si eso tiene fecha de caducidad y se pasará mal después y para siempre. Y esa inquietud y preocupación se hace hoy, en este Evangelio, pregunta para Jesús.

Uno le dijo: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?».  El les dijo: «Luchad por entrar por la puerta estrecha, porque, os digo, muchos pretenderán entrar y no podrán. 

Entrar por la puerta estrecha implica una constante y perseverante actitud y esfuerzo. Sí, sabemos que sin el Señor no podemos avanzar ni superar nuestra condición humana y esclavizante, pero, el Señor, cuenta contigo. Para eso te ha hecho libre y te ha dotado de voluntad. Para que tú decidas y te esfuerces. Esa es la lucha y el camino contra corriente. Porque el mundo va por otro sitio.

Supongo que a eso se refiere Jesús cuando dice que muchos pretenderán entrar y no podrán. La lucha no la podemos hacer por nuestra cuenta. Tenemos que ir juntos, unidos en la Iglesia, pero también injertados en el Espíritu Santo, que ha sido enviado para asistirnos, fortalecernos, aconsejarnos, danos sabiduría y todo lo necesario para salir victorioso de nuestra lucha contra el Maligno.

Y el esfuerzo no consiste en simplemente cumplir, sino en cumplir amando. Es la actitud de amor misericordisoso la que nos salva, porque, precisamente eso es lo que nos enseña el Espíritu Santo, a ser misericordiosos como el Padre.

martes, 25 de octubre de 2016

TODOS DESEAMOS AMAR, PERO BIEN AMAR

(Lc 13,18-21)

La palabra amar lleva implicito hacer el bien, pues no ama quien busca su propio bien. Eso no es amar sino valerse de la apariencia del amor para conseguir beneficio en provecho propio. Está claro, el amos sólo se entiende desde el ofrecimiento gratuito y desinteresado por buscar el bien del otro. Así nos lo transmitió Jesús con su Vida y Obras.

El amor tiende a crecer, porque el bien atrae y es querido por todos. Pero, el amor, necesita tiempo, paciencia, fortaleza y esperanza. Diríamos que está sembrado y apoyado en la tierra que se abona con la paciencia de cada día, virtud apoyada a su vez en la confianza y fe en el Señor.  Diríamos que también el amor necesita de la fortaleza de encajar y superar los contratiempos y los embates de las incomprensiones, las pasiones y egoísmos.

 Pero, sobre todo, la esperanza de quien nos ha amado hasta el punto de enseñarnos con su Vida y Obra a saber esperar, con paciencia y fortaleza, la respuesta del hombre al amor. Incluso dándose hasta el extremo de entregar su Vida por cada uno de nosotros. Sobre esta confianza y fe apoyamos nuestra pobre y humilde paciencia, fortaleza y esperanza.

Esperanza de, a pesar de no verlos, surjan los frutos de ese amor que sólo la verdad puede construir y aflorar, hasta el punto de que todos los hombres descansen bajo su cobijo y protección. El Reino de Dios emergerá del trabajo constante, paciente y esperanzado de todos aquellos que, apoyados en el Espíritu Santo, por la Gracia de Dios, abonen la tierra de este mundo, de donde surgirá los frutos que darán paso a los valores del Reino.

lunes, 24 de octubre de 2016

EL INTERROGANTE DEL SÁBADO

(Lc 13,10-17)
No avanzamos, ante el sentido común obviamos la realidad y el bien y segumos empecinados en cerrarnos a la verdad y el bien de las personas. Incluso, anteponemos las necesidades de los animales antes que las personas. No nos hace falta irnos muy lejos, sobre todo a los españoles, para constatar que eso mismo está pasando en nuestro país. Los ojos cerrados ante la realidad y lo problemas de la nación y erre que erre empecinados en no querer ver el bien de los ciudadanos.

Igual ocurrió con aquel jefe de la sinagoga. No se inmutó ni se sorprendió por el milagro que habían presenciados sus ojos. No quiso aceptar ese prodigio y maravilla de poder que, curando a aquella anciana, ponía a las personas por encima de la ley sabática. ¿No nos ocurre hoy igual? 

En la actualidad no es el problema de las personas ni del propio sábado, sino del trabajo. Se impone el trabajo por encima de las personas, y como si de un dios se tratara se le rinde culto y pleitesía a toda hora y todos los días. Incluso los domingos. La consigna es, el trabajo es lo primero. En cierta ocasión, cuando trabajaba en Banca, oí decir a un director que el Banco era lo primero que había que atender, casi por encima de todo, porque era el que nos daba de comer.

Observamos que no hay mucha diferencia con el tiempo que vivió Jesús. Por aquel entonces era la ley, pero ahora es el consumo y la riqueza. Se trabaja y se vive para el trabajo. Se ha quitado a Dios de nuestro tiempo y se le ha sustituido por el trabajo.

 ¿Y que sucede? Que más temprano que tarde seremos herramientas inútiles y nos tiraran al cuarto de los desechos. Primero fue el aborto y más tarde será la eutanasia. Seremos considerados mientras seamos útiles, pero solamente ese poco tiempo. Nuestra dignidad como persona se olvida y se excluye. Y nuestros derechos están y se ponen por debajo del trabajo y consumo. Hoy ya no es el sábado. Se ha cambiado del dios ley al dios consumo y riqueza.

Pidamos abrirnos a la acción del Espíritu, que busca el bien de las personas, sus derechos y sus espacios de reflexión y de sus búsquedas de sus propios destinos. Y de despojarnos de las mediaciones que nos anulan, nos esclavizan y nos cierran a la acción del Espíritu Santo.

domingo, 23 de octubre de 2016

AVERGONZADO Y HUMILLADO EN TU PRESENCIA, SEÑOR

(Lc 18,9-14)
No es para menos cuando pienso que ha sido de mi vida. Hay momentos en los que paso vergüenza cuando pasan por mi mente los pecados cometidos. No me duele confesarlo, sino el haberlo cometidos. Sé que la Misericordia de Padre Dios me perdona. Sé que estoy perdonado, pero me duelo de haber desobedecido la Voluntad de Dios. Y me duelo y arrepiento avergonzado.

