jueves, 15 de junio de 2017

LA JUSTICIA RESIDE EN EL CORAZÓN

(Mt 5,20-26)
Interpretar la ley está escrita y su interpretación no deja claro que se haya hecho justicia. Porque la intención y la voluntad son las acciones que verdaderamente descubren al culpable. Alguien puede tener intención y voluntad de matar, pero por casualidad no mata. Posiblemente, la ley le absuelve si no puede demostrar que en lo más profundo de su corazón ardía ese deseo de matar.

El espíritu de la ley es más profundo y es él el que realmente nos juzga. La justicia de nuestro Señor Jesús va más lejos que la letra de la antigua Ley, porque ella reside en el corazón del hombre. Por lo tanto, no tiene la última palabra la letra, sino que es el espiritu de esa letra la que debe juzgar la intención del corazón del hombre. Por lo tanto, Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal; pero el que llame a su hermano "imbécil", será reo ante el Sanedrín; y el que le llame "renegado", será reo de la gehenna de fuego.

Convendremos en que hay muchas formas de matar. Y que matar no consiste simplemente en quitar la vida a otro, sino que hay otras formas en la que eres tú mismos quien te quitas la vida. Así, con tu pensamiento matas. Matas indirectamente la dignidad y la honra de otros, que le puede llevar a la muerte, y también te matas a ti mismo al utilizar esa arma venenosa de la palabra y el mal pensamiento.

Luego, la moraleja está bien clara, no trates de vivir en la Luz porque estarás mintiendo. Pues la Luz no conoce la tiniebla y estando en ella no se puede estar en tiniebla. Si vives en la Luz, irrevocablemente estáras a bien y en comunión con el otro. Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda. 

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