sábado, 30 de septiembre de 2017

DISTANTES DE LOS PENSAMIENTOS DE DIOS

Lc 9,43b-45
Posiblemente, la oración sea la vacuna y el antídoto para sacarnos de nuestras oscuridades y sombras a fin de ver más claro el Pensamiento de Dios. Por la oración recibimos, por la Gracia de Dios, la luz que nos ilumina y nos permite ver y entender los designios que Dios quiere para cada uno de nosotros.

La distancia, por decirlo de alguna forma, entre Dios y nosotros es infinita, y, muy poco o nada entendemos. No nos cabe en nuestra limitada cabeza lo de su Muerte y Resurrección. Y menos una Muerte de Cruz, cuanto más lo de su Resurrección. Y esta ignorancia y limitación levanta inmensas barreras entre Dios y nosotros. Sobre todo cuando nuestra soberbia y prepotencia hace acto de presencia.

Reconocer con humildad nuestras limitaciones y pobrezas nos cuesta mucho. Pretendemos entender a Dios y no nos damos cuenta de nuestra pequeñez. Somos criaturas que gozamos del privilegio de su Amor, y por él, por su gran Amor, existimos. Hemos sido creados para la Vida Eterna, desde donde se desprende la gran necesidad que tenemos de conocer a Jesús. Porque, Él es el Mesías enviado para revelarnos el Amor del Padre, y para llevarnos a su presencia.. 

Por tanto, no conocerle supone no saber que nuestra vida pasa por Él, y, por Él, estamos llamados a vivir Eternamente. Hemos sido creados para eso y perderla sería nuestro gran disparate y nuestro irreparable fracaso, porque acabado nuestro tiempo, acaba también nuestra oportunidad de vivir para la eternidad junto al Padre.

Necesitamos conocer al Señor, y eso lo hacemos conociendo su Palabra en la Sagrada Escritura, que nos habla del Amor de Dios y de su Plan de salvación para todos nosotros. La oración es el medio por el que entablamos relación con el Señor, y, a través de ella, crecemos en la verdad y en la fe auxiliados por la escucha de su Palabra. 

viernes, 29 de septiembre de 2017

ARCÁNGELES, AL SERVICIO DE DIOS

Jn 1,47-51
HOY A LAS 09:00 HORA PENINSULAR, 08:00 HORA CANARIA, REZO DEL SANTO ROSARIO POR LA DEFENSA Y UNIDAD DE LA VIDA Y LA FAMILIA. ÚNETE A LA HORA QUE PUEDAS Y DESDE DONDE PUEDAS.


Cuatro esquinitas tiene mi cama, cuatro angelitos que me acompañan. Esta oración la he aprendido desde niño, y supongo que también ustedes la han oído. Nuestras mamás nos la decían a la hora de acompañarnos a la cama. En mi habitación había un cuadro de un ángel acompañando a uno niños que atravesaban un puente viejo y peligroso bajo el que había un mar bravo y furioso.

Los ángeles son espíritus que están al servicio de Dios. Hoy, celebridad de los santos Arcángeles Miguel, Rafael y Gabriel, nuestro Señor nos habla de los ángeles: «En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».

A medida que mi vida va cubriendo etapas, voy experimentando la presencia de mi Ángel de la Guarda. Cuando miro hacia atrás para afirmar mi camino, recuerdo muchos momentos que, si en aquel momento no, ahora sí, descubro la presencia de mi Ángel de la Guarda. A veces tengo sueños de esos momentos y percibo de que el Ángel de la Guarda me sacó de esos peligros. 

Hay muchas cosas en nuestras vidas que ocurren sin saber por qué. ¿Por qué no pensar que son indicaciones y caminos que nos pone nuestro propio ángel de la guarda? Cada acontecimiento tiene su moraleja y su lección. Todos nos avisan y nos descubren nuestras limitaciones y nuestra vulnerabilidad, y también nuestras fuerzas, y hasta nuestras capacidades. Lo importante es descubrir, como aconteció con Natanael, este caso que hoy reflexionamos, la presencia de Jesús, nuestro Señor, en nuestras vidas. Él está pendiente de nosotros y sabe todos nuestros movimientos, pues ha venido para salvarnos.

Sin embargo, necesitamos algo que nos impacte o nos seduzca para despertar en nosotros la presencia del Señor y descubrirle como Hijo de Dios. Ojala que seamos muy sensibles a su llamada y le descubramos sin oponer resistencia, signo de que hemos superado la tentación del pecado soberbio de nuestra suficiencia.

jueves, 28 de septiembre de 2017

CURIOSIDAD Y PERPLEJIDAD

Muchas veces somos movidos por la curiosidad, y, por ella, descubrimos algo vital que cambia nuestra vida. Pero, también, puede ser un impulso que, saciado, o enfrentado a diversas dificultades, se desvanece y desaparece.En muchos momentos de nuestra vida no somos capaces de romper esa perplejidad a la que estamos sometidos, y dormimos nuestra vida en la duda y la confusión.

Herodes, nos dice hoy el Evangelio, quería ver a Jesús, pero le movía una simple curiosidad. Y cuando la causa no se apoya en otras razones que la curiosidad, suele ser débil y poco profunda. Se hablaba mucho de Jesús, y lo mismo ocurre hoy, pero esa fama, que al principio generó curiosidad para unos, hoy es motivo de persecución para otros.

El móvil debe ser otro. El encuentro con Jesús debe estar impulsado por una experiencia de salvación. Una experiencia de descubrirte pecador, necesitado de libertad y de romper las cadenas de la esclavitud donde experimentas que tu vida está encarcelada. Una actitud de superar tus buenos deseos de hacer el bien y experimentar que haces el mal. Un combate por amar y no amarte.

Es esa inquietud la que te lleva a encontrarte con Jesús. Un Jesús que pasa entre la gente haciendo el bien y curando todo tipo de dolencias. Un Jesús que habla de justicia, paz y amor. Un Jesús que promete la Vida Eterna. Un Jesús que responde a todos mis interrogantes, que subyacen dentro de mi corazón. Un Jesús, al que busco y le pido que me salve.

Esta reflexión debe plantearnos que actitudes me llevan a buscar a Jesús. Simple curiosidad o conveniencia que me deja en la mediocridad. Porque, si es así, mi relación con el Señor no trasciende ni echa raíces. Debe movernos una inquietud de reconocer en Él al Mesías que ha venido a liberarnos de la esclavitud del pecado.

miércoles, 27 de septiembre de 2017

LAS PRISAS Y EL ESTRÉS

Lc 9,1-6
A la hora de pararnos y pensar qué pintamos en este mundo, es decir, qué hacemos y a dónde vamos, chocamos con la velocidad que nos imprime el ritmo de vida. Hablar de buscar tiempo para reflexionar y discernir que ocurre en nuestras vidas nos es hartamente difícil. Parece casi un disparate proponerlo. 

Pedir unos días de descanso y serenidad para pensar un poco respecto a organizar nuestra vida, nos parece perder el tiempo y gastarlo muy mal. Es decir, desperdiciarlo. No le damos valor ni importancia al tratar de pensar en nosotros mismos y descubrir que rumbo llevamos en nuestra vida. Sólo nos importa vivir cómodamente, placenteramente y satisfacer nuestros egoísmos, apetitos y apetencias sensuales.

Y para ello hay que producir dinero, riquezas, a fin de poder gastar y comprar todo eso que la sociedad, nuestra sociedad, nos vende y nos sugiere. El mayor engaño se esconde en que nos la venden como verdadera felicidad. Y ello supone que, sólo el tiempo que gastamos para eso es lo que verdaderamente vale e importa. Hablar de otras cosas nos suena a chino y disparate. Cuando no, pérdida de tiempo.