Lejos de desesperarme o de angustiarme, me consuela experimentar ese dolor, aunque sea de pecados pasados y ya perdonados. Y digo que me consuela porque ese dolor me sostiene humildemente, y como el publicano del Evangelio de hoy domingo, me siento avergonzado y postrado ante Dios incapaz de mirarle o levantar la cabeza.

¡Cuántos pecados de omisión a cada momento que late mi corazón! ¿Cuántas veces habré dejado de hacer tu Voluntad! Es posible que muchas por ignorancia, pero otras quizás por pereza, por comodidad o falta de compromiso. Sí, Padre nuestro, tengo que pedir perdón y sentirme avergonzado por todos mi pecados egoístas y de omisión. Y sólo tengo una palabra, perdón.

Pero, no basta sólo con eso. Tengo que levantarme y actuar. Actuar dando mi vida en conocerte mejor, en buscar espacios de escucha y silencio para oír lo que me dices, y el esfuerzo de ponerlo en práctica. Pero no dejes que me crea un suficiente, ni un fariseo ni un engreído o capaz, sino un siervo pobre y humilde, capaz de hacer pequeñas cosas en tu nombre y por la acción del Espíritu Santo. 

Eso quiero hoy adquirir como compromiso, descubrir que eres Tú quien actúas en mí y conviertes mi pobreza en riqueza y maravillas para tu Gloria. Y así me postro y me presento ante Ti, Señor. Ten misericordia de tu pobre siervo.

sábado, 22 de octubre de 2016

LA VIRTUD DE LA PACIENCIA

(Lc 13,1-9)

En ocasiones pensamos que las cosas que nos pasan son castigos o consecuencias de nuestro mal actuar. Y la relacionamos como frutos de nuestros pecados. Y, los que escapamos o nos libramos de eso, pensamos que se debe a nuestro bien proceder. Necios somos si concluimos en esa apreciación, porque no somos mejores que los otros, a pesar de que muchos sufran desventuras o tragedias. 

Todos somos de condición pecadora y todos necesitamos la misericordia de Dios para salvarnos. Es ella la que nos sostiene y nos llena de esperanza. No por nuestros méritos, sino por el amor de Dios. A cada cual le será dado la oportunidad del perdón y todo en la medida de lo que ha recibido. En cierta ocasión, Jesús, dijo: "El que no la conoce y hace cosas que merecen azotes, recibirá pocos; a quien se le dio mucho, se le reclamará mucho; y a quien se le confió mucho, se le pedirá más" (Lc 12, 28).

No cabe ninguna duda que todos serán juzgados según sus circunstancias y dones recibido. Por eso nadie puede compararse con nadie, y menos aparentar lo que no es. Es el caso de la higuera del Evangelio de hoy. Porque una higuera tiene que dar frutos, pues esa es su misión y ha sido plantada para ello. Algo ocurre si no hay fruto. No se pude ocupar un lugar simplemente con las apariencias y bajo la hipocresía. Porque de ahí no pueden salir frutos.

Sin embargo, las Misericordia de Dios nos salva y nos da la oportunidad de recuperarnos, de levantarnos y de despojarnos de esa actitud de apariencia e hipocresía. La Misericordia y la Infinita Paciencia del Señor. En ellas descansamos y apoyamos nuestra esperanza, que exige un sincero arrepentimiento y una constante y perseverante conversión cada día de nuestra vida. Pidamos esa Gracia y confiemos en recibirla.

viernes, 21 de octubre de 2016

MIRANDO EL PRONOSTICO DEL TIEMPO

(Lc 12,54-59)

Es casi una costumbre mirar el tiempo. Yo mismo lo acostumbro a hacer cada día, y muchas veces a cada hora. A veces estamos expectante por si llueve o por si va a hacer viento. Sin embargo, no acostumbramos a mirar que nos dice la Palabra de Dios cada día. Afortunadamente, y doy gracias a Dios, personalmente me importa más la Palabra de Dios que lo que nos diga el tiempo. Aunque sin dejar, por eso, de tener los pies en la tierra.  El tiempo también es importante porque nos afecta en nuestra manera de vivir.

Cada día medito y reflexiona la Palabra de Dios. De eso son ustedes, queridos compañeros, que me visitan a diario, mis testigos. Una Palabra de Dios que comparto con ustedes y que me consta que muchos de ustedes también guardan y reflexionan cada día. Y es que el verdadero norte de nuestras vidas es la Palabra de Dios. Sin ella el hombre va a la deriva y sin rumbo y su destino es la perdición.

El mundo nos está descubriendo que eso es una realidad. Los hombres y mujeres se confunden y los valores que sostienen la vida se desmoronan. Se pierde el sentido común, de justicia, de verdad, de respeto y los pueblos y ciudades se convierten en selvas donde el peligro, la lucha y el terror está detrás de cada esquina. El hombre no está hecho para vivir de esa manera. El hombre ha sido creado para vivir en paz y gozo pleno.

El Evangelio de hoy nos habla precisamente de eso, de caminar cada día mirando y reflexionando la Palabra de Dios, y de saber valorar y juzgar lo que realmente es justo. ¿Es qué no sabemos si esto está bien o mal? ¿Es qué no sabemos emplear nuestro sentido común? ¿Lo hemos perdido?

Indudablemente, sin la mirada serena, sincera y de buena intención, confiada y reflexionada, desde el Evangelio, la Palabra de Dios, el hombre perderá su vida y su camino. Porque se confundirá y se perderá arrastrado por la ambición y codicia, apoyada en su soberbia, que este mundo le ofrece despertando su egoísmo y sus apetencias en la oscuridad de las tinieblas.

jueves, 20 de octubre de 2016

PONTE EN MARCHA Y PRENDE TU CORAZÓN DEL FUEGO DE AMOR

(Lc 12,49-53)
Esa es la consigna, caminar en la esperanza de que el mundo será mejor con tu aportación y tu pequeño y humilde trabajo. Pero, para eso tienes que arder, tienes que quemarte y quemar también toda esa parte del mundo que se te ha entregado. Quemarla de amor, de ganas de vivir, de deseos de perfección como Jesús nos ha dicho, Mt 5, 46-48.

