miércoles, 19 de abril de 2017

¿ARDE TU CORAZÓN CON LA PALABRA?

(Lc 24,13-35)
En muchas ocasiones he experimentado emoción, gozo y alegría al escuchar la Palabra de Dios. Arder mi corazón es experimentar ese gozo y alegría dentro de mí. Seguro que tú también lo has sentido. Todos tenemos experiencia de experimentar, valga la redundancia, la presencia interior del Señor dentro de nosotros. Son las apariciones que Jesús nos ofrece para que, como los de Emaús, reaccionemos a su Palabra y encendamos la llama de nuestra fe.

Pero, también hemos experimentado que ese gozo y alegría se disipa lentamente en la medida que nuestros corazones se van endureciendo con nuestras dudas y las cosas de este mundo. Hasta, es posible, que tú y yo hayamos pensado que Jesús era ese líder que esperábamos para que arregle las cosas de este mundo tal y como nosotros lo entendemos. Y nos hemos desilusionado, porque nuestra vida sigue igual, e incluso a peor. Asentimos y pensamos que Jesús no nos aporta ni nos soluciona nada. Y nos vamos, regresamos a nuestros ambientes y a nuestros hábitos y costumbres pasadas. Todo sigue igual.

Se necesita volver y regresar a la comunidad. Se hace necesario el regreso a Galilea, al origen de la Palabra, a la renovación de nuestros corazones, a los hermanos, a la fe compartida. Porque, cuando compartimos nuestra fe nos fortalecemos; porque cuando compartimos nuestra fe, Jesús se hace presente; porque cuando compartimos nuestra fe arde nuestro corazón y experimentamos sed del Señor. Esa sed que nos mueve a buscarle y a entregarnos, partiéndonos y repartiéndonos, tal y como Él nos ha enseñado.

Sí, no nos quedemos en el camino. Volvamos a Galilea, porque allí está el Señor. Lo encontraremos en su Palabra, en sus Obras y junto a los hermanos. Vivamos en esa actitud y con esa esperanza confiando que el Señor se nos hará presente al partir el pan.

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