viernes, 20 de octubre de 2017

HAMBRIENTOS DE LA PALABRA DE JESÚS

Lc 12,1-7
Realmente, ¿nos pisamos unos a otros ante el ansia e interés por oír la Palabra de Jesús? Es decir, ¿estamos inquietos y deseosos de oír su Palabra? Porque, ese signo externo, nuestra inquietud, descubre nuestras necesidades por escucharle y descubrir el camino para seguirle y recibir su salvación. Es posible que muchas veces no sintamos ganas de escucharle, pero no confundamos el deseo y las ganas con la necesidad de salvación que está en el Señor.

Porque, sólo escuchándole estamos en el camino de salvarnos. Y escucharle con un corazón abierto, sincero, puro, verdadero y sin segundas intenciones. Todo nuestro sentir y obrar debe ser transparente, sin oscuridades y tapujos. Presentarnos como somos, con deseos o sin deseos; con ganas o sin ganas, sin olvidar que es el Señor quien convierte y quien despierta en nosotros las ganas y deseos. 

Él ha sembrado en nosotros la semilla de la verdad y el deseo de salvación. Nuestros frutos son el amor y la verdad. Lo experimentamos cuando hablamos con alguien, sus palabras quieres expresar lo bueno de su conducta y desnudan sus buenos sentimientos y acciones. Todos queremos presentarnos dignos, honrados y justos. Todos experimentamos los deseos bien intencionadas de ser buenas personas de acuerdo con la verdad y la justicia. Pero, el problema empieza cuando escondemos nuestra hipocresía y engañamos autoengañándonos primero nosotros.

El Señor lanza palabras muy duras contra esos hipócritas que, aparentando, tergiversan la realidad y engañan con sus demagogias y bien construidas mentiras. Porque predican una cosa y hacen otra. ¡Cuidado, nos advierte el Señor! No tengamos miedo a esos que solo pueden matar el cuerpo, porque no pasará nada, resucitaremos en el Señor. Tengamos santo temor a nuestro Padre Dios, que, llevados por esa levaduras hipócrita y rechazando sus mandatos y su amor, nos podemos condenar para siempre.

Busquemos la sabiduría que nos viene del Espíritu Santo y tratemos de ordenar nuestra vida para que nuestras acciones coincidan con nuestra fe y vivencia de la Palabra.

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