Jesús tiene deseos de prender el mundo de ese fuego de amor. Arde en deseo de que la caridad habite entre los hombres y surja la inquietud por establecer la concordia y la fraternidad. En ese sentido Jesús nos inquieta y nos pone en movimiento. No trae la paz, sino que busca la guerra que haga surgir del corazón de los hombres el amor. El verdadero amor que ponga paz dentro y fuera de cada hombre, y, por supuesto, en la convivencia y fraternidad de los pueblos.

Esa es la pregunta que nos cuestiona el Evangelio de hoy. ¿Hay paz en nuestro corazón producto del deseo y la inquietud de amar y hacer el bien y que se cumpla la justicia? ¿Tratamos de vivir esa paz que nace del esfuerzo de nuestros corazones? Al menos, experimentándonos pobres, humildes y sin posibilidades de cambiar la trayectoria de este mundo, confiamos en el poder de nuestro Padre y se lo pedimos? ¿Rezamos y trabajamos en la medida de las posibilidades que cada uno tiene para que este mundo viva en la Voluntad de Dios.

Pidamos que nuestros corazones queden prendidos de ese fuego que Jesús prende al mundo y que, no sólo arda dentro de nuestro corazón, sino que también prenda en otros corazones. Confiemos en aquellas palabras con las que Jesús (Lc 18, 1-8), hace días, nos invitaba a hacer nuestras peticiones de forma insistentes y perseverantes.

miércoles, 19 de octubre de 2016

¿LO VES CLARO?

(Lc 12,39-48)
¿Estás atento y preparado? Se te ha dicho claramente en este Evangelio: «Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora iba a venir el ladrón, no dejaría que le horadasen su casa. También vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre».  Y obviarlo es tu responsabilidad.

¿Acaso los que han recibido dones extraordinarios, tanto físicos como intelectuales, han hecho méritos para merecerlos? ¿No los han recibido gratuitamente? Y si es así, ¿no tienen la responsabilidad de compartirlos y ponerlos al servicio del bien común? Es esto lo que se nos dice claramente en el Evangelio de hoy: « ¿Quién es, pues, el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para darles a su tiempo su ración conveniente? Dichoso aquel siervo a quien su señor,... le señalará su suerte entre los infieles». 

Tus cualidades te has sido regaladas para administrarlas para el bien de todos y quienes así lo hagan y se esfuercen recibirán la aprobación del Señor, la sabiduría y la fortaleza para saber emplearlas y defenderlas para el bien y provecho de todos. Esos serán los fieles y buenos administradores. Por el contrario, todos aquellos que sean sorprendidos haciendo lo que les viene en gana y para su propio placer y provecho, serán condenados.

Se nos dice muy claro: «Aquel siervo que, conociendo la voluntad de su señor, no ha preparado nada ni ha obrado conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes; el que no la conoce y hace cosas dignas de azotes, recibirá pocos; a quien se le dio mucho, se le reclamará mucho; y a quien se confió mucho, se le pedirá más». 

Todos recibiremos en la medida que también hayamos recibido talentos. La parábola de los talentos nos despeja también las dudas que se nos puedan presentar. Tú tienes una misión y unas cualidades, y es de eso de lo que se te pedirá cuenta. Pero, ¡cuidado!, porque no vale esconderse ni evadirse para no conocer la Voluntad del Señor. Se refiere a aquellos que, por las circunstancias de la vida han vivido en circunstancias adversas, lugares inhóspitos o se les ha ocultado y perseguido impidiéndoles conocerla.

Pidamos fortaleza y sabiduría para que, en el Espíritu Santo, podamos ir viviendo y realizando la Voluntad que el Señor nos ha encomendado en nuestra vida.

martes, 18 de octubre de 2016

OVEJAS ENTRE LOBOS

(Lc 10,1-9)
Ayer fue un día de esos que experimentas en tu propia carne lo que dice el Evangelio. Entré en un grupo y expresé mi opinión y se encendió la hoguera. Es cierto que en muchas casas no somos bien recibidos, e incluso somos expulsados. Y el Señor nos dice que nos vayamos tranquilamente, sacudiéndonos el polvo de nuestras sandalias.

Al final no se acepta lo que dice la historia y el testimonio de aquellos que conocieron personalmente y vivieron con Jesús. Se aceptan otras historias, pero esa es falsa e inaceptable. No se actúa igual ni se mide por el mismo rasero la historia del mundo y la historia de Dios. En definitiva, se acepta lo que a ti te parece y se niega aquello con lo que tú no estás de acuerdo.

Se teme o cuesta mucho decir, no creo, pero respeto a los que creen. Se ve sólo los errores y pecados, pero no las buenas obras y testimonios. Se distorsiona la realidad y se niega, justificándola para darse la razón. Son los auto engaños que nos impide al menos dejar la duda de tu poca fe. Se confunde la Iglesia separándola de su fundador. En fin, estamos como ovejas entre lobos. Mejor no se puede explicitar.

Haya paz, y en donde se reciba esa paz, compartámosla y recibámosla con serenidad y alegría. Y abandonémosno en las Manos del Señor. Es Él quien evangeliza y convierte nuestra torpeza humana en acciones y actos que alumbran e iluminan su Gloria. Tengamos confianza en Él y confiemos que la razón, la buena razón, emerja  de la verdadera realidad humana.

No  nos desanimemos y, con serenidad, confianza y paciencia, pongámosno en Manos del Espíritu Santo que convertirá nuestro actuar en luz para los que obcecados y ciegos se obstinan en rechazar al Señor.

lunes, 17 de octubre de 2016

VIVIR LA VIDA, ¿Y DESPUÉS...?

Lc 12, 13-21

La vida es breve y también impresible, y queremos sacarle el mayor provecho posible. Pensando con criterios humanos buscamos riqueza y poder, porque creemos que con eso podemos ser felices y ponemos todo nuestro empeño en centrarnos ahí. Pronto descubrimos que todo no es tan sencillo como pensabamos y nos damos cuenta que no todo lo que reluce, aun con dinero y salud, es oro. Porque nuestra vida tiene un recorrido donde hay también un final.