En esa situación, lo que nos propone Jesús hoy parece contradictorio y se encuentra en el extremo opuesto: «No toméis nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan, ni plata; ni tengáis dos túnicas cada uno. Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta que os marchéis de allí. En cuanto a los que no os reciban, saliendo de aquella ciudad, sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos».

Sin embargo, los resultados también son contradictorios. Mientras los primero son víctimas de las prisas, las neurosis, las depresiones, esquizofrenias, histerias u otros desequilibrios y enfermedades, los segundos, encuentra la serenidad, la satisfacción, la paz y el gozo y plenitud de hacer lo que verdaderamente deseaban. Y es que una sociedad sin Dios lleva a una sociedad neurótica y depresiva. Sin rumbo y sin sentido.

Mientras que una sociedad apoyada en Dios y su Palabra, da sentido, gozo, paz y felicidad eterna. Porque somos sus criaturas y estamos hechos para el amor. Y el amor consiste en servirnos los unos a los otros, y eso demanda tiempo, reflexión y disponibilidad.

martes, 26 de septiembre de 2017

EL INTERÉS DE ACERCARSE

Lc 8,19-21
A la hora de escuchar, puede ocurrir que no estemos lo suficientemente cerca. Estar cerca es imprescindible para poder escuchar. Y el hecho de acercarse exige movimiento, camino y esfuerzo, que a veces no son lo suficientes para lograr acercarse. Pero, la actitud del intento y la disponibilidad terminan por conseguir lo que se proponen.

Escuchar la Palabra presupone ponerla en acción, porque sin llevarla a cabo, la escucha pierde todo su valor. Y no hay otra forma de emparentarse con Jesús que esa. El vínculo que nos une con Él es el cumplimiento de la Voluntad de Dios. Por tanto, se trata de escuchar y poner en práctica lo escuchado. Así de claro lo dice Jesús: En aquel tiempo, se presentaron la madre y los hermanos de Jesús donde Él estaba, pero no podían llegar hasta Él a causa de la gente. Le anunciaron: «Tu madre y tus hermanos están ahí fuera y quieren verte». Pero Él les respondió: «Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la Palabra de Dios y la cumplen».

A simple vista, parece que Jesús deja en mal lugar a su propia Madre, pero no es así. Ocurre todo lo contrario, porque es su Madre la primera que cumple la Voluntad de Dios. Su presencia nos descubre esto que decimos. Ella, María, la Madre de Jesús, obedece la elección de Dios para que sea la Madre de su Hijo. Se ofrece confiada en el Señor; acepta sin temor el dolor y sufrimientos que tal misión le supone, y, por su Sí decidido, Jesús está presente entre lo hombres diciendo lo que narra el Evangelio de hoy. Por lo tanto, lejos de ser un reproche a María, su Madre, es un hermoso piropo y elogio.

El Señor nos alecciona a darnos cuenta que la Palabra de Dios no sólo es escucharla, sino también hacerla vida en nuestras vidas. Necesitamos romper las barreras que nos separan de la escucha atenta de la Palabra y acercarnos, venciendo las dificultades, para escucharla y vivirla. Podemos reflexionar y preguntarnos, ¿qué tiempo dedico a reflexionar la Palabra de Dios?

lunes, 25 de septiembre de 2017

PODEMOS PERDER NUESTRA VIDA

Lc 8,16-18
Muchos dan por perdida sus vidas cuando les llegue sus horas. Piensan y creen que este mundo tiene un final, y para cada uno de ellos les llega con la muerte. Eso significa y quiere decir que las Palabras de Jesús no les hace mella, y las toman con indiferencia y sin hacerle ningún caso. Al menos esa es la traducción que lees tal y como observas el mundo que ves.

Todos sabemos y entendemos que lo lógico es poner la luz en alto. Las lámparas se cuelgan del techo, o se ponen en la mesa y en lugares elevados. Se trata de que den luz y alumbre lo más posible. Y eso se consigue elevándolas, no escondiéndolas. De la misma forma, nuestras vidas deben situarse. Deben estar en lo alto para que sean vista y den luz, que en sentido bíblico significa testimonio. Porque con el ejemplo los demás quedan interpelados e invitados a hacer otro tanto igual.

El Evangelio de hoy nos habla de eso. Debemos de esforzarnos en ser luz y dar ejemplo para los demás. Somos, los padres, los líderes de nuestras familias y los espejos donde se miran los hijos. La responsabilidad de ser luz y ejemplo para los hijos es seria y grande. Porque, los niños imitan lo que ven, sobre todo lo de sus padres y familiares.

Dependerá de la luz que seamos capaces de dar y alumbrar, para que nuestras vidas alcance la Misericordia de Dios y la Vida Eterna. Porque, en esa medida recibiremos más luz y más gozo y felicidad, pero, de no ser así, hasta lo poco que tengamos lo perderemos. Tratemos, pues, de elevar nuestras vidas por encima de las apetencias que este mundo nos sugiere y nos ofrece, porque, con ellas, trata de desenfocarnos y de arrojarnos, en lugar de luz, sombras y oscuridad. Hacer un corto circuito y dejarnos el corazón apagado.

Arrojemos luz, asistidos en el Espíritu Santo, para que nuestras vidas, iluminadas y llenas de la Luz de la Vida de la Gracia, sean testimonios, caminos y fogonazos que señalen el verdadero camino hacia la Casa de Dios. 

domingo, 24 de septiembre de 2017

TÚ TAMBIÉN ESTÁS INVITADO A LA VIÑA DEL SEÑOR

Mt 20,1-16
Todos estamos invitados y gozamos también de una gran ventaja, que el Señor, que nos invita, también nos espera pacientemente y, hasta nos busca. El Evangelio de hoy nos habla de eso y nos relata de cómo nos busca el Señor y nos invita. Incluso en las últimas horas de nuestros días.

Y la sorpresa, grata y generosa, es que nos paga lo mismo que los que acuden temprano. Su Generosidad y Misericordia es Infinita y la paga que nos da, no mereciéndola, llena de plenitud todas nuestras aspiraciones. Pero, tenemos que estar atentos para acudir a la cita, y estar en la plaza para encontrarnos con el Señor. ¿Y dónde está la plaza?

Posiblemente, la plaza estará en tu corazón. Un corazón peregrino que camina y busca al Señor. En la Iglesia, en las comunidades, en los grupos, en el camino de tu propia vida. No puedes dormirte y quedarte rezagado en las reales plazas de tu pueblo; en los caminos andantes que la vida te ofrece; en las seducciones que este mundo te ofrece y con las que te distrae. ¡No!, debes estar en actitud de búsqueda, de búsqueda de ese trabajo para el que te necesitan otros y a los que tú puedes aliviar y servir.

A pesar de la crisis que reina en el mundo y de los intereses creados que origina envidia, enfrentamientos, luchas, despidos y situaciones de desahucios y marginación, en la Viña del Señor siempre hay trabajo. Y se puede ingresar a cualquier hora. Nunca es tarde y el premio siempre será la salvación, porque en la Viña del Señor hay cabida para todos. Y todos son llamados y bienvenidos.

Por lo tanto, no desoigamos esa invitación y llamada a trabajar en la Viña del Señor. Se necesitan muchas manos y hay mucha tarea que hacer. Es cuestión de organizarse y de compaginar familia, trabajo y descanso, porque el amor se concreta en eso, en dar parte de tu tiempo en servicio a los demás.

sábado, 23 de septiembre de 2017

¿TE CONSIDERAS SEMILLA CAÍDA EN TIERRA MALA O BUENA?

