jueves, 7 de septiembre de 2017

PESCADORES DE HOMBRES

Lc 5,1-11
Yo tampoco entiendo como los apóstoles pudieron dejarlo todo y seguir al Señor. Habían llenado sus barcas de peces hasta casi hundirlas, cosa tampoco muy frecuente, y, llegando a tierra, dejan todo y sigue a Jesús. Realmente, no cabe en nuestras cabezas humanas. Imaginemos que Jesús nos hace una cosa de esas en nuestro trabajo, ¿qué haríamos? Supongo que lo primero que se nos ocurriría era proponerle una sociedad mercantil para un negocio próspero.

Sí, nos deja perplejo aquella actitud de los apóstoles de despojo y renuncia. Sin lugar a duda, creemos que es la mejor opción, porque es el mayor Tesoro. Jesús es el Reino del Cielo, la Fuente de gozo y felicidad que todos buscamos y perseguimos. Y es eterna. Pero, se necesita voluntad y fortaleza para, despojado de nuestra mentalidad humana y egoísta, renunciar a las cosas de este mundo. Es un privilegio descubrir esta limitación de nuestra naturaleza humana, porque puede ser el principio, como los apóstoles, para empezar nuestro seguimiento al Señor.

Porque, reconociéndonos, podemos estar en actitud de comenzar. Y hacerlo descubriendo que sólo podremos si contamos con su Gracia y su Poder. Es el Señor quien nos transforma y le da la vuelta a nuestra mentalidad humana sometida al pecado del egoísmo y las cosas de este mundo. Al pecado de estar bajo el yugo de la sensualidad y materialidad. Él nos lo dice reiteradamente cuando anuncia su venida a redimir y salvar a los pecadores. Viene para eso.

Así que nuestro primer paso es empezar por ese reconocimiento de nuestra debilidad pecadora. Ese darnos cuenta de nuestra condición limitada y humana, y, sobre todo, confiar que con el Señor podemos cambiarla y darle la vuelta. Confiar en Él es primordial y vital para, abriéndonos a su Palabra, dejar que el Espíritu Santo actúe en nosotros y nos transforme en pescadores de hombres.

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