Rompemos nuestra amistad con Dios por cosas y bienes de este mundo, hasta el punto que la herencia que nos dejan nuestros padres son centro y motivo de discordia y separación de las familias. Nos cuesta mucho ver que todo lo de aquí abajo es caduco. De nada nos vale vivir placenteramente un poco tiempo para luego perder lo verdaderamente valioso y eterno.

Hoy, Jesús nos quiere advertir de ese peligro y nos cuenta la parábola de aquel hombre que teniendo una abundante y buena cosecha pensó en almacenarla en unos grandes graneros y con los beneficios darse una vida llena de placeres y fiestas. Sin embargo no había tenido en cuenta que su vida le iba a ser reclamada. Y es que nuestra vida no nos pertenece y en cualquier momento podemos perderla.

¿De quién y para quien será todo lo que tengamos? No tiene ningún sentido vivir de forma egoísta y pensando en darnos buena vida cuando hay muchas necesidades y otros que lo pasan mal. Nuestra mayor riqueza se encuentra en Dios, nuestro Padre. Lo que cuenta en nuestra vida es atesorar obras de amor que satisfagan la Voluntad de nuestro Padre. Obras de amor que consistan en servir y ayudar a los más necesitados y pobres.

Pidamos ese conocimiento y sabiduría para no centrar nuestra vida en la riqueza ni en los bienes de este mundo, sino en tener a Dios como centro y mayor Tesoro de nuestra vida.

domingo, 16 de octubre de 2016

CERCA DE DIOS SIN DEJAR DE PEDIR


(Lc 18,1-8)
El refrán dice que quien no llora no mama. Y eso quiere significar la necesidad que hay de insistir en nuestras peticiones. Porque, por nuestra débil humanidad, parece que no obedecemos a la primera y hay que repetir las cosas insistentemente. El Evangelio de hoy nos recuerda esa necesidad por boca del mismo Jesús. Nos invita a ser constante e insistente en nuestras oraciones de petición.

En otra ocasión nos dijo:  "Pidan y se les dará" (Lc 11, 9). Jesús quiere que pidamos, porque eso descubre confianza. Quien pide es porque confía en que se le dará, y por eso insiste. Tanto es así que nos cuenta la parábola del juez injusto, donde, precisamente, es una viuda la que insiste al juez que, no por temor de Dios ni a los hombres, termina por atenderla para que no le importune más.

¿No hará nuestro Padre Dios más que ese juez injusto si le insistimos y le pedimos? ¿Acaso no ha entregado a su único Hijo, el Señor, a una muerte de Cruz para salvarnos? ¿Y no nos va a escuchar y a darnos lo que realmente nos conviene? ¡Claro que sí! Dios es nuestro Padre y nos dará todo lo que le pidamos si es para nuestro bien. Y nuestro bien es liberarnos de la esclavitud del pecado para vivir eternamente junto a nuestro Padre Dios. Plenamente en gozo y felicidad.

Ahora, no nos dejemos vencer porque no veamos o no comprendamos lo que sucede en nuestras vidas. Pensemos que con nuestros padres de la tierra nos ha sucedido algo parecido. Nos han exigido cosas que quizás nosotros no comprendíamos y no nos gustaban, pero, ahora, ya de mayores, lo comprendemos. Eran para nuestro bien.

No dejemos de insistir constantemente y de pedir con confianza. Seamos constante para que cuando llegue el Señor, como nos ha prometido en su segunda venida, encuentre fe sobre la tierra.

sábado, 15 de octubre de 2016

¡¡REVELAME, SEÑOR, AL PADRE!!


Así es, Señor, porque sólo Tú conoces al Padre y a quienes Tú nos lo quieras revelar. Por eso, Señor, quiero, primero estar a tu lado, y, segundo, aprovechar esa cercanía para conocerte mejor, hasta el punto de vivir a tu estilo y según tu Palabra. Porque, seguro, que contigo me llenaré de paz y sosiego, y la vida, aunque agitada y con mucho ruido, lograré serenarla, descansar y sentirme en paz.

Sí, sé, Señor, que no tienes donde reclinar tu cabeza, y que seguirte puede significar lo mismo. Se hace duro, pesado y cansino. Pero, también sé que en Ti y contigo está ese gozo y felicidad que busco. No se encuentra en otra parte. Mi Tesoro eres Tú, Señor, porque en Ti descansa el verdadero amor.

Creo en tu Palabra, Señor, y espero con toda confianza que sólo en Ti encontraré descanso y alivio. El mundo no esconde sino desasosiego y mentira, porque busca el poder, la riqueza y la ambición. Tú en cambio, Señor, eres manso y humilde de corazón y tu yugo se hace llevadero y tu carga ligera. Y aunque la cuesta de mi vida se me haga dura, elevada, de alta pendiente, sé y experimento que contigo puedo subirla y superarla, llenándome de paz y humildad.

Porque son los humildes y sencillos los que recibirán el verdadero conocimiento del amor del Padre revelado por Ti. Quiero, Señor, cargar con tu yugo y con tu carga, porque tu Palabra me las descubre suaves y ligeras, y yo creo lo que dices. 

Dame la fortaleza y sabiduría para, no sólo entenderlo, sino también experimentarlo y vivirlo llevándola a la vida de mi propia vida.

viernes, 14 de octubre de 2016

PRETENDER SER LO QUE NO SOMOS

(Lc 12,1-7)

Si nos paramos un poco y dejamos todo lo que hacemos o estamos haciendo, amanecerá el día y podremos ver mejor la claridad que nos rodea. Por el contrario, si caminamos y caminamos, sin parar y, por consiguiente, sin pensar, la claridad del día y los días, se volverá cada segundo más oscura hasta quedarse negra y taparnos la visión.

No se puede vivir de una forma y proclamarla de otra. Eso hacían los fariseos y escribas del tiempo de Jesús, pero también lo hacen hoy los fariseos y escribas de tu tiempo y el mío. Dicen unas cosas que luego ellos no cumplen. Hablan de justicia, pero viven en la injusticia. Dicen de no robar, pero son ellos los primeros en hacerlo. Hablan de verdad, y mienten a cada instante.

