sábado, 14 de octubre de 2017

VIVIR DE Y EN LA PALABRA

Lc 11,27-28
María es doblemente dichosa, se me ocurre decir, no sólo porque ofreció su seno y sus pechos para dar vida y amamantar a Jesús, sino porque ese ofrecimiento posibilitó la encarnación del Dios hecho Hombre. María, bienaventurada y dichosa, pues, se hace corredentora con su Hijo para la redención de todos los hombres porque es la primera en obedecer a la Voluntad de Dios.

En esa obediencia está el secreto de la dicha. Por eso es elegida, por su entera disponibilidad y entrega a dar vida a la Palabra de Dios en su propia vida. Y es por ella por la que todos nosotros gozamos también de la oportunidad de ser dichosos cumpliendo la Voluntad de Dios. Ella con su "Sí" ha hecho posible que la Gracia de Dios venga, encarnado en Naturaleza Humana, es decir, hecho Hombre, a este mundo y que nos sea revelado su Amor y su Voluntad.

Pero, ella es también la que nos sirve de verdadero e inmaculado ejemplo con su testimonio de vida. Su sumisión a la Palabra; su obediencia y entrega la hacen y proclaman dichosa y bienaventurada. María es la Madre corredentora con su Hijo y, ella, también con su disponibilidad y su aceptación expresada y manifestada en el Magnificat, canta alabanzas y acción de gracia por las maravillas que Dios ha hecho en y con ella.

Ella se reconoce esclava del Señor y se muestra agradecida al verse llena de su Gracia y reconocida al haberse humillado. Pero, no nos quedemos ahí y no perdamos de vista que también nosotros estamos llamados, como María, a reconocernos como esclavos del Señor y a dejarnos revestir y empapar de su Gracia, para como ella, la Madre, reconocernos humildes y fieles servidores de su Palabra y hacer su Voluntad.

Este es su gran ejemplo y su dicha, ser la Madre de Dios, pero, primero, porque ha entregado su libertad y disponibilidad para, ofreciéndose, dejarse guiar y revestir de la Gracia de Dios y de la acción del Espíritu Santo.

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