jueves, 30 de noviembre de 2017

TAMBIÉN YO QUIERO SER PESCADOR DE HOMBRES

Llevo algún tiempo tratando de ser pescador, pero los resultados no son muy buenos, o, al menos eso me parece a mí. Hoy, al empezar esta reflexión, he pensado que para ser pescador, primero tengo yo que ser pescado por el Señor. Eso le ocurrió a Andrés, y también a su hermano Simón. Ambos fueron atraídos por Jesús y convertidos en pescadores de hombres. Y lo mismo ocurrió con Santiago y Juan.

Y es que es Jesús quien convierte y quien da el destino o la misión. Igual tú, como me sucede a mí, piensas y quieres ser pescador, pero el Señor te tiene asignadas otras tareas, también importante. Porque, no sólo se trata de pescar, sino también de arreglar luego ese pescado. Tu testimonio perseverante; tu trabajo pastoral o de servicio; tu entrega humilde y generosa, son también testimonios que enganchan y pescan a otros que ven tu entrega y tu servicio. Podría converger en que hay muchas formas de pescar.

Pero, lo verdaderamente importante es confiar en el Señor y estar en contacto con Él. Es la oración ese vehículo que nos sostiene y mantiene cerca de Él, y nos permite seguir el ritmo de sus pasos. Es la oración la que nos prepara para abrir, de par en par, nuestro corazón y dejar entrar plenamente al Espíritu Santo para que nos transforme en audaces y buenos pescadores de hombres. No con métodos ni conocimientos intelectuales, sino con obras y palabras que nos descubren al Señor y nos acercan a Él.

Porque, es el Señor el verdadero evangelizador que convierte a todo aquel que se abre a su Palabra con buena intención. Porque, es el Señor quien despierta en nosotros el deseo de amar tal y como Él nos ama si le dejamos. Nos ha permitido ser libres para decidir, y podemos permitirle entrar o no. Querer ser pescador de hombres es permitirle entrar. Andrés, junto a su hermano Simón, y a sus dos compañeros de faena, Santiago y Juan, abrieron sus corazones para que el Señor los transformara en verdaderos pescadores de hombres. Y, quizás, nosotros somos resultado, aunque indirecta, de sus pescas.

Abramos también nosotros el nuestro para permitir al Señor que nos cambie nuestro corazón de piedra por uno de carne, que sepa pescar y, por la Gracia del Señor, transformar otros corazones. 

miércoles, 29 de noviembre de 2017

TE TOCA A TI REFLEXIONAR



A ser sincero, en este momento estoy cansado, y con mucha tarea que preparar para la celebración de la Palabra de esta tarde. Quizás, empujado por esta necesidad, te brindo y paso la oportunidad de que reflexiones tú. El Evangelio está muy claro y te toca a ti mojarte ahora, ¿qué te parece? El Espíritu te toca.

(Lc 21,12-19): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y cárceles y llevándoos ante reyes y gobernadores por mi nombre; esto os sucederá para que deis testimonio. Proponed, pues, en vuestro corazón no preparar la defensa, porque yo os daré una elocuencia y una sabiduría a la que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios. Seréis entregados por padres, hermanos, parientes y amigos, y matarán a algunos de vosotros, y seréis odiados de todos por causa de mi nombre. Pero no perecerá ni un cabello de vuestra cabeza. Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».

martes, 28 de noviembre de 2017

SEÑALES QUE NOS AVISARÁN

Lc 21,5-11
El Evangelio de hoy nos advierte de que llegarán señales que nos avisarán del final de este mundo. Nos habla de guerras, muertes, hambre, violencia, terremotos, enfrentamientos... etc. Así dice el Evangelio: «Maestro, ¿cuándo sucederá eso? Y ¿cuál será la señal de que todas estas cosas están para ocurrir?». Él dijo: «Estad alerta, no os dejéis engañar. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo: ‘Yo soy’ y ‘el tiempo está cerca’. No les sigáis. Cuando oigáis hablar de guerras y revoluciones, no os aterréis; porque es necesario que sucedan primero estas cosas, pero el fin no es inmediato». Entonces les dijo: «Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos, peste y hambre en diversos lugares, habrá cosas espantosas, y grandes señales del cielo».

No sé qué decir, pero si miramos a nuestro derredor observamos algo parecido a eso. Hay muchas voces que se erigen en la voz del Señor; muchas doctrinas que critican a la Iglesia y se ponen ellas en su lugar; terremotos y tempestades; inundaciones, muertes, enfermedades...etc. Y eso debe indicarnos que no estamos cerca, porque -es necesario que sucedan primero estas cosas, pero el fin no es inmediato-. Se levantarán...

De cualquier forma, el Señor nos pone en guardia y nos alerta. Ya hemos reflexionados, días atrás, que la vigilancia debe ser extrema y perseverante. No podemos quedarnos al margen ni indiferentes porque nos pueden sorprender esas señales. Tenemos una vida y un recorrido y debemos aprovecharlo, porque el tiempo se consume y llega el final. 

Cada día es una nueva oportunidad para levantarnos y esforzarnos en darnos y entregarnos, injertados en el Señor, a la tarea de vivir conscientes de su presencia y de nuestro compromiso de Bautismo. Cada día es un tesoro que nos da la oportunidad de dar brillo a nuestro corazón y de acrisolarlo en el fuego del amor a semejanza del Xto. Jesús.

lunes, 27 de noviembre de 2017

LA MEDIDA DE TU ENTREGA

Lc 21,1-4
No haría falta reflexionar mucho sobre el mensaje del Evangelio de hoy. Mejor, mirar que medida de lo que tiene entrega uno a la vida, a la sociedad, a los demás y, por supuesto, al mundo. Porque el mundo será mejor en la medida que tú des lo mejor de ti mismo. La consecuencia de tanto mal se esconde también en ti mismo, en tus regateos, en tus egoísmos y en tu ambición.

No está mal el mundo porque otros lo deterioren, sino que está mal porque tú, y otros también, lo deterioran. Entre esos otros también me encuentro yo. Por eso decía al principio que, más que reflexionar, sería mejor mirarnos y tratar de ver nuestra vivencia personal en la parcela de este mundo que nos ha tocado vivir. El Evangelio de hoy toca precisamente eso.

Se trata de una viuda pobre que pone unas moneditas en la bandeja. Algo sin importancia y que no llama la atención ni destaca por su importancia crematística. Sin embargo, otros si se hacen notar. Incluso le dan bastante importancia a ese hecho, y hacen sonar sus abundantes monedas de gran valor al caer en la bandeja. Son importantes, o, mejor, se creen importantes por lo que dejan, sin advertir que esa donación a penas les supone sacrificio. Son monedas que les sobra y nada las van a echar en falta.

Volviendo a la viuda pobre, para ella si supone sacrificio. Esas pocas moneditas que dejó es parte de lo poco que tiene, y le hace falta. Tendrá que privarse de algo importante para ella, que le exigirá sacrificio y dolor. Comparte lo que es y lo que tiene. Ni que decir que, delante de Dios, su donación tiene un gran valor, que no se puede comparar con las otras monedas que han dejado los notables del pueblo. Porque, el valor y la medida de tus actos no está en la cantidad que das sino en la medida y entrega según tus posibilidades.

Jesús, el Señor, te ha dado todo lo que tenía. Ha entregado su Vida hasta el extremo de morir por amor. Y no se ha guardado nada para sí. Todo lo ha dejado en la Cruz para que tú puedas liberarte y salvarte. Reflexiona esa entrega y mira como es la tuya de cada día.

domingo, 26 de noviembre de 2017

EL MOMENTO MÁS ESPERADO

Mt 25,31-46
Todo en nuestra vida debería estar en función de ese momento glorioso y esperado que se concreta en la segunda venida del Señor. No hay meta mayor ni mayor aspiración que tenga el hombre, porque es ese momento la hora donde el hombre se juega su felicidad y gozo eterno. Mejor, diría que ya se lo ha jugado durante el trayecto de su vida, porque si la ha gastado en amor, la habrá ganado. Pero, si la ha gastado en las cosas y seducciones del mundo, la habrá perdido.

