martes, 18 de abril de 2017

VER, CREER Y PROCLAMAR

(Jn 20,11-18)
El resultado de la fe es creer y proclamar. Porque cuando se ve, hay dos opciones: creer y proclamar. Si no crees, seguramente es que no has visto bien; si no proclamar, podemos decir lo mismo. Porque no se puede afirmar tener fe y no dar testimonio de ella. Esconderse es manifestar que tu fe no es firme y segura.

Es posible que nos encontremos entre estos. Tú mismo puedes saberlo, y tus obras dan testimonio de ello. Es innegable que cuando se tiene fe se contagia de esa fe. Al menos se transmite, aunque no llegue a contagiar ni a dar frutos. Y es mejor síntoma experimentar que tienes deseos de búsqueda, que dentro de tu alma hay sed transcendente y que caminas en esa búsqueda. Porque, si realmente buscas, el Señor, como a María Magdalena, se te presentará.

« Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios’». Son las palabras que Jesús dijo y encargó a María Magdalena que dijera a sus hermanos. También podemos recogerla para nosotros y hacerlas nuestra. El Señor sube a su Padre, pero también nos habla de que es nuestro Padre, y de la misma manera de nuestro Dios. Ahora, ¿cómo nuestro Padre y nuestro Dios no nos va a resucitar, por los mérito de su Hijo, el amado y en quien se complace? - Mt 17, 5 -.

La Resurrección del Señor es nuestra esperanza y nuestra salvación. También nosotros resucitaremos, porque para eso ha venido el Señor y ha, muriendo, Resucitado. Para que todos los que han creído y creen en Él resuciten también. Vayamos, pues, a Galilea a encontrarnos con el Señor. La Galilea de nuestra vida, de nuestras familias, de nuestros trabajos, de nuestros ambientes, de nuestras circunstancias, de nuestras comunidades, de nuestras parroquias, de nuestros hermanos.

Porque cada vez que hagamos algo bueno por los que lo necesitan estaremos abrazando al mismo Señor y encontrándonos con Él.

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