Lc 8,4-15
La parábola del sembrador nos retrata muy acertadamente. Y es que las palabras se las lleva el viento y, depositadas en las orillas de los caminos son devoradas por los pajarillos del campo. Y es que no cuidamos la Palabra recibida, ni tampoco la escuchamos debidamente. Se nos desparrama y se nos queda al borde del camino. ¡Y, claro, vienen los pajarillos y se la comen!

Posiblemente, ocurre que no la guardamos con interés, ni tampoco con devoción. No le permitimos entrar en nuestros corazones y la dejamos a merced de los pajarillos del campo. En otra ocasiones, las circunstancias de la vida nos plantan en terrenos pedregosos, y su falta de humedad y profundidad nos impide echar raíces, y, por supuesto, menos, frutos.

Las guerras, las imposiciones caprichosas e interesadas, las luchas por el poder económico y de poder, no nos dejan discernir y dar profundidad a nuestros criterios. Menos a la Palabra de Dios. Quizás, también perdemos la confianza de sabernos mirados y salvados en el Señor, y nos desespera nuestros padecimientos y sufrimientos. También, puede ocurrirnos que nuestra vida se enrede entre zarzas y, al crecer junto a ellas nos ahoguen y nos sequen nuestras propias raíces.  

Latentes en una sociedad llena de ofertas, atractivos que nos seducen, nuestras vidas caminan en un constante peligro. Sin la verdadera y única sabia de la Gracia estamos destinados a secarnos y a ser pastos de los pajarillos, de la sequedad y poca profundidad de la tierra y de las zarzas. Sin embargo, también puede ocurrir que nuestras vidas, a pesar de tantos peligros y tentaciones, se hundan en la profundidad de la tierra y, fecundadas por la Palabra, sean fertilizadas y den buenos y hermosos frutos.

Porque, Tú, Señor, eres mi Palabra, mi Camino, mi Verdad y mi Vida. Tú me das la fuerza que necesito para superar las dificultades que tratan de impedirme discernir, abriendo mi corazón a tu Palabra, para dar buenos frutos cargados de verdadero amor y felicidad.

viernes, 22 de septiembre de 2017

UN DÍA CUALQUIERA

Lc 8,1-3
En la vida del cristiano todos los días son diferentes, pero también sencillos y corrientes. Corrientes, porque no se trata de hacer cosas fuera de lo sencillamente común, sino vivir atentos a lo que se hacen cada día. Es decir, en el esfuerzo de hacer el bien. 

Un día es un tiempo para hacer el bien, y hacerlo de forma humilde y sencilla. Hacerlo con la buena intención de buscar el bien de todos aquellos que están a nuestro alcance. Y el bien es procurar acercarlo al Señor, bien con la palabra o con las obras. Porque el único bien es el Señor. En Él todo transcurre de forma sencilla y plena respecto al bien. El Evangelio de hoy nos describe esa actitud de cada día de Jesús: 

En aquel tiempo, Jesús iba por ciudades y pueblos, proclamando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios; le acompañaban los Doce, y algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios, Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes, Susana y otras muchas que les servían con sus bienes.

Es muy breve, pero su brevedad es profunda y da para mucho. Vivir en la cotidianidad con la entereza de hacer el bien, tratando de quedarte tú para el último lugar; atendiendo a todos con el mismo empeño si se tratara atenderte tu mismo;  Y eso lo podemos hacer en nuestras casas en las labores domesticas; en el trabajo con los compañeros; en el tiempo de ocio con los amigos y en nuestro paso por el pueblo o ciudad donde vivamos. Proclamar el Reino de Dios con nuestra palabra y nuestra vida.

Y observamos que Jesús, aparte de los doce discípulos, también iba acompañados por algunas mujeres. Mujeres que le seguían y le ayudaban con sus bienes en su proclamación de la Buena Noticia. Mujeres que abundan hoy en la Iglesia y en la que su papel es de gran importancia.

jueves, 21 de septiembre de 2017

SALVACIÓN Y PECADORES

Mt 9,9-13
No cabe duda que para ser salvado necesitas primero estar en peligro. Nadie salva a alguien que no se encuentre en una situación necesitada de ser salvado. Mateo experimentó esa necesidad de ser salvado. Quizás llegó a darse cuenta de que su situación, recaudador de impuesto, no era lo suficientemente buena para alcanzar la salvación. Quizás descubrió su miseria y su complicidad con aquellos que, encabezados por Herodes, oprimían a su propio pueblo.

Para seguir a Jesús hay que estar realmente inquieto. Hay que tener hambre y sed de salir de una situación de pecado y ser limpiado. Hay, primero, que tomar conciencia de esa situación y buscar al que te pueda limpiar. Posiblemente, la raíz de que Mateo siguiera a Jesús puede esconderse en esas situaciones o actitudes. Hay que experimentarse pecador, para, arrepentido, querer ser perdonado.

Es, entonces, cuando estás preparado y dispuesto a seguir a Jesús. Pienso que Jesús intuyó esa actitud en Mateo. Leyó las buenas intenciones de su corazón, y le llamó. Y pienso que también tú y yo debemos plantearnos si queremos seguir a Jesús por su prestigio, su fama de solucionar problemas, o por verdadera misericordia y arrepentimiento de nuestras propias miserias.

Porque, sólo cuando experimentamos arrepentimiento y nos descubrimos egoístas y suficientes, estamos en la recta final de acudir a la llamada del Señor. Porque, sólo en Él encontramos la serenidad, la paz y la misericordia que nos da su perdón y su amor. Porque, sólo en Él descubrimos la fuerza que nos puede liberar de nuestra pobreza, de nuestra esclavitud y sometimiento a nuestros propios egos. Porque sin Él estamos enfrentados a una lucha suicida de ambiciones, poderes, riquezas, soberbias y vanidades que nos esclavizan y someten. Y nos destruyen.

Si, necesitamos reflexionar sobre sus últimas palabras en este pasaje evangélico: Mas Él, al oírlo, dijo: «No necesitan médico los que están fuertes sino los que están mal. Id, pues, a aprender qué significa aquello de: Misericordia quiero, que no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores».

miércoles, 20 de septiembre de 2017

JUSTIFICANDO LO INJUSTIFICABLE

Lc 7,31-35
Detrás de muchas justificaciones se esconde nuestra pereza, nuestra comodidad, nuestros vicios y egoísmo. Cuando algo nos incomoda respondemos justificándonos, y buscamos razones que, aparentemente, nos den la razón y justifiquen nuestras actitudes, posturas y protestas. Es el autoengaño, con el que acomodamos las situaciones a nuestra razón y gusto; a nuestra comodidad e interés.

El Evangelio de hoy nos descubre esa realidad soterrada y escondida bajo las apariencias religiosas, la disponibilidad engañosa y en propio autoengaño. Todo lo criticamos, pero siempre inclinados al lado de nuestros propios egos. Y nos damos cuenta, pero nos resistimos porque nos someten nuestros egoísmos. Nos resulta costoso y dura dejarnos convertir y ver todo desde el amor y el servicio. Cultivamos una amistad soterrada en el interés y la conveniencia.

Se hace necesario dejarnos transformar. Y eso exige mucha humildad, porque no vemos sino por nuestros ojos y nuestra razón, y todo aquello que no entendemos, o que no nos conviene, lo rechazamos. En el fondo nos oponemos a nuestra conversión. No nos dejamos curar nuestros corazones y quitar todo lo que tienen de piedras y durezas, para poner suavidad amorosa y misericordiosa.

Siempre encontramos razones para disimular y evadirnos, porque siempre hay fallos, defectos, pecados y ocasiones para dar razón a tus razones. Porque, escondes tu incomprensión, tu desamor, tu falta de compromiso, tu mentiras... Desoyen la Palabra y la apagan con sus mal intencionada critica, y por mucho que se les diga siempre encontrarán la forma de desobedecerla y criticarla con segundas intenciones.