Es el momento más emocionante de nuestra vida. ¡Dios mío, tenerte delante será algo inimaginable que no sé como podré soportar! Sé que por tu Gracia todo será para bien, pero tengo miedo de encontrarme a la izquierda tuya, porque eso traerá malas consecuencias. Yo, Señor, quiero estar a tu derecha. Mi vida, a pesar de mis debilidades y pecados, la quiero para Ti, y me esfuerzo en vivir en tu Palabra y tu Amor. Dame la fortaleza y la sabiduría de vencerme y de entregarme a servir a los necesitados, a los descarriados, a los que están alejados y a todos los que te buscan y necesitan.

Nada de lo que haga será válido si no lo hago por amor y con amor. Tengo que amar y necesito amar. Pero, ¿soy yo capaz de amar sin Ti, Señor? Enciende mi corazón y préndelo del fuego de tu amor, para, que de esa forma pueda yo también prender a otros y contagiarlos de tu Amor. Dame, Señor, la oportunidad de servir a los que lo necesiten, y, para ello, fortaléceme, lléname de voluntad y sabiduría para dar respuesta y concreción a todo eso que Tú me vas a pedir en el momento final de mi vida.

Porque, yo, Señor, quiero estar contigo. Nada de esta vida me interesa, a pesar de que tengo un corazón humano y apegado a las cosas de este mundo, Tú, Señor, eres la prioridad. Confieso que en algunos momentos me cuesta y puedo hasta fallar, pero, Tú sabes que mi intención es la de darte a ti toda la prioridad. 

Es verdad que, a veces, puedo equivocarme y no saber qué hacer. O hacerlo equivocado. La parábola del samaritano lo dejas ver bien. A veces las obligaciones hay que dejarla ante la prioridad del amor. 

sábado, 25 de noviembre de 2017

UN DIOS DE VIVOS

Lc 20,27-40
La resurrección es nuestra esperanza y se apoya en la Palabra de Dios. De un Dios de vivos, tal y como lo deja bien claro Moisés, en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor Dios de Abrahán, de Isaas y Jacob por el que es enviado. Un Dios que permanece Vivo por generaciones y para siempre, pues de no ser así, sería un Dios que muere. Por lo tanto, ese es el fundamento de nuestra fe, la Resurrección del Señor.

Ocurre que nosotros, seres limitados y finitos, eternos por la Misericordia de Dios, queremos dar respuesta a los proyectos de Dios con los criterios de aquí abajo. Un mundo caduco y limitado. Y, claro, partiendo de criterios equivocados y limitados, llegamos a conclusiones erróneas. Distorsionamos la realidad de lo que ni siquiera imaginamos, porque nuestros pensamientos no son los de Dios.

No cabe en nuestra razón el pensamiento Infinito de Dios. No podemos imaginarnos la eternidad, ni tampoco como seremos o viviremos junto al Señor. Lo dejamos, confiados en su Bondad y Misericordia, en sus Manos, seguros que seremos eternamente felices. El Señor nos da un adelanto de como seremos en el Evangelio de hoy sábado. Nos dice que como ángeles e hijos de Dios, pues participamos de su misma Gloria y Resurrección.

Y no necesitamos más, porque experimentamos que nuestra razón es limitada y no abarca el Infinito pensamiento de nuestro Padre Dios. El Cielo, la Eternidad está en Manos de Dios, y sólo nos interesa saber que allí seremos felices y no habrá esos vínculos que hay aquí ahora. Ya nos advierte el Señor que nos avisa de que ha ido a prepararnos -Jn 14, 2- una mansión, que no podemos imaginar. 

Confiemos en su Palabra, porque en Él todo se ha cumplido y tiene Palabra de Vida Eterna. El Señor ha resucitado y en Él ponemos toda nuestra esperanza, porque, nuestro corazón palpita con latidos de eternidad, pues ha sido creado por Dios y para Dios, y sólo descansará cuando llegue a Él.

viernes, 24 de noviembre de 2017

UNA NUEVA FORMA DE VIVIR EL CULTO

Lc 19,45-48
El templo se había convertido en un mercado. La necesidad de ofrecer sacrificios de animales había desembocado en un vender y comprar animales para ofrecerlos como ofrendas de sacrificio. Todo se iba desviando y quien no parecía pintar mucho era a quien iban dirigidos esos sacrificios. Jesús irrumpe en el templo echando abajo todo eso. 

En adelante no hará falta hacer sacrificios: "Misericordia quiero y no sacrificios" -Mt 9, 13-, porque el único y verdadero sacrificio es el ofrecido por el Señor entregando su propia vida para redención de todos nuestros pecados. Jesús quiere significar y llamar la atención al verdadero templo, que no es de piedra. Y que destruido, Él lo reconstruirá en tres días. Porque, el Señor nos habla del verdadero y único Templo que es Él, y que vive dentro de cada uno de nosotros.

A partir de ahora, precisamente de su Resurrección, el Señor vive en nuestro corazón. Somos templos vivos del Espíritu Santo, y dentro de nosotros tenemos al Señor al que verdaderamente adoramos en espíritu y en verdad. Desde ese momento, nuestro templo va con nosotros a todas partes. Y si nos reunimos en un lugar concreto es por la necesidad de estar juntos y unir nuestras voces en una sola voz. La comunidad nos fortalece y nos sirve de apoyo y de defensa, y de verdadera ayuda y oportunidad para amarnos.

De tal forma que, si pecamos destruimos el verdadero templo que hay dentro de nosotros. Ya no basta con estar en el templo edificio. No se trata de estar o no estar; de adoptar una actitud silenciosa o no, o de una postura y vestimenta adecuada. Se trata de que, estemos en el templo edificio o no, el verdadero templo está en nuestro corazón, dentro de nosotros. Y, bien en la calle o en el templo debemos estar en la misma actitud de respeto con el otro, donde está el Señor, y tratarlo con debida compostura, ya sea de silencio o de atención a sus necesidades o compartir.

Adorar al Señor es reverenciarlo y amarlo hasta el extremo. Pero, eso se concreta en y con el prójimo, porque es allí donde también se encuentra el Señor.

jueves, 23 de noviembre de 2017

Y TODO SE ESTÁ CUMPLIENDO

Lc 19,41-44
Mirando detenidamente este Evangelio, observamos que dice: En aquel tiempo, Jesús, al acercarse a Jerusalén y ver la ciudad, lloró por ella, diciendo: «¡Si también tú conocieras en este día el mensaje de paz! Pero ahora ha quedado oculto a tus ojos. Porque vendrán días sobre ti, en que tus enemigos te rodearán de empalizadas, te cercarán y te apretarán por todas partes, y te estrellarán contra el suelo a ti y a tus hijos que estén dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has conocido el tiempo de tu visita».

Ahora, miramos a Jerusalén y constatamos que eso ha ido ocurriendo a lo largo de su historia y ocurre ahora mismo. Todo se cumple y la Palabra de Dios es Palabra de Vida Eterna. Pero, también podemos extender esto a todos nosotros, el mundo. Un mundo donde se encuentra la Iglesia, pueblo escogido por Jesús, y en donde tiene que llevar a cabo su misión evangelizadora. Un mundo que hace verdad y realidad esa profecía que leemos en el Evangelio de hoy.

Un mundo que se ha escondido en la oscuridad de la mentira, del individualismo, de la ciencia y los avances científicos y técnicos. Un mundo que vive de espaldas a Dios y se enroca en sí mismo perdido en violencia, odios, venganzas y guerras. Un mundo que mata la vida y ordena su tiempo. Un mundo que valora la eficiencia, la productividad y se deshace de lo inservible y de lo que no produce. Un mundo que se olvida de la solidaridad, de la justicia, de la verdad y de la fraternidad. Un mundo que no dejará, como dice el Evangelio, piedra sobre piedra, porque no ha conocido el tiempo de tu visita. 

