sábado, 11 de noviembre de 2017

TU SANTIDAD SE ESCONDE EN LO PEQUEÑO

Lc 16,9-15
Siempre hemos oído que la vida se compone de cosas pequeñas. O, visto de otro ángulo, las cosas grandes empiezan por cosas pequeñas. Y, el sentido común y la experiencia nos hablan de que todo lo grande ha tenido un comienzo pequeño. Nuestra propia vida empieza por ser una célula, un embrión y un feto, para luego, crecido y desarrolado convertirse en persona, y como persona, de lo pequeño, por la Gracia de Dios, llegar a lo grande.

Es cierto, lo grande nace de lo pequeño. O lo pequeño es el comienzo de algo grande. Y grande es cumplir cada día con nuestros compromisos pequeños y cotidianos. Tales como el trabajo, la atención, la actitud y disponibilidad a ayudar, a prestarse a colaborar, a la solidaridad...etc. Se nota cuando las personas se mueven en estas actitudes y nos dan buen ejemplo y testimonio. Lo importante son vivir en los valores que se desprenden del amor. 

Porque, amar comporta el compromiso de ser justo, auténtico, verdadero, sincero, sin sengundas intenciones, honrado, solidario, sencillo y humilde. Por eso, en amar a Dios y al prójimo como Dios quiere están contenido todos los valores que buscan el bien, la verdad y la justicia. Un gran edificio, de esos muchos que hoy son maravillas del pasado y monumentos históricos admirados en todo el mundo, empezó por colocarse una piedra sobre otra, y por muchos hombres moviendo cada uno herramientas y materiales para colocarlos de forma que formaran el esqueleto de ese gran edificio.

Y dependió de todos que cada movimiento y cada piedra y material necesario fuera meticulosamente bien colocado e instalado para que hoy, después de siglos, el edificio se sostenga firme, hermoso y admirado por todos. Las cosas pequeñas tiene gran importanci, pues de ellas nacen las grandes. La santidad que Dios quiere para nosotros consiste en hacer bien las cosas pequeñas de cada día. Tus oraciones, tu disciplina, tu servicio, tu trabajo, tu... Cada cosa en su sitio.

Pero, mantener esa constancia y disciplina exige esfuerzo continuado y perseverante. En un mundo lleno de tentaciones será difícil sostenerse en esa exigencia. Necesitamos esta con Dios y que sea Él nuestra prioridad en todo. Prestarse al servicio de otras cosas como el dinero y el poder será poner en peligro nuestra relación con Dios, y, por supuesto, sostener nuestra disciplina diaria que nos lleve a la santidad.

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