jueves, 14 de septiembre de 2017

LA CRUZ, SIGNO DE SALVACIÓN

Jn 3,13-17
Cuando un creyente está en apuros, hace la señal de la Cruz. La cruz por sí misma era el suplicio más atroz y vergonzoso de aquellos tiempos, y por eso fue elegido para crucificar a Jesús, para, encima de matarle, ponerle en la situación más ridícula y vergonzosa que existía. Sin embargo, la Cruz fue exaltada con el Señor. Él le ha dado signo de salvación y redención para todos los hombres.

Por eso, seguir a Jesús es camino de Cruz. Una Cruz que también nosotros tenemos que compartir en nuestra vida, porque nuestra salvación pasa por dejarnos la vida aquí. Esa vida cómoda, placentera, egoísta, pensada para el disfrute y la opulencia del placer. Indiferente al dolor ajeno y de los excluidos y pobres de este mundo. Esa vida que, detrás y escondida en ella misma está vacía, hueca y sin sentido. Una vida que esconde la desesperanza y la infelicidad oculta en la apariencia del gozo y la felicidad temporal.

La experiencia de la Cruz nos exalta y nos llena de alegría. No hay mayor gozo que aquel que es capaz de olvidarse de sí mismo para darse al pobre y necesitado. Es una experiencia, quizás dolorosa, pero que pronto se convierte en paz, gozo y alegría. No decimos tonterías ni locuras, la podemos comprobar en la experiencia que tienen los padres con sus hijos. A diario vemos como muchos padres se dejan sus vidas por la felicidad de sus hijos. Es ahí, en esas cruces de amor donde está la raíz de la verdadera y eterna felicidad.

No hay mayor prueba que la de entregar la vida por otro. Es, precisamente, lo que hace el Señor. Ha bajado del Cielo para, enviado por el Padre, aceptar voluntariamente dar su Vida por la salvación de todos. Todos, en los que se encuentran tú y yo. No hay nadie más bajado del Cielo para salvarte, porque, primero para bajar hay que estar arriba. Y el Señor ha sido enviado por el Padre con esa misión, la de redimirnos de nuestros pecados entregando su propia Vida.

Dependerá de nosotros confiar y creer en Él, porque será esa fe la que nos salvará y dará esa infinita felicidad que buscamos. No ha venido el Señor para juzgarnos, sino para salvarnos. Y esa salvación pasa por un camino de Cruz.

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