lunes, 27 de febrero de 2017

SE HACE IMPOSIBLE SEGUIR A DOS SEÑORES

(Mc 10,17-27)
Cuando tu casa está llena de oro, vives para el oro. Y si está vacía, vives anhelando llenarla de oro. De una u otra forma vives pendiente de la riqueza. Tu corazón latirá al ritmo de lo que tenga, y si en él no está Dios pondrás todos tus afanes en servir a lo que en él viva.

La vida te ofrece muchos dioses: poder, bienes, fama, privilegios, honores...etc. Y el dinero como dios principal. Quizás el más poderoso, porque con él puedes conseguir casi todo lo demás. Toda tu seguridad la apoyas en él y ocupará el centro de tu vida. No podrás, entonces, servir a otro, porque tu corazón está atrapado por el dinero. Él será el dios de tu vida.

 Jesús, que conoces nuestras debilidades, nos lo advierte en el Evangelio de hoy. Nos habla del peligro de apegarnos a las cosas de la vida, sobre todo al dinero. Y es que si mantenemos nuestro corazón distraído y apegado a él, el dinero, olvidaremos a Dios y, por lo tanto, entregarnos a su servicio. Por lo tanto, Jesús ya nos lo dice: «¡Qué difícil es que los que tienen riquezas entren en el Reino de Dios!».

No podemos servir al Señor ni cumplir los mandamientos teniendo nuestro corazón contaminado con otras cosas de este mundo, que siendo necesarias nunca pueden ocupar el centro de nuestra corazón. Habrá que dejarlo todo para quedar libre de toda atadura, y ese dejarlo todo significa, no tanto que te quedes desprovisto de tus necesidades, sino que sea el Señor el centro, dueño y Señor, de tu vida, y todo lo demás vendrá por añadidura. Como buen Padre no nos dejará sin lo necesario.

En eso radica nuestra confianza en el Señor. Confiado en Él y en su Bondad y Misericordia. Porque sólo seguirás al Señor si aligeras tu carga y te despojas de todo aquello que interrumpe tu camino y te impide seguirle.

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