Lc 6,6-11 |
Por eso, ese sábado que Jesús, repetidas veces, entró en la sinagoga y se puso a enseñar, advirtió a un hombre que tenía la mano derecha seca y dándose cuenta que estaban al acecho a ver si curaba en sábado, le dijo al hombre: «Levántate y ponte ahí en medio». Él, levantándose, se puso allí. Entonces Jesús les dijo: «Yo os pregunto si en sábado es lícito hacer el bien en vez de hacer el mal, salvar una vida en vez de destruirla». Y mirando a todos ellos, le dijo: «Extiende tu mano». Él lo hizo, y quedó restablecida su mano. Ellos se ofuscaron, y deliberaban entre sí qué harían a Jesús.
No debemos ver esto como algo lejano e indiferente con nuestra realidad, pues, ¿no nos ocurre ahora igual? ¿Cuántas veces miramos nosotros a la Iglesia de esa forma y con esa actitud? ¿Cuántas veces reprochamos a la Iglesia sus reformas o avances dirigidos al bien del hombre y para su salvación? ¿Y cuántas veces nos apartamos de la obediencia a la Iglesia porque no pensamos igual o no aceptamos lo que la Iglesia nos aconseja y manda?
Debemos tener claro que el hombre está por encima de la ley, y que la ley está hecha para el bien del hombre. Nunca se puede cumplir la ley cuando hay necesidad de atender a hombre, bien supremo creado por Dios, y por el que entrega a su único Hijo para salvarlo de la esclavitud del pecado. No hay nada superior al hombre, criatura de Dios, y todo lo creado está puesto a su servicio.
No debemos ver esto como algo lejano e indiferente con nuestra realidad, pues, ¿no nos ocurre ahora igual? ¿Cuántas veces miramos nosotros a la Iglesia de esa forma y con esa actitud? ¿Cuántas veces reprochamos a la Iglesia sus reformas o avances dirigidos al bien del hombre y para su salvación? ¿Y cuántas veces nos apartamos de la obediencia a la Iglesia porque no pensamos igual o no aceptamos lo que la Iglesia nos aconseja y manda?
Debemos tener claro que el hombre está por encima de la ley, y que la ley está hecha para el bien del hombre. Nunca se puede cumplir la ley cuando hay necesidad de atender a hombre, bien supremo creado por Dios, y por el que entrega a su único Hijo para salvarlo de la esclavitud del pecado. No hay nada superior al hombre, criatura de Dios, y todo lo creado está puesto a su servicio.
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