Quizás conviene estar siempre en alerta, ser prudente y buscar circunstancias y espacios de discernimiento, para buscar y encontrar, bañados en humildad, la Verdad que nos revela el Espíritu de Dios.

martes, 19 de septiembre de 2017

ME PREGUNTO, ¿CÓMO HUBIESE REACCIONADO YO?

Lc 7,11-17

Me hago esa comparación de lugar, de haber estado ahí, ¿cómo hubiese reaccionado? Y, suponiendo que fuese en el bando de la viuda, ¿cuál hubiese sido mi reacción? Sería bueno preguntárnoslo, porque el acontecimiento acaecido nos interpela hoy mismo. Porque nosotros podemos formar una comitiva que va hacia la muerte, sin percatarnos que hay otra que se dirige hacia la vida.

¿En cuál de ellas estamos? ¿Queremos pertenecer y caminar  junto a la comitiva que va hacia la muerte?, ¿o por el contrario, queremos peternecer y caminar junto a la que va a la vida? La viuda se disponía a enterrar a su hijo. El único que tenía, y eso suponía, no sólo la muerte del hijo, sino su propia muerte, pues viuda y sin hijos era verse condenada a una vida de miseria y abandono.  

Sin embargo, se cruza con Jesús y todos los que le acompaban, y Jesús se compadece y le devuelve el hijo a la vida. Todo se renueva y nace de nuevo. La vida vence a la muerte. El Evangelio, a continuación dice: El temor se apoderó de todos, y glorificaban a Dios, diciendo: «Un gran profeta se ha levantado entre nosotros», y «Dios ha visitado a su pueblo». Y lo que se decía de Él, se propagó por toda Judea y por toda la región circunvecina.

Esa es mi pregunta, ¿también se hubiese apoderado de mí el temor? ¿Ese milagro de Jesús hubiese sido suficiente para cambiar mi vida? Me asombra en no saber qué decir, y me imagino que muchos de los que presenciaron ese milagro no reaccionaron lo suficiente para cambiar sus vidas. Quizás fueron tragados por el ambiente, las circunstancias, las comodidades y el temor a enfrentarse a los poderes de aquel tiempo. Pero, hoy nos ocurre igual. 

Jesús está entre nosotros. Lo sabemos por el testimonio que nos guarda y transmite la Iglesia, y Jesús nos espera en el Sagrario. Se nos da bajo las especies de pan y vino. Nos alimenta espiritualmente, y, ¿le respondemos? Creo que aunque hubiésemos presenciado algunos de sus milagros responderíamos igual. Necesitamos fe, y la fe se busca y se pide, y el Señor, nos la dará si la buscamos de verdad. Porque, Él ha venido para eso, para salvarnos.

lunes, 18 de septiembre de 2017

TÚ TAMBIÉN ESTÁS CERCA DEL SEÑOR

Lc 7,1-10
Lo tenemos cerca de nosotros. El Señor está tan cerca que lo podemos tocar. ¿No lo hacemos cuando tomamos su Cuerpo entre nuestras manos? Ahí está el Señor bajo las especies de Pan y Vino. Nos alimentamos de su Cuerpo y de su Sangre. ¿Acaso puede estar más cerca?

No hace falta que entre en nuestra casa particular, porque ya está. Señor, dame la fe de ese Centurión que creyó en tu poder de curación. Pero, yo no quiero pedirte hoy por mi curación, sino por mi fe. Aumenta mi fe y transforma mi corazón humano, muchas veces de piedra, en un corazón de carne misericordiosa y de fe. Quiero creer como ese Centurión, sabiendo que Tú me puedes curar y transformas con sólo pensarlo y quererlo.

Yo tengo la ventaja que sé donde puedo hallarte, Señor. Y también la posibilidad de alimentarme de tu Espíritu. Tú estás en el Sagrario y allí puedo encontrarte a todas las horas. Incluso hasta cuando la iglesia templo está cerrada, porque Tú sigues allí esperándome. Pero, también dentro de mí. Estás dentro de mi corazón, siempre y cuando te abra mi puerta y te deje entrar. Porque, Tú, Señor, nunca me violentas, ni me exiges amor. Tú sólo lo das, y lo haces sin condiciones, sólo por verdadero amor.

Este pasaje del Evangelio de hoy me sugiere y me invita a llamarte, Señor. A llamarte con una fe encendida y confiada. Una fe segura de tu respuesta y tu acción. Una fe que responde a tu presencia permanente en el Sagrario por mí. Una fe que espera que te hable,que te escuche y que, pacientemente, esté atento a tu Palabra y tu acción.

Una fe que sabe de nuestra pobreza y limitaciones. Una fe que se descubre humilde e indigna de recibirte y confiada en tu Poder y tu Amor. Una fe que sabe que una Palabra tuya, Señor, bastará para sanarnos.

domingo, 17 de septiembre de 2017

TU SALVACIÓN PASA POR EL PERDÓN

Mt 18,21-35
El tema del perdón es el termómetro de la fe del cristiano, porque si no perdonas, tu fe está débil. Puede ocurrir que en muchos momentos te cueste perdonar. No es fácil, pero el objetivo es lograrlo. Y hacerlo de corazón. Necesitamos perdonar e insistir en el perdón, porque es el único camino para poder abrir la puerta de entrada al Cielo.

«‘Siervo malvado, yo te perdoné a ti toda aquella deuda porque me lo suplicaste ¿No debías tú también compadecerte de tu compañero, del mismo modo que yo me compadecí de ti?’. Y encolerizado su señor, le entregó a los verdugos hasta que pagase todo lo que le debía. Esto mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si no perdonáis de corazón cada uno a vuestro hermano».

Esa es la respuesta que nos espera de parte del Señor si gastamos nuestras vidas sin perdón. El perdón es vital y, a pesar de nuestros egoísmos y soberbias, necesitamos perdonar. Para eso contamos con la Gracia del Señor y el acompañamiento y poder del Espíritu Santo. En Él encontraremos las fuerzas para superar todos esos obstáculos que nos impiden llenarnos de humildad, de paciencia y perdón.

Una idea que nos ayuda mucho es experimentar el perdón que recibimos cada día de parte del Señor. Nos quiere y nos perdona, a pesar de nuestras indiferencias; a pesar de nuestros rechazos; a pesar de nuestras rebeldías y desobediencias. Sabernos perdonados nos ayuda a también nosotros perdonar. 

Pensar que no podemos presentarnos delante de Él sin haber nosotros perdonados a los que nos han ofendido. ¿Cómo y con qué cara podemos pedirle perdón a nuestro Padre si nosotros no perdonamos a nuestros semejantes?

sábado, 16 de septiembre de 2017

CORAZÓN Y FRUTOS


Lc 6,43-49
La correspondencia es clara, de un corazón bueno se generan frutos buenos, y de uno malo, sus frutos serán malos. Porque, de lo bueno, no puede salir nada malo, y viceversa, de lo malo no puede salir nada bueno. El sentido común deja todo muy claro. De lo que reboza en el corazón, da testimonio la boca.

Y eso se corresponde con la realidad. Las personas tienen un áurea que las delatan como buenas personas y sus frutos lo corrobora. Se ganan la confianza de todo el mundo y rebozan de buenas obras. Todo lo contrario a aquellas otras que guardan segundas intenciones y miran para sus propios intereses. La experiencia nos lo demuestra a cada instante, y todos sabemos de quienes nos podemos fiar y de quienes no. Y eso tiene su consecuencia en los actos de cada cual.

