miércoles, 18 de octubre de 2017

¿A DÓNDE Y CÓMO HE SIDO ENVIADO YO?

Lc 10,1-9
No pasas desapercibido para el Señor. Él te ha creado y eso tiene un significado y sentido, te ha creado para que desempeñes una misión. ¿Cuál?  Eso ya es misión tuya, porque eres tú quien tiene que encontrarla tras la escucha de la Voz de Dios. Claro, hay una gran dificultad, el pecado. Nos ciega y nos tapa los oídos e impide que le escuchemos. Nos seduce con las cosas del mundo e impide que seamos dueño de nosotros mismos e incumplimos nuestras responsabilidad.

El pecado de nuestra materialidad, de nuestras pasiones, de nuestros egoísmos, de nuestras apetencias. Nos captura y nos somete, y conociendo que actuamos mal nos experimentamos incapaces de liberarnos y hacer lo que sabemos que tenemos que hacer. Es lo que Pablo decía cuando expresaba que hacía lo que no quería y no lo que quería - Rm 7, 19-21 -.

La escucha al Señor necesita disponibilidad y limpieza. No puedes escuchar cuando tu vida está llena de ruidos que te atraen y te apasionan. Piensa en María y en su escucha y obediencia a la Palabra y Misión que Dios le encargó. Y también en José. Necesitas aislarte y tomar una actitud de disponibilidad.  Lo necesitas tú, pero también yo. ¿A dónde he sido enviado?

Ahora, después de querer abrir mis oídos a su Palabra y andar por algunos sitios, me encuentro en esto. Reflexionando contigo, querido y hermano lector en la fe, y ayudándonos en compartir y descubrir nuestras respectivas misiones. Porque, el Señor cuenta contigo, y, si cuenta, cuenta para algo concreto. ¿Será este medio para el que el Señor me ha preparado? ¿Será la catequesis en la cárcel? Será la visita a algún enfermo?

Posiblemente serán esas u otras misiones las que Dios quieres que hagas, pues Él ha repartido los talentos y espera recoger el cien por cien, porque también dará el ciento por uno. Abramos nuestros oídos y nuestros ojos para estar atento a la llamada del Señor.

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