Y, ahora, la Palabra de Dios proclamada por su Iglesia. Una Iglesia que sigue firme y que continua, a pesar de sus debilidades, de sus desvaríos y pecados, luchando contra corriente y esperanzada en la promesa final de la victoria. Porque, el Señor está Vivo. ¡Ha Resucitado y está con nosotros!, y nos acompaña en nuestra misión de cada día para llevarnos por el camino de salvación. Y en Él estamos esperanzados, porque su Misericordia es Infinita.

miércoles, 22 de noviembre de 2017

UN TIEMPO PARA RENDIR CUENTAS

Lc 19,11-28
Son los últimos momentos de la vida de Jesús en este mundo, y, repetidas veces, nos advierte, antes de su Pasión, Resurrección y Ascensión a los Cielos, de la necesidad y exigencia que tenemos de rendir cuentas de los talentos y cualidades que hemos recibido. Hoy nos lo dice con otra parábola: «Un hombre noble marchó a un país lejano, para recibir la investidura real y volverse. Habiendo llamado a diez siervos suyos, les dio...(Lc 19, 11-28).

Al final ocurre lo mismo, hemos recibido unas cualidades y tendremos que dar cuenta de ellas. No cabe duda que cuando el trabajo se hace bien, los resultados son también bien. Es decir, si amamos contagiaremos amor, porque los hombres y mujeres de este mundo están hechos para amar. Todos buscamos amar y sabemos cuando no lo hacemos, o cuando nos buscamos a nosotros mismos. O cuando nuestra vida no está de acuerdo con nuestro corazón ni con nuestros actos.

A nadie se le esconde lo que está bien y lo que no lo está. Todos sabemos que la verdad es blanca, pura y sale a la luz, y la mentira se esconde en la oscuridad. Luego, quien vive en la verdad descansa y se experimenta en paz. Pero, quien se esconde en la mentira se percibe mal, se siente intranquilo y le invade la tristeza y desasosiego.

Todos hemos recibido cualidades. De una forma u otra nos ha sido dada nuestra onza de oro, que tenemos que poner al servicio de los demás. Guardarla o ponerla en función de mí mismo es egoísmo y sabemos que no está bien. Muchas veces lo haremos sirviendo a otros, y otras nos tocará a nosotros ser servidos en correspondencia de esos otros. Nuestra presencia siempre tiene un valor, bien para servir o bien para ser oportunidad para que otros sirvan.

La onza de oro siempre se cotiza al alza, pero, para ello hay que ponerla en el mercado. Y esa es nuestra exigencia y responsabilidad. Descubrir mi onza de oro me exige tiempo, esfuerzo y trabajo. Ese es nuestro compromiso. No puedo caer en la holgazonería, la comodidad y la pasividad. Hacerlo equivaldría a enterrar mi onza de oro. Y no puedo justificarme, pues he sido advertido. Tampoco puedo ampararme en el miedo y paralizarme. La libertad exige riesgo y búsqueda, y cuando se hace desde la fe y la confianza en el Señor, los frutos aparecen.

martes, 21 de noviembre de 2017

¿QUIERES SER HERMANO DE JESÚS?

Mt 12,46-50
Tu palabra cobra vida y fertiliza la tierra de tu corazón dando hermosos frutos cuando coincide con tu vida. Se mantiene en silencio, pues no le hace falta activarse. Se guarda para otras posibles y más arriesgadas tareas. Tu ejemplo basta. Lo dice todo, y convence. Llega al corazón. No hace falta más. Simplemente das vida y comunicas vida cuando tu ejemplo, hecho vida, hace presente la Palabra de Dios.

Nos ocurre eso. Gastamos nuestro tiempo en buscar métodos, estrategias y diversas formas de evangelizar, y nos quejamos de su ineficacia y de sus frutos. Y un simple ejemplo de vida amorosa y de compromiso con el prójimo, derrumba todo nuestro afán de metodología y estrategia. Y llega al corazón e irrumpe el lloro y agradecimiento. Y todo porque la palabra que tú predicas la has hecho coincidir con tu vida.

Eso es lo que Jesús ha querido destacar hoy en el Evangelio. Su Madre, sus hermanos, sus amigos son todos aquellos que cumplen la Voluntad de su Padre. Por lo tanto, si quieres ser hermano y amigos de Jesús trata de conocer la Voluntad de su Padre y llevarla a la práctica de tu vida. Y déjate de pamplinas y de tanta metodología, estrategias y reuniones. Más oración y eficacia.

Una cosa quiero aclarar. No estoy diciendo que las reuniones, metodologías y estrategias no hacen falta. Todo lo contrario. Son muy necesarias. Vitales, diría. Pero, no puedes quedarte en eso y hacerlo el centro de tu vida y tu proclamación. La acción y el riesgo de tu aventura por amar están dirigidas por el Espíritu Santo, y, muchas veces, están fuera de la estrategia, metodología o reunión. Es el Espíritu Santo quien sopla, quien dirige y quien impulsa, y siempre teniendo en cuenta que el destinatario de tu amor es el pobre, el desvalido, el alejado, el necesitado...

Y que mejor ejemplo que el de María, la Madre del Señor. Ella fue el eje de la comunidad desalentada, perdida, confundida, temerosa y hasta huida. Ella sostuvo la firmeza de sostenerse unidos en la fe y en la esperanza. Ella es la primera en guiarnos a seguir a su Hijo y cumplir la Voluntad del Padre. Ella es nuestra Madre y nuestra hermana. La primera después del Hijo.

lunes, 20 de noviembre de 2017

RECONOCER NUESTRA INDIGENCIA

Lc 18,35-43
Nuestro problema radica en creernos suficientes cuando en realidad todo nos ha sido dado gratuitamente. Esa es la clave de que Jesús haya venido a salvar a los pobres e indigentes, porque los suficientes será muy difícil que se dejen salvar. Sólo en la indigencia se nos puede encender la luz que nos ilumine y nos permita ver y experimentar compasión.

Supongo que había mucha más gente que Bartimeo, el ciego, en aquel camino. Mucha más gente sin necesidad perentoria que, el paso de Jesús y su fama de curar, no les llamaba la atención. Se sentían sanos y sin necesidad de ser curados. Ese es, repito, nuestro problema, porque cuando nos duele algo vamos al médico. Cuando tenemos un grave problema buscamos solucionarlo. Es el caso de aquel administrador injusto que fue despedido -Lc 16, 1-8- y que Jesús alabó por su actitud de respuesta e inmediatez para solucionar su problema.

Reconocer nuestra indigencia y que nada tenemos de que vanagloriarnos es un gran paso para encender nuestro corazón y darle luz a nuestros ojos. Necesitamos ver, pero no ver simplemente las cosas y maravillas de este mundo, sino ver el camino de nuestra salvación. Ver, descubrir y reconocer que Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida. Y vencer todos los obstáculos que se nos presenta y que nos impiden, muchas veces por respeto humano y por miedo a que nos reprendan, dar el paso de pedir, buscar e ir a la Luz.

Quizás, Dios esté pasando hoy por tu vida, y también por la mía. Quizás creamos que ya lo hemos visto, o nos hemos encontrado con Él. Quizás nos creamos que ya vemos, y, posiblemente, permanezcamos en la oscuridad. Conviene seguir sus pasos y estar siempre muy cerca de la Luz, porque sólo en Él podemos permanecer iluminados y alejar la oscuridad que nos amenaza y que está al acecho de nuestros despiste y debilidades.

domingo, 19 de noviembre de 2017

SE TE HA DADO UNA MOCHILA PARA GANARTE TU VIDA

Mt 25,14-30
Aunque hemos venido desnudos al mundo y dependemos de nuestras familias, tenemos también una mochila cargada con lo suficiente para negociar nuestra vida y ganarla para la eternidad. Son los talentos recibidos, que hoy, en el Evangelio dominical, Jesús nos lo revela de forma extraordinaria como lo hace siempre y nos lo explica claramente.

Tú, también yo, hemos recibidos unos talentos. Quizás cinco, dos o uno, pero unos talentos que no deben quedarse enterrados, sino ponerse a producir. Porque, esos talentos, se nos han entregado para dar frutos. Frutos que un día se nos exigirá. La parábola nos lo deja muy claro, y nos descubre el resultado de nuestra obra. Luego, será bueno preguntarnos: ¿dónde están mis talentos? ¿Los estoy trabajando y poniendo a rendir para obtener frutos?

