miércoles, 30 de noviembre de 2016

¿TAMBIÉN TÚ QUIERES PESCAR?

(Mt 4,18-22)
La llamada de Jesús no admite demora ni tampoco fecha. La llamada de Jesús es en el acto, irrevocable, inmediata. Fijémonos en Andrés y su hermano Pedro. O en Santiago y Juan. En ambos casos dejaron todo y siguieron al Señor. Sus respuestas fueron inmediatas.

No nos confundamos. Otra cosa es el tiempo que tardaron en madurar, o en descubrirlo. Llevaban tiempo con Juan, el Precursor, y, preparados para el encuentro con Jesús, respondieron firmemente a su llamada. Otra cosa es el tiempo que nos cuesta experimentarlo dentro de nosotros; descubrirlo en cada hermano; abrirnos a su Gracia y abandonarnos en sus Manos. Hablamos de la conversión. Una conversión que es camino de perfección y que lleva tiempo. Pero no respuesta, porque en ese camino ya hemos optado por seguir al Señor, y en él nos vamos perfeccionando por la acción del Espíritu Santo.

Los apóstoles tardaron en darse cuenta quien era realmente Jesús. Estaban cerca de Él y, por la acción del Espíritu, fueron madurando la idea de que Aquel era el Hijo de Dios, el Mesías enviado, Mt 16, 16. Pasaron muchos momentos de dudas y no comprendían muchas cosas. Recordemos a Tomás, Jn 20, 24-28. Y cuando Jesús, el Señor, asciende a los Cielos, les dice: Cuando venga el Espíritu de la ...Jn 16, 13-15.

¿No nos ocurre a nosotros igual? ¿No experimentamos dudas, confusiones, desánimos...etc? Pero, ¿así y todo no estamos a sus pies? ¿No seguimos perseverando y en el camino a pesar de todos nuestros obstáculos y adversidades? ¿Y eso qué significa? Sencillamente, que como Andrés y Pedro, Santiago y Juan y los demás y muchos más respondemos al Señor afirmativamente y le seguimos. 

Es posible que no demos la talla, tal y como el Señor nos pide. Es posible que seamos torpes siervos que en muchos momentos fallamos, pero, Tú, Señor, sabes que queremos responderte con todas nuestras fuerzas y seguimos, así sea arrastrándonos a tus pies. Y eso te pedimos en estos momentos de reflexión, que no nos sintamos conformes, cómodos e instalados, sino que como los apóstoles nos, entreguemos a la acción de tu Espíritu y nos dejemos modelar por su acción para dar toda la medida de los talentos que el Señor nos ha dado.

martes, 29 de noviembre de 2016

NUESTRA INTELIGENCIA NOS PUEDE TRAICIONAR

(Lc 10,21-24)
La razón no siempre tiene razón. Parece una perogrullada, pero es cosa muy seria y grave. Porque cuando mucho razonamos nos sentimos sobrepasados por el misterio de Dios. Nunca podremos entender los planes de Dios. Igual que ocurre que, cuando niños, no entendemos que un burro no puede volar, o que Peter Pan es pura fantasia. Llegamos incluso a imaginar que esos seres pueden existir. Sería absurdo sacarnos de esa fantasía en esos hermosos y maravillosos años.

Lo mismo nos ocurre de mayores. Nuestra intelegencia nos puede traicionar y no dejarnos moldear por la Gracia de Dios que nos regala la fe. Porque le cerramos las puertas y le impedimos al Espíritu Santo que nos moldee nuestro endurecido y pedregoso corazón. 

Por eso, Jesús, el Señor, comparte, lleno de gozo y de Espíritu Santo, este hermoso pensamiento: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar». Volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: «¡Dichosos los ojos que ven lo que veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron».

Tan claro está que no parece necesitar más comentario, pues, posiblemente lo confundiría más que aclararlo. Sólo decir que dar gracias supone estar, primero, agradecido. Y, Jesús, el Señor, lo está, y agradece al Padre este inmenso gozo que experimenta en el Espíritu Santo. Dar gracias es experimentarse necesitado de ayuda y, al recibirla, agradecerlo. Dar gracia es descubrir y reconocer nuestro origen divino, pues sólo de Dios hemos salido y a Él volveremos.

lunes, 28 de noviembre de 2016

LA NECESIDAD AVIVA LA FE

(Mt 8,5-11)
Se me ocurre pensa que habría pasado con el centurión si no hubiese tenido aquel estimado siervo enfermo. Podemos pensar que gracias a esa enfermedad de su querido siervo, él buscó y creyó que Jesús podía sanar a su siervo. Y su fe le movió a pedirselo a Jesús. Y tanta fue su fe que, sintiendose indigno de que el Señor fuese a su casa, le pidió que con sólo su Palabra bastaría para sanar a su siervo.

Al empezar la reflexión de este Evangelio me he dado cuenta que todas las cosas nos llevan a Dios. Incluso las que, aparentemente, nos parecen malas, porque es en esos momentos, por desgracia, cuando más recurrimos al Señor. Supongo que si el centurión no hubiese tenido al siervo enfermo no se habría acordado del Señor, pues no le hacía falta. 

Y eso nos ocurre a todos. Ya lo dice el refrán: "Solo te acuerdas de Santa Barbara cuando truena". Por eso me inclino a pensar que muchas veces los caminos torcidos nos lo endereza el Señor. Caminos que está llenos de amor, porque no podemos olvidar que el Centurión se mueve por amor. Está agradecido de su siervo y le aprecia por esa fidelidad con la que le ha servido tanto tiempo. Y eso es amor, y por amor se mueve y busca al Amor con mayúscula, el Señor, para que le sane a su siervo.

En la vida nos ocurre a nosotros lo mismo. En muchos momentos tenemos problemas y necesidades que buscamos solucionar. Y cuando esas necesidades están guiadas por amor nos encontramos con el Señor. Y es que estamos hechos por amor y para amar, y cuando descubrimos el gozo del amor nos tompamos con el Señor. 

Por eso, no perdamos nunca la esperanza por muy mal que nos vayan las cosas en la vida, porque el Señor está siempre con nosotros, y está para salvarnos. Su Palabra es Palabra de Vida Eterna.

domingo, 27 de noviembre de 2016

COMIENZA EL ADVIENTO

(Mt 24, 37-44)
Mucha gente no sabe lo que es el "Adviento", ni tampoco que significado tiene. Para ellos la Navidad es un tiempo festivo de comilonas, loterías, regalos y cenas en familias. Un tiempo como cualquier otra fiesta y que viene por tradición. Y continúan haciendo lo mismo, celebrando fiestas y viviendo como en los tiempos que de sus antepasados. Posiblemente, los que así vivamos seremos sorprendidos, porque el Señor vendrá sin avisar y cuando menos lo esperemos. 

La vida se nos acaba sin avisarnos. A pesar de que muchos lleguemos a la ancianidad, el día y la hora de nuestro final aquí en este mundo no lo conocemos. Siempre nos sorprende. Por eso, necesitamos estar vigilantes y preparados. Preparados de actos de amor y de bondad, porque eso es lo que nos hace feliz y también eternos. Lo experimentamos cuando los vivimos, porque estamos hechos de amor y para el amor.

Ese es el significado de Adviento, un tiempo de espera y preparación. Porque no hay espera sin preparación ni tampoco preparación sin espera. Necesitamos esperar preparándonos. Preparándonos para nos ser sorprendidos en la segunda venida del Señor. 

