lunes, 17 de julio de 2017

VERDAD CONTRA MENTIRA

(Mt 10,34--11,1)
El cristiano no puede convivir con la mentira, ni tampoco con la apariencia. Y ocurre que en las familias hay de todo un poco, y los que dicen mentiras o falsean la verdad. E, incluso, impiden que alguno de sus miembros vivan en la verdad. En esas circunstancias, las familias, los hijos, hermanos, padres y madres y amigos son verdaderas murallas que se levantan entre ti y Jesús. Y llega el momento en que tienes que decidir, instalarte, mostrarte indiferente o enfrentarte a ellos.

El Evangelio de hoy nos descubre esa realidad. No se trata de enfrentarte literalmente como dice la Palabra, sino de saltar y superar los obstáculos que, dentro de la familia, te puedan impedir acercarte al Señor. Y, no sólo eso, sino arriconarlo en un segundo plano. El Señor es lo primero y el centro de nuestra vida. 

Y es lógico y de sentido común. Observa que poner a Dios como la primera opción de tu vida significa que una de las cosas que tienes que tener presente es honrar a tu padre y a tu madre. Cuanto más cerca estés de Jesús, más cerca estarás de tus padres, y de tus hermanos y familia. Y también de todos los demás, porque lo primero que Dios te exige para amarle a Él es amar al prójimo. Sobre todo a los enemigos.

Comprendes entonces que lo que Dios te pide no es un enfrentamiento directo con tu familia, sino una opción por Él, que busca hacerte mejor con su Gracia, y, por supuesto, prepararte para amar. Amar a todos, empezando por tu familia y hermanos. Recuerda que Él lo dijo cuando, hablando a la gente, le avisaron que su madre y hermanos le buscaban -Mt 12, 46-. Su Madre es grande porque precisamente cumple la Voluntad de Dios.

Y esa es la Voluntad de Dios, amar a todos los hombres. De manera especial a los enemigos. Y nada ni nadie debe impedirte hacer y dedicarte a cumplir la Voluntad de Dios. Por eso, Jesús te dice: El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí.

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