Sus vidas son pura apariencia. Se visten de un color, pero son de otro. Hablan en la luz de unas cosas, que luego desdicen en la oscuridad acordando otras. Visten las palabras de verdad con el ropaje de la mentira y todo lo que tocan lo ensucian. Muy poco ha cambiado la cosa, o, quizás haya empeorado. No lo sé, pero se hace difícil caminar por este mundo abierto a la verdad y a la transparencia.

Hoy, Jesús nos dice en el Evangelio: «Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. Nada hay encubierto que no haya de ser descubierto ni oculto que no haya de saberse. Porque cuanto dijisteis en la oscuridad, será oído a la luz, y lo que hablasteis al oído en las habitaciones privadas, será proclamado desde los terrados... leer más

Todo se sabrá, así que decir y vivir en la mentira no vale para nada. Simplemente vivirán de sus apariencias y engaños un poco de tiempo, pero todo volverá a su lugar. Eso sí, debemos tener cuidado y guardarnos de todos aquellos que nos puedan pervertir y condenar arrastrándonos con ellos. ¿Y cómo hacerlo? Perseverando y permaneciendo en el Espíritu Santo. En Él no temamos nada, pero no nos apartemos guardándonos de perseverar unidos en la Iglesia.

jueves, 13 de octubre de 2016

DURAS PALABRAS QUE DESPIERTAN NUESTRA CONCIENCIA


(Lc 11,47-54)
Cada día el Evangelio nos presenta un pasaje de la vida de Jesús que nos habla, no sólo para aquel momento y tiempo, sino que se actualiza en este mismo momento y se hace presente en nuestra historia y nuestra vida. Porque hoy, sí, edificamos mausoleo y celebramos sus onomásticas y hasta recordamos sus memorias, pero, ¿mejora nuestro mundo según ellos lo denunciaban y nos advertían? ¿Le hacemos casos o hacemos una fiesta para taparnos la boca?

Ayer celebramos la Hispanidad, pero, ¿tomamos conciencia de nuestro compromiso hispánico con los demás países que lo forman? ¿Somos solidarios con los países del lengua latina y nos esforzamos en ayudarle a vivir en paz, justicia y amor? ¿Qué celebramos entonces? ¿Un pasar la página sin más incidencia?

Igual ocurre con nuestros profetas y apóstoles: Por eso dijo la Sabiduría de Dios: ‘Les enviaré profetas y apóstoles, y a algunos los matarán y perseguirán’, para que se pidan cuentas a esta generación de la sangre de todos los profetas derramada desde la creación del mundo, desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, el que pereció entre el altar y el Santuario. 

Sabemos lo que nos han dicho lo profetas y apóstoles, pero, ¿hacemos caso? Los colocamos en altares y les elevamos a fama universal, pero, ¿guardamos y tratamos de llevar a cabo lo que ellos denunciaban y nos decían? ¿Ponemos en práctica lo que nos hicieron ver? Se nos pedirá cuenta y  responsabilidad de todo nuestros actos. Y también de todos nuestros pecados de omisión, al callar  todos nuestros conocimientos y  guardarlo para nuestra conveniencia e intereses, evitando así que otros accedan y puedan descubrir lo que nosotros no queremos que descubran. 

Queremos fama y éxitos y que se nos tenga por sabios e importantes, e impedimos que otros puedan acceder y descubrir nuestra verdad. Nos importa lo nuestro y buscamos aquello que habla a nuestro favor distorsionando la realidad y haciendo demagogia.

Pidamos al Espíritu Santo que nos dé la humildad de descubrir que el poder y la gloria son de nuestro Dios: "Tuyo es el poder y la gloria por siempre, Señor".

miércoles, 12 de octubre de 2016

MARÍA ESCUCHÓ LA PALABRA DE DIOS Y LA GUARDÓ


(Lc 11,27-28)
María no es solo bienaventurada y llena de Gracia por ser la Madre de Dios, sino que es la primera criatura que recibe el anuncio del Ángel San Gabriel, enviado por Dios, para ser la Madre del Hijo, el Mesías y salvador del mundo, dando su Sí incondicional y sometiendose a su Voluntad.

María escucha la Palabra y la hace suya, la guarda celosamente en silencio dentro de su corazón y la cumple hasta los pies de la Cruz. María es el ejemplo primero que siempre se le ocurre al Hijo cuando recibe un piropo o un aviso de la cercanía de su Madre. María es la primera en cumplir la Voluntad del Padre de una manera incondicional, decidida, voluntaria y humilde: «Hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38) fue un asentimiento de fe que abrió todo un mundo de salvación. 

Ya había sucedido en otra ocasión algo parecido, y Jesús vuelve a poner a su Madre como ejemplo: Esta bienaventuranza de la Palabra nos recuerda también aquel otro pasaje evangélico, en el que Jesús llama familiar suyo a todo el que escucha la Palabra de Dios y la pone en práctica: «Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la Palabra de Dios y la cumplen» (Lc 8,21).

María es Madre y ejemplo para todos sus hijos, y nos anima a recorrer el camino junto a ella en silencio, guardándonos de no caer en tentación y de perseverar unidos en el Espíritu Santo, perdonándonos y escuchándonos y, sobre todo, esforzándonos en escuchar la Palabra de Dios para ponerla en práctica.

Pidamos, por intercesión de la Virgen, nuestra Madre, que sepamos mantenernos unidos aceptándonos con humildad y reconociendo nuestras limitaciones, nuestros fallos y pecados sabiéndonos perdonados misericordiosamente por nuestro Padre Dios.

martes, 11 de octubre de 2016

LO POLÍTICAMENTE CORRECTO ES MENTIRA


(Lc 11,37-41)
La buena conducta se hace verdadera cuando actúa dentro y fuera. Cuando se cumple en la calle, pero también se vive dándole cumplimiento en la casa. Es políticamente correcto tener dos cara, una para la polis, la política, y otra para mi casa, mi interior, mis asuntos, mi propio yo. De tal forma que, cuando nos interesa ponemos una, y cuando no, destapamos la otra. Y eso se está haciendo tan normal que incluso llegamos a blanquearlo con el término "políticamente correcto". En la actualidad, en nuestro país, tenemos muchos ejemplos. Ocurre en cada banquete.