Porque, al final de mi vida seré llamado a rendir cuentas. Por lo tanto, la cosa está muy clara. Significa que debo dar todo lo que he recibido. Darlos en producir frutos buenos para el bien de todos. No puedo dejar mis cualidades quietas, o simplemente para mi provecho particular. Se me han dado para compartirlas en bien de los demás. No son mías ni para mí, sino para el bien de todos. Igual, yo me beneficiaré de los talentos de los demás.

¿De cuántas cosas gozamos que nos la han dado el esfuerzo y el trabajo de los que han tenido y tienen talentos para descubrirlas y ponerlas al bien común? De la misma forma nosotros estamos llamados a negociar nuestros talentos para bien de los demás. Será nuestra responsabilidad recibirlos y enterrarlos. O utilizarlo para provecho propio sin tener en cuenta a los demás. 

Es bueno reflexionar sobre nuestras cualidades y talentos para, sabiéndolas y descubriéndolas, ponerlas a pleno rendimiento en servicio de la comunidad.

sábado, 18 de noviembre de 2017

PERSEVERAR ES INSISTIR

Lc 18,1-8
Las cosas, nos lo dice la experiencia, no se consiguen a la primera. Llegamos a sorprendernos cuando así ocurre, porque lo lógico es que tengamos que insistir. Sobre todo cuando se trata de demostrar algo, tal como es el caso que nos ocupa, la fe. La insistencia revela el deseo y la fe que se tiene en aquello que se quiere conseguir. Tu fe se deja ver cuando perseveras, sobre todo en los momentos de mayor adversidad y dificultades.

Por eso, el Evangelio de hoy nos habla sobre la importancia de la necesidad de insistir. La parábola con la que Jesús nos sugiere la necesidad e importancia de insistir habla de un juez y una viuda, que le insiste para que le haga justicia contra su adversario. Y es esa insistencia la que termina por derribar al juez e inclinarle a atenderla y hacerle justicia. Está claro, Jesús destaca esa gran insistencia por parte de la viuda, y como su perseverancia da el resultado deseado.

El Señor despierta nuestra curiosidad al hacernos ver el resultado que da la insistencia. Y nos llama la atención a ver como responde el juez, que no actúa por temor a Dios ni a los hombres, sino por quitarse del medio a esa pertinaz viuda que le molesta y le puede traer problemas. ¿Podemos imaginar como actuará nuestro Padre Dios que se preocupa por nosotros y ha enviado a su Hijo, el Predilecto, para salvarnos? ¿Podemos imaginar lo que se preocupan nuestros padres de la tierra por darnos todo lo que nos conviene y nos es de ayuda para nuestra vida?

Dijo, pues, el Señor: «Oíd lo que dice el juez injusto; y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que están clamando a Él día y noche, y les hace esperar? Os digo que les hará justicia pronto. Pero, cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará la fe sobre la tierra?».

Las palabras del Señor zanjan toda duda. Nuestro Padre Dios nos escucha y nos atiende. Quizás, no te dé lo que tú deseas, pero te dará, de eso seguro, lo que te conviene para tu salvación. Incluso, si lo que te va mejor esconde una cruz. De ahí nuestra fe y nuestro abandono y nuestra total confianza a su respuesta. Dios es nuestro Padre y está pendiente de nuestras carencias y necesidades para conseguir la verdadera y única salvación.

viernes, 17 de noviembre de 2017

DÍAS DE ADVERTENCIAS Y AVISOS

Lc 17,26-37
Decimos que quien avisa no es traidor. La Iglesia, a las postrimerías del año litúrgico, domingo 26 de noviembre, nos recuerda que la vida tiene un final y que la promesa de la segunda venida del Señor se cumplirá. Estos últimos evangelios nos recuerdan y nos advierten esa proximidad y cual será el peligro si no estamos vigilantes y atentos a su Palabra y a hacerla vida en nuestras vidas.

Es posible que, muchos, pasen la vida embobados en comer, beber, en disfrutar del sexo y en muchas cosas más. Tendremos que hablar claro, pues no hacerlo es engañarnos a nosotros mismos. Pero, la vida tocará un día a llamada y será el fin de este camino mundano. Luego, empezará aquel que nuestro Padre Dios ha preparado para los que han creído en Él y han vivido conforme a su Palabra. Y, entonces, será el llanto y crujir de dientes.

En la parábola de las diez vírgenes -Mt 25, 1-13- nos decía el Señor que el tiempo se acaba, y de no estar preparado podemos sorprendernos y encontrarnos la puerta del Reino cerrada. Eso significa que no tenemos todo el tiempo del mundo. Que hay que estar vigilantes y no perder el tiempo. Que el tiempo es oro y no se puede malgastar ni derrochar en cosas vanas, vacías, huecas y caducas. Descubrir ese tesoro -Mt 13, 44- es el principal objetivo de todo hombre.

Muchos pensamos que perdemos el tiempo siguiendo al Señor, y que dándonos a los demás perdemos el gozo de vivir nuestra vida. Sin embargo, el Señor nos dice todo lo contrario, quien pierda su vida la ganará para siempre. El mundo va en sentido contrario, y tenemos que estar muy avispados para no seguir esa corriente mundana, pues es corriente de perdición.

Y nuestra gran esperanza es que el Señor cumple todo lo que nos dice. Él es la Resurrección y la Vida, y nuestra gran Tesoro. Ese Tesoro que nos dará la Vida Eterna y el gozo y la felicidad en su presencia. ¡Alabado y Bendito sea el Señor! 

jueves, 16 de noviembre de 2017

DENTRO DE TI, TU CONCIENCIA DESCUBRE EL REINO

Lc 17,20-25
Tú sabes cuando tu corazón está tranquilo y cuando ha actuado correctamente. Tú adivinas los buenos impulsos de tu corazón y experimentas su correcto proceder. Sin lugar a dudas, el Reino de Dios está dentro de ti. Nace dentro de ti cada día y a cada instante, aunque celebramos su nacimiento en una fecha determinada y que está cerca.

No cabe duda que esa pregunta, sobre la venida del Reino de Dios, está en nuestros labios. Desde siempre, el hombre se ha preguntado por el fin del mundo, y también ha hecho algunas predicciones. No han faltado aquellos que lo han predicho y, por supuesto, se han equivocado. Y son muchos los que cansados de esperar, como aquellas doncellas necias, han depuesto sus lámparas y las han dejado apagar.

Posiblemente, nosotros también hayamos hechos nuestros cálculos, y nos hemos imaginados que falta mucho hasta el horizonte de la duda y la desconfianza. Hoy, en el Evangelio, Jesús nos dice que: «El Reino de Dios viene sin dejarse sentir. Y no dirán: ‘Vedlo aquí o allá’, porque el Reino de Dios ya está entre vosotros».  

Vendrá sin avisar, como relámpago fulgurante -Lc 17, 24- nos aclara el Señor. Por lo tanto, no tratemos de buscar ni indagar, pues sera como un acontecimiento repentino y a la vez lleno de luz y de gloria. Será inútil saberlo porque no avisará. Lo verdaderamente importante es que el mismo Señor nos dice que el Reino de Dios está ya entre nosotros. Y es que lo experimentamos dentro de nosotros mismos cuando sentimos que  nuestro propio corazón aprueba la conducta de nuestra vida.

Sabemos, a nadie se le esconde, el resultado de nuestras actuaciones. Todos conocemos que hemos actuado bien o mal. Conocemos nuestras responsabilidades, a pesar de que la incumplimos. Conocemos nuestros egoísmos y, desde ese momento, sabemos el resultado de nuestro juicio, de lo que va a suponer nuestro juicio final. A nadie se le esconde. Por tanto, es ahora cuando se está realizando tu juicio. No esperes al final, porque como a las doncellas, si no estás preparado te sorprenderá la venida del Novio.

miércoles, 15 de noviembre de 2017

CURA, SEÑOR, LA LEPRA DE MI EGOÍSMO Y COMODIDAD

Lc 17,11-19
Difícil ponerle título a una reflexión como está. Se habla de diez leprosos, enfermedad terminal de aquellos tiempos, pero, hoy, aunque en muchas partes está vencida, hay muchas clases de lepras que siguen amenazando nuestra vida de forma seria y muy grave. Y, diríamos, que el mundo está leproso, porque se descarna lentamente por sus partes más débiles, los pobres y los marginados.

