lunes, 30 de octubre de 2017

CUMPLIMIENTOS EN LA SUPERFICIE

Lc 13,10-17
El hombre necesita leyes porque necesita controlarse y motivarse en la disciplina. Las leyes le ayudan a mantener una perseverancia y constancia en el orden y la convivencia. Y leyes que se apoyen en la verdad y la justicia. Situación que muchas veces no consiguen de forma plena. Así, hay muchas leyes productos de intereses y conveniencias que no ayudan a crecer y a mejorar la justicia ni la verdad.

Porque, toda ley debe ir en busca del bien del hombre, y nunca en posponerlo detrás de ella. La ley es ley cuando se hace para ayudar al hombre y facilitarle su camino hacia la felicidad, que es precisamente su bien y su meta última. Por lo tanto, no se entiende que un jefe, elevado a esa categoría, pueda rechazar el bien de sus subordinados. Nunca la ley puede estar primero que el bien del hombre respecto a la verdad y la justicia.

Pero, experimentamos que eso sucede también hoy en día. Muchos jefes, nombrados por otros, utilizan y ponen leyes para su provecho, olvidando el bien y la verdad para lo que han sido nombrados. Sin embargo, cuando se trata de algo personal y para su provecho vulneran la ley o la modifican con respecto a sus intereses. Así ocurrió aquel día cuando Jesús curó a aquella mujer encorvada durante dieciocho años.

¿Es que se puede tratar mejor a los animales, perimitiéndoles su movilidad y trabajo en sábado, ante que a las personas? ¿No está la ley cumpliendo mal su finalidad? Quizás, también nosotros podemos preguntarnos sobre nuestras leyes y sobre nuestras aplicaciones de las mismas. Experimentamos, como decía el Evangelio de ayer, que será el amor la Ley única que contiene a todas las demás.

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