viernes, 29 de septiembre de 2017

ARCÁNGELES, AL SERVICIO DE DIOS

Jn 1,47-51
HOY A LAS 09:00 HORA PENINSULAR, 08:00 HORA CANARIA, REZO DEL SANTO ROSARIO POR LA DEFENSA Y UNIDAD DE LA VIDA Y LA FAMILIA. ÚNETE A LA HORA QUE PUEDAS Y DESDE DONDE PUEDAS.


Cuatro esquinitas tiene mi cama, cuatro angelitos que me acompañan. Esta oración la he aprendido desde niño, y supongo que también ustedes la han oído. Nuestras mamás nos la decían a la hora de acompañarnos a la cama. En mi habitación había un cuadro de un ángel acompañando a uno niños que atravesaban un puente viejo y peligroso bajo el que había un mar bravo y furioso.

Los ángeles son espíritus que están al servicio de Dios. Hoy, celebridad de los santos Arcángeles Miguel, Rafael y Gabriel, nuestro Señor nos habla de los ángeles: «En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».

A medida que mi vida va cubriendo etapas, voy experimentando la presencia de mi Ángel de la Guarda. Cuando miro hacia atrás para afirmar mi camino, recuerdo muchos momentos que, si en aquel momento no, ahora sí, descubro la presencia de mi Ángel de la Guarda. A veces tengo sueños de esos momentos y percibo de que el Ángel de la Guarda me sacó de esos peligros. 

Hay muchas cosas en nuestras vidas que ocurren sin saber por qué. ¿Por qué no pensar que son indicaciones y caminos que nos pone nuestro propio ángel de la guarda? Cada acontecimiento tiene su moraleja y su lección. Todos nos avisan y nos descubren nuestras limitaciones y nuestra vulnerabilidad, y también nuestras fuerzas, y hasta nuestras capacidades. Lo importante es descubrir, como aconteció con Natanael, este caso que hoy reflexionamos, la presencia de Jesús, nuestro Señor, en nuestras vidas. Él está pendiente de nosotros y sabe todos nuestros movimientos, pues ha venido para salvarnos.

Sin embargo, necesitamos algo que nos impacte o nos seduzca para despertar en nosotros la presencia del Señor y descubrirle como Hijo de Dios. Ojala que seamos muy sensibles a su llamada y le descubramos sin oponer resistencia, signo de que hemos superado la tentación del pecado soberbio de nuestra suficiencia.

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