Y somos nosotros, los creyentes en Xto. Jesús y bautizados, los que tenemos que esforzarnos, en su Nombre, curar esas lepras que asolan al mundo de nuestro tiempo. Lepra de hambre; lepra de sed; lepra de trascendencia; lepra de solidaridad; lepra de egoísmo; lepra de ambición; lepra de satisfacción; lepra de ambición; lepra de sexo; lepra de odio; lepra de venganza; lepra de poder y riqueza. Y muchas más que nos amenazan con apartarnos de Dios, del verdadero Camino, Verdad y Vida.

Pero, posiblemente, tengamos que recurrir primero a Él, para que  nos limpie de nuestra lepra, y sano y lleno de vida podamos entregarnos a curar a otros. Porque, sería de iluso pretender curar cuando realmente estamos nosotros enfermos. Lo que conseguiríamos sería contagiar y hasta escandalizar a otros. Primero, curarnos nosotros y luego, en Nombre del Señor tratar de curar a otros. 

Por eso, nuestra primera intención es buscar al Señor y salir a su encuentro rogándole que nos limpie de todas nuestras impurezas y pecados. Y no se trata de encontrarle, quedar curados y olvidarnos de Él, como, parece, hicieron nueve de aquellos leprosos. Se trata de permanecer en el Señor y desde Él, que es quien hace todo y recibimos las fuerzas para, en su Nombre, hacer nosotros por y con su Gracia.

Tratemos, pues, de ponernos en Manos del Señor y agarrarnos fuertemente a Él, agradecidos por habernos curado de nuestras lepras, no sólo materiales, sino también espirituales, y, por su Gracia y Poder, en su Nombre, derramar toda nuestra entrega y esfuerzos en ayudar y aliviar el sufrimiento y la enfermedad de los demás.

martes, 14 de noviembre de 2017

TENEMOS LA VIDA ETERNA

Lc 17,7-10
Hemos sido pagados ya de antemano. Tenemos la vida, y aspiramos a una Vida Eterna. Y estamos alegres, porque nuestra meta es la Resurrección gozosa y eterna. ¿Se puede pedir algo más? Y todo nos ha sido regalado, porque no merecemos nada. ¿Cómo y con qué cara podemos pedir recompensa?

Somos siervos que debemos hacer nuestro trabajo con alegría y entusiasmo, sin esperar ninguna recompensa, pues, ya, la vida es una recompensa. ¿O es que acaso hay que agradecer al siervo su trabajo para el que fue contratado y pagado? Está claro que debemos cumplir con nuestras obligaciones, que todos sabemos cuáles son, como es el respeto, la justicia, la verdad, lo bueno, lo honrado y el deber responsable con lo acordado y apalabrado.

El Señor nos trata como amigos, y como amigos, que conocemos todo lo que Él ha venido a hacer porque nos lo ha dicho, debemos continuar su misión y su obra. Por eso, constituido en la Iglesia, que el mismo fundó, los apóstoles, y hoy sus sucesores los obispos, continúan su misión gozosoza y alegre dándose gratuitamente, sin esperar recompensa ninguna. Pues, ya estamos pagados por y en el Señor.

Nada merecemos, pues todo lo que somos y hacemos nos ha sido regalado y dado para ponerlo en función de los demás. Así que ese es nuestro deber, sin esperar nada a cambio. Nuestra recompensa se actualiza cada día en la medida que trabajamos para el Reino de Dios, porque en él encontramos el gozo y la alegría de nuestra recompensa. Nos sentimos satisfechos y pagados al entregar nuestras vidas en correspondencia al amor que el Señor nos da gratuitamente y sin merecerlo.

Pongamonos en actitud de oración, porque es en la oración donde encontramos las fuerzas para vencernos y recibir esa sabiduría divina que, desde la humildad y la sencillez, encontramos el impulso y la fortaleza para continuar nuestra labor desinteresada y gratuita por amor.

lunes, 13 de noviembre de 2017

LA RESPONSABILIDAD DE EDUCAR

Lc 17,1-6
Simplemente, estás obligado a hacer el bien para no escandalizar. Porque, escandalizas cuando actúas mal y das mal ejemplo. Sobre todo a los niños, que se fijan mucho y bien en lo que ven hacer a los mayores. Desde esa perspectiva, los padres y madres de familia tienen una gran responsabilidad. De ellos depende la buena educación de sus hijos, que no consiste en grandes cosas ni esmerados conocimientos intelectuales u otros métodos. Todo más sencillo, tal es dar ejemplo de sencillez y humildad con sus propias vidas.

Ejemplos de actitudes apoyadas en la verdad, en el dialogo, en la justicia, en la compresión y la escucha y en el servicio. Ejemplos de valores que nos ayuden a ser más persona cada día; ejemplos de los valores espirituales que nos dignifican y nos dan esperanza de una vida trascendente que nos llena de alegría, de paz y de vida eterna, vocación que duerme en nuestros corazones.

Y, puede ocurrirnos, que, al leer este Evangelio, pensemos que esto no va con nosotros. Que los escandalizadores son otros, pero nunca nosotros. Quizás conviene que nos miremos bien y reflexionemos sobre nuestros propios actos, porque podemos estar incurriendo, quizás, sin darnos cuenta, en el pecado de escándalo cuando damos mal ejemplo o confundimos a otros con nuestro proceder. Es posible que no seamos tan culpables porque no lo hacemos consciente, pero debemos revisarnos para, tomando conciencia, mejorar nuestro testimonio.

Nuestra vida está en el escaparate de la vida, valga la redundancia, y en ella hay niños. Cuidado con escandalizarlos. Las Palabras de Jesús a este respecto son duras: «Es imposible que no vengan escándalos; pero, ¡ay de aquel por quien vienen! Más le vale que le pongan al cuello una piedra de molino y sea arrojado al mar, que escandalizar a uno de estos pequeños. Cuidaos de vosotros mismos.»

Los niños son intocables para el Señor, y sabemos lo mucho que se hace contra ellos y como se les utiliza para el placer y la explotación laboral. Incluso, para la guerra. ¡Cuántos tendrán que pagar por eso! Pero nosotros también debemos denunciar todos estos atropellos y, desde nuestras posibilidades, denunciar estos abusos y pecados de escándalos. 

Debemos tener fe en el Señor y, confiado en Él, hacer todo lo que podamos, desde la oración, a la implicación en defender el derecho de los niños a la vida y a tener una infancia donde puedan ser niños y fijarse en buenos ejemplos. Ellos son el futuro del mundo.

domingo, 12 de noviembre de 2017

EL NOVIO LLEGA REPENTINAMENTE

Mt 25,1-13
Hace escasos minutos, mi mujer recibió un mensaje en su móvil de una amiga que le comunicaba la muerte repentina del hijo, supuestamente joven, de otra amiga común. Al reflexionar este Evangelio me ha venido de inmediato esta triste noticia, la llegada repentina de la muerte. Lo sabemos, la muerte no avisa, pero tampoco el Novio. Eso deja una cosa muy clara, hay que estar preparados.

Sin embargo, a pesar de que lo sabemos, nos dormimos. Lo mismo ocurre, incluso, cuando tenemos serias preocupaciones. Nos dormimos, porque el cansancio no vence. Y, afortunadamente debe ser así, pues de no serlo, difícilmente viviríamos. Nuestra naturaleza es limitada y débil. El pecado la vence y la duerme. Así nos lo dice el Evangelio de hoy: Como el novio tardara, se adormilaron todas y se durmieron. 

Observamos que también se durmieron las prudentes. Y es que el cansancio nos vence, doble razón para estar bien preparados. Porque, no sabemos la hora ni el día, ni tampoco el momento. Puede venir despacio, lentamente o repentinamente. En ambos casos hay que estar preparado, porque, aunque llegue lentamente, si no estás preparado, difícilmente podrás hacerlo. Porque la relación con Dios necesita tiempo y experiencia de encuentro con Él. Claro, para Él todo es posible, y, Él, sabe muy bien lo que hay en lo más profundo de nuestros corazones.