Hoy, Jesús, pone las cosas en su sitio, y denuncia todo aquello que se esconde debajo de ese término actual y de nuestro tiempo. Lo políticamente correcto es una actitud farisaica y de intereses; lo políticamente correcto es una actitud que usan aquellos que tratando de esconder la verdad, le dan cauce y tinte de verdad a la mentira, o a lo injusto. Lo políticamente correcto son aquellos actos con los que cubrimos y tapamos nuestras malas inclinaciones, nuestros pecados y nuestras malas e intencionadas acciones. Echado el manto de lo políticamente correcto lo normalizamos y lo justificamos.

Son los autos engaños con los que distorsionamos nuestra propia realidad y tratamos de justificar la mentira revistiéndola de verdad. Y eso no pasa desapercibido para Jesús que lo descubre y lo denuncia: «¡Bien! Vosotros, los fariseos, purificáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis llenos de rapiña y maldad. ¡Insensatos! el que hizo el exterior, ¿no hizo también el interior? Dad más bien en limosna lo que tenéis, y así todas las cosas serán puras para vosotros».

Sí, hermanos, no nos vale decir y hacer si ese decir y hacer no está apoyado en la Palabra de Dios. No nos vale de nada alcanzar fama, éxito y admiración si ellas están edificadas sobre mentiras y falsedades. Jesús es nuestro modelo y mirémosle como ha vivido y cual ha sido su final. Hoy, muchos hombres han elegido a su dios y le han bautizado con lo "políticamente correcto". Y trataran de echar abajo al verdadero Dios que proclama y vive en el verdadero amor. Por eso, todo aquello que no sea lo políticamente correcto será depravado y aniquilado.

Pidamos la fortaleza, la sabiduría y la paz para que el Espíritu Santo ilumine a la Iglesia, con el Papa Francisco a la cabeza, para que sepa siempre distinguir lo políticamente correcto de lo que realmente es verdadero y correcto según la Palabra del Señor.

lunes, 10 de octubre de 2016

DE INGRATITUDES A EXIGENCIAS


(Lc 11,29-32)
El hombre no sólo es ingrato con todo lo recibido, sino que exige pruebas y demostraciones para enderezar el rumbo de su vida. En la medida que cierra su corazón se vuelve más necio e ignorante. Su ceguera crece a ritmo desmesurado y pierde todo atisbo de atención a la Palabra que salva.

Ante la alegría y el asombro de verse curado, el hombre reacciona ingratamente y se olvida de dar gracias. Pero, más que eso, pierde el verdadero tesoro de curar su corazón engreído, endurecido, soberbio y egoísta y de perderse para siempre. Porque lo importante no es la lepra del cuerpo, sino la del alma. Pues el cuerpo se corrompe y muere, pero el alma perdura eternamente y se unirá, más tarde, a ese cuerpo glorioso con el que resucitaremos según nuestra fe.

Por eso, ante la pasividad, desidia e indiferencia que el hombre demuestra, Jesús nos llama generación malvada. Porque exigimos pruebas y milagros que nos convenza, como si de un teatro se tratara, y en el que nosotros presenciamos el espectáculo cómodamente sentados hasta quedar convencidos y dar nuestro sí. Realmente estamos equivocados, porque la fe nos exige dar nuestra respuesta y fiarnos de la Palabra del Señor sin esperar más que el signo de la Cruz y su Resurrección.

Así ocurrió con los ninivitas, para los que Jonás fue una señal. Y así será para esta generación, la nuestra, para la que el Hijo del Hombre es el Signo y señal en la Cruz, Muerto y Resucitado. Ese es el fundamento de nuestra fe y por lo que esperamos en el Señor resucitar también. 

«Los ninivitas se levantarán en el Juicio con esta generación y la condenarán; porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay algo más que Jonás». 

El Señor Jesús es el Mesías esperado, el salvador que el pueblo de Israel esperaba. Y no le será dado otro signo que ese, el signo de la Cruz, escándalo para muchos y salvación para todos aquellos que creen en el Señor.

domingo, 9 de octubre de 2016

DISPUESTOS PARA PEDIR, PERO NO PARA DAR GRACIAS


(Lc 17,11-19)
Ocurre que estamos dispuestos para pedir, pero pronto se nos olvida, caso de ser agraciado con lo pedido, de ser agradecido. Nuestros hechos no se corresponden con nuestras palabras y pronto perdemos la conciencia de lo que han hecho con nosotros. Sí, es verdad que lo recordamos, pero ya no parece tener tanta disposición por dar gratitud, y menos por seguir las propuestas de esa persona que nos ha devuelto la vida.

De bien nacido es ser agradecido, dice el refrán, y suele ocurrir muchas veces lo contrario. Brilla nuestra gratitud por ausencia u omisión. Y eso nos debe hacer pensar, pues en este caso se trata no de alguien cualquiera sino de Quién nos ha dado la Vida y todo lo que tenemos. La cosa cambia mucho, porque de tomar conciencia que somos sus criaturas y si de Él hemos salido y a Él volveremos, nuestra forma de actuar y comportarnos debe dar un giro de ciento ochenta grados.

Sucede que nuestra fe, la que tenemos, exige contraprestaciones y si las cosas no van mal no lo entendemos. Pensamos que por el hecho de creer y seguir los mandatos del Señor, todo lo demás, es decir, nuestra vida debe irnos bien. Y si algo se tuerce miramos de reojo y malhumorados al Señor. ¿Acaso tenemos derecho a exigirle? Sin embargo, si encontramos o nos parece normal que no le correspondamos como corresponde, valga la redundancia. Hacemos lo que nos parece siempre inclinados a nuestros intereses y conveniencias.