No se entiende que se diga esto y se haga aquello. Muchas personas descubren las intenciones de su corazón cuando hablan y dicen y, hasta prometen, y luego sus palabras no se corresponden con sus actos. Parece que aquello que en su día dijeron o prometieron no tiene ningún valor. De esas actitudes no se puede confiar, es decir, esas personas no generan confianza ni sus frutos son buenos.

Jesús, el Señor, termina exponiéndonos una parábola que deja bien claro la actitud de esas personas: «¿Por qué me llamáis: ‘Señor, Señor’, y no hacéis lo que digo? Todo el que venga a mí y oiga mis palabras y las ponga en práctica, os voy a mostrar a quién es semejante: Es semejante a un hombre que, al edificar una casa, cavó profundamente...

No deja duda, eso a lo que ser refiere el Señor pasa a cada instante. Decimos que creemos, pero, luego nuestra vida va por otro camino. ¿Qué nos sucede? ¿Mentimos? ¿Edificamos nuestra casa sobre arena? ¿Nuestras obras salen de un corazón acomodado, instalado, viciado, corrompido, hedonista...? Podemos reflexionar seriamente sobre esto.

viernes, 15 de septiembre de 2017

ACEPTÓ SU PROPIA CRUZ

Lc 2,33-35
La Virgen María también acepto ser crucificada. Crucificada en el dolor de contemplar, a pie de la Cruz, la Crucifixión de su Hijo Jesús. Crucificada desde el momento que aceptó ser la Madre del Hijo enviado a salvar al mundo. Crucificada y advertida en la profecía del anciano Simeón: «Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción -¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!- a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones».

Por eso es corredentora junto a su Hijo; por eso, junto a la Pasión de su Hijo en la Cruz, ella sufre con dolor todos esos momentos de pasión de su Hijo y contribuye con su "Sí" y entrega voluntaria al plan salvífico del Dios, a la redención de todos los hombres. Por eso, es señalada como Madre de todos los hombres al pie de la Cruz por su Hijo, nuestro Señor y Redentor.

Sufrimiento que se prolonga en experimentar la separación y división entre su pueblo, Israel, que origina la misión salvadora de su Hijo, que le lleva a la Cruz. María sufre el desgarro de su propia carne, su Hijo, nacido de su vientre y que contempla desgarrado en la Cruz. María tiene que aprender a no valorar a su Hijo según la carne, a pesar de haber nacido de carne -Ga 5, 24-. Porque, para resucitar con Jesús tenemos que despojarnos de todo aquello caduco, vicios y apetencias carnales.

Pero, el momento culminante es la Cruxifición. ¡Cuánto dolor al pie de la Cruz viendo a tu propio Hijo martirizado, desgarrado y destrozado crucificado en la Cruz! Un dolor inimaginable que no se puede medir ni soportar. Un dolor de muerte y de cruz, que, ella, la Virgen, supo soportar con obediencia, paciencia, perseverancia y entereza, confiada y apoyada en la esperanza y voluntad del Padre. Ejemplo para cada uno de nosotros, que apoyados en la fe, perseverancia y obediencia al Señor, podemos también soportar el dolor de nuestra cruz a lo largo del camino hacia la Casa del Padre.

jueves, 14 de septiembre de 2017

LA CRUZ, SIGNO DE SALVACIÓN

Jn 3,13-17
Cuando un creyente está en apuros, hace la señal de la Cruz. La cruz por sí misma era el suplicio más atroz y vergonzoso de aquellos tiempos, y por eso fue elegido para crucificar a Jesús, para, encima de matarle, ponerle en la situación más ridícula y vergonzosa que existía. Sin embargo, la Cruz fue exaltada con el Señor. Él le ha dado signo de salvación y redención para todos los hombres.

Por eso, seguir a Jesús es camino de Cruz. Una Cruz que también nosotros tenemos que compartir en nuestra vida, porque nuestra salvación pasa por dejarnos la vida aquí. Esa vida cómoda, placentera, egoísta, pensada para el disfrute y la opulencia del placer. Indiferente al dolor ajeno y de los excluidos y pobres de este mundo. Esa vida que, detrás y escondida en ella misma está vacía, hueca y sin sentido. Una vida que esconde la desesperanza y la infelicidad oculta en la apariencia del gozo y la felicidad temporal.

La experiencia de la Cruz nos exalta y nos llena de alegría. No hay mayor gozo que aquel que es capaz de olvidarse de sí mismo para darse al pobre y necesitado. Es una experiencia, quizás dolorosa, pero que pronto se convierte en paz, gozo y alegría. No decimos tonterías ni locuras, la podemos comprobar en la experiencia que tienen los padres con sus hijos. A diario vemos como muchos padres se dejan sus vidas por la felicidad de sus hijos. Es ahí, en esas cruces de amor donde está la raíz de la verdadera y eterna felicidad.

No hay mayor prueba que la de entregar la vida por otro. Es, precisamente, lo que hace el Señor. Ha bajado del Cielo para, enviado por el Padre, aceptar voluntariamente dar su Vida por la salvación de todos. Todos, en los que se encuentran tú y yo. No hay nadie más bajado del Cielo para salvarte, porque, primero para bajar hay que estar arriba. Y el Señor ha sido enviado por el Padre con esa misión, la de redimirnos de nuestros pecados entregando su propia Vida.

Dependerá de nosotros confiar y creer en Él, porque será esa fe la que nos salvará y dará esa infinita felicidad que buscamos. No ha venido el Señor para juzgarnos, sino para salvarnos. Y esa salvación pasa por un camino de Cruz.

miércoles, 13 de septiembre de 2017

LA POBREZA: LA PUERTA PARA EL CIELO

Lc 6,20-26
Todo empieza por ser pobre. Esa es la puerta para que todo lo demás se pueda asumir y vivir. Porque, quien es pobre, será capaz de buscar el Reino de Dios para mitigar su pobreza y alcanzar la felicidad; será capaz de darse cuenta de qué cosas hay que tener hambre y sed, pues las que ofrece el mundo, en apariencias parecen que nos dan la felicidad, pero pronto vemos y experimentamos que desaparecen dejando un vacío difícil de llenar.

Pronto, observamos que sólo la Palabra de Dios llena plenamente nuestra alma, y nos inunda de paz y serenidad. Serenidad de donde brota el gozo y la felicidad. Pronto experimentamos que, la felicidad, no se esconde en el poder ni en las riquezas, sino en la verdad y la justicia. Es el amor lo que te reboza de gozo y felicidad. Lo experimentas en tus propios hijos, sobre todo cuando son pequeños y dependen totalmente de ti.

Cuando te haces pobres descubres el sufrimiento de los otros, y tu corazón se encoge y se compadece. Experimentas ese sufrimiento, que te preocupas y compartes, y tratas de mitigar y aliviar en la medida de tus posibilidades. Aparecen las lágrimas en tus mejillas y lloras el sufrimiento del mundo. Al experimentarte pobre descubres que la verdad duele y que llevándola en tu vida te hará sufrir y recibir insultos y desprecios. Y, te darás cuenta, que la mayor riqueza es Dios, porque Él permanece y da la vida por cada uno de los hombres, mientras todo lo demás desaparece.

