sábado, 24 de junio de 2017

LLENOS DEL ESPÍRITU SANTO


(Lc 1,57-66.80)
Irresistiblemente pensamos que el Espíritu Santo ha venido para otros. Otros personajes, como Juan el Bautista, por ejemplo, pero no para nosotros. Nosotros no tenemos que ver nada con el Espíritu Santo, pensamos, para ese tipo de misiones, y nos resignamos comodamente instalados en esos pensamientos sin preguntarnos nada más al respecto. Nos va muy bien así.

Pasamo de largo lo que Dios, nuestro Padre, nos dice en el -Ap 3, 20-. Nos llama a que abramos la puerta de nuestro corazón para entrar a cenar con nostros; para descubrirnos lo que quiere de nosotros; para transmitirnos su amor y donde nos quiere llevar; para darnos la alegría, el gozo, la felicidad y la Vida Eterna. Y nos ha dicho que, despues de su Ascensión al Padre, vendría el Espíritu Santo, el Paráclito, el Defensor, para auxiliarnos y darnos sus dones de fortaleza, de ciencia, de sabiduría, de inteligencia de entendimiento, de piedad y santo temor de Dios, con los que podemos superar todos los obstáculos, tentaciones y seducciones que el mundo nos tiende y nos tienta.

Por nuestro Bautismo hemos recibido al Espíritu Santo. Un bautismo de fuego y Espíritu, que nos hace hijos de Dios y nos abre las puertas del Cielo. Y en Él podemos emprender el camino con garantía de éxito. Y ese camino tendrá una meta. Una meta que implica una misión, porque todo camino tendrá un final. Y nuestro final es alcanzar la Vida Eterna prometida junto al Señor. Y ese camino tendrá una misión. Una misión a la que nos acompañará y dirigirá el Espíritu Santo.

Por lo tanto, debemos estar atento, como lo estuvo María, nuestra Madre y Madre de Dios. Atentos y disponibles a la acción del Espíritu Santo, para, preparados responder a su llamada . Tal fue la respuesta de María, como también la de su prima Isabel y su esposo Zacarías. Ellos fueron perseverantes y constantes en la oración y fidelidad al Señor. Ellos dejaron su esperanza abandonada en Dios. También, a nosotros no toca perseverar y creer en el Señor, llenándonos de paciencia y de esperanza.

Es posible que no comprendamos muchas cosas, ni que tampoco nos lo creamos, pero tangamos confianza en Dios. Lo ocurrido a Zacarías nos puede servir de ejemplo y ayuda para saber, también nosotros esperar.

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