Pero, nuestro compromiso y deber es estar preparado para recibirle en las mejores condiciones posibles. La fe no se puede dar y se necesita mantener encendida. Se tiene o no se tiene. Hay que pedirla, porque sólo Dios la puede dar No puedo llenar tu vida con la mía. Eso te pertenece a Ti. El aceite de mi alcuza dará sólo para sostener mi fe encendida, y de compartirla contigo corremos el riesgo de que sostenga la fe de ambos.

La fe es algo muy personal y que cada cual debe cuidar llenando su alcuza sacramental del alimento espiritual necesario para encontrarse con el Novio. Necia o prudente llegará tu hora, pero será conveniente que seas prudente, porque eso signfica que has llevado tu vida coherentemente con la Palabra de Dios. No así las necias, que se han dejado llevar por el mundo.

sábado, 11 de noviembre de 2017

TU SANTIDAD SE ESCONDE EN LO PEQUEÑO

Lc 16,9-15
Siempre hemos oído que la vida se compone de cosas pequeñas. O, visto de otro ángulo, las cosas grandes empiezan por cosas pequeñas. Y, el sentido común y la experiencia nos hablan de que todo lo grande ha tenido un comienzo pequeño. Nuestra propia vida empieza por ser una célula, un embrión y un feto, para luego, crecido y desarrolado convertirse en persona, y como persona, de lo pequeño, por la Gracia de Dios, llegar a lo grande.

Es cierto, lo grande nace de lo pequeño. O lo pequeño es el comienzo de algo grande. Y grande es cumplir cada día con nuestros compromisos pequeños y cotidianos. Tales como el trabajo, la atención, la actitud y disponibilidad a ayudar, a prestarse a colaborar, a la solidaridad...etc. Se nota cuando las personas se mueven en estas actitudes y nos dan buen ejemplo y testimonio. Lo importante son vivir en los valores que se desprenden del amor. 

Porque, amar comporta el compromiso de ser justo, auténtico, verdadero, sincero, sin sengundas intenciones, honrado, solidario, sencillo y humilde. Por eso, en amar a Dios y al prójimo como Dios quiere están contenido todos los valores que buscan el bien, la verdad y la justicia. Un gran edificio, de esos muchos que hoy son maravillas del pasado y monumentos históricos admirados en todo el mundo, empezó por colocarse una piedra sobre otra, y por muchos hombres moviendo cada uno herramientas y materiales para colocarlos de forma que formaran el esqueleto de ese gran edificio.

Y dependió de todos que cada movimiento y cada piedra y material necesario fuera meticulosamente bien colocado e instalado para que hoy, después de siglos, el edificio se sostenga firme, hermoso y admirado por todos. Las cosas pequeñas tiene gran importanci, pues de ellas nacen las grandes. La santidad que Dios quiere para nosotros consiste en hacer bien las cosas pequeñas de cada día. Tus oraciones, tu disciplina, tu servicio, tu trabajo, tu... Cada cosa en su sitio.

Pero, mantener esa constancia y disciplina exige esfuerzo continuado y perseverante. En un mundo lleno de tentaciones será difícil sostenerse en esa exigencia. Necesitamos esta con Dios y que sea Él nuestra prioridad en todo. Prestarse al servicio de otras cosas como el dinero y el poder será poner en peligro nuestra relación con Dios, y, por supuesto, sostener nuestra disciplina diaria que nos lleve a la santidad.

viernes, 10 de noviembre de 2017

INQUIETUD Y ASTUCIA

Lc 16, 1-8
No se entiende mucho como se puede pasar por la vida sin hacerse unas preguntas, que diría, son de vital importancia. Imprescindible interpelarse al respecto, porque va en ello nuestra felicidad y nuestra vida. Sin embargo, y para asombro del mundo, sucede así. Mucha gente pasa desapercibida por la vida, no respecto a hacer cosas importantes, que todas las bien hechas lo son, sino por su pasividad y poca inquietud en buscar la verdadera felicidad a la que todos estamos llamados.

Sí, el Evangelio de hoy pone el dedo en la llaga. Son más astutos los hijos de este mundo que los de la luz, pues ante las dificultades de la vida se ponen las pilas y, astutamente, buscan la manera y la forma de solucionar sus problemas y sostener sus vidas lo mejor posible. Pero, ¿y los hijos de la luz? Los que hemos recibido la fe por el Bautismo y somos creyentes. ¿Qué hacemos por escuchar, entender y vivir la Palabra de Dios? ¿Acaso no es esta el mejor seguro de vida y de felicidad eterna?

¿Qué hacemos con los talentos recibidos? ¿Los ponemos todos en ebullición y a pleno rendimiento? ¿O, por el contrario, los dejamos enterrados, sin arriesgar nada, hasta el fin de nuestra vida? ¿Acaso no conocemos que estamos llamados a vivir una Vida plena, gozosa y eterna? Luego, ¿por qué entonces no la buscamos? ¿Nos falta fe? ¿Decimos que creemos, pero no terminamos por creérnoslo? Realmente tenemos que consentir y afirmar que es verdad, los hijos de este mundo son más audaces que los hijos de la luz.

Quizás nos falte conocer mejor al Señor y confiar plenamente en Él. Tenemos todas las ventajas para salir victorioso del combate. De ese combate de cada día contra nosotros mismos y contra las tentaciones de todo tipo que nos asedian. 

El Señor no nos abandona y el Espíritu Santo nos asiste, nos conforta, nos alienta y nos da la sabiduría necesaria para, fortalecidos en Él, superar todas las dificultades y vivir en la Voluntad de nuestro Padre Dios.

jueves, 9 de noviembre de 2017

TEMPLOS DEL ESPÍRITU SANTO

Jn 2,13-22
A veces no encuentras el camino de reflexión que te relacione con la Palabra del día. Hoy se conmemora la basílica de San Juan de Letrán y cobra relevancia el espacio o lugar donde nos reunimos en torno al Señor. Ese es el tema, tomar conciencia que el único templo es Jesús, el Señor, y Él está dentro de ti desde el momento del Bautismo. Tú y yo somos templos del Espíritu Santo.

Sin embargo, la necesidad de tener un espacio para reunirnos siempre ha sido una aspiración de los cristianos. Si bien, podemos reunirnos en nuestras casas, sabemos que tiene que ser en pequeños grupos, pues el espacio nos limita. Por eso, en la medida que la comunidad crece, también paralelamente crece la necesidad de tener espacios, los templos, para albergarnos y poder celebrar en asamblea. Así, la historia de la Iglesia nos ha dejado la construcción de hermosos templos como es este de San Juan de Letrán que hoy celebramos como cabeza de templo de la Iglesia.

Pero, Jesús, nuestro Señor, es el único y verdadero templo. Él se ha quedado con nosotros y en la Eucaristía se no da espiritualmente como alimento que nos sostiene y nos edifica. No es cosa que nosotros deducimos, sino respuesta que Él nos ha dado a la pregunta que aquellos judíos le hicieron:  «Qué señal nos muestras para obrar así?». Jesús les respondió: «Destruid este templo y en tres días lo levantaré». Los judíos le contestaron: «Cuarenta y seis años se han tardado en construir este Santuario, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?».

Nos dice el Evangelio que Él hablaba del Santuario de su Cuerpo, que más tarde, con la Resurrección, los apóstoles comprendieron. Y ahí está edificada la dignidad del ser humano. Somos templos vivos de Dios. Él está en nosotros y nos eleva a la dignidad que nos hace ser hijos de Dios y hermanos de todos los hombres. Hijos con todos los derechos a la vida. Una vida sagrada que nadie debe profanar usándola como un objeto o un medio para sus logros egoístas personales.

miércoles, 8 de noviembre de 2017

TODO CONSISTE EN AMAR


El que ama descubre que verdaderamente ama cuando experimenta que está dispuesto a dejarlo todo por el bien amado. Hay quienes aman el juego; hay quienes aman la pasión y la aventura; hay quienes aman el sexo, las riquezas, la comida, y un sin fin de cosas más. Hay muchos amores, pero quien no pospone todos esos amores al de Xto. Jesús no es su discípulo.