Por eso, Señor, quiero despojarme de todas mis riquezas, tanto las materiales como las inmateriales. Quiero ser libre para amar. Amar como Tú, Señor, me amas a mí y a todos los hombres. Quiero ser pobre, despojado de toda ambición, de todo poder, de toda riqueza que limite mi ofrecimiento y mi renuncia a darme, a entregarme y ofrecerme por compartir mi vida con aquellos que la necesitan y se abren a tu Palabra.

martes, 12 de septiembre de 2017

TAMBIÉN TÚ ESTÁS ENTRE LOS ELEGIDOS

Lc 6,12-19
Es sintomático que Jesús, previamente al día de la elección de los doce apóstoles, pasase toda la noche en oración. Porque, en ello nos quiere revelar la relación e intimidad con el Padre para la toma de cualquier decisión relevante. Y, en aquellos momentos se estaba fraguando la institución de la Iglesia, que se ve como obra de la Santísima Trinidad en plena relación del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

No fue una elección caprichosa, al azar o por afinidades y gustos. Fue una elección bien concensuada por la Santísima Trinidad. Y eso debe servirnos para nuestra obediencia y solidaridad con la Iglesia. Más cuando en el día de nuestro bautizo hemos sido incorporado, en nombre del Padre, Hijo y Espíritu Santo, a ella, y configurados como sacerdotes, profetas y reyes.

También nosotros hemos sido elegidos para transmitir ese anuncio y buena noticia de nuestro Señor Jesucristo. Hemos sido encargados de transmitirlo, quizás unos por la palabra, otros con sus testimonios y obras, otros con sus trabajos y servicios, y todos con sus vidas, siendo siempre ejemplares y tratando de esforzarnos en hacer las cosas bien según la Palabra y Mandatos del Señor.

Pero, nunca podemos perder de vista la relación con el Señor, fortalecidos por la acción del Espíritu Santo. Y la oración es el vehículo que nos sostiene en íntima relación con el Señor. Una oración que nos fortalece, nos llena de esperanza y nos da sabiduría para discernir y transmitir la Buena Noticia de Salvación. La intimidad con el Señor nos ayuda a ser mejores, sobre todo, la Eucaristía, donde podemos tocarle y alimentarnos de toda su Gracia que nos fortalece espiritualmente.

Tratemos de ser constantes en la oración, que no es otra cosa sino la diaria relación con el Señor, del que escuchamos sus consejos, sus orientaciones, sus señales, y al que le pedimos fuerza, voluntad, sabiduría, luz y paz para caminar en su Palabra y vivir en su Voluntad.

lunes, 11 de septiembre de 2017

¿HAY ALGO SUPERIOR AL BIEN DEL HOMBRE?

Lc 6,6-11
Toda ley que postergue el bien del hombre es una ley que debe ser postergada, valga la redundancia, al hombre y su bien. Porque, es el hombre la criatura por excelencia del Creador y su amor primero. Por Él se ha hecho Hombre el Hijo de Dios, y, encarnándose en Naturaleza humana, ha morado entre los hombres, para, estando cerca de ellos, revelarle que Dios los ama y lo ha enviado a salvarles.

Por eso, ese sábado que Jesús, repetidas veces, entró en la sinagoga y se puso a enseñar, advirtió a un hombre que tenía la mano derecha seca y dándose cuenta que estaban al acecho a ver si curaba en sábado, le dijo al hombre:  «Levántate y ponte ahí en medio». Él, levantándose, se puso allí. Entonces Jesús les dijo: «Yo os pregunto si en sábado es lícito hacer el bien en vez de hacer el mal, salvar una vida en vez de destruirla». Y mirando a todos ellos, le dijo: «Extiende tu mano». Él lo hizo, y quedó restablecida su mano. Ellos se ofuscaron, y deliberaban entre sí qué harían a Jesús.

No debemos ver esto como algo lejano e indiferente con nuestra realidad, pues, ¿no nos ocurre ahora igual? ¿Cuántas veces miramos nosotros a la Iglesia de esa forma y con esa actitud? ¿Cuántas veces reprochamos a la Iglesia sus reformas o avances dirigidos al bien del hombre y para su salvación? ¿Y cuántas veces nos apartamos de la obediencia a la Iglesia porque no pensamos igual o no aceptamos lo que la Iglesia nos aconseja y manda?

Debemos tener claro que el hombre está por encima de la ley, y que la ley está hecha para el bien del hombre. Nunca se puede cumplir la ley cuando hay necesidad de atender a hombre, bien supremo creado por Dios, y por el que entrega a su único Hijo para salvarlo de la esclavitud del pecado. No hay nada superior al hombre, criatura de Dios, y todo lo creado está puesto a su servicio. 

domingo, 10 de septiembre de 2017

NECESIDAD DE LA COMUNIDAD

Mt 18,15-20
El hombre es un ser en relación, porque sólo en relación puede amar. La individualidad te hace egoísta, pues cuando te aislas sólo existe la posibilidad de amarte a ti mismo. Y eso te hace egoísta e insolidario. Sin embargo, cuando estás relacionado con una comunidad tienes la posibilidad de amar. Porque aparece el sacrificio, la renuncia, la ayuda y la entrega. Es decir, tu posibilidad de amar.

Y en el amor está contenida también la posibilidad de corregir y enseñar. Corregir a aquel que se ha desviado, consciente o inconscientemente. Y, porque le amas, estás exigido a ayudarle y corregirle con caridad y misericordia. Y si persiste en su error, debes ayudarte de otros compañeros que serán testigo de su osadía y error. De persistir deberás notificarlo en la comunidad para que se sepa y así sea tratado. 

Pero, la comunidad, que se hace presente entre un pequeño grupo, tiene su mayor importancia cuando, a partir de dos o más, se ponen de acuerdo en pedir al Señor lo que necesitan para el bien de la misma, y para encontrar luz y sabiduría para la corrección fraterna. Es Palabra del Señor: «Os aseguro también que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, lo conseguirán de mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos».

Es muy necesario caminar unidos para corregirnos fraternalmente y aprender unos de otros. Es muy necesario ir unidos para, entre todos, encontrar el camino verdadero que conduce a la Casa del Padre. Se hace indispensable ir de la mano para pedir, con Jesús entre nosotros, sabiduría, discernimiento, luz y verdad que nos alumbre el camino y las formas de encontrar actitudes y circunstancias para transmitirnos la verdad que nos ilumine y nos libere del pecado.

sábado, 9 de septiembre de 2017

LOS PRECEPTOS

Lc 6,1-5
Nada hay por encima del hombre sino Dios. Él, Dios, es siempre lo primero para el creyente, y sometido a Él discernirá sobre lo demás. Así fue instituida su Alianza con su pueblo elegido, Israel, un reino de sacerdotes, una nación consagrada. De modo que todo reinado real, idea de todos los pueblos religiosos del antiguo oriente, terminarían en un simbolismo real relación Dios y su pueblo elegido.

Pero un reinado sometido a la Voluntad de Dios. De tal forma que cuando el rey elegido se desviaba, los profetas enviado se encargaban de denunciarlo y advertirlo. No son los preceptos y las normas lo primero, sino la Voluntad de Dios.Por lo tanto, el sábado está hecho para y en función de las necesidades del hombre, y no al revés. Y los preceptos pierden su cumplimiento ante otra necesidad superior, tal es la necesidad de alimentarse ante una necesidad de hambre.

Jesús alumbra esa idea hoy recordando lo ocurrido con David: «¿Ni siquiera habéis leído lo que hizo David, cuando sintió hambre él y los que le acompañaban, cómo entró en la Casa de Dios, y tomando los panes de la presencia, que no es lícito comer sino sólo a los sacerdotes, comió él y dio a los que le acompañaban?».

El cumplimiento no salva. No por cumplir eres mejor, ni estás, por supuesto, salvado. Las prácticas son consecuencia de la fe, y deben fortalecer y llevar al amor. Si no ocurre así, algo falla, y la semilla no dará frutos. Al menos los que se esperaban. Los fariseos descargan su fe en el cumplimiento, y se procuran que los demás los cumplan, excluyéndose ellos de los más pesados.