Es lo que nos dice hoy el Evangelio. Ocurrió que diez leprosos, pendientes de Jesús, le piden que los cure, Y el Señor lo hace enviándoles a la presencia del sacerdote. Y en el camino, al verse curados, sólo uno regresa agradecido a rendirle alabanzas y agradecimientos. Y, precisamente, un extranjero. Los propios del pueblo, quizás, entienden que tienen derecho y no se sienten tan obligados. Y lo mismos nos puede suceder a nosotros. ¿Es que entendemos que nos merecemos o tenemos derechos a que nos salve el Señor? Seguramente no, pero nuestra manera de obrar parece demostrar lo contrario.

Tomemos conciencia que todo lo que somos y tenemos se lo debemos al Señor. Y también a nuestros padres y antepasados que han hecho lo que debían y nos han dado todo lo que han podido. Pero, en el fondo, estamos aquí y ahora porque Dios nos sostiene desde el principio, y lo más esperanzador es que nos cura nuestra lepra si se lo pedimos. Seamos, pues, agradecidos dándole gracias y alabanzas, y, sobre todo, cumpliendo sus mandatos.

sábado, 8 de octubre de 2016

LA DICHA DE ESCUCHAR Y CUMPLIR LA PALABRA DE DIOS

(Lc 11,27-28)

Los piropos y halagos y toda clase de lisonja no sirven para nada, porque la vida de la Gracia no consiste en ser piropeados ni halagados, sino en vivir la Palabra de Dios y hacerla cumplir en mi propia vida. No es ni será dichoso aquel que tenga éxito en su vida en este mundo, sino el que viva según el mandato del Señor. Un mandato que consiste simplemente en amar.

Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo. Y el modelo es Jesús. Amar fijándonos en Él; amar como nos ama Él; amar como nos enseña Jesús. Nuestro seguimiento al Señor es auténtico sólo si nuestra vida camina en el esfuerzo de parecerse a Él. Esa es la verdadera dicha, la de vivir en el amor de Aquel que nos ha creado.

Tratemos, pues, de vivir y cumplir la Voluntad de nuestro Padre Dios, esforzándonos en ser fieles a su Palabra y en hacerla vida despojándonos de toda avaricia, envidia, egoísmos y perversiones que nos alejan de su presencia. Para y por ello, necesitamos estar constantemente en su presencia, que no es sino tomar conciencia que el Espíritu Santo nos acompaña a todas partes y podemos invocarle y ponernos en sus Manos en cada momento.

Pidamos esa Gracia sabiendo que es el mismo Señor quien nos invita a pedir, a no dejar de insistir y a tener confianza que si pedimos recibiremos.

viernes, 7 de octubre de 2016

LAS DIFERENCIAS DIVIDEN


(Lc 11,15-26)
No es normal que tú hagas algo contra ti mismo. Es el caso de Jesús al que acusan de expulsar demonios en nombre del demonio. ¿Cómo es eso? ¿Aquel que ha venido a liberarnos ahora está con el que nos esclaviza? ¿Y cómo se va a expulsar el demonio así mismo? Y es que cuando nos faltan razones nos justificamos ciegamente sin saber lo que decimos.

La envidia, el odio y la ceguera nos llevan a decir cosas sin sentido y que no se sostienen por sí mismas. Indudablemente, un reino dividido no se mantiene, y se destruye por sí sólo. Y si Jesús expulsa a los demonios, causa del mal, es signo de que ha llegado el Reino de Dios.

Cuidado con el demonio, porque muchos por no tomar conciencia de eso lo olvidamos e incluso llegamos a no darle la suficiente importancia. Es lo que nos ocurre cuando confiamos en nuestras propias fuerzas y nos encontramos seguros. Llega otro más fuerte y nos vence y nos arrebata incluso peor que antes. Debemos, pues, estar bien armados con la oración y los sacramentos, para no ser sorprendido por el demonio, que está al acecho.

No por eso tengamos miedo a permanecer en este mundo hasta que nos llegue nuestra hora. No por eso tengamos miedo de dialogar y ser tolerantes con aquellos que no piensan como nosotros. Jesús fue ridiculizado, y por eso no abandonó su misión. Jesús increpó a los apóstoles cuando querían prohibirle a aquel que expulsaba demonios en el nombre de Jesús. A lo que el Señor respondió, "quien no está contra vosotros, está con vosotros" (Lc 9, 50).

No marginemos a nadie porque no sea de los nuestros. Es más, tratemos de darle buen testimonio sin más y confiar en la acción del Espíritu Santo.

jueves, 6 de octubre de 2016

SIENDO MALOS HACEMOS COSAS BUENAS


Lc 11, 5-13
Sin lugar a duda que somos pecadores. ¡Qué levante la mano el que este limpio de algún fallo, error o egoísmo! Todos estamos manchados y ese es nuestro origen, el pecado original. Somos pecadores y eso significa que cometemos errores y hacemos cosas malas. Pero también, por propia experiencia hacemos cosas buenas.

Al lado de todo esto, experimentamos que si abandonamos, cuando nos proponemos algo, a la primera de cambio, no conseguimos nada. Experimentamos que se hace necesario insistir y perseverar en la petición o en el objetivo que queremos conseguir. Es decir, "el que no llora no mama", es el refrán que todos hemos oídos y que admitimos que tiene mucho de verdad. Hay que insistir y perseverar para conseguir muchas cosas.

Y eso es lo que Jesús nos propone hoy en el Evangelio, la necesidad de perseverar e insistir. Recordamos la parábola del sembrador y nos podemos identificar con aquella semilla que cae en tierra poco profunda, y que parece resurgir rápidamente y da flores hermosas que alegran la vida, pero, llegada la primera embestida desisten porque sus raíces no eran lo suficientemente profundas.

Igual nos puede pasar a nosotros si abandonamos la petición, la perseverancia, la insistencia y no cansamos a nuestro Padre Dios, que, incansable, nos escucha, nos anima y nos va respondiendo en la medida de lo que necesitamos y conviene. Porque, el problema es que no sabemos pedir ni lo que realmente nos conviene.