El Evangelio de hoy lo deja claro: «Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío.»

Es lógico que debemos pensar bien todas nuestras posibilidades antes de emprender un camino. Y preparar el terreno y todo lo que supone recorrerlo. Seguir a Jesús supone y exige una jerarquía que es el amor. Amar como Él nos ama exige renuncia y desprendimiento. Él es lo primero, porque de Él vendrá todo lo demás. Buscar el Reino de Dios y todo lo demás se nos dará como añadidura -Mt 6, 33-.

Cuando defines un proyecto como es el de seguir a Jesús, la renuncia es la virtud que debemos practicar y llevar en nuestra propia mochila. El mundo nos presenta muchas tentaciones y distracciones, pero, claro debe estar en tu corazón que Dios es lo primero y renunciar a todo aquello que se interponga entre Él y tú es la exigencia que debes tener a flor de labios para borrarla de tu mente y de tu corazón.

Ser discípulo de Jesús nos exige calcular bien todas nuestras fuerzas para saber medir el esfuerzo que nos supone desprendernos de todo aquello que nos impide seguirle con verdadero amor y entrega. Y ello nos lleva a estar a su lado y agarrarnos, por su Gracia, a Él, para fortalecidos tener la fortaleza de renunciar a todo aquello que nos atrae y nos cuesta dejar.

martes, 7 de noviembre de 2017

DISTRAIDOS EN BANALIDADES

Lc 14,15-24
No sé, ni me imagino, como será nuestra actitud y comportamiento cuando nos sorprenda lo terrible de nuestra elección. Cuando nos demos cuenta de lo que hemos hecho y lo que hemos rechazado a cambio de unos años y ciertas banalidades que de poco nos han servido, y de las que ya ni saboreamos ni gozamos. Porque, todo lo de aquí abajo pasa tal y como aparece, y no deja rastro.

No deducimos esto por nuestro propio razonamiento, sino que es Palabra de Dios: En aquel tiempo, dijo a Jesús uno de los que comían a la mesa: «¡Dichoso el que pueda comer en el Reino de Dios!». Él le respondió: «Un hombre dio una gran cena y convidó a muchos; a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los invitados: ‘Venid, que ya está todo preparado’. Pero todos a una empezaron a excusarse. El primero le dijo: ‘He comprado un campo y tengo que ir a verlo; te ruego me dispenses’. Y otro dijo: ‘He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas; te ruego me dispenses’. Otro dijo: ‘Me he casado, y por eso no puedo ir’.

»Regresó el siervo y se lo contó a su señor. Entonces, airado el dueño de la casa, dijo a su siervo: ‘Sal en seguida a las plazas y calles de la ciudad, y haz entrar aquí a los pobres y lisiados, y ciegos y cojos’. Dijo el siervo: ‘Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía hay sitio’. Dijo el señor al siervo: ‘Sal a los caminos y cercas, y obliga a entrar hasta que se llene mi casa’. Porque os digo que ninguno de aquellos invitados probará mi cena».


Vale la pena leérselo todo y reflexionarlo, conociendo que la responsabilidad es toda nuestra. No podemos alegar luego que no sabíamos nada. Hemos, claramente, optado por este mundo caduco y absurdo, rechazando la invitación de Dios al Banquete eterno. No puedo imaginarme como reaccionaremos en esos momentos cuando veamos todo claramente pero sin remedio. Hemos perdido y mal empleado nuestro tiempo.

Todavía estamos a tiempo y siempre que tengamos vida en este mundo podemos cambiar. El Señor siempre nos espera, porque su Misericordia es Infinita.

lunes, 6 de noviembre de 2017

HACER EL BIEN DE FORMA GRATUITA


Lc 14,12-14
Hay dos formas de hacer el bien, una, hacerlo porque interesa y, sobre todo, políticamente, favorecemos esto porque así obtenemos lo otro. Es lo llamado políticamente correcto, pero que no tiene que ver nada con lo justo y honrado. Actuamos así porque interesa y conseguimos nuestros objetivos. También, en el mundo de la economía, mercantil e intercambios, y, por supuesto, en todas clase de relaciones sociales, hasta  en el matrimonio y en las familias.

Las relaciones humanas están marcadas por el interés y beneficios. También en la captación de poder, elecciones políticas, y otras muchas formas en las que nos relacionamos e intercambiamos beneficios. Todo, diríamos, está marcado por la economía, de todo tipo, en general. Y eso, enmascarado en el amor es una hipocresía y falsa. Porque amar no es eso, y está muy lejos de esa forma de vivirlo e interpretarlo.

Experimentamos que en el fondo de nuestro corazón siempre hay interés a la hora de darnos. Me doy, pero, ¿qué recibo a cambio? ¿Aprecio, reconocimiento, honor, poder, influencia, estima? La máxima está en darte sin condiciones ni exigencias. Ni siquiera poner la mano para esperar o recibir algo. Todo debe ser dado con total gratuidad, sin esperar nada. Por eso, Jesús nos advierte y nos dice en el Evangelio de hoy:

«Cuando des una comida o una cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos; no sea que ellos te inviten a su vez, y tengas ya tu recompensa. Cuando des un banquete, llama a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos; y serás dichoso, porque no te pueden corresponder, pues se te recompensará en la resurrección de los justos».

Tratemos de dar a quien no pueda pagarnos. Quizás, la mejor forma de pagarnos es enderezar su vida y entregársela a Dios. No esperemos recompensa de este mundo, sino de Dios, que ya, dándonos la vida y la oportunidad de amar nos regala el gozo y la felicidad de experimentarnos dichosos y felices. Si a eso añadimos la promesa de la Vida Eterna, la felicidad es plena. 

domingo, 5 de noviembre de 2017

APARIENCIAS. DICEN Y NO HACEN

Mt 23,1-12
No es una figura del ayer, sino de siempre. Las hay también hoy, y quizás muy cerca de cada uno de nosotros. Están en todas partes y hasta dentro de la misma Iglesia. Sí, son los maestros de la Ley, los que saben mucho y los que buscan el honor y la gloria con sus obras. Incluso, los filántropos, que se distinguen por su amor a sus semejantes y por sus obras en bien de la comunidad.

Suena muy bien, pero si todo eso se hace por amor a uno mismo, buscando su gloria y honor; buscando ser ensalzado y distinguido, su premio ya está recibido. No esperes nada más. Será bueno oírles y hacer lo que dicen, pero no hacer ni imitar lo que hacen. Porque hablan de una cosa, pero sus vidas reflejan otras. Todo su pensamiento está buscando destacar, ser distinguido, reverenciado y aclamado.

Señalan caminos que ellos no recorren, ni siquiera intenta recorrer. Pero, eso sí, mandan a que otros lo recorran. Ellos sólo procuran ser vistos para ser halagados. Cuidan los detalles y buscan toda oportunidad para escalar puestos distinguidos y ser llamados maestros y honorables. Están recibiendo sus premios y cuando la verdad emerja recibirán el castigo a sus mentiras y falsedades.

Nuestra referencia es el Señor. No hagan casa a otro que no sea el Señor. Y el Señor es nuestro Señor Jesucristo, el Hijo de Dios Vivo, que se entregó voluntariamente por nosotros. Él es el Camino, la Verdad y la Vida y guía nuestros pasos a través de nuestra madre santa Iglesia, que es servidora y compañera, poniéndose al servicio de todos los hombres, de manera especial de los más pobres.

Ese es el signo que dejó nuestro Señor Jesús el día que fue entregado y en la última cena con sus amigos. Se postró ante ellos lavándoles los pies, y les dejó claro que quien no lo hacía no sería su amigo, como ocurrió con Pedro. Por lo tanto, la humildad y el servicio es la marca, en términos coloquiales de nuestro tiempo, con la que distinguimos a los auténticos cristianos seguidores del Señor. Porque, El mayor entre vosotros será vuestro servidor. Pues el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado.

sábado, 4 de noviembre de 2017

ACTITUD ANTE LA OBSERVACIÓN

Lc 14,1.7-11
En mucha ocasiones se nos ha dicho que todo depende de cómo lo mires. Es decir, según la mirada que tengas ante los acontecimientos de tu vida, así será tu actitud y comportamiento. Es posible que, ante cualquier situación tu mirada sea de desagrado, pero dispuesta a aceptar y a modificar con tu buena intención la vivencia de esa nueva o casual situación.