No es el sábado un día de cumplimientos, ni de guardar leyes o normas. No se tiene fe en razón de actitudes piadosas o reverenciales. Se tiene únicamente fe cuando se ama como nos ama el Señor. al menos cuando nos aproximamos, o intentamos aproximarnos a Él. La fe no es señal del cumplimiento, sino de la experiencia de un encuentro con Aquel que la puede dar. Porque la fe es un don, una gracia gratuita que sólo la puede dar Dios.

viernes, 8 de septiembre de 2017

UNOS ORÍGENES NORMALES

Mt 1,1-16.18-23
Los orígenes de Jesús entran dentro de la normalidad. Así fue todo lo concerniente a Él para bajar a la tierra y tomar nuestra misma naturaleza humana. Su divinidad no presenta rasgos reales, más bien se presenta humildemente y nace en el seno de una familia humilde y común.

En él, sus orígenes, hay de todo, desde extranjeras -Rut y Rahab, mujeres extranjeras- hasta prostitutas, pues Rahab era una prostituta. Dios quiso vincularse con el hombre y su humanidad y tu Naturaleza Divina toma también la humana. Nace de una virgen, la humilde María. La llena de Gracia, y forma parte de una humilde familia de Nazaret. Un pueblo con poca importancia, y del que Natanael dice que nada bueno puede salir.

Dios no presenta a su Hijo bajo los orígenes reales de una nobleza, ni bajo el poder de los reyes de su tiempo, sino que lo vincula a unos orígenes humildes que pueden confundirse con cualquier hombre corriente de su contemporaneidad. Precisamente, esa común procedencia será una barrera para que muchos crean en Él, sobre todo los de su propio pueblo nazareno. Quizás, también para nosotros sea una dificultad recibir a Jesús, el Mesías prometido, desde unos orígenes humildes. Nos gustaría más que fuese un notable y destacado Mesías.

Y todo tiene su cumplimiento, pues estaba ya profetizado: «He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel», que traducido significa: "Dios con nosotros"-Is 7, 14-. ¿No es esto un prodigio que nos revela el poder de Dios? Un Dios que está por encima de todo, y domina el universo. Dueño y Señor de la vida y la muerte.

Dios hecho Hombre se hace presente entre los hombres y se vincula a nosotros para revelarnos los planes de su Padre Dios, que pasan por su entrega voluntaria a una muerte de Cruz para la redención de todos nuestros pecados.

jueves, 7 de septiembre de 2017

PESCADORES DE HOMBRES

Lc 5,1-11
Yo tampoco entiendo como los apóstoles pudieron dejarlo todo y seguir al Señor. Habían llenado sus barcas de peces hasta casi hundirlas, cosa tampoco muy frecuente, y, llegando a tierra, dejan todo y sigue a Jesús. Realmente, no cabe en nuestras cabezas humanas. Imaginemos que Jesús nos hace una cosa de esas en nuestro trabajo, ¿qué haríamos? Supongo que lo primero que se nos ocurriría era proponerle una sociedad mercantil para un negocio próspero.

Sí, nos deja perplejo aquella actitud de los apóstoles de despojo y renuncia. Sin lugar a duda, creemos que es la mejor opción, porque es el mayor Tesoro. Jesús es el Reino del Cielo, la Fuente de gozo y felicidad que todos buscamos y perseguimos. Y es eterna. Pero, se necesita voluntad y fortaleza para, despojado de nuestra mentalidad humana y egoísta, renunciar a las cosas de este mundo. Es un privilegio descubrir esta limitación de nuestra naturaleza humana, porque puede ser el principio, como los apóstoles, para empezar nuestro seguimiento al Señor.

Porque, reconociéndonos, podemos estar en actitud de comenzar. Y hacerlo descubriendo que sólo podremos si contamos con su Gracia y su Poder. Es el Señor quien nos transforma y le da la vuelta a nuestra mentalidad humana sometida al pecado del egoísmo y las cosas de este mundo. Al pecado de estar bajo el yugo de la sensualidad y materialidad. Él nos lo dice reiteradamente cuando anuncia su venida a redimir y salvar a los pecadores. Viene para eso.

Así que nuestro primer paso es empezar por ese reconocimiento de nuestra debilidad pecadora. Ese darnos cuenta de nuestra condición limitada y humana, y, sobre todo, confiar que con el Señor podemos cambiarla y darle la vuelta. Confiar en Él es primordial y vital para, abriéndonos a su Palabra, dejar que el Espíritu Santo actúe en nosotros y nos transforme en pescadores de hombres.

miércoles, 6 de septiembre de 2017

CADA DÍA, UN MILAGRO QUE NOS DA LA OPORTUNIDAD DE HACER ALGO BUENO POR LOS DEMÁS.

Lc 4,38-44
Seamos consciente del milagro de cada día: "La Vida". Cada día tenemos una nueva oportunidad de hacer algo bueno por alguien, o por muchos que salen a nuestro encuentro o se encuentran en nuestros pasos. Y de, al hacerlo, darles muchos abrazos, como tantas cosas buenas hagamos, al Señor. Se trata de estar atento, de escuchar, de tener una actitud abierta, dialogante, amorosa a hacer el bien.

También, es la forma de proclamar el amor que nos viene del Señor. Porque, le amamos en la medida que amamos con los que nos cruzamos cada día. Es posible que te ocurra como a mí, que te cuesta, y que tienes la impresión que no haces todo lo que debes, o que te sientes incapaz de amar y atender a las personas que te salen al paso. Pero, no desistas. El hecho de querer mejorar y de querer intentarlo es ya algo bueno., y el Señor, que nos ve, nos infundirá la Gracia para terminar amando a su estilo.

Nuestro esfuerzo consiste en ponernos en Manos del Espíritu Santo y estar en plena oración con Él. Él nos dará la asistencia necesaria, nos aconsejará, nos dará fortaleza, inteligencia, sabiduría, ciencia, piedad y temor de Dios. Y, sobre todo, confiar teniendo mucha paciencia y perseverancia. El Espíritu nos acompañará y nos empujará para que, en nuestras debilidades y sufrimientos, seamos fuertes e invencibles. Pero, démosle esa oportunidad.

Y, de esa forma, iremos, casi sin darnos cuenta, proclamando la Palabra del Señor, porque es con la vida con la que se proclama la Buena Noticia, añadiendo la Palabra de Dios cuando la ocasión lo requiere. Muy buena señal si advertimos y experimentamos que no hace falta nuestras palabras, porque eso descubre que nuestra vida va por buen camino.

Pongámonos en Manos del Espíritu Santo, y confiemos en su acción. Estemos atento a responder a la Palabra del Señor y abiertos a movernos, haciendo el bien, donde Él vaya queriendo que vayamos. Sabemos que no es fácil, pero también sabemos que no estamos solos. El Señor está con nosotros y nos lleva de su Manos. Él sabe de nuestra fragilidad y nos da la fuerza que necesitamos para llevar a cabo la tarea que espera de nosotros.

martes, 5 de septiembre de 2017

UNA FORMA DIFERENTE DE ENSEÑAR

Lc 4,31-37

Jesús asombra con su Palabra. Su forma de transmitir es nueva y diferente a todas las conocidas en el tiempo. Él, siendo sencillo y humilde, sin haber estudiado -Jn 7, 15- transmite autoridad y seguridad en sus Palabras. Observa la vida y la naturaleza que nos rodea, y saca de ella sus enseñanzas con la autoridad que le viene de arriba, de su Padre Dios, con el que guarda una estrecha e íntima relación.

Jesús conoce su misión de enseñar. Tiene que transmitir la Palabra de salvación de su Padre Dios. Para eso ha sido enviado. Y acude a la sinagoga con frecuencia a enseñar los sábados. Su Palabra llega al corazón de los que le escuchan. No pasa desapercibida. Además se corresponde con sus obras. Expulsa a los demonios inmundos, como al de aquel hombre que le increpó acusándole de querer destruirlo y descubriendo que era el Santo de Dios.