Tengamos confianza en nuestro Padre Dios, que nos anima a que le pidamos, pero no sólo con las palabras, sino también con nuestras vidas, con nuestra perseverancia, con nuestra confianza e insistencia. Porque quienes creen rezan y piden, porque tienen puesta todas sus esperanzas en Aquel que les escucha y les atiende.

miércoles, 5 de octubre de 2016

GRACIAS, SEÑOR, POR LO QUE HAGO Y POR LO QUE SOY


(Mt 7,7-11)
Mis posibles frutos, Señor, son tus frutos. Es cierto que tienen el esfuerzo y el trabajo de mi voluntad, que también Tú, mi Señor, me la has regalado, pero sin Ti, Señor, todo sería inútil. Tuya es nuestra vida y todo nuestro ser, y hoy queremos recordarlo y darte gracias por todo lo que hemos recibido de tu Mano generosa.

Esa conciencia la tenía muy presente el hombre del medio rural. La cosecha tenía muchos factores que le influían y obtener buenos y abundantes frutos se convertía en un milagro por la cantidad de riesgos a los que estaba sometida. Por eso, el hombre del campo vivía con la mirada levantada hacia Dios y el corazón en actitud de ruego y suplica para que la cosecha fuese abundante y buena. Y había un momento, como es este que ahora celebramos, donde el pueblo levantaba su corazón en plegaria y oración para dar gracias a Dios por todo lo recibido.

Hoy nos cuesta más despertar en esa actitud, y también descubrirla. Los avances de la ciencia y la técnica nos han borrado o desdibujado el rostro de Dios de nuestro corazón. El hombre de hoy piensa que Dios, si no le sobra, no le hace tanta falta, y prescinde de Él. Y nuestro mundo empieza a nublarse, a oscurecerse y a perderse sin rumbo a donde ir. Su lectura nos lo presenta tal como está: familias destruidas, divorcios, separaciones, niños abandonados, enfrentamientos, desconfianza, inseguridad, odios, venganza, poder, riquezas, egoísmos, luchas, guerras y muertes. El hombre se destruye porque sus cosechas no dan frutos buenos, sino frutos corruptos, podridos y de muerte.

Hoy, cuando el hombre piensa que Dios no le hace falta, es más que nunca necesario encontrarle y levantar la mirada hacia Él para pedirle en súplica y ruegos que nuestra cosecha sea abundante y rica en buenos frutos. Por eso, unidos a la Iglesia, levantemos nuestro corazón y pidamos, dando gracias también, todo aquello que nos hace falta y necesitamos para vivir en paz y en su Palabra.

martes, 4 de octubre de 2016

EL TIEMPO DE DIOS DEBE SER SAGRADO

(Lc 10,38-42)
Sin darnos cuenta dejamos a Dios para el tiempo que nos sobre. Es esa una actitud muy común en todos los cristianos, y se me ocurre llamarle martamanía, porque consiste en darle prioridad  y cumplimiento a todas tus responsabilidades antes que a las que tienes con el Señor. Es el caso del retrato que hoy nos presenta el Evangelio en casa de Lázaro, Marta y María.

Nos preocupa nuestro trabajo, nuestros compromisos familiares, nuestro tiempo de ocio y descanso, pero, ¿y nuestro tiempo para con Dios? El orden de prioridades por importancia debe ser Dios primero, porque si pensamos detenidamente todo nos viene de Dios y a Él tendemos a ir cuando se nos acabe esta vida. Luego, nuestra jerarquía de valores está trastocada erróneamente y enferma. 

Y eso fue lo que sucedió con Marta en el pasaje evangélico que hoy nos ocupa. Marta, incluso un poco tocada por la frescura de su hermana, y, quizás, algo envidiosa, llama la atención de Jesús por la actitud tomada por su hermana. Y se encuentra que Jesús le advierte que esa es la mejor parte y el tiempo mejor aprovechado. Porque en realidad sólo una cosa hace falta, estar en la actitud contemplativa ante Dios. 

Actitud que no consiste solamente en estar inmóvil y en estado orante en su presencia, sino que también oramos y estamos con el Señor en el trabajo, en la familia, en el ocio y descanso. El tiempo de Dios debe ser sagrado y respetado. Y también buscado. Siempre hay tiempo para el Señor si sabemos buscarlo y quitarlo de muchas horas a lo largo del día que desperdiciamos tontamente.

Cada cual sabe de dónde debe sacar su tiempo sagrado para estar con el Señor. Lo mismo que cuando nos citamos con la novia. Buscamos el tiempo y realmente existe. Pidamos esa sabiduría al Señor para saber buscar y encontrar nuestro tiempo para estar con el Señor.

lunes, 3 de octubre de 2016

UNA RESPUESTA CLARA QUE NO DEJA DUDAS

(Lc 10,25-37)


Un maestro de la ley, quizás con segundas intenciones, preguntó a Jesús sobre la vida eterna. Porque eso, también hoy, es lo que a ti te debe interesar. Y digo, te debe, porque muchas están despistados y no sé que piensas o que esperan conseguir de este mundo caduco y del que pronto dejaremos atrás.

Cualquier persona de buen gusto, como ese maestro de la ley, aunque con segundas intenciones, debería estar al corriente y saber qué hay que hacer para ganar la vida eterna. Pensar en otras cosas viene bien para el momento, porque estamos todavía en este mundo y necesitamos respirar y vivir, pero sin perder de vista que eso es ahora, pero mañana se acabará.

Por eso, conviene enterarse de qué va la cosa y ponerse las pilas por si acaso se nos acaba el tiempo. Jesús responde de forma muy clara y no deja nada oscuro, todo se ilumina con su Palabra: 

«¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?». Respondió: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo». Díjole entonces: «Bien has respondido. Haz eso y vivirás».

Se trata, pues de amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo. Y, para no dejar cabos sueltos, sobre quien es nuestro prójimo, pregunta que mal intencionada hizo el maestro de la ley, Jesús expuso una parábola que deja todo en su sitio: «Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores,...leer más

El amar no es algo caprichoso ni hecho a la carta de cada uno. No puedes amar como tú interpretas ni como a ti te gustaría, ni tampoco a quien a ti te gustaría. El amor tiene un modelo y ese es Jesucristo. Amar es, por tanto, hacerlo como lo hace Jesús con cada uno de nosotros. Y el ejemplo es lo que hizo ese samaritano. Por lo tanto, vayamos todos a hacer lo mismo.