Las cosas se tornarán mal o bien según tu las interpretes y trates de llenarlas de buena intención, de actitud positiva y de un deseo de corrección en aras del bien de todos y de mejorar y buscar la verdad. Una verdad que duerme dentro de nosotros, pero que corre peligro de contaminarse y de, envenenada, actuar y buscar el mal.

En el Evangelio de hoy encontramos retratadas esas actitudes. Mientras los fariseos, nos dice el Evangelio, están observando y atentos a lo que hace Jesús, no con sana intención de aprender y sacar buenas conclusiones, sino esperando algún fallo para sensurarle y criticarle negativamente. Jesús observa, viendo la ambición y protagonismos de muchos que buscan los primeros puestos, y saca conclusiones que nos vienen bien a todos con una buena y sana actitud de mejorarnos y ayudarnos a crecer en perfección.

Entonces nos adoctrina con una parábola: «Cuando seas convidado por alguien a una boda, no te pongas en el primer puesto, no sea que haya sido convidad ... Jesús que está por encima de todos nosotros no busca ser honrado, ni tampoco ser servido. Nos lo ha dicho ya en otra ocasión -Mt 20, 17-28- y ahora con su actitud nos lo recuerda. Y nos aconseja ser humilde y no buscar ser ensalzado ocupando los primeros puestos.

Porque, quien busca que lo ensalce terminará siendo humillado, y quien se humilla, será ensalzado. Miremos a Jesús, que no busca su Gloria sino la del Padre. Ha venido a servir y no a ser servido. Y miremos también a nuestra Madre, ella con su humillación hizo posible la venida del Hijo prometido a este mundo.

viernes, 3 de noviembre de 2017

EMBADURNADOS DE HIPOCRESÍA

Lc 14,1-6
Huele mal este olor a engaño,  a apariencia, a falsedad que corrompe y miente. Un perfume que desprende un olor, en principio, que atrae y gusta, pero que pronto se envenena y apesta de hipocresía y mentira. Y que en nada se parece al perfume de la verdad, de la sinceridad, de la buena intención y la pureza del corazón bien intencionado.

La mentira se esconde dentro de la mala intención. Una intención sepultada en el egoísmo de servirme y de tomar para mí lo que me satisface y me gusta por encima de los demás. Una hipocresía que me hace mentir para excluir y ponerme yo en el lugar del otro. Una hipocresía donde lo primero son mis intereses y luego los de los demás, y de los que no me importa sus problemas, sufrimientos y penalidades.

Es más fácil cumplir que vivir en el espíritu del cumplimiento. Adaptarse al cumplimiento de la Ley y vivirla con estricto cumplimiento, a pesar de su dureza, no representa gran dificultad. Sobre todo para aquellos que la dominan y la promulgan, y la contemplan desde su propia vivencia y para sometimiento de los demás.

 En casa del herrero, cuchara de palo. Este adagio, basado en la experiencia, se cumplía ayer y se cumple hoy. Los judíos, para y con quienes Dios había hecho una Alianza, la rechazan y se aferran a sus propias leyes y tradiciones. Y hacen de la Ley su propio dios, dejando al margen el espíritu de la Ley y el amor al prójimo. Leyes, como la del sábado, que quedan en ridículo ante los hechos y las Palabras de Jesús:  «¿Es lícito curar en sábado, o no?».

¿Qué respondemos nosotros? Porque lo que importa ahora es nuestra respuesta. Ellos, los de aquel tiempo, contemporáneos del Señor, se quedaron en silencio. No supieron que responder. Pero, ¿y tú y yo ahora, qué respondemos? Quizás tengamos que mirar si nosotros respetamos y vivimos en el espíritu de la Ley o la aplicamos como aquellos fariseos.

jueves, 2 de noviembre de 2017

EL VIAJE DE NUESTROS SUEÑOS Y ESPERANZAS

Jn, 14, 1-6
Sin ninguna duda, Señor, creo firmemente en Ti, porque Tú eres mi esperanza y mi vida. En Ti tengo puestas todas mis esperanzas, ilusiones, gozos y alegría, porque Tú, Señor, eres todo para mí. Tú eres el viaje más grande que preparo en mi vida. Un viaje de eternidad, que desde que parto, ya no termina y camina en plenitud de gozo y alegría eterna.

Y lo creo, Señor, porque Tú me lo has prometido. Tu Palabra es lo más serio del mundo que yo conozco. Nunca miente y siempre se cumple. Has vencido la muerte, porque tu Padre te ha glorificado en la Resurrección como había prometido. En Ti se cumple todo lo profetizado y Tú tienes Palabra de Vida Eterna. Gracias Señor. 

En el Evangelio de hoy nos lo dices y, la Iglesia, que Tú dejaste para guiarnos y conducirnos por la acción del Espíritu Santo, nos lo recuerda: "«No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios: creed también en mí. 2.En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, os lo habría dicho; porque voy a prepararos un lugar. 3.Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros. 4.Y adonde yo voy sabéis el camino.»" 

Son Palabras del Señor y, como todas sus Palabras y promesas, tienen verdadero cumplimiento. Creamos en el Señor, porque todo lo que nos dice y promete se cumple. Es posible que la tentación nos asalte y nos venga el pensamiento mismo que Tomás. E incluso le digamos lo mismo: "«Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?»"

 Pero, gracias a su Iglesia conocemos su respuesta y podemos confiar en Él. Porque, como nos dice, Él es el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por Él.

miércoles, 1 de noviembre de 2017

BUSCAR LA RECOMPENSA DEL CIELO

Mt 5,1-12a
Hoy celebramos la comunión de los santos, que afirmamos y proclamamos en el Credo. Es la unidad de la iglesia triunfante, la purgante y la militante. Porque, los santos, bienaventurados y dichosos, gozan ya de la presencia de Dios y no les hace falta la fe ni la esperanza. Ellos ya han llegado al éxtasis del Amor y gozan en su presencia. Pero, también están unidos a nosotros, que seguimos el camino en la lucha diaria de este mundo, en perfecta comunión e influyendo en y por nuestra salvación desde el Cielo.

Celebramos, pues la vida sobre la muerte. El creyente en Jesús está llamada a la Vida. Una Vida Eterna que ha triunfado sobre la muerte. Y son los santos el vivo ejemplo y la prueba de lo que esperamos, es decir, de la Vida Eterna. Por lo tanto, lejos de celebrar la muerte, mañana día de los difuntos, celebramos la Vida. Una Vida que nos llena de esperanza y alegría, y nos da fuerza para continuar el camino.

Por eso, ese canto hermoso de la Bienaventuranzas, que nos inundan de esperanza y de verdadero amor. Nueve hermosas situaciones de pobreza, de mansedumbre, de llanto, de hambre y sed, de misericordia, de limpieza de corazón, de trabajo por la convivencia en paz, de perseguidos por la justicia y de todos aquellos que son ofendidos e injuriados por causa de Jesús, porque todos ellos alcanzarán misericordia y su recompensa será grande en el Cielo.

Y es que el amor esconde el dolor dentro de sí mismo, pero un dolor que como semilla de amor se transforma en frutos de gozo, de felicidad y de paz eterna. Porque, el amor se descubre y se manifiesta en el dolor de manera pura y real. Un amor sin dolor está escondido en la mentira y la hipocresía, porque el amor cuando es verdadero duele.

San Pablo lo expresa muy bien cuando lo define magníficamente en su 1ª epístola a los corintios -1ª Corintios 13, 1-13-. El amor es la levadura que fermenta toda la masa que hay en nuestro corazón. Dejémosla fermentar y transformar todo nuestro corazón en puro amor que nos conduzca a ser bienaventurados.