Había en la sinagoga un hombre que tenía el espíritu de un demonio inmundo, y se puso a gritar a grandes voces: «¡Ah! ¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios». Jesús entonces le conminó diciendo: «Cállate, y sal de él».

Quedaron todos asombrados y pasmados y no daban crédito a lo que estaban viendo. Se sorprendían que mandara con autoridad y poder, y le obedecieran los espíritus inmundo. Su fama se extendió por todos los lugares de la región. Y ha llegado hasta nuestros días. Jesús es conocido en el mundo entero, pero, quizás, nosotros nos hemos acostumbrado a esa fama que ya no nos sorprende ni nos asombra.

Posiblemente, sus obras ya son rutina para nosotros, y escuchamos milagros en Fátima, Lourdes, Medjugorje y otros y no nos afecta. Quizás nos sorprendemos en un instante, pero al día siguiente, el trajín de la vida y nuestras caducas operaciones nos distraen y nos meten de nuevo en este mundo absurdo y sin esperanza.

lunes, 4 de septiembre de 2017

DESDE NUESTRA HUMANIDAD

Lc 4,16-30
Erre que erre, siempre miramos las cosas desde este mundo. Estamos encorsetados dentro de él y esclavizados a su yugo y a sus criterios. No podemos entender que sus Planes son otros y que no están sujetos a nuestra humana forma de mirarlos. Somos limitados y no entendemos nada fuera de nuestra propia humanidad. Seguimos viviendo con los ojos puestos en este mundo y buscando soluciones a nuestra felicidad en las cosas de este mundo.

La clave está en darnos cuenta que eso es muy normal. Aún no siendo de este mundo, estamos anclados en él y, por nosotros solos, no podemos escapar a su esclavitud. Necesitamos la Gracia del Señor para escapar a su yugo. No ven más, y Jesús, a su forma de ve, es uno más de su pueblo. El hijo de José y María. Y exigen pruebas y que les demuestre todo eso que se oye de Él.

¿No nos pasa a nosotros lo mismo? No estamos convencido de todo lo que oímos y leemos en la Sagrada Escritura. Estamos predispuestos a poner trabas y dificultades. Nos asedian las dudas, y son nuestros planes los que mandan en nosotros. Incluso, como Pedro ayer, le increpamos a Jesús para que los acepte. 

Y más si quien nos habla es alguien de nuestro pueblo y bien conocido. Nadie es profeta en su tierra nos dice Jesús: «En verdad os digo que ningún profeta es bien recibido en su patria. Os digo de verdad: muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando se cerró el cielo por tres años y seis meses, y hubo gran hambre en todo el país; y a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda de Sarepta de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, y ninguno de ellos fue purificado sino Naamán, el sirio». 

Sucede así, y el pan de los hijos es ofrecido a los extranjeros, porque en ellos es mejor aceptado y recibido. Sucede también con nosotros y nuestras familias y pueblos. La Palabra se desprecia o no se valora y no se escucha, o se expulsa. Y es que desde nuestra humanidad no podemos entender a Dios. Hay que despojarse de todo aquello que nos contamina y nos impide entender el pensamiento de Dios. Y lo mejor es ponernos en Manos del Espíritu Santo.

domingo, 3 de septiembre de 2017

MIS PROYECTOS NO SON LOS DE DIOS

Mt 16,21-27
También nosotros somos Pedro, porque queremos imponer nuestros proyectos e ideas a las de Dios. Este pasaje del Evangelio de hoy podía ser una página de un día cualquiera de nuestra vida. ¿Cuántas veces rechazamos y protestamos por como nos vienen las cosas, o porque nos incomoda y nos complican la vida, o nos exigen compartir y abajarnos a servir y soportar a los demás?

Pedro, que siempre estaba en primera línea y había hasta confesado la Divinidad de Jesús como Hijo de Dios Vivo, hoy le reprocha al Señor que tenga que sufrir su Pasión y entregas su Vida. No ha entendido una palabra de lo que el Señor les acaba de comunicar: En aquel tiempo, empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los senadores, sumos sacerdotes y letrados y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día. 

Pedro no entiende nada, o, simplemente, quiere imponer sus planes, sus ideas y proyectos. Quizás, también a nosotros nos ocurra eso. Buscamos que nuestra vida vaya de acuerdo con lo que pensamos y hacemos. Y sin darnos cuenta tratamos de acomodarnos a nuestros gustos y pensamientos. Nos incomoda las responsabilidades y el sacrificio, y nos gustaría hacer lo que conviene a nuestra forma de ver el mundo.

¡Claro!, somos del mundo cuando pensamos como el mundo. Nuestra naturaleza humana es débil y no podemos entender la Pasión del Señor. No la entendemos porque nuestros criterios no son como los de Dios. Así nos lo dice Él mismo: Jesús se volvió y dijo a Pedro: «Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas como los hombres, no como Dios».

También ese reproche vale para nosotros hoy. Conviene que el Señor nos reprenda, y ante tanto rechazo por nuestra parte darnos un tirón de orejas para recapacitemos y dejemos al Espíritu Santo que actúe en nosotros y nos lleve según la Voluntad de Dios. Abramos nuestro corazón y pongámonos en sus Manos.

sábado, 2 de septiembre de 2017

EXPRIMIR TUS CAPACIDADES

Mt 25,14-30
Siempre se nos ha dicho que debemos descubrir nuestra vocación. Y no hay mejor método que el experimentar nuestras propias experiencias, valga la redundancia, compromitiéndonos y conociendo todo lo que pueda despertar en nosotros las actitudes para su buen desarrollo y funcionamiento. Porque, siempre habrá en nosotros unas cualidades que nos permitan hacer mejor unas cosas que otras, y eso sólo lo descubrimos experimentándolas con la debida prudencia y atención.

Así descubrimos nuestras capacidades recibidas. Podemos imaginar que sería si Messi no hubiese tenido la oportunidad de jugar al fútbol, o cualquier otro deportista de élite. ¡Cuántos niños hay en este mundo que por sus circunstancias no saben las cualidades que tienen para desarrollar una actividad! También, cada uno de nosotros ha recibido múltiples o, al menos, algunas cualidades o talentos que, de no descubrirlos, permaneces enterrados y ocultos. Y tenemos la exigencia natural de ejercitarlos y ponerlos para el disfrute y beneficios de los demas´. Eso es principalmente amar.

Esa es nuestra principal misión, exprimir tus capacidades o talentos poniéndolos al servicio y en beneficios de los demás. Porque, experimentamos la tentación de servirnos a nosotros mismos, acomodándonos a nuestros gustos y apetencias. También puede ocurrirnos que nos experimentamos poco comprometidos y tentados a la holgazanería o a la comodidad, y no pongamos todas nuestras capacidades al servicio de los demás. Esforzarnos en ese sentido nos ayudará a dar todo de  lo que somos capaces. 

Y eso es lo que el Señor nos dice en el Evangelio de hoy. No nos vale guardar algunas de nuestras capacidades recibidas para nosotros mismos, o para, simplemente, acomodarnos y no esforzarnos. Nuestra obligación es exprimir todas nuestras cualidades o talentos recibidos. El Señor nos dice lo que ocurrirá con aquel que no vive a tope sus talentos y los pone todos sobre la mesa para explotarlos en bien de la comunidad. Pero, también, tenemos que descubrir nuestras limitaciones y no malgastar el tiempo en hacer lo que no nos corresponde o para lo que no estamos tan capacitados como otros.