Y estar preparado significa estar abierto al amor. Estar disponible a la escucha, al servicio, a la caridad, a la comprensión y a la misericordia. Estar preparado y en espera de la venida del Señor, esa venida prometida para llevarnos a esa mansión que nos prepara.

Vivamos el "Adviento" con esa actitud de espera y de preparación, porque el Señor nace, se encarna en naturaleza humana para, siendo hombre como nosotros, menos en el pecado, ganar, entregando su Vida, la Misericordia del Padre. 

sábado, 26 de noviembre de 2016

UN DÍA MENOS DE VIDA AQUÍ, PERO UN DÍA MÁS CERCA DE TI, SEÑOR

(Lc 21,34-36)
El tiempo no se detiene. Va, eso sí, despacio, pero sin pausa y, siempre adelante. Y cada día borramos un día de nuestra vida, pero también nos acercamos, un día menos, a la Gloria de Dios. Nuestra vida es un camino, y un camino tiene principio y también fin. Su fin, aquí en la tierra, pero no así en la verdadera Vida con mayúscula que Dios nos ha dado. Porque salimos de Él y volveremos a Él.

Conviene, pues, caminar unido siempre al Señor, injertado en Él, como el sarmiento en la vid, Jn 15, 5, para no dejarnos engullir por las tentaciones de este mundo, que tratarán de agobiarnos y confundirnos; también de embotarnos y viciarnos para someternos y alejarnos del camino del Señor.

Estemos siempre vigilantes y despiertos en el Espíritu Santo para no dejarnos aturdir ni invadir por las cosas de este mundo que tratan de separarnos del Señor. Pidamos estar siempre despiertos pidiendo fuerzas y en perseverante oración para liberarnos de las garras del demonio, que juega con las cartas de este mundo a su favor para distraernos y perdernos.

Si nos dejamos dominar y sustraer por los vicios, los placeres y todas las ofertas de este mundo, por las cuales sentimos inclinaciones por la naturaleza débil de nuestra carne, viviremos tan deprisa que no nos daremos cuenta del tiempo de nuestra vida y se nos echará encima nuestro final. No podremos ver, pues nuestra ceguera es tal que nos impedirá reconocer al Señor. Eso explica que muchas personas en los momentos finales de su vida quedan atrapados por sus afanes materiales y encadenados a ellos. Y les llegará el momento sin darse cuenta. Son prisioneros del demonio.

No perdamos tiempo y busquemos al Señor. Su Misericordia está abierta al perdón de todos aquellos que lo soliciten arrepentidos. Es hora de preparar nuestra hora final esperando la llegada del Señor, que pronto nacerá, adviento, en nuestros corazones.

viernes, 25 de noviembre de 2016

SEÑALES QUE NOS DESCUBREN EL REINO

(Lc 21,29-33)
Cuando descubrimos un brote verde en un árbol, sabemos que en él hay vida y también que se acerca el verano. Igual sucede con las señales que Jesús nos predijo, que al verla supiésemos que el Reino de Dios está cerca: «Mirad la higuera y todos los árboles. Cuando ya echan brotes, al verlos, sabéis que el verano está ya cerca. Así también vosotros, cuando veáis que sucede esto, sabed que el Reino de Dios está cerca. Yo os aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán».

Todo brote de amor, de buena acción y de solidaridad nos hablan de la presencia de Dios. Cada día mantenemos una conversación con Él en la lectura del Evangelio y el humilde esfuerzo, por nuestra parte, de reflexionarla. Y cada día recibimos un toque de atención y de amor desde su Palabra que nos habla de su proximidad y cercanía. Sólo necesitamos estar atentos y abiertos a su Palabra. El Señor nos revela a cada instante su proximidad que se manifiesta en todos los acontecimientos de nuestra vida. 

Un simple brote verde, de la misma manera que nos anuncia una nueva vida, también nos descubre que el mundo camina y se mueve. Y que es la Mano de Dios quien lo mueve y lo dirige. Todo sucederá tal cual está previsto y profetizado y terminará. Sin embargo, la Palabra de Dios es eterna, siempre están ahí y nunca pasarán.

 Estemos pues atento a la Palabra de Dios. No dejemos ningún día de tener nuestro espacio de tiempo con y para Él. Reflexionemos el Evangelio, ya sea meditándolo y leyendo o simplemente compartiéndolo en esta humilde página, cuya finalidad no es otra sino esa: Compartir nuestra fe para fortalecernos y crecer en ella. Descubramos que todo lo que sucede nos anuncia un día nuevo, una vida nueva y un nuevo amanecer que explotará en dicha y alegría con la presencia del Señor.

jueves, 24 de noviembre de 2016

EL FINAL MARCA Y SEÑALA EL PRINCIPIO

(Lc 21,20-28)
No es cuestión de asustarse sino todo lo contrario. Nos alegramos y llenamos de esperanza, porque las señales de que el final se acerca representan para el creyente en Jesús la esperanza de que va a llegar la Gloria y la plenitud eterna. Todo lo contrario para aquel que pone sus esperanzas en este mundo y ve como se destruye y se acaba.

Experimentamos que el mundo se deteriora a paso agigantado. Vamos observando como la contaminación hace irrespirable los espacios donde vivimos. Todo va consumiéndose sin prisas, pero sin pausas. Y el hombre se siente impotente para pararlo. No hay marca atrás. El camino parece irreversible tal y como nos dice hoy Jesús: «Cuando veáis a Jerusalén cercada por ejércitos, sabed entonces que se acerca su desolación. Entonces, los que estén en Judea, huyan a los montes; y los que estén en medio de la ciudad, que se alejen; y los que estén en los campos, que no entren en ella; porque éstos son días de venganza, y se cumplirá todo cuanto está escrito». ¡Ay de las que estén encinta o criando en aquellos días! Habrá, en efecto, una gran calamidad sobre la tierra, y cólera contra este pueblo; y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones, y Jerusalén ... seguir leyendo.

Es, pues, necesario estar vigilantes y atentos. Pero no asustados. El creyente está siempre esperanzado y confiado en las Palabras del Señor. Para los creyentes los momentos finales de su vida, sea la hora de su muerte o porque tenga la dicha de estar presente en las horas finales del mundo, son los momentos más gloriosos, porque se acerca la liberación, eterna plena y gozosa junto al Padre.

Por eso, es bueno recordar que no estamos dejando pasar el tiempo bobamente ni tontamente. Esperamos la segunda venida del Señor. Esa venida donde nos viene a buscar para llevarnos a esa mansión que nos prepara junto al Padre. ¡Alabado y glorificado sea el Señor!

miércoles, 23 de noviembre de 2016

CONTRA VIENTO Y MAREA

(Lc 21,12-19)
El camino del cristiano no es camino llano. Es un camino con difícultades y no porque nos empeñemos nosotros en ello, sino porque nos lo ha dicho el mismo Jesús: «Os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y cárceles y llevándoos ante reyes y gobernadores por mi nombre; esto os sucederá para que deis testimonio. Proponed, pues, en vuestro corazón no preparar la defensa, porque yo os daré una elocuencia y una sabiduría a la que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios. Seréis entregados por padres, hermanos, parientes y amigos, y matarán a algunos de vosotros, y seréis odiados de todos por causa de mi nombre. Pero no perecerá ni un cabello de vuestra cabeza. Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».

