sábado, 8 de julio de 2017

LO VIEJO Y LO NUEVO

(Mt 9,14-17)
Muchas veces la Palabra se hace difícil entenderla. Bien, porque estamos bloqueados, o bien, porque estamos ciegos. De cualquier forma, no siempre estamos en sintonía con la Palabra de Dios. Por eso, siempre, estemos o no en sintonía y en la misma frecuencia con el Señor, necesitaremos la Luz y la Gracia del Espíritu Santo para poder interpretar y vivirla. 

Eso nos invita, posiblemente, al ayuno. Porque, ayunar no es sólo abstenerse de comer, sino también privarte de tu tiempo para entregarlo a los demás. Porque, ayunar también es poner tu vida en Manos del Espíritu Santo y dejarla correr según su Voluntad. Porque, ayunar, no consiste en mortificarse, sino en darse por el bien de los demás.

Y, es lógico y de sentido común que, cuando estamos con Jesús, todo es diferente. Y todo se vuelve festivo y se viste de alegría y novedad. En las fiestas no puedes poner cara de tristeza, pues de ser así dejaría de serlo. Tiempo habrá para darle salida y ponernos en situación de ayuno y penitencia. Ahora es tiempo de salvación, y Jesús está entre nosotros, motivo de alegría y gozo.

No se trata, pues, de hacer sacrificios como se entendía antes de la venida del Señor. La Buena Noticia renueva nuestra vida y actualiza nuestra fe. Se trata de amar. Amar como el mismos Jesús nos ha enseñado en su estancia terrenal entre nosotros. Porque, quien ama, hace y da frutos.

Pero, más importante aún, porque, quien ama está con el Señor. Y es que no se pude amar sin estar con Él. Él es lo nuevo, la Buena Noticia, el vino nuevo, que hay que conservar en odres nuevos. Nunca echarlo en odres viejos, porque reventarán y se estropearán. La fe madura y se renueva, y, para dar frutos, necesita actualizarse en el Señor. Abrir nuestros corazones y dejarnos guiar por el Espíritu Santo.

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