No nos debe extrañar que el camino se nos ponga difícil y que tengamos que superar y soportar muchas e innumerables tentaciones y pruebas. De esta manera tenemos la posibilidad y la oportunidad de poder dar testimonio de nuestro seguimiento y amor al Señor. Sólo en la adversidad y en el camino difícil podemos dejar constancia de nuestro amor. Porque cuando todo es llano y sin difícultades es fácil manifestar que el amor.

Jesús pasó por todo eso y no es el discípulo mejor que el maestro. De modo que también nosotros tendremos que pasar por muchas pruebas. Pruebas no sólo interiores de dudas, de desánimo, de desfallecimiento, sino también pruebas de obstáculos, de impedimentos, de adversidades, de persecuciones y violencia. Pruebas que nos alejan del Señor y que exigen toda nuestra fuerza y perseverancia para mantenernos firmes y en el camino. Por eso, necesitamos la oración y el mantenernos apoyados los unos en los otros para, unidos, perseverar hasta el regreso del Señor.

martes, 22 de noviembre de 2016

JESÚS, EL SEÑOR, EL HIJO DE DIOS VIVO

(Lc 21,5-11)
No hay sino un Señor, un sólo Jesús de Nazaret y uno sólo es el Hijo de Dios Vivo. Y es que ocurre que muchas veces nos despistamos y nos confundimos. Así otros se aprovechan diciendo que los católicos adoramos a muchos dioses o a los santos. No hay sino un Dios y una sola Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Y todo lo demás son personas a las que podemos venerar por su ejemplo y seguimiento al Señor, pero nada más.

Todo lo de aquí abajo tiene sus días contados. Todo quedará destruido, porque el Reino al que estamos llamados no es de este mundo, ni tampoco podemos imaginar cómo será ese otro mundo al que aspiramos y en el que encontraremos lo que buscamos: "el gozo y la felicidad eterna". Así que los templos y todo lo que concierne a ellos, sus bellezas y arquitectura, relieves y esculturas e imágenes, todo eso desaparecerá. 

No es que digamos que eso no vale ni sirve para nada, pero sí decimos que no son lo verdaderamente importante, aunque nos puedan ayudar como ejemplos y caminos para llegar al único y verdadero Señor. Y también tengamos cuidado con tantos mediadores y usurpadores que quizás, usando el nombre de Jesús, tratan de suplantarlo y confundirnos. Hay muchos peligros en el camino y necesitamos estar muy bien agarrados al único y verdadero Señor. 

Por eso y para eso ha sido enviado el Paráclito, el Espíritu Santo, que nos asiste, nos dirige y nos protege de todo peligro. Seamos fieles a su acción y dejémonos guiar por su sabiduría y su Gracia. No hay muchos dioses, porque donde manda patrón no manda marinero, dice el refrán. Ni tampoco muchos salvadores ni intercesores. Todos los somos en la medida que rezamos y nos mantenemos unidos en el Señor. Él nos ha dicho que pidamos con confianza todo lo que necesitamos. 

En ese sentido podemos también unirnos a los santos y a su Madre para, junto a ellos, suplicarle al Señor por nuestras necesidades tanto materiales como espirituales. Pero nunca olvidemos que el Señor es el Señor y no hay otro.

lunes, 21 de noviembre de 2016

CARIDAD ESCONDIDA

(Lc 21,1-4)
Sin lugar a duda la verdadera caridad es la que se esconde en nuestro corazón de manera silenciosa y sin dejarse ver. Es la caridad que no busca honores ni reconocimiento. Es la caridad que no da de lo que le sobra, sino que apuesta por todo y da de lo que tiene. Incluso de lo que necesita. Porque caridad no es dar de lo que puedes prescindir, sino de lo que tú tienes y el otro necesita.

Hoy Jesús nos da la pauta de lo que realmente es caridad. No se trata de dar ni tampoco sólo colaborar. Aún siendo esas actitudes buenas, se trata de un compromiso y una responsabilidad con aquellos que tienen menos y no les alcanza para vivir dignamente. Aquella viuda tenía poco, pero daba de lo que tenía hasta el punto de compartir las carencias de los otros con las de ella. Compartir significa partir lo tuyo con el otro. Y eso a veces representa sacrificios y renuncias.

La medida está representada por el desprendimiento de lo que damos. Dar pensando en nosotros sin asumir ningún riesgo de nuestras necesidades es como dar de lo que nos sobra. La caridad siempre estará medida por la disponibilidad de nuestra intención y el alcance de nuestro bolsillo. Es verdad que cuando se habla de eso solemos recogernos mucho. Pero también la caridad no está concretada sólo en el aspecto económico, también cuenta otras muchas cosas:  el tiempo, nuestra capacidad intelectual y manual, y todo aquello que pueda ser de utilidad para el bien común.

Tengamos en cuenta que al final de nuestra vida todo se reducirá a la cantidad de amor que hayamos compartido. Y eso está en relación directa con la generosidad de nuestras obras. Seamos, pues, dóciles a la Palabra del Señor y abramos nuestro corazón a la solidaridad con los demás.

domingo, 20 de noviembre de 2016

FIESTA DE CRISTO REY

Siempre he envidiado, sanamente, al buen ladrón. No sé si, imaginado que yo estuviese en su lugar, hubiese dicho lo mismo, pero esas palabras de Jesús son las que yo quisiera oír dirigidas a mí: «Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso».

Y esa debe ser nuestra meta y nuestro principal objetivo, porque todo lo demás pierde todo su valor ante la caducidad a la que está sometida. La Cruz, fin de Jesús en este mundo nos descubre la realidad de nuestra trascendencia y nuestro destino. El Reino de Dios no es de este mundo y ese es el Reino al que nosotros aspiramos, a permanecer y vivir eternamente en gozo y plenitud junto a Él. Porque Él nos lo ha dicho y porque Él ha ido a prepararnos una mansión, Jn 14, 2, para, a su regreso, llevarnos con Él.

Hoy es un día grande porque proclamamos a Cristo Rey, y porque realmente su muerte en la Cruz lo descubre como Rey del Universo. La Cruz es la exaltación de Cristo. Lo dijo el mismo: "Cuando sea levantado, atraeré a todos hacia Mí, Jn 12, 32. La Cruz es Gloria y exaltación de Cristo.

Es verdad, tampoco somos ajenos a eso porque Él nos lo ha repetido en numerosas ocasiones, que padeceremos persecuciones, burlas, sufrimientos y toda clase de peligros como le sucedió a El, pero todo eso valdrá la pena en la esperanza de escuchar esas palabras que Jesús dijo al buen ladrón. Y con esa esperanza e injertados en el Espíritu Santo caminamos por los trayectos y circunstancias que nuestra vida nos presenta, esforzándonos en vivir misericordiosamente como el Padre.

sábado, 19 de noviembre de 2016

LA ESPERANZA DE LA RESURRECCIÓN

(Lc 20,27-40)
Llega un momento que pensamos que esta vida tiene que acabar. He oído decir a mucha gente que no desearía vivir más allá hasta que pueda valerse por sí misma. La dependencia no gusta a nadie, sin embargo, puede ser la oportunidad que te abra las puertas de la vida eterna. Esa vida que todos, de alguna manera, tenemos en lo más profundo de nuestro corazón y anhelamos alcanzar.

Por un lado, porque aceptándola estás abrazando tu propia cruz, y, por otro, posibilitando a otros la oportunidad de amar al servirte. De cualquier forma llega un momento en que parece que esta vida no tiene más camino. Y apostar por ella no es de inteligente ni sirve para nada. Todo se quedará aquí y será para beneficio de otros mientras vivan. Pero es que, además, se desea su final para que empiece la otra, la que anhelamos y buscamos, al menos los que creemos, desde lo más profundo de nuestros corazones. Esa Vida Eterna plena y gozosa de felicidad.

La resurrección tiene sentido y lógica. Quizás no se puede entender, pero si intuir, y hasta desear. No queremos, cuando descubrimos la eternidad, continuar viviendo en la mediocridad. Deseamos la plenitud y le perdemos, sin por eso despreciarla, el miedo a la muerte. Sabemos, por la fe, que es el paso para la otra vida, la verdadera y eterna. Deseamos la plenitud que Jesús nos propone con su Autoridad y Palabra de Vida Eterna.

Es, entonces, cuando todo lo de aquí abajo pierde valor y peso. Nada tiene sentido si no hay esperanza en la resurrección. Es lo más sensato creer en ella y dejarnos guiar por la acción del Espíritu Santo. Apartarnos de nuestra razón que filtra por ella todas nuestras apetencias e intereses humanos y nos aleja de Dios al quererle entender, comprenderle y alcanzarle.

Dios se nos escapa a nuestra razón, y, por supuesto, también la otra vida. Rechacemos, pues, la tentación de querer entenderle y de dar explicación a todo. Sigamos unidos a y en la Iglesia, y al Papa, a quien ha dejado Jesús como guía, asistido por su Espíritu, para señalar el camino para todo su pueblo.

viernes, 18 de noviembre de 2016

JESÚS EN LUGAR DE TODOS

(Lc 19,45-48)
Sería maravilloso poder escuchar a Jesús cada día. El Evangelio de hoy nos dice que enseñaba todos los días en el templo y eso era una oportunidad única. Me imagino que quedaría maravillado y cautivado, como tantos otros que así les pudo pasar, por las Palabras de Jesús. Pero, la realidad no ha cambiado en nada, porque, aunque la situación es diferente, Jesús está Vivo y presente cada día en las diversas Eucaristía que se celebran en el mundo.

Tú y yo podemos escucharle si tenemos la oportunidad de visitarle cada día en el templo. Porque en la consagración, Jesús, se hace presente y se entrega en sacrificio por la redención y salvación de todos nosotros. Sí, Jesús nos enseña y nos habla hoy también. Se trata simplemente de estar atentos y a la escucha y de dejarnos invadir por su Palabra.

Todo se hace nuevo, y todo se renueva. Jesús es el centro y sustituye a todo sacrificio y víctima. Él se hace víctima entregándose voluntariamente por todos nosotros. Su Palabra nos salva y nos indica el camino. El mundo sería diferente si escuchara la Palabra del Señor y la pusiese en práctica. Todo tendría sentido y la felicidad invadiría nuestras almas. Una felicidad que no sólo es serenidad y paz, sino que es también eternidad. Porque la felicidad que muere no es felicidad.

Guardemos nuestro templo interior, porque dentro de nosotros vive el Espíritu del Señor si le dejamos habitar en nuestro corazón. Porque es allí donde el Señor nos habla ahora y nos enseña el verdadero camino que conduce a la Casa del Padre.

jueves, 17 de noviembre de 2016

JERUSALEN, EL MUNDO QUE NOS RODEA

(Lc 19,41-44)
Extrapolando estas palabras de Jesús al mundo que nos rodea, nos encontramos con una Jerusalén en constante desasosiego y luchas fratricidas que hacen presente aquella profecía de Jesús. Jesús llora porque el pueblo elegido no le ha reconocido, y en este mundo en el que nos ha tocado vivir ocurre lo mismo. Hay mucha gente que, no sólo no reconoce a Jesús como el Hijo de Dios, sino que lo rechaza y quiere matarlo. La historia continúa.

Hoy son muchos los que trata de apartarlo de Jerusalén, el mundo, y no quieren que se hable de Él. Se quiere erradicarlo de las escuelas, de la enseñanza y de arrinconarlo en su propia Iglesia. Ya el Papa Francisco ha gritado que hay que salir a la calle y darlo a conocer. No sólo de palabra sino con la vida también. La fe se hace testimonio cuando convertida en oración se hace vida. Y es entonces cuando se vuelve testimonio que contagia y que salva.

Porque los cristianos, los que creemos y seguimos a Jesús no podemos, a pesar de la situación y las diferentes épocas que nos ha tocado vivir, quedarnos en silencio y pasivos. Necesitamos gritar y proclamar que Jesús es el Camino, es la Verdad y también a Vida. Porque dentro de cada hombre hay un deseo y un ansia de felicidad y de eternidad, y eso ha sido sembrado en sus corazones por Dios. Y su Palabra es el agua que necesita cada día para que esa siembre dé frutos.

Pues bien, somos nosotros los elegidos para regar esos corazones con nuestra perseverancia, trabajo y testimonio. Somos nosotros, la Iglesia, la que día a día vamos abonando los corazones de los hombres que lo abran al Señor con su Palabra y su Espíritu. Pero no perdamos de vista que Jesús está entre nosotros, y nos alienta y nos redime cada instante que, reconociéndole, imploramos su Misericordia reconociéndonos humildes pecadores.

miércoles, 16 de noviembre de 2016

MÍRATE, ¿CÓMO TE VES? ESO QUE VES PONLO AL SERVICIO DEL AMOR DE DIOS

(Lc 19,11-28)
Tú tienes algo y eso tienes que descubrirlo. Has venido a este mundo con una mochila, una mochila llena de amor. Amor de Dios. Y ese Dios, tu Padre, que te quiere te ha llenado tu mochila para que tú negocies en este mundo esa cantidad de amor que lleva dentro. Esfuérzate en descubrir esa cantidad de amor y darla toda. Multiplícala si puedes. Ese es tu trabajo, y también el mío.

Todos tenemos algo que dar. Podrá ser mucho o poco, pero es algo es todo lo que Dios nos ha dado y todo lo que tenemos que dar. ¡¡¡Todo!!!, no nos guardemos nada. Todo, ya sea poco o mucho. Incluso, algunos han recibido la mochila de ser carga para otros. Son los disminuidos, los dependientes y enfermos, y son la carga de amor que tú o yo, o quien nos toque, tenemos que dar.

No perdamos el tiempo pensando la hora del regreso. Vendrá y eso nos basta. Será ahora, en otro momento o mañana, pero eso no debe atormentarnos ni distraernos. Su Palabra es Palabra de Vida Eterna. El Señor vendrá porque lo ha dicho Él. A ti y a mí nos toca trabajar ahora y vaciar esa mochila de minas, es decir, de todas las capacidades y cualidades que el Señor nos ha entregado, para ponerla a rendir. Lo que verdaderamente importa es tener las manos llenas y las mochilas vacías para cuando llegue el Señor entregarle todo nuestro esfuerzo y trabajo transformado en amor. Él sabrá acogernos y premiarnos.

Por lo tanto, mirémonos bien y descubramos todo lo que hemos recibido. Igual descubres muchas cosas que puedes hacer y están enterradas como aquel último que por miedo y, quizás por pereza, enterró todo lo recibido sin esforzarse en ponerlo a rendir. No tengamos miedo como nos dijo san Juan Pablo II. El Señor está con nosotros y el Espíritu Santo nos asiste y nos dirige. 

martes, 15 de noviembre de 2016

ZAQUEO TAMBIÉN SOY YO

(Lc 19,1-10)

El año pasado, creo que después de reyes, aproximadamente el siete u ocho, planté doces azucenas. Llevaban ya tiempo los bulbos en casa y pensé, sé poco de jardinería, que podían estar secos. Decidí plantarlos y ver qué ocurría. Pasaban los meses y no pasaba nada. Llegué a pensar que realmente estaban secos. Pero hace poco, brotó una. Casualmente la primera que planté, y meses más tarde ha brotado otra, creo que la que hace el número siete. Y no han nacido más. No sé qué ocurrirá.

Y digo esto porque la siembra tiene su tiempo y necesita de paciencia, pero también de cuidados y, sobre todo, de agua. Hay que regar la tierra y esperar. Lo mismo ocurre con el Señor. Jesús, nuestro Señor, viene a buscar a quienes estén perdidos A aflorar y reconocer el seguimiento de muchos, oculto a la sombra del respeto humano o de la capa de la vergüenza, o, simplemente no saber cómo enfrentarse a la vida de fe. El Señor lleva la iniciativa, sorprende y te invita a abajarte del árbol de la suficiencia o de la indiferencia.

Sí, posiblemente para eso puede pasar tiempo. La conversión no es un huevo que se echa a freír. Puede que a veces suceda de un momento a otro, pero, por regla general, exige tiempo, como el ejemplo de mis propias azucenas. Pero, sin darnos cuenta explota y aparece la Luz. Una Luz que exige, como hemos visto días atrás, paciencia, perseverancia y constancia. Es necesario estar al quite, al cuidado, subido al árbol como Zaqueo, porque el Espíritu sopla donde quiere y cuando quiere.

Quizás tú y yo necesitamos también subirnos a nuestro árbol para ver mejor al Señor. Para observarlo y mirarlo. Porque el Señor merece todo esfuerzo por costoso que sea. Pues su Mirada cautiva, sorprende y llena de gozo y de paz. Dejémonos mirar por el Señor y escuchemos su invitación. Abrámosle las puertas de nuestro corazón y comamos con Él. No tengamos miedo, seguro que como Zaqueo dejaremos muchas cosas en el camino que nos impedían caminar.

lunes, 14 de noviembre de 2016

¿QUÉ QUIERES QUE HAGA POR TI?

(Lc 18,35-43)

Bartimeo tuvo esa oportunidad y, al parecer, la aprovechó. Pero, ¿tú y yo? ¿O es que el Señor no nos da también a nosotros esa oportunidad? Claro que nos la da. Ha venido para eso, para salvarnos y espera también que le hagamos nuestra petición. Realmente, ¿qué queremos pedirle al Señor? ¿Tenemos claro nuestra pregunta?

Bartimeo quería ver y recuperada su vista le siguió glorificando a Dios. No sólo recuperó la vista de sus ojos, sino la vista de la Luz, la verdadera Luz de conocer a Jesús, el Hijo de Dios, y, por y a través de Él, llegar a Dios. 

¿Sabemos ya nuestra pregunta? ¿Y tenemos la fe y confianza en qué Jesús nos dará esa Luz, como hizo con Bartimeo? Pues no perdamos ni un segundo, hagámosela sin pérdida de tiempo y, recuperada, sigámosle glorificando a Dios. 

Porque nuestra pregunta exige respuesta. Y una respuesta responsable y comprometida. Una respuesta de oración ante las dificultades y obstáculos del camino. Obstáculos que se encuentran también entre nosotros y los nuestros. Y es que son las difícultades y obstáculos, como los que le decían a Bartimeo que se callara, los que nos levantan y nos ponen delante del Señor. Son las necesidades las que nos abren los ojos y nos emergen las preguntas sacándolas del corazón para presentárselas al Señor.

Es entonces cuando se produce el encuentro, el diálogo que nos hace ver, ver la Luz que alumbra toda nuestra vida y nos deja ver el camino. El verdadero camino de salvación. Por eso, Señor, queremos encontrarte en nuestro humilde camino y pedirte que nos abras los ojos para ver. Ver que significa verte a Ti, Señor.

domingo, 13 de noviembre de 2016

PALABRAS MUY SERIAS Y DURAS

(Lc 21,5-19)
El Señor no se anda por las ramas. Habla muy claro y el Evangelio de hoy lo demuestra una vez más: «Mirad, no os dejéis engañar. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo: ‘Yo soy’ y ‘el tiempo está cerca’. No les sigáis. Cuando oigáis hablar de guerras y revoluciones, no os aterréis; porque es necesario que sucedan primero estas cosas, pero el fin no es inmediato».  Y la pregunta es: ¿No esta sucediendo esto?

El mundo en el que vivimos está amenazado por enfrentamientos que ponen en peligro la convivencia y la paz entre los hombres. Guerras que amenazan destruir el planeta; consumo desmesurado que influyen en el clima y lo alteran. Sólo hace falta encender la televisíon y comprobar la inestabilidad que se cierne sobre el mundo que habitamos. Y esos enfrentamientos nace de las ideologías de nuevos líderes que se erigen como jefes y profetas de un nuevo orden.

La confusión cada vez es más compleja y muchos tratan de apoderarse de la voluntad de los hombres para dirigirlos según sus ideologías amenazando la libertad de poder elegir tu propio camino. Ayer veía en la televisíón un documental sobre la amenaza que vivió el planeta en tiempos de Kennedy y Kruschev que estuvieron a punto de desencadenar una guerra mundial. Vivimos al filo de la navaja y pendientes de que en cualquier momento la tragedia se cierna sobre el mundo.

Realmente la realidad actual se parece a todo esto que Jesús ya nos ha dicho: «Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos, peste y hambre en diversos lugares, habrá cosas espantosas, y grandes señales del cielo. Pero, antes de todo esto, os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y cárceles y llevándoos ante reyes y gobernadores por mi nombre; esto os sucederá para que deis testimonio. Proponed, pues, en vuestro corazón no preparar la defensa, porque yo os daré una elocuencia y una sabiduría a la que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios. Seréis entregados por padres, hermanos, parientes y amigos, y matarán a algunos de vosotros, y seréis odiados de todos por causa de mi nombre. Pero no perecerá ni un cabello de vuestra cabeza. Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».

Pidamos luz y fortalece para que en medio de estos acontecimientos no perdamos la senda del camino recto y perseveremos en el Señor.

sábado, 12 de noviembre de 2016

ELEGIDOS POR DIOS

(Lc 18,1-8)
No hemos sido nosotros los que hemos elegido a Dios, sino todo lo contrario. Ha sido Dios quien nos ha elegido. Él siempre da el primer paso y nos ha amado primero y elegido entre sus hijos. Por lo tanto, no sería lógico ni tampoco tendría sentido común que, después de habernos elegido no nos hiciera caso, ni respondiera a nuestras suplicas y peticiones.

Jesús nos revela en esta parábola del juez injusto, el valor de la perseverancia. La insistencia es vital en la oración, y lo deja muy claro hasta el extremo de destacar la respuesta del juez, simplemente por quitarse a esa mujer de encima o temer que le pueda molestar e importunarle. Por simple deducción y sentido común, ¿no hará más nuestro Padre Dios que nos ha elegido para ser sus hijos? ¿Qué padre niega lo que su hijo le pide, más nuestro Padre Dios que lo puede todo?

Sin embargo, todo dependerá de nuestra perseverancia e insistencia que, por supuesto, estará alimentada por nuestra fe. El Señor nos atenderá porque es Él el primero que quiere nuestro bien y nuestra felicidad. Es el objeto de su Amor. Por eso, desde esa confianza debemos insistir y perseverar. Es posible que las cosas no se sucedan como nos gustaría, pero también es verdad que no somos nosotros los mejores e indicados para saber que realmente nos conviene. Dejarlo todo en las Manos del Señor es garantía de que  será lo mejor que nos pueda pasar.

Pongámonos en Manos del Espíritu Santo, y dejemonos llevar por su acción. Iremos seguro por buen camino. Amén.

viernes, 11 de noviembre de 2016

MOMENTOS DE INCERTIDUMBRE

(Lc 17,26-37)
Palabras duras las que Jesús pronuncia hoy en el Evangelio que tratan, no de asustarnos, sino de ponernos en alerta y advertirnos del peligro de tomarnos la vida como una juerga y una diversión. De vivir pensando sólo en pasarlo bien y divertirnos, pensando sólo en nosotros sin preocuparnos por los demás.

La carrera de esta vida tiene dos finales, o el gozo eterno o el sufrimiento eterno. Y tu vida te sirve para elegir el camino a tomar. Por eso y para eso, Jesús te advierte: «Como sucedió en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del hombre. Comían, bebían, tomaban mujer o marido, hasta el día en que entró Noé en el arca; vino el diluvio y los hizo perecer a todos. Lo mismo, como sucedió en los días de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, construían; pero el día que salió Lot de Sodoma, Dios hizo llover fuego y azufre del cielo y los hizo perecer a todos. Lo mismo sucederá el Día en que el Hijo del hombre se manifieste». 

Algo nos sucede que cerramos los ojos a esta realidad. Hay mucha gente que no termina de creerselo, y así sucedió en aquellos tiempos de Noé. de Lot. Y sucederá también cuando el Hijo del Hombre se manifieste. Es decir, en la segunda venida de nuestro Señor. Y eso se debe principalmente al diablo que embauca a muchos ofreciéndole las maravillas de este mundo y engañándolos. Por eso necesitamos oración y estar injertado en el Espíritu Santo, para que en, por y con Él podamos vencer las tentadoras ofertas con las que el príncipe de este mundo nos tienta.

Tengamos muy presente estas Palabras del Señor, y no volvamos la vista atrás para tratar de salvarnos con las cosas de este mundo. Somos de otro mundo y allí vamos desnudos, tal y como vinimos a este. Y sólo el Señor nos colmará de bienes y gozo pleno en un nuevo mundo que no podemos ni imaginar. Un mundo nuevo que sólo Dios conoce.

jueves, 10 de noviembre de 2016

DENTRO DE NOSOTROS ESTÁ LA HUELLA DE DIOS

(Lc 17,20-25)
No puede ser de otra forma. Somos semejantes a Dios aunque muchos no quieran hacer caso ni creerselo. Pero en lo más profundo de nuestro corazón hay un deseo irrefrenable de ser feliz y eterno. Basta con pararse un poco y, seriamente, hacer una pequeña reflexión. La vida está dentro de nosotros, y queremos vivirla gozosamente y que dure siempre. ¿De dónde nos viene ese deseo?

Y el mundo no nos ofrece eso que yace dentro de nosotros. La respuesta que buscamos la encontramos en Jesús de Nazaret. Él nos habla y nos promete esa Vida Eterna que deseamos vivir en plenitud. Y que ya la estamos viviendo si le abrimos nuestro corazón. El Reino de Dios ya ha llegado, está tocando la puerta de nuestro corazón y sólo tenemos que dejarle entrar y acogerlo.

La segunda venida de Jesús, la definitiva, será la confirmación final de nuestra acogida. Entonces nos acogerá y nos llevará con Él a esa mansión que nos prepara ahora. Pero lo hace para aquellos que le han reconocido y le han abierto su corazón. Es la hora, ahora, en este momento. El Reino de Dios está entre nosotros y tenemos que recibirlo, acogerlo y esperarlo.

Y lo hacemos a cada instante de nuestra vida cuando vivimos en el esfuerzo de hacer presente su Palabra y su Amor. Cooperamos a establecer el Reino de Dios en este mundo cada vez que nos esforzamos porque sea más justo, más solidario y fraterno. Y que haya paz entre todos los hombres.

Preparémonos para ese momento glorioso y definitivo; preparémonos para entrar en la Vida Eterna donde sólo habrá gozo y plena felicidad. Pero, preparémonos ya, ahora, en este momento. Abre las puertas de tu corazón y deja entrar al Señor. Él es el Camino, la Verdad y la Vida.

miércoles, 9 de noviembre de 2016

¿DESTRUIMOS TAMBIÉN NOSOTROS NUESTRO TEMPLO?

(Jn 2,13-22)
Posiblemente, hablar y comunicarnos alguna cosa en el templo no esté mal, pero, quizás, sin darnos cuenta, estamos convirtiendo nuestros templos en lugares donde vamos a pasar un rato agradable y a hablar con los amigos y amigas. Amén de lucir nuestros modelitos y reunirnos para luego ir a tomar un café o pasteles. Es posible que neguemos esta realidad, pero a veces lo que domina nuestra presencia en la Eucaristía son esas apetencias y placeres.

Y debemos tener mucho cuidado si esto se va haciendo rutinario y hasta normal. Y, peor todavía, si esa es la conciencia colectiva que se va introduciendo en nuestros corazones hasta el punto de encontrarlo normal y bien. El Templo es un espacio y lugar de oración. Está bien que saludemos a alguna persona, pero eso no significa entablar una conversación donde Jesús desaparece y se toma como alguien con el que hablamos cuando nos cansemos de hablar con el amigo o amiga.

A veces, sobre todo en bautizos, primeras comuniones u otras celebraciones, la algarabía es tan ensordecedora que parece más una recova o lugar de la bolsa que un templo. Y nos aproximamos a lo que sucedió en tiempo de Jesús. Aquel lugar, como el nuestro de hoy, no parece la casa ni el templo de nuestro Padre Dios.

Es verdad que el Señor mora dentro de cada uno de nosotros, y el verdadero templo está en nuestro corazón, pero el templo físico, el lugar donde nos reunimos representa la Casa de oración con el Señor. Y debemos guardar respeto y silencio. Porque hay personas que necesitan reflexionar, silenciar su interior y escuchar la Palabra de Dios. 

Quizás sea la ocasión donde muchos encontramos un espacio y tiempo para, serenamente y en paz, dejar que el Señor, que habita en su corazón, le susurre con ternura y amor las enseñanzas y señales por las que debemos caminar en su búsqueda. Y con nuestro ruido y distracciones impedimos que eso suceda.

martes, 8 de noviembre de 2016

HACEMOS LO QUE TENEMOS QUE HACER

(Lc 17,7-10)
No lo podemos evitar, queremos y esperamos esa palmadita en la espalda y esa palabra de elogio y gratitud por lo que hacemos. Lo experimento en mí mismo cuando me agradecen lo compartido en mis humildes reflexiones. Y digo humildes, no para recibir elogios luego, sino porque son simples reflexiones que, quizás, su grandeza pueda estar en la sencillez y la vivencia, honrada y en verdad, que brota de la realidad vivida cada día. Ese es la esencia de las mismas.

Pero, volviendo a lo comentado, respondo que hago lo que tengo que hacer, y si algún mérito hay que dar, dárselo al Espíritu Santo, porque de Él es el mérito para Gloria de Dios. Sé y comprendo que así es y que nos gusta animarnos y darnos aliento. Somos humanos y necesitamos, por nuestra debilidades, alimentar nuestro egoísmo para continuar esperanzados la tarea de cada día.

Pero, siempre atentos y vigilantes en la oración y al Espíritu Santo, para que no confundamos nuestra debilidad humana con nuestra actitud de siervos que cumplimos los que nuestro Señor nos manda. Esa es nuestra condición, que debemos cumplir con alegría y entusiasmo si esperar nada a cambio. Nuestro mayor gozo será cumplir con nuestro deber, y ese deber es amar y amar sirviendo al prójimo por mandato del Señor, que nos ama infinitamente.

Pidamos al Señor ver con alegría y entusiasmo esa nuestra actitud de servicio altruista y gratuita. Tal y como hemos recibido nuestras cualidades y bienes, compartámolos con aquellos que poco o nada tienen sin esperar recompensa ni agradecimiento. Pues ya los hemos recibido del Señor, que nos regala la vida y el gozo eterno en su Casa.

lunes, 7 de noviembre de 2016

ESCÁNDALO

(Lc 17,1-6)
Somos responsables de nuestros actos, pero cuando con ellos influimos directamente en otros y, quizás, de modo negativo, nuestra responsabilidad es mayor. Es mayor hasta el punto de poder escandalizalos y alejarlos del camino que lleva al encuentro con Jesús. Respecto a eso, Jesús nos dice:  «Es imposible que no vengan escándalos; pero, ¡ay de aquel por quien vienen! Más le vale que le pongan al cuello una piedra de molino y sea arrojado al mar, que escandalizar a uno de estos pequeños. Cuidaos de vosotros mismos».

Es una dura advertencia, porque a veces actuamos negligentemente y no advertimos que podemos estar dando mal ejemplo a quien nos ve y se relaciona con nosotros. Somos el espejo para mucha gente que se siente interpelada y animada por nosotros. Y depende de nosotros que le fallemos y le demos mal ejemplo. Son débiles y no lo comprenderán. Por eso tenemos que tener mucho cuidado. Ya nos lo advierte Jesús.

Somos responsables de nuestro proceder y actuar en nuestra familia, en nuestro ambiente y entorno, y debemos tener cuidado y estar muy atentos a lo que hacemos y como actuamos. Porque con un mal ejemplo y testimonio podemos dar al traste con la fe de muchos otros que nos miran. No todos tenemos la misma fortaleza y su fe es débil y se tambalea al menor contratiempo. Y, ante Dios, somos responsables de esas personas. Ellas son la causa para que nosotros nos esforcemos en actuar bien y darle ejemplo en la vivencia de la Palabra y cumplimiento de la Voluntad de Dios.

Por eso debemos estar en contante vigilancia e injertados  en el Espíritu Santo, para que fortalecidos e iluminados en Él podamos dar buen testimonio y ser luz para los que están cerca de nosotros y nos miran como ejemplo. Seamos, pues, conscientes de ese esfuerzo y esa actitud para siempre intentar obrar bien intencionado a fin de que nuestras obras y ejemplos sean favorables en dar buen testimonio y ayudar a acercar a los hombres al Señor.

domingo, 6 de noviembre de 2016

EL PROBLEMA DE NUESTRA RAZÓN

(Lc 20,27-38)
Razonamos mal y, como es de suponer, nos equivocamos. No se puede extrapolar nuestro razonamiento en este mundo para el otro. No podemos pensar que el otro mundo, el eterno, será con los mismos patrones que este, y que, allí, continuaremos una vida similar a la de aquí. Nuestra razón no sirve y nos traiciona. Y si no somos capaces de abstraernos de esta limitación humana, estamos perdidos.

Estamos llamados a otra vida que no tiene nada que ver con esta. Al menos no sabemos cómo será ni tampoco podemos suponerla como nuestra razón alcanza a imaginarla. Todas nuestras especulaciones son quimeras y disparates. No sabemos como será esa mansión y vida que Jesús nos prepara. Y así nos lo dice Jesús: «Los hijos de este mundo toman mujer o marido; pero los que alcancen a ser dignos de tener parte en aquel mundo y en la resurrección de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, ni pueden ya morir, porque son como ángeles, y son hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección», en respuesta a aquellos saduceos que le habían planteado el problema respecto a la mujer casada con los siete hermanos.

«Y que los muertos resucitan lo ha indicado también Moisés en lo de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. No es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para Él todos viven».

De cualquier forma, sí podemos razonar que la vida sería un fracaso si, creados para vivir tuviésemos que morir. Eso si que no tiene sentido y que lo lógico sería suponer que hay otra vida más plena, justa y gozosa para todos. Y que este paso por el mundo es la llave y la oportunidad de alcanzarla. 

Porque experimentamos que ese anhelo y deseo vive dentro de nosotros. Es la huella del Dios Eterno que nos ha creado para vivir eternamente con Él.

sábado, 5 de noviembre de 2016

LA CABEZA EN UN SÓLO IDEAL

(Lc 16,9-15)
Hay muchos ideales, y todos pueden ser, si se apoyan en la verdad y el bien, dignos para realizarse, pero sólo uno será el verdadero y el que nos colma plenamente nuestros deseos de felicidad. Esa es la búsqueda que el hombre experimenta y persigue. Podrás pensar como quieras; tendrás los criterios que quieras tener y hasta te autoengañarás distorsinando la realidad según tus intereses y soberbia, pero lo que tú quieres alcanzar es vida eterna. Pero, vida eterna, con calidad y plenitud de felicidad.

¡Claró!, te pasa a ti y me pasa a mí. No se puede tener la cabeza en otra cosa que no sea esa, pero hará falta encontrar quien te puede ayudar y ofrecer esa posibilidad. A estas alturas de la vida, no darse cuenta de esto significa haber perdido el tiempo. Erre que erre con lo mismo, pero siempre permaneces y te quedas igual. Tus beneificios, sean los que sean y como los hayas obtenidos, servirán sólo si te ayudan a darte cuenta de esta realidad, que es la única.

Es verdad, necesitas fe, pero, también es verdad que nuestra razón nos ayuda mucho a buscarla, pedirla y abandonarnos en ella. Porque el mundo no te ofrece nada y todo lo que has vivido en él se queda sin respuesta y esperanza sin la fe en Aquel que le da sentido a tu vida. 

Tú y yo experimentamos que sólo en el amor nos encontramos felices y esperanzados. ¿Te parece poco esa experiencia? Jesús, el Hijo de Dios, nos ama de esa manera que a nosotros también nos gustaría amar. Lo hemos experimentado con y en nuestros propios hijos. Y también con amigos o personas que mantenemos cierta intimidad. Podemos suponer que no hemos sido creados, demostrado ese amor, para acabar como vemos que vamos acabando. Se deduce que la vida se nos ha dado para vivirla gozosamente y para siempre, y ahí entra Jesús en nuestra vida.

Está claro, principalmente porque lo dice Él, que tiene Palabra de Vida Eterna, pero porque también nosotros lo vamos deduciendo a lo largo de nuestra vida. Y junto y en Él lo veremos más claro. Sería un golpe bajo nacer para morir.

viernes, 4 de noviembre de 2016

¿PARA QUÉ TENEMOS LA CABEZA?

(Lc 16,1-8)
Esa es la pregunta del millón, ¿cómo es posible que no empleemos nuestra cabeza para darnos cuenta que en este mundo no está la solución a nuestros problemas, y menos a nuestra vida? ¿O es qué nos resignamos a pasar el tiempo como podamos, posiblemente más mal que bien, o mitad y mitad hasta que nos llegue la hora sin más pena ni gloria? ¿O, quizás, estamos sordos, ciegos y despistados que no advertimos que tenemos una oferta y promesa encima de la mesa para ganar la vida eterna? Y qué quién nos la hace tiene Palabra de Vida Eterna, porque ha Resucitado y siempre cumplido su Palabra.

Posiblemente sea la última situación en la que nos encontramos muchos. Vivimos en un mundo caduco que no nos da lo que buscamos y queremos, vida en plenitud de gozo y felicidad eterna. Y, sin embargo, lo idolatramos postrándonos ante sus pies como corderos sometidos y esclavizados. Hemos aceptado adorar al demonio entregándonos al mundo, porque permanecemos dormidos en el tiempo y no usamos la cabeza para plantearnos qué pintamos en este mundo y a dónde vamos.

Esa es la astucia que nos pide hoy el Señor. Quizás pensamos por donde podemos ponerle la zancadilla al prójimo o al jefe, y en dónde y cómo podemos ganarnos la vida. Pero, ¿no se nos ocurre pensar y buscar cómo y dónde podemos ganar lo verdaderamente importante, la Vida Eterna? ¿Qué nos ocurre y nos pasa? ¿Es qué un mundo caduco, injusto, de miserias y sufrimiento y de cuatro días nos seduce hasta perder el verdadero Tesoro de la Vida Eterna y plena de gozo y felicidad?

Pidamos paz, serenidad, sabiduría y paciencia para darnos cuenta que por este mundo vamos hacia algún lugar que merece la pena y en donde continuará nuestra vida. Porque no hemos salido de Dios para perdernos en la nada. Somos de Dios y volveremos a Él. Lo importante es hacerlo según su Voluntad para heredar la Vida Eterna. Precisamente lo que buscamos.

jueves, 3 de noviembre de 2016

¿EN QUÉ ACTITUD ESTAMOS? ¿SOMOS DE LOS QUÉ BUSCAMOS AL MÉDICO O NO LO NECESITAMOS?

(Lc 15,1-10)
Cuando no sentimos dolor de arrepentimiento difícilmente podemos ser curados. Porque para curarnos tenemos que, primero, estar enfermo. Eso supone sentir dolor y arrepentimiento de todos nuestros pecados, tantos los cometidos como los de pensamientos y omisión.

El Evangelio de hoy nos sitúa en este contexto. Aquellos que no experimentan necesidad de ser curados, puesto que no se sienten enfermos, y los que buscan al médico del alma para sentirse aliviados y curados de sus pecados. Y ante las murmuraciones de los primeros, Jesús expone este parábola que aclara su verdadera misión: «¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va a buscar la que se perdió hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, la pone contento sobre sus hombros; y llegando a casa, convoca a los amigos y vecinos, y les dice: ‘Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido’».

Se trata de buscar a la que está en peligro y tiene necesidad de ser encontrada y salvada. Se trata de ti y de mí, que necesitamos la misericordia de Dios y nos abrimos a su Palabra y a su Gracia. Se trata de dejarnos encontrar por el Señor, que nos busca por amor y necesita de nuestra disposición a dejarnos salvar. Os digo que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad de conversión.

Esa es la clave y la cuestión. ¿En qué actitud me encuentro yo? Estoy entre los noventa y nueve que no experimentan necesidad de convertirse, o por el contrario, soy de los que sienten la necesidad de ser acogido, buscado y salvado por el Señor? Pidamos esa Gracia, de reconocernos oveja perdida y necesitada  espiritualmete de ser curada y salvada por Jesús.

miércoles, 2 de noviembre de 2016

¡¡¡VIVA LA VIDA!!!, PORQUE HEMOS SIDO CREADOS PARA VIVIR ETERNAMENTE

Jn 14, 1-6
Esa es nuestra alegría y nuestra esperanza, la Vida Eterna. Hemos sido creados para vivir eternamente, y eso da sentido a toda nuestra vida. Creemos en Tí, Señor, porque tu Palabra es Palabra de Vida Eterna. ¿En quién, si no, vamos a creer? Tú nos promete la vida eterna y nos prepara una estancia en la Casa de tu Padre. Y en esa esperanza y alegría vivimos, Señor. Porque Tú Resurrección no confirma tu Palabra.

En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, os lo habría dicho; porque voy a prepararos un lugar. Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros.

Creo firmemente en lo que me dices, Señor. Vivo con esa esperanza, y, hasta diría, que espero ese momento, la hora de mi partida, con verdadera ilusión, dicha y esperanza en tu Misericordia. Ardo en deseos de gozar de esa Mansión que me preparas, Señor. ¿Hay dicha mayor? Y me consuela el saber que no puede estar lejos, aunque como Pablo, te diré que experimento la falta que puedo hacer aquí, Y te pido que, si es tu Voluntad, me des el tiempo necesario hasta realizarla. Más, no sea mi voluntad, Señor, y Tú lo sabes porque lees mi corazón, sino la Tuya.

Es una dicha y una bienaventuranza oír de tu boca que nos prepara un sitio para que, cuando vuelvas, ¡¡¡que alegría y esperanza esperar cada día tu venida!!!, llevarnos contigo para estar Contigo. ¡Dios mío, pensar eso es volvernos locos de alegría! 

Pero es que además nos ha dejado clarito el camino. Porque, ante la duda de Tomás, Tú nos has dicho que eres el Camino, la Verdad y la Vida. Está claro, Señor, seguirte a Ti, asistido por el Espíritu Santo, es el camino para estar preparado ese día que volverás para llevarnos a esa Mansión que hoy nos estás preparando.

martes, 1 de noviembre de 2016

UN CAMINO OPUESTO AL DEL MUNDO

(Mt 5,1-12a)

¡Claro!, no podemos estar en el mundo y servirlo y servir al mismo tiempo a Dios. Son caminos opuestos. Hoy, Jesús, en las bienaventuranzas nos señala y describe el camino a seguir. Un camino diferente y con criterios, por supuestos también diferentes, a los del mundo. Eso explica lo que decimos muchas veces cuando hablamos de remar contra corriente.

Si reflexionamos las bienaventuranzas, una por una, vamos viendo como son contrarias a lo que el mundo nos propone. Ser pobre de espíritu será lo contrario a ser rico de espíritu y tener esa actitud de riqueza y de poder. Podemos ser rico, pero tener un espíritu pobre, despojado de toda vanidad y generoso en compartir. Ser pobre de espíritu es tener el espíritu abierto a la Palabra de Dios y dejarse invadir por ella.

Cada bienaventuranza nos exige un despojo y una actitud que el mundo nos presenta como una pérdida y un fracaso. Mientras él nos ofrece mirar para nosotros y cuidarnos de pasarlo bien, las bienaventuranzas son señales y actitudes de solidaridad, de compartir, de preocuparnos los unos por los otros y de, a pesar de las dificultades y contrariedades que el mundo nos va poniendo, caminar firmemente hacia el Reino prometido por Dios.

Conviene meditarlas serenamente e ir esforzándonos en vivirlas cada día, porque por ellas caminamos por el buen camino, seguro y firmes al encuentro con el Señor.

Uniéndonos a los Evangelios de estos últimos días, busquemos el Reino de Dios dándonos gratuitamente y no buscando recompensa alguna, porque será, cuando venga el Señor en su segunda venida, la hora de recibir la recompensa